Saber vivir

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Manejando el carro y a los hijos

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 7, 2011

 

Aunque la teoría de la evolución sigue siendo eso -teoría- ya se puede decir que es aceptada por la mayoría de los paleoantropólogos y que es vox populi.

En el siguiente resumen cronológico se puede apreciar que el ser humano (homo sapiens) es muy reciente, aunque a veces nos parezca lo contrario:

Origen del universo                                                    15,000’000.000 de años A de C

Origen de la vida                                                          3,500’000.000 de años A de C

Dinosaurios                                         de 220’000.000 a 65’000.000 de años A de C

Primeros primates                                                            70’000.000 de años A de C

Propiopitecus                                                                    35’000.000 de años A de C

Driopitecus y ramapitecus                                              10’000.000 de años A de C

Australopiteco                                          de 4’000.000 a 2’,500.000 de años A de C

Homo habilis                                                        de 2’000.000 a 1’800.000 de años A de C

Homo erectus                                                    de 1’750.000 a 300.000 años A de C

Homo sapiens                                   de 230.000 ó 100.000 años A de C hasta hoy

Con base en esta secuencia, podemos hacer un análisis de los niveles de algunas de nuestras acciones. Por ejemplo, en el tráfico de las grandes ciudades, donde se dan constantemente momentos en los cuales se irrespetan las leyes y los derechos de los demás. En ese sentido se puede decir que:

El que mata al que, por ejemplo, se le cierra, actúa como un propiopitecus.

El que lo agarra a golpes es un driopitecus o un ramapitecus.

El que devuelve la misma agresión, es decir, el que también se le cierra, es un australopiteco.

El que lo insulta está todavía a la altura del homo habilis.

El que lo mira “feo” es apenas un homo erectus.

Y el homo sapiens es aquel que es capaz de entender que, por ejemplo, el ofensor está apurado o que no le enseñaron a ser cortés, etcétera. Además el homo sapiens recuerda siempre que él mismo pudo o puede cometer un error similar.

¿Qué talla tenemos en el tráfico? ¿la de un ser humano?

Pues bien, así como estos actos se pueden evaluar, veamos cómo estamos llevando a cabo la educación de nuestros hijos.

Educar, es dirigir, encaminar, doctrinar, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etcétera. ¡Cuánto bien se harían los padres al leer y analizar las anteriores definiciones antes de acometer la tarea de engendrar!

La tarea de los mamíferos, los más parecidos a nosotros en este sentido, usualmente consiste en darles a luz, amamantarlos, darles alguna protección inicial y, luego, abandonarlos a sus suerte: su alimentación, crecimiento y desarrollo, cuidado y reproducción, dependerá exclusivamente de ellos. Mientras tanto, en el ser humano, además de esos cuidados iniciales, es necesaria la tarea de formar, completamente distinta al simple informar. Por eso, los padres que se encargan de ir enriqueciendo a sus hijos en todos los aspectos -biológico, psicológico y espiritual- son quienes han entendido la responsabilidad que se han impuesto al procrear.

Ese derecho y ese deber de los padres es inalienable, es decir, nadie los puede reemplazar en esa tarea. En este sentido, por tanto, paternidad responsable es determinar si se puede educar a un hijo, antes de pensar en tenerlo: si se va a tener el tiempo suficiente, si se van a poder poner todos los medios para lograr hacerlo un hombre de bien y un hombre feliz.

Algunas madres creen que no hacen nada siendo madres, y ¡cómo se nota cuando están ausentes! A veces descuidan a sus hijos para poder darles cosas materiales y luego se los ve por ahí, dando tumbos, queriendo sólo ganar dinero, poder, honra, placer, bienes materiales… sin nada en el interior… Sólo ellas le pueden dar una educación integral a los hijos, sólo con ellas se formarán buenos ciudadanos, sólo con ellas habrá hijos felices que hagan el bien a sus semejantes, sólo con madres que dan amor -realidad que sí nos diferencia de los animales- se cambiará al mundo. Pero para eso hace falta tiempo. Tiempo para sus hijos.

A veces es necesario ayudar al esposo con las cargas económicas del hogar, pero en otras ocasiones, el bienestar material se pone por encima del bienestar psicológico o, mejor, integral de los hijos. Pero también a veces, las metas materiales de las madres dejan el vacío de lo más importante para un niño: el amor. A veces una supuesta “realización personal” (no hay mejor realización que ser madre) deja huérfanos de tiempo.

Algunos y algunas se engañan diciéndose que es más importante la calidad del tiempo que se les dedica que la cantidad. Y ellos necesitan a la madre cuando ellos la necesitan, no cuando ella “puede” darle ese tiempo. Y, ¿cuándo la necesitan? Cuando el niño regresa del jardín infantil o del colegio, cuando hace sus tareas escolares, cuando juega con sus amigos (¿cómo se sabrá qué clase de amiguitos tiene nuestro hijo?), cuando tiene percances o accidentes, cuando, al ir creciendo, se sienta solo o triste, cuando incluso su padre haya sido un poco duro con ellos…, en fin, siempre que se es hijo y se esté creciendo.

Traer hijos al mundo con la intención clara de que no van a tener una madre a su lado es injusto e ilógico: nadie puede suplir a las madres; ni la abuela, ni la tía, ni el mismo papá (los hombres somos menos cuando estamos solos que ellas sin nosotros), ni mucho menos, por supuesto, “la mejor empleada del mundo”.

En este punto, ya se puede hacer una lista:

Australopiteco es quien va a tener hijos, pero nunca le “estorbarán” para “realizarse”: una empleada o una enfermera la suplirá en esa responsabilidad.

Homo habilis es quien, sin necesidad, encarga de eso a un familiar cercano.

Homo erectus es quien tiene sus hijos y trabaja en el hogar, para ayudar al esposo con las cargas económicas del hogar, sin descuidar tanto a sus hijos.

Homo sapiens es la que, de común acuerdo con el esposo, decide con responsabilidad cuántos hijos va a tener, y dedica a ellos toda su vida y sus energías; luego, cuando entren al colegio, trabajará en su profesión, siempre pensando en regresar antes que sus hijos al hogar. Si los cónyuges creen que es imposible darles a sus hijos todo el tiempo que ellos necesitan, tendrán la voluntad suficiente para esperar un poco antes de tenerlos, hasta cuando ya estén dadas las condiciones favorables.

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