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Cuando los hijos se van a estudiar

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 29, 2024

       Desde pasada la mitad del siglo pasado empezó a extenderse en el mundo entero la costumbre de enviar a estudiar a los hijos a un lugar diferente de la residencia de los padres.

       Es que al criterio de que a los 18 años termina la adolescencia y comienza la juventud se ha unido el de la creencia de que los jóvenes, así enfrentados a un ambiente distinto del hogar en que nacieron, a personas de diversos orígenes y criterios de vida, se llenarían de toda una gama de riquezas culturales, psicológicas, emocionales y sociales, con el consecuente incremento de miradas sobre la vida, con los que se enriquecerían abundantemente en muchos aspectos, ampliando las horizontes de los jóvenes hasta niveles antes no conseguidos.

       Sin negar esa verdad, es necesario entender que la palabra “adolescente” proviene de “adolecer” y tiene como sinónimos: “carecer, necesitar”, verbos que indican características típicas de esa edad y que dan a entender lo que la psicología tradicional ha enseñado: que la etapa de la adolescencia es similar a la de la infancia, en cuanto que la persona está apenas autoconociéndose.

       Efectivamente, durante la infancia el bebé empieza a reconocer su entorno más cercano: sus propias manos, muñecos, juguetes, etc (1r año); más adelante forma en su cerebro una primera idea de mamá y de mujer (2o año); inmediatamente después, la de papá y varón (3r año); seguida del reconocimiento de sus hermanitos (4o año) y, finalmente, el entorno físico del hogar y los rudimentos de la idea de familia (5o año); de esta manera, el niño aprende a irse correlacionando cada vez más, desde el entorno más cercano hasta el más amplio y desde sus familiares más cercanos hacia los demás individuos de la especie.

       Asimismo, la avalancha de las hormonas sexuales masculina —testosterona— y femeninas —estrógenos y progesterona—, propios de la adolescencia, producen un nuevo proceso de autoconocimiento, primero, y después, del conocimiento de un entorno nuevo, pues la relaciones con personas de distinto sexo se ven de una manera completamente diferente a las iniciales de la infancia: si antes eran simplemente compañeritos de juego o de disputas, ahora aparece la atracción física y un interés completamente nuevo por el otro sexo, que marca de una manera totalmente diferente la relaciones. Asimismo, se da un nuevo reconocimiento del propio cuerpo, ahora con unas características distintas: aparece, por ejemplo, en los hombres, el engrosamiento de la voz, el aumento de su masa muscular, la aparición de vello púbico en ambos sexos, el redondeado de las formas anatómicas del cuerpo femenino producido por la distribución de la grasa corporal y el desarrollo de las mamas…, en fin: todas las características sexuales masculinas y femeninas.

       El entorno en el que se desenvuelven los adolescentes adquiere una nueva perspectiva, lo mismo que sus preguntas fundamentales sobre la vida: de dónde vengo, para donde voy, la finalidad de la vida, la razón de ser del sufrimiento, de la enfermedad, de la muerte; en qué consiste la realización personal, qué sentido debo dar a mi vida personal, familiar, laboral y social. Qué ideales deben mover mi existencia, etc.

       Todos estos interrogantes, más la novedad de la relaciones interpersonales abren horizontes completamente diferentes que van más allá de lo que se veía hasta ese momento y que, por lo tanto, producen en el adolescente precisamente esas carencias que los distinguen. Todo esto es como un nuevo renacer, que los enfrenta a un mundo mucho más complejo. Y esto es lo que ha hecho que se afirme que es como una nueva infancia y que, por lo tanto, se requiere del acompañamiento de los padres para que lleguen a la maduración total con una guía propicia que los prepare para desarrollarse adecuadamente y les impida o al menos disminuya los peligros a los cuales se enfrentan ahora:

       Los altísimos índices de abortos, el incremento desmesurado de enfermedades de transmisión sexual, la inestabilidad en los matrimonios (con la consecuente inestabilidad psicoafectiva y psicoemocional de los hijos) y la insatisfacción generalizada en la relaciones de pareja, son sólo una pequeña muestra del medio ambiente al cual se enfrentan los adolescentes, y por esto merecen estudiarse sus causas.

       Establecer el placer como fin y fundamento de la vida no ha dejado priorizar el principal valor humano y que lo distingue de las demás especies: su capacidad de amar, y principalmente el amor conyugal y familiar.

       Uno de los factores que produce esta enfermedad social tan diseminada es, precisamente, lanzar a adolescentes de 18 años de edad a ese ambiente de desafuero, sin control, sin guía (sin la presencia de los padres), precisamente en el momento en el cual las hormonas todavía no se han estabilizado con la madurez sexual, que no llega sino unos cuantos años más tarde, junto con el autodominio necesario para dirigir su fuerza a la construcción de una vida conyugal sana, en la que lo que prevalece es el amor que busca la felicidad del cónyuge y la de los hijos, y en la que todos se enriquecen con valores, principios morales y virtudes que construyen familias sanas, constituidas por individuos libres para dar lo mejor de sí a los demás, no esclavos del placer, que se enfrascan en su egoísmo.

       Por todo esto, sería mucho más sensato esperar a que el joven muestre su madurez con un título universitario, antes de que se vaya de su hogar sin supervisión paternal y maternal, pues ya no la necesitará.

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La homosexualidad: CIENCIA Y SENTIDO COMÚN

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 19, 2024

 

 

Siempre que se discute sobre la homosexualidad aparecen opiniones contrarias: algunos dicen, por ejemplo, que la homosexualidad va en contra de la esencia del ser humano; otros la defienden argumentando que, como se ve en los animales, es propia de la naturaleza humana…

Las posiciones están parcializadas y con frecuencia miran sólo una de las características del asunto, dejando de lado otras de capital importancia, y por eso son cada vez más antagónicas y están cada vez más cargadas de prejuicios de corte religioso, cultural, psicológico, etc.

Es muy raro —por no decir inexistente— el juicio equilibrado de quien aborda este tema desde todos los puntos de vista: con frecuencia, por ejemplo, se desvía la atención hacia el respeto y la dignidad de las personas homosexuales o, por el contrario, hacia el acto homosexual en sí mismo, sin tener en cuenta a las personas.

 

῾Como en los animales se ven conductas homosexuales, la homosexualidad es naturalʼ

Un ejemplo de los aspectos dichos se puede exponer con una pregunta: Quienes argumentan que la homosexualidad es natural debido a que los animales tienen ese tipo de comportamientos ¿no se dan cuenta de que al usar el prefijo “homo” de la palabra homosexual se están refiriendo exclusivamente al hombre, al ser humano, y no a los animales? Como este, hay infinidad de ejemplos en los que se verifica una aproximación pobre y sesgada al tema, como suele ocurrir en casi todos los temas polémicos.

Asimismo, los mitos inciden en la opinión de las personas, tanto más cuanto más ignorantes son en algunas áreas del saber. Ese es el caso de quienes desconocen el comportamiento animal: cualquier veterinario especializado en conducta animal —o etólogo— puede explicar que, cuando un macho monta a otro, lo está haciendo por dominancia: establece así una jerarquía mayor sobre el que está montando (esto se da también entre las hembras de algunas especies, para determinar cuál es la hembra-alfa: su prelación en la jerarquía animal). Es un movimiento instintivo, similar al del coito, pero se hace sobre una pierna o el lomo del otro, sin penetración alguna.

Por otra parte, es evidente que la naturaleza humana es superior a la animal: entre las muchas diferencias que hay, el ser humano es racional (ninguna mascota o animal salvaje  es capaz de sumar, restar, multiplicar, deducir, filosofar, pensar en el futuro o el pasado, preguntarse por su destino…); otra diferencia es que el ser humano posee la facultad de la voluntad: puede decidir libremente sus actos, mientras que los animales se guían indefectiblemente por el instinto. Por eso, jamás se pueden comparar los actos humanos con los actos animales: el acto humano puede ser valorado moralmente (afirmando que es bueno o malo para sí mismo, para los demás o para el medio ambiente en el que vive); pero el acto animal, por ser instintivo, no se puede valorar moralmente: el animal no tiene opción: sigue su instinto, que va siempre en favor de su naturaleza.

Añadamos algo más: una hembra, cuando le toca elegir entre su vida y la de su cría, la abandona en las fauces o garras de los predadores; esto no lo hará una madre humana: ella está dispuesta a dar la vida por su hijo. Quiere decir esto que el ser humano es capaz de amar: por el bien de otro individuo de su especie, se olvida de sí mismo, hasta el extremo de llegar a dar su misma vida con ese fin.

Así, pues, no se puede comparar al ser humano con un simple animal.

Por último, hay una inmensa diferencia entre los actos animales y los humanos: ese movimiento instintivo que realizan por dominancia los animales de una misma especie entre sí difiere por completo al establecimiento de una relación de pareja entre dos personas del mismo sexo en la especie humana, pues el primero —el del animal— es un acto inconsciente, mientras que el segundo —el humano— es un acto claramente consciente: los homosexuales siempre han defendido su relación basada en el amor o, al menos, en fuertes sentimientos, de los que están exentos los animales.

Se deduce de todo esto que, cuando se afirma que la homosexualidad no es natural, lo que se está diciendo es que no es natural EN LA ESPECIE HUMANA, de muchísima mayor dignidad que la de un animal.

Debe añadirse aquí que, desde el punto de vista fisiológico, en la entrada vaginal, se encuentran las glándulas de Bartolín, cuya función es lubrificar la zona, para que no se produzcan erosiones o excoriaciones durante el coito. Pero ni el ano ni el recto tienen lubrificante alguno, lo que explica la alta incidencia de transmisión de sida en personas homosexuales, comparada con la de personas heterosexuales; esto significa que la homosexualidad no es fisiológica. Y tampoco es anatómica: la vagina tiene la misma forma y tamaño que el pene: se acoplan perfectamente; esto no ocurre entre el pene y el recto (y menos entre lesbianas: la vagina no se complementa con los dedos, instrumentos u otros reemplazos del pene).

En consecuencia, la homosexualidad —que propiamente hablando solo se da en la especie humana— va en contra de SU propia naturaleza.

Y, por esto mismo, el homosexual se hace daño a sí mismo cuando realiza actos homosexuales, que van en contra de las características esenciales que posee como ser humano: su inteligencia y la capacidad de usar su voluntad libre, reduciendo así su dignidad, infinitamente superior a la de un simple animal (que nunca se rebaja, ya que siempre sigue su instinto).

La genitalidad

Otros términos que se confunden frecuentemente son: sexualidad y genitalidad.

La palabra Sexualidad viene de sexo, seccionado, parcializado, partido: mitad en busca de otra mitad, un “yo” en busca de un “tú”; sólo así tiene sentido el “tú”.

Esta dimensión sexual o seccional del ser humano no es únicamente corporal ni sólo espiritual, sino personal. En el “yo” humano se funden irreversiblemente lo corporal, lo psicológico y lo espiritual.

Genital, en cambio, viene del latín genitare, esto es, generar, procrear, tener hijos. Los genitales, por tanto, son los órganos de la “generación”, de la procreación. En la genitalidad, entonces, residen las capacidades de la maternidad y de la paternidad.

Significa esto que la genitalidad es única y exclusivamente para procrear; no así la sexualidad.

Al estudiar la fisiología de los genitales masculinos y femeninos, se descubre que el pene, cuando el hombre está excitado, tiene una forma casi exactamente igual a la de la vagina cuando la mujer se encuentra en la fase de exitación. Por eso se puede decir, aunque suene demasiado obvio, que el pene es para la vagina, y que esta es para aquél.

En el varón, la eyaculación es el final de todo el ciclo excitatorio, como las contracciones vaginales hacia adentro lo son en la mujer.

En cuanto ocurre la ovulación, la pared del útero experimenta ciertas transformaciones encaminadas a que el hijo pueda desarrollarse cuando se implante en ella.

De esto se desprende que la naturaleza prepara minuciosamente el camino para la gestación de un nuevo ser y que por tanto todo el proceso tiene como finalidad la procreación.

Pero ¿cómo se lleva a cabo esto en un par de hombres o en un par de mujeres? ¿Se podría llamar natural una relación entre dos genitales masculinos o entre dos genitales femeninos? Como se concluyó en el párrafo anterior, los genitales tienen como finalidad la generación de nuevas vidas, la procreación. Preguntado esto mismo de otra manera: ¿dónde está lo natural de su relación genital?

Así, se puede deducir que, desde el punto de vista anatómico, fisiológico —y lógico—, el acto homosexual no es natural.

 

¿El homosexual nace o se hace?

En un laboratorio de experimentación científica se lleva a cabo un estudio microscópico. Han sido citados una mujer y un hombre para ver sus células a gran escala, a través de un instrumento visor. Se procede a hacer un pequeño raspado del dorso de sus manos para que algunas de sus células más externas caigan sobre una lámina pequeña de vidrio, llamada portaobjetos, que se lleva de inmediato al microscopio electrónico.

El resultado es el mismo que se observa en todas las oportunidades: las células descamadas de la mujer muestran dos cromosomas “X”, mientras que las del hombre tienen un cromosoma “X” y otro “Y”.

La ciencia de la genética lo descubrió desde hace muchos años: los seres humanos, desde el período embrionario —y aun antes—, tienen definido el sexo. Lo que pasa frecuentemente inadvertido es que, no sólo las células de la piel, sino las de los órganos internos, las de los huesos, músculos y articulaciones, las de los vasos y nervios, las del cerebro y hasta las de la base de los cabellos están sexuadas.

En genética se ha comparado la información que existe en los cromosomas con los computadores y se ha llegado a la conclusión de que, en un solo cromosoma humano, hay el equivalente a 4 libros de 500 páginas cada uno, con 300 palabras impresas en cada página, aproximadamente. Son billones de genes con información específica: un gen determinará el color de los ojos, otro el de la piel, otro la estatura aproximada… Sin embargo, la sexualidad no está “escrita”, en uno o en un ciento, ni siquiera en un millar de genes, sino en una información genética inmensamente mayor: está en un cromosoma completo, es decir, es todo un legado genético el que determina el sexo de un individuo.

De manera que esa sexualidad, parcialidad, “mitad en busca de otra mitad”, división o sección (es decir, sexo) está presente en todo el organismo: el corazón de una mujer es femenino, como lo es su páncreas, su hígado o su cartílago; las células de su sistema nervioso central están “impregnadas” de esa feminidad; por decirlo así, piensa y actúa como mujer, y hasta camina como mujer. Así mismo, el hombre lo es en toda su anatomía y en todo su funcionamiento fisiológico: las acciones involuntarias, y aun voluntarias, son realizadas por órganos y sistemas hechos por células masculinas; por eso sus acciones y pensamientos son los de un varón, se mueve como varón, vive como varón.

De los cromosomas depende también la formación de los órganos genitales y de los caracteres sexuales secundarios.

Sin embargo, el homosexual —quien dirige sus afectos hacia un ser humano de su mismo sexo— tiene idénticos órganos genitales y, en el microscopio, sus células muestran también los mismos cromosomas “X” y “Y” de un hombre.

¿Qué sucede entonces?

Desdichadamente nadie lo sabe con certeza hasta ahora. Pero hay algunas luces al respecto.

 

Los siguientes son factores que coadyuvan —que facilitan— el hecho de que un hijo se incline hacia la homosexualidad:

 

El uso de la píldora anticonceptiva

Las hormonas sexuales femeninas, estrógenos y progesterona, presentes siempre en la píldora anticonceptiva permiten de vez en cuando —en un valor cercano al 1%— la ovulación y, por tanto, el embarazo. De hecho, ése es el porcentaje de fracaso (llámese “embarazos”) de los anticonceptivos orales. En esas ocasiones, la mujer continúa tomando el medicamento hasta que se da cuenta que está esperando un hijo.

Durante esa temporada es muy probable —lo están investigando los científicos dedicados a esta área— que las hormonas sexuales femeninas sean llevadas al nuevo ser humano que está desarrollándose y evolucionando dentro de unos parámetros bastante lábiles. Cualquier incidencia que les llegue a través de los líquidos que atraviesan la placenta puede afectarlos positiva o negativamente. Por esa razón está contraindicado el uso de medicamentos durante el embarazo, a no ser que la balanza riesgo–beneficio haga que el obstetra determine, en ocasiones especiales, formularlos a la paciente asumiendo el riesgo de daño en el embrión o en el feto.

Pues bien, los índices preliminares parecen mostrar que hay más homosexuales en los matrimonios que utilizan la píldora como método anticonceptivo.

Si se tiene en cuenta que el levonorgestrel, aquella hormona que se “implanta” bajo la piel del brazo, uno de cuyos nombres comerciales es el Norplant, actúa con el mismo mecanismo, ha de temerse el mismo resultado.

 

La educación

Pero esta circunstancia (el hecho de que la madre use anticonceptivos y que ello facilite una tendencia hacia la conducta homosexual) debe tener otros sumandos. De hecho, se cree imposible sin que, además, exista cierto grado de inestabilidad familiar.

Cuando el aspecto psicológico del niño es afectado, muy especialmente por el trato paterno, según los últimos análisis psicológicos realizados en estos seres humanos, la alteración provocada por un padre excesivamente enérgico (y hasta violento) y duro, o bien, alejado y frío en sus relaciones con sus hijos, circunstancias ambas bastante más frecuentes de lo que parece en las sociedades eminentemente machistas como la nuestra, puede impulsar a esta propensión.

Si a esto se añade que en los centros educativos mixtos hay mayor incidencia de homosexualidad que en los demás, aunque es completamente erróneo afirmar que serán homosexuales quienes estudien en estos centros, éste se convertirá también en uno de los factores coadyuvantes, si se presentan las otras condiciones y circunstancias. Nadie sabe qué lo facilita. Se ha conjeturado que, ya que el desarrollo intelectual de la mujer es más rápido que el del hombre, el muchacho se verá inclinado a “refugiarse” en sus compañeros del mismo sexo y condición intelectual, quizá intentando reemplazar el cariño del padre que nunca tuvo.

Por último, y ya que la psicología propia de cada ser sexuado se desarrolla más fácilmente si hay más hermanitos del mismo sexo, si a todo lo precedente se añade que los padres no tienen más que dos hijos —la parejita—, otro sumando se asociará para facilitar este desorden de la naturaleza, en personas que no tienen la culpa y sufrirán más, tal y como se muestra en las estadísticas.

Si la ciencia no da pronto más indicios, estas y algunas otras lógicas conjeturas con ligero soporte científico son las únicas herramientas con las que se puede contar al analizar la tendencia homosexual. Lo que no se puede seguir afirmando, en cambio, es que se haya comprobado que el factor hereditario o el genético representen algún papel.

 

La libido

Definida como el deseo sexual, la libido es considerada por algunos autores como el impulso o raíz de las más variadas manifestaciones de la actividad psíquica

Antes de entrar en este tema, conviene revisar las razones por las que la naturaleza dotó al ser humano de ciertos placeres.

Un ejemplo muy útil es el apetito, el deseo de comer: la finalidad del placer puesto por la naturaleza en las papilas gustativas de la lengua, en el paladar y hasta en las mucosas de la boca, es mantener vivo al individuo, lo mismo que el placer que produce el ingerir alimentos cuando se siente hambre. Si estos placeres no existieran, el hombre moriría; se requeriría que hiciera una abstracción mental para comprender que el alimento es necesario para mantener la vida y se diera unos minutos diarios al día para dedicarse a nutrir su cuerpo. La naturaleza obvió este problema dotando de placer al ser humano cuando se la alimenta.

Algunos romanos del siglo primero en sus orgías, verdaderas bacanales: como sus viandas eran tan apetitosas, tenían destinados unos lugares ligeramente alejados a los cuales iban de cuando en cuando a vomitar lo ingerido, para regresar a seguir disfrutando de su festín.

A todos le repugna esta descripción, pero conviene mucho sopesar esta acción:

  1. El instinto es un medio (en este caso el apetito es un medio para la subsistencia), pero en las acciones de estos romanos se puso como fin al instinto.
  2. El hombre se diferencia de las bestias por su capacidad de raciocinio y por su voluntad, las cuales deben gobernar a los instintos.
  3. Solo la ausencia de racionalización puede llevar a este desorden de la naturaleza en el que los actos no cumplen su finalidad natural.
  4. Cuando el instinto se convierte en el fin aparece la perversión.

Asimismo, a nadie le parecería atractivo realizar la cópula sexual si esta no produjera placer.

Es fácil deducir entonces que la naturaleza dotó también de satisfacción al acto que haría que la raza humana no se acabase.

Por tanto, el placer que depara la genitalidad es un medio para la permanencia del hombre sobre la tierra y sería simplemente absurdo no concluir que nunca es un fin para el ser humano.

Pero así es:

Tanto en los hombres como en las mujeres, de nuevo por el influjo del machismo y por la generalización del hedonismo (la búsqueda de placer como fin y fundamento de la vida), se puede presentar el deseo urente de genitalidad, hasta de una genitalidad desaforada, cuando se ha mutado el orden cosmológico para buscar únicamente el placer, el goce puramente biológico, dejando a un lado los otros aspectos de la sexualidad humana y convirtiendo al hombre en un ser que lo único que busca es satisfacer sus pasiones, haciendo de sí mismo un esclavo de esas pasiones y no un hombre con libertad, ya que cada día tendrá que buscar nuevas fuentes de placer para tratar de llenar el vacío que le produce la constante insatisfacción, cerrando así un círculo vicioso sin fin.

Los planos en los que se mueve el hombre (biológico, psicológico y espiritual) no deberían convertirse en  fuentes de esclavitud, no deberían condicionarlo; sin embargo, esto ocurre cada vez más: a veces se habla ya de “necesidades” genitales.

Así nunca se podría hablar de dignidad humana ni de virtudes o defectos: todos harían lo que los impulsos le indicaran.

Cuando el amor se subordina al placer comienzan las dependencias de las pasiones y de las emociones, y aparece la esclavitud.

En eso consiste la libídine: el desafuero genital de los hombres y el furor uterino de las mujeres, llamado más popularmente ninfomanía. La libídine tiene como sinónimos la lascivia y la lujuria, y es la consecuencia más común de los tres males que asechan la felicidad del ser humano: el machismo, el hedonismo y la mojigatería. Aquí es necesario completar la idea con una alusión a este último: la mojigatería, el pensar que todo es pecaminoso, hace que los educandos (llámense escolares o simplemente hijos), en el momento en que se sienten “libres” de todo peso de sus profesores, tutores o padres, caen en el desafuero en los aspectos genitales con más facilidad que quienes no sufrieron ese oprobio. Por eso es tan errado educar con excesivo recato como con desenfreno. El justo medio, como en todo, es lo ideal.

De la libídine pueden nacer una gran cantidad de desórdenes, los cuales aparecen reseñados en muchos de los libros y revistas que dicen tratar acerca de la sexualidad, pero que parecen estar dedicados a ella (a la lascivia), y que por lo demás, serán sus propulsores. Además, también pueden propiciar la homosexualidad.

 

¿Sexo o ‘género’?

Hoy se lee y se escucha la palabra «género», utilizada en vez de «sexo». Y se habla de tres «géneros», incluyendo el homosexual.

En relación con la sexualidad, debe utilizarse una terminología adecuada para una mejor comprensión de la materia. Por esto, es necesario conocer la definición de algunos vocablos, dentro de los que se encuentran los siguientes:

El sexo cromosómico o genético está especificado por la presencia o ausencia del cromosoma «Y» en el patrimonio genético de la célula del ser humano; así, los individuos que tienen un cromosoma «Y» con uno o más cromosomas «X» son varones; mientras que los que carecen de cromosoma «Y» son genéticamente hembras. Este hecho es el resultado objetivo de la fecundación.

El sexo nace antes que nosotros. Hemos sido varones o hembras el día de la concepción y lo hemos sido de manera irreversible. El desarrollo hormonal, la centralización neurológica, la periodicidad fisiológica [las funciones del organismo] y la configuración formológica [la forma] de nuestra sexualidad no son otra cosa que fenómenos subsecuentes, pero también consecutivos al fenómeno de la determinación genética del sexo.

El sexo gonadal está basado en la histología —las características microscópicas de los tejidos— de las gónadas; el varón posee tejido testicular, la mujer posee tejido ovárico. El crecimiento y la diferenciación de las glándulas sexuales se dan gradualmente, sobre una base de tejidos diferentes, bajo la influencia del sexo genético: los genes que se encuentran en los cromosomas se encargan de diferenciar las gónadas en sentido masculino o femenino.

El sexo embrionario o vías genitales son: el conducto de Müller (propio de la mujer) y el conducto de Wolff (propio del varón).

El sexo fenotípico o genital está determinado por las características de los genitales externos. Basándose en él, en el nacimiento se le asigna el sexo al individuo, desde los puntos de vista civil y social.

Durante la pubertad y a través de un proceso de maduración se da el crecimiento del organismo sexual interno y externo, según las características propias de cada uno de los dos sexos.

 

En la sexualidad física normal se da una armonía y concordancia entre todos estos componentes; pero, a veces, se presentan anomalías que determinan un estado de intersexualidad, esto se da si hay discordancia entre los caracteres genéticos, gonádicos, embrionarios y genitales del sexo. Las anomalías se conocen como el pseudohermafroditismo y el hermafroditismo verdadero.

El pseudohermafroditismo se da en dos situaciones:

En el pseudohermafroditismo femenino los genitales son masculinos (más o menos diferenciados) mientras las gónadas y el patrimonio cromosómico son femeninos, como ocurre, por ejemplo, en el Síndrome Adrenogenital Congénito.

En el pseudohermafroditismo masculino los genitales son femeninos, pero las gónadas y el patrimonio cromosómico son masculinos, presentando incluso testículos (Síndrome de Morris o de feminización testicular).

El hermafroditismo verdadero (muy raro), es el caso en el que se presentan tejidos ováricos y testiculares al mismo tiempo.

Estas diversas formas de anomalía se refieren a los componentes físicos del sexo, y son totalmente diferentes al transexualismo, a la homosexualidad y al travestismo:

 

El transexualismo auténtico se define como el conflicto entre el sexo físico normal y la tendencia psicológica que se experimenta en sentido opuesto.

Casi en la totalidad de los casos se trata de sujetos de sexo físico masculino que psicológicamente se sienten mujeres y que tienden a identificarse con el sexo femenino. Son raros los casos en sentido inverso, es decir, los sujetos físicamente mujeres que pretenden volverse hombres.

El travestismo, por el contrario, es un síndrome en el cual no hay un deseo profundo de cambiar de sexo, sino que simplemente se ha instaurado una necesidad psíquica de vestirse con ropa del otro sexo, como condición necesaria para alcanzar la excitación sexual; y se suele buscar la relación sexual con sujetos del sexo opuesto.

En la homosexualidad masculina, el sexo genético, el sexo gonadal, el sexo embrionario y el sexo genital son masculinos; pero la satisfacción erótica se deposita en un sujeto del mismo sexo. El homosexual no desea cambiar de sexo, sino, simplemente, tener relaciones sexuales con varones.

Asimismo, en el lesbianismo, tanto el sexo genético como el sexo gonadal, el sexo embrionario y el sexo genital son todos femeninos; pero ella desea tener relaciones sexuales con mujeres.

 

Por todo esto, en el Diccionario, la voz «Sexo» se define como «Condición orgánica que distingue al macho de la hembra en los seres humanos». Y su segunda acepción no da más que dos opciones: «Conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo: sexo masculino, sexo femenino».

En cambio, «Género» (del latín genus, generis), es el «Conjunto de especies que tienen cierto número de caracteres comunes». Esto significa que la especie humana, junto con otras especies, conforma con ellas un género.

Por eso, es erróneo el uso de la palabra «género» para designar la sexualidad de un individuo.

Tampoco es acertado usar el término «género», para dar las supuestas tres opciones al individuo, ya que lo cierto es que para el individuo que nace no hay elección posible del sexo genético; y está científica y objetivamente comprobado que el sexo genético es el que determina los otros componentes biológicos:

Si el individuo es varón, todas las células de su organismo poseen cromosoma «Y»; por lo tanto, ES masculino genética, gonadal, embrionaria y genitalmente. Y es varón, aunque se sienta mejor como mujer o le atraigan los hombres.

Si se trata de una mujer, en ninguna de sus células existe un cromosoma «Y»; por lo tanto, ES hembra genética, gonadal, embrionaria y genitalmente. Y es mujer, aunque le atraigan las mujeres o se sienta mejor como hombre.

Los estudios científicos

Así como se cuenta de algunos laboratorios farmacéuticos que propician sus ventas publicando los artículos científicos que hablan favorablemente de sus productos y omiten aquellos en los que se muestran sus efectos secundarios y otros defectos, muchos escritores y conferenciantes se dejan llevar por la tentación de no mostrar sino los artículos científicos que apoyan sus tesis. Así, tanto entre los defensores de la conducta homosexual como entre quienes la critican se ven casos en donde se sesga la información. Y como hay tantos artículos que se hacen con intenciones predeterminadas (a veces hasta pagadas), hay de dónde escoger, para sustentar las tesis de uno u otro lado, según los intereses.

Es difícil asegurarse de escoger las investigaciones totalmente equilibradas, que buscan solamente encontrar la verdad.

Si a esto sumamos la creciente cantidad de publicaciones en las redes sociales que sin soporte científico ni control afirman lo que quieren, podemos deducir que hoy es muy fácil dejarse engañar en las redes sociales. Las tácticas no son muy sofisticadas, pero son muy eficaces, pues son las que usan con más frecuencia las sinapsis neuronales descritas más arriba.

 

¿Eres realmente libre?

Yendo por el bosque, ves unas huellas de oso, oyes unas ramas que se mueven y eres atacado efectivamente por un oso. Si sobrevives, en tu cerebro se producirá un mecanismo de defensa que te ayudará a prevenir la misma situación: al unir los datos: huellas y sonido de ramas, hará que te pongas en estado de alerta y buscarás cómo protegerte o huirás, para impedir que esto te vuelva a ocurrir.

Ese mecanismo de defensa se puede entender al explicar en qué consiste una sinapsis: impuso nervioso que se produce a través de las neuronas y que posibilita su comunicación. Ese impulso es, en esencia, una descarga química traducida en una señal eléctrica que viaja a través de las redes neuronales.

Las sinapsis permiten a las neuronas dl sistema nervioso central formar redes de circuitos neuronales. En el ejemplo del ataque del oso, si a la persona le vuelve a ocurrir esa mala experiencia, se formará un circuito o conexiones neuronales que alertarán instantáneamente al individuo para que se proteja o huya.

El estado de alerta es, bioquímicamente, una salida masiva de adrenalina, secretada por las glándulas suprarrenales, que produce lo necesario para luchar o huir: aumento de las pulsaciones (volumen minuto cardíaco), de la tensión arterial, palidez (el flujo sanguíneo disminuye en la piel, para aumentar en los músculos y tener así más fuerza y resistencia), la pupila de los ojos se abre para ver mejor y aumenta la temperatura basal.

Pero en este proceso también se involucra la psique: en esa circunstancia se produce un susto: «Impresión repentina causada por miedo, espanto o pavor» o temor: «Pasión del ánimo, que hace  huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso», o miedo: «angustia por un riesgo o daño real o imaginario», etc.

Además, las conexiones neuronales son cruciales para los procesos biológicos que dependen de la percepción y el pensamiento.

Si, por ejemplo, desde niño, mis padres me repiten constantemente ideas erróneas, como la de que los hijos son inferiores a los padres o que no tienen derechos, iré haciendo una conexión neuronal de pensamiento proclive a esa idea, hasta que se arraigue fuertemente en mí y sea cada vez más difícil llevarme a la correcta valoración de los individuos; esto determinará una autoestima muy pobre, prejuicios dañinos y concepciones más o menos distorsionadas de la realidad, que harán más difícil mi trato con los demás, y que podrán perjudicar mis relaciones familiares, laborales y sociales.

Asimismo, por el mal ejemplo de mis padres, amigos y conocidos, pero también por la manipulación velada a la que nos someten los medios de comunicación tradicionales y hoy, sobre todo de las redes sociales, pueden irse implementando en mi pensamiento y en mi psique actitudes o criterios que en realidad no quisiera tener, como la costumbre de generalizar (pensar que todos los miembros de una comunidad, raza, sexo, credo, etc. son idénticos, que no existen individualidades entre ellos).

Que las mujeres son inferiores a los hombres, que los homosexuales deben ser repudiados, que los creyentes son irracionales, que los no-creyentes son malos, que los derechistas siempre reducen la libertad individual, que los izquierdistas promueven el libertinaje…, son sólo algunos ejemplos de la vastísima variedad de falta de visión total a la que nos intentan someter esas conexiones neuronales.

Y, como así ya nos han inducido a tomar partido, nos inclinan también a ver, leer ni oír solamente videos, audios o escritos concordantes con nuestro nuevo criterio o manera de pensar. Y así rehacemos cada vez más esas conexiones neuronales que nos afianzan y reafianzan en las que creemos “verdades” incuestionables, sin caer en la cuenta de que lo que hicimos fue hacer nuestras las de otros, perdiendo así la libertad de pensamiento.

Pero las consecuencias no acaban aquí: fabricamos una moral sobre todos esos errores de concepción, llegando a afirmar que quienes piensan de otro modo están mal, pecan, son ignorantes, merecen nuestra reprobación y hasta nuestras críticas, juicios, denuncias y condenaciones; y, si hasta en eso hemos cedido, nuestros insultos, denuncias, demandas, maltratos físicos y hasta la muerte.

La mejor manera de perder la libertad es dejarnos convencer por una publicación de la prensa o de las redes sociales: en ese momento habremos quedado enganchados: nos parcializaremos y tomaremos partido, sin darnos cuenta de que ya no tenemos la capacidad de cuestionar lo que leemos o vemos. Es impresionante verificar cómo antiguos individuos de pensamiento libre caen inconscientemente bajo estas redes sociales y son esclavizados por sus propias redes de circuitos neuronales.

Y, peor aún: hay médicos especialistas que se dejan envolver por toda esta parafernalia de criterios que no tienen soporte científico, que les dan crédito y que las exponen como si fueran verdades científicas.

Es por esto por lo que hay médicos que están de acuerdo con el aborto, a pesar de que la genética y la embriología les han enseñado que el embrión o el feto es un ser humano con un código genético distinto a la madre, un ser humano viviendo dentro de otro ser humano diferente a él.

También los hay que defienden la idea de que hay ciertas condiciones genéticas que hacen a los asesinos, con lo que ponen en duda la moral: ¿qué tan culpables somos de nuestros comportamientos, si la herencia incide en ellos, dejándonos sin la libertad de elegir? ¿Existen el bien y el mal? ¿Por qué castigar a los culpables o premiar a quienes producen un avance científico, si eso estaba en sus genes? ¿No sería mejor, entonces, eliminar las cárceles, los abogados, las leyes…?

Asimismo, también hay médicos que afirman —contrario a lo que dice la ciencia hasta ahora— que la homosexualidad es genética.

Hasta esos niveles llegan cuando se dejan influenciar: sin darse cuenta pierden la libertad: repiten y afirman conceptos contrarios a la verdad que aparece patente a sus ojos, simplemente porque lo oyeron decir a algún profesor o conferenciante, y lo creyeron sin utilizar el sentido común. Los ha cautivado un concepto que crea una conexión neuronal que les hace perder la facultad de cuestionarla y, a veces, los enceguece.

Y el público que los escucha les cree, simplemente porque son médicos, sin caer en cuenta de que son seres humanos que, como todos, pueden dejarse llevar por esas sinapsis neuronales que se crean por un criterio que impacta.

 

Por el contrario, son muy favorables las conexiones neuronales que nos llevan a la verdad, que nos hacen más humanas las relaciones sociales, que aumentan el respeto y la armonía en la diversidad, la cooperación, la fraternidad, la convivencia pacífica, la servicialidad y el amor, especialmente para con los pequeños, débiles, pobres y marginados.

Debemos, pues, favorecer las sinapsis que nos hagan vivir en la verdad y que nos acarreen libertad, e impedir por todos los medios lo que nos coacciona la libertad.

Y, ¿cómo hacerlo?

Se podrían poner muchos ejemplos sobre temas políticos, religiosos o deportivos, pero incitarían a la polémica, precisamente porque muchos están condicionados por las conexiones neuronales que se han establecido en ellos. Debemos recurrir, entonces, a algo que no tenga tanta trascendencia, algo que no carezca de importancia, pero que poco o nada cambie nuestras vidas.

Escojamos el viaje a la Luna, el 20 de julio de 1969. Hoy se pueden encontrar muchos videos de YouTube en los que se afirma con vehemencia que eso no ocurrió. Después de verlos, quedo convencido de que la humanidad fue engañada desde entonces. Pero sé que también puedo ser engañado por esos videos… ¿Cómo salir de la duda?…

Decido, pues, escuchar la otra parte: busco todos los artículos y videos que ha publicado la NASA y SPACE X, y voy descubriendo que todos los autores y expositores y hasta los mismos directores de ambas entidades, sin estar hablando específicamente de ello, dan por cierta la misión norteamericana Apolo 11, que colocó a los primeros hombres en la Luna: el comandante Neil Armstrong y el piloto Edwin F. Aldrin.

Ahora no falta sino hacer de esa nueva sinapsis la verdadera, y desechar la anterior, que me tenía engañado y quizá cautivo: aceptar que he sido vehemente defendiendo ante otros algo falso.

Y eso mismo debo hacer con todos los temas, comenzando con aquellos que sí inciden en mi vida. Y así comenzaré el camino hacia la auténtica libertad.

Lo mismo ocurre con la ideología de género, como se pasa a considerar. 

 

Ideología de género, ¿pérdida de la libertad?

El término sexo se refiere a las dos categorías, masculino y femenina, en que se dividen los seres humanos y la mayoría de los seres vivos según las diferencias anatómicas y fisiológicas de los órganos reproductores y los caracteres sexuales secundarios.

Desde la década de 1950, para referirse a los papeles sociales de hombres y mujeres se introdujo el término género. La idea que entonces se estableció con esta palabra es que, en el pasado, el papel (el género) de hombres y mujeres venía impuesto por la sociedad. Pero, en la sociedad occidental actual, con su hiperindividualismo y la ética autónoma (lo malo o bueno es definido por cada persona, sin ningún criterio), se supone que el individuo no acepta un papel impuesto por la sociedad, sino que elige su propio género.

En este orden de nuevas ideas, el papel que el individuo elige para sí mismo se denomina identidad de género. El individuo puede elegir un género independientemente de su sexo biológico. En función de su orientación o preferencias sexuales, el individuo puede decidir ser heterosexual, homosexual, lesbiana, transgénero, transexual o no binario (que una persona aún no quiere ser ni hombre ni mujer).

Un transgénero es una persona convencida de que su identidad de género no coincide con su sexo biológico. Por ejemplo, un hombre puede sentir que es una mujer, mientras que biológicamente es un hombre, o viceversa. Cuando alguien es infeliz y lucha con su sexo biológico por este motivo, se denomina disforia de género. Una persona transexual es alguien que pretende cambiar su sexo biológico por el correspondiente a su identidad de género o que ya lo ha hecho mediante tratamientos médicos y procedimientos quirúrgicos.

Junto a la ideología de género, existe la llamada teoría queer (que originalmente significaría “extraño” o “peculiar”), según la cual no existen identidades de género fijas, sino fronteras fluidas entre ellas. Por ejemplo, hay jóvenes que a veces mantienen relaciones con alguien de su mismo sexo y otras veces con alguien del sexo opuesto, dependiendo de los sentimientos y el estado de ánimo del momento.

Organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas, promueven la aplicación de la ideología de género a escala mundial en empresas, organizaciones gubernamentales e instituciones sanitarias. También lo hacen mediante programas educativos que animan a niños y jóvenes desde la escuela primaria a reflexionar sobre la identidad de género que quieren elegir o por la que se sienten atraídos. Y en esas edades es donde se crean mejor y más fácilmente las sinapsis neuronales, puesto que, comparados con los adultos, los niños y jóvenes han producido menos sinapsis y, en consecuencia, tienen menos dificultad para implementar nuevas.

En los niños que no están seguros de querer convertirse en transexuales, la administración de un agente hormonal, la triptorelina, puede retrasar el inicio de la pubertad con el objetivo de dar tiempo al niño para reflexionar sobre esta cuestión, aunque esta hormona puede causar efectos secundarios graves. Además, hay que recordar que los adolescentes suelen dudar de su identidad de género durante algún tiempo y, sin embargo, en la mayoría de los casos la disforia de género pasa sin problemas. Debe tenerse en cuenta también que muchas personas transexuales se arrepienten tras cambiar su sexo biológico. Sin embargo, sobre todo después de un cambio quirúrgico del sexo biológico, no hay vuelta atrás.

Los orígenes de la ideología de género se encuentran en el feminismo radical. En la segunda mitad de los años cuarenta, Simone de Beauvoir escribió que no se nace mujer, sino que se llega a serlo, es decir, a través del papel clásico de mujer impuesto por la sociedad. Según el feminismo radicalizado de los años 60 y 70, la sociedad imponía a la mujer casada un papel de instrumento de reproducción y educación. La anticoncepción podría liberarla de este papel. La feminista Shulamih Firestone escribió en 1970 que, una vez liberadas de la tiranía de su biología reproductiva, las mujeres podrían desempeñar un papel propio, independiente de su sexo biológico. Esta liberación implicaba también el desmantelamiento de la familia, unidad social organizada en torno a la reproducción, y el sometimiento de la mujer a su destino biológico. También exigía la libertad de todas las mujeres y niños para hacer lo que quisieran sexualmente. Tras la última revolución del feminismo, creía que surgiría una sociedad en la que todas las formas de sexualidad estarían permitidas y autorizadas.

En los años sesenta, la introducción de la píldora anticonceptiva hormonal «liberó» en gran medida a las mujeres, según se pensaba, de su biología reproductiva. Esto sentó las bases para la separación total del género del sexo biológico.

La idea básica de la ideología de género, es decir, que los papeles de hombres y mujeres (género) pueden separarse completamente del sexo biológico, deriva de la visión dominante del hombre en nuestra sociedad actual. Por lo general, limita la persona humana a su conciencia (mente), con su capacidad de pensar y tomar decisiones autónomas, que fue posible gradualmente en el marco de la evolución gracias al desarrollo de procesos bioquímicos y neurofisiológicos muy complicados en el cerebro. Según esta visión del hombre, el cuerpo sólo sería el medio por el que la persona (limitada a la conciencia) puede expresarse. Esto otorga a la persona humana un derecho muy amplio a disponer de su cuerpo, incluida su sexualidad biológica.

 

La otra posición al respecto

Por el contrario, la inmensa mayoría de la humanidad todavía sustenta su criterio basada en la ciencia y en la antropología, que enseñan que el hombre no es sólo su alma o sólo su cuerpo, sino que es una unidad de alma y cuerpo. El cuerpo, incluidos los órganos reproductores, no es algo secundario o accesorio, sino que pertenece a la esencia del hombre (a su sustancia, a su naturaleza) y, por tanto, al igual que todo el ser humano, es un fin en sí mismo y no un mero medio que el hombre puede utilizar para cualquier fin: el cuerpo humano no es una materia prima con la que el hombre pueda hacer libremente lo que quiera.

El hombre y la mujer, por su alma racional, tienen la misma dignidad humana. Sin embargo, son físicamente diferentes en el sentido de que son complementarios entre sí por su sexualidad biológica y por su biopsíquica (psicología masculina o femenina), cuyas características están perfectamente determinadas por la ciencia (investigaciones que se realizan con base en el método científico). Esta complementariedad se refiere a 2 aspectos: la cooperación con la realización personal del otro, por una parte, y por otra, a su papel mutuo en la reproducción.

Es evidente, desde el punto de vista biológico y fisiológico, la complementariedad que existe entre los genitales masculinos y femeninos, cuyo funcionamiento natural deriva en la posibilidad de la procreación. En las relaciones entre personas del mismo sexo no se da esa complementariedad y, como no es posible para ellos la procreación, deben recurrir a métodos contrarios a su naturaleza para conseguirlo. No pueden ser madres y padres en plenitud quienes no aportan parte de su código genético con el óvulo y el espermatozoide, respectivamente, ni madres en plenitud las mujeres que acogen en su seno (o en el de su pareja) el embrión formado por un código genético en el que ellas no hicieron aporte alguno.

Como ya se ha dicho, el cuerpo pertenece esencialmente al ser humano y también la sexualidad biológica. Por tanto, ser hombre o mujer forma parte de su ser y no es algo que pueda desprenderse de él.

Por supuesto, los papeles (género) de hombres y mujeres pueden cambiar bajo la influencia de factores socioculturales. Hasta los años 50, por ejemplo, en muchos países se creía que las mujeres tenían que dejar su trabajo cuando se casaban. Además, a menudo no se les permitía abrir una cuenta bancaria sin el consentimiento de su marido. Esto ya no es así en los países occidentales, debido a los cambios socioculturales que se han producido desde entonces. En nuestros tiempos las mujeres también pueden ocupar puestos públicos y privados a los que no tenían acceso en el pasado. Que todo esto sea imposible para ellas no está escrito en su sexualidad biológica.

Sin embargo, no es posible separar completamente los papeles sociales de hombres y mujeres de su sexualidad biológica. Los aspectos esenciales de ser varón y mujer, de ser esposo o esposa, de ser padre o madre y de ser hijo o hija están todos anclados en la esencia del ser humano y, por tanto, no se pueden cambiar a voluntad, sin dañar su naturaleza y, en consecuencia, sin alejarlo de su realización personal.

Al confundir y, por tanto, socavar el papel del padre, la madre, los cónyuges, el matrimonio y la relación entre hijos y padres, la ideología de género tiene graves implicaciones para la proclamación de los fundamentos de la naturaleza del ser humano, la de ambos sexos y, por ende, de la sociedad, cuya célula es la familia.

Erosionar o cambiar el significado de palabras como padre, madre, matrimonio, paternidad y maternidad también socava la relación entre marido y mujer, por un lado, y la que debe haber entre padres e hijos, por el otro.

En el contexto de la ideología de género, el hombre niega su propia naturaleza y decide que no le viene dada como un hecho preestablecido, sino que él mismo la establece.

Aprender a aceptar el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados es esencial para una verdadera ecología humana. Apreciar el propio cuerpo en su feminidad o masculinidad también es necesario para poder reconocerse en el encuentro con el otro diferente de uno mismo. De este modo, es posible acoger con alegría el don específico del otro, y enriquecerse mutuamente. Por lo tanto, una actitud que pretende borrar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo enfrentarse a ella no es saludable. Presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. El sexo biológico y el género (el papel sociocultural del sexo) se pueden distinguir, pero no separar.

La manipulación biológica y psíquica de la diferencia sexual, que alguna tecnología biomédica nos deja entrever como completamente disponible a la elección de la libertad —algo que no es así— corre el riesgo de desmantelar la fuente de energía que alimenta la alianza entre el hombre y la mujer, y que precisamente la hace creativa y fecunda.

Declaración final

  1. El homosexual es un ser humano, al que se le debe respeto y tiene los mismos derechos que todos los demás
  2. Los actos homosexuales, por ser contrarios a las leyes de la naturaleza, ofenden la dignidad (el valor) del ser humano
  3. Todo ser humano tiene la capacidad de dominar, con su voluntad, sus inclinaciones y encaminarlas a su propio bien
  4. La homofobia no expresa ni representa una posición verdaderamente humana, que jamás debe discriminar a los homosexuales ni a las personas con tendencia homosexual

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¿Debe aceptar una mujer tener relaciones sexuales sin casarse?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on November 12, 2023

Una relación verdaderamente seria consiste en irse conociendo y enamorando hasta tener el deseo de compartirlo todo: la vida, los sentimientos, los afectos, las emociones…, y de entregarse del todo, en una relación de amor verdadero, sin reservas y para siempre. Es por todo esto que la entrega debe ser evidente y explícita, en un acto en el que se consagran mutuamente sus vidas, para amarse del todo a partir de ese momento, y dedicarse con todas las fuerzas a construir un NOSOTROS feliz. Se entregan no sólo en lo biológico y en lo afectivo, sino también en lo emocional y en lo espiritual, es decir, se dan el uno al otro totalmente, sin condiciones y hasta la muerte.

Quienes no se entregan así —del todo—, sino que se dan parcialmente, sólo en lo afectivo y en lo biológico, muy difícilmente serán felices, pues siempre encontrarán su relación incompleta. 

Desafortunadamente, muchos hombres ya han tenido ese tipo de entrega parcial (no total), y por eso no saben amar por completo: sabrán compartir cosas, afectos y el sexo, pero no saben que existe algo más alto, más valioso: amor auténtico y, por eso, verdaderamente humano.

Quienes han vivido esas experiencias suelen valorar poco a los demás y valorarse poco a sí mismos; por esto, no creen que exista la posibilidad de un amor total. Suelen ser incapaces de dominar sus instintos y dirigirlos a un fin más alto, más digno; se dejan llevar por esos instintos en sus relaciones, y consideran normal y natural que las relaciones no duren para siempre, y eso implica que no satisfagan ni lleven a la felicidad. En resumen, no han aprendido a domar sus pasiones y sentimientos con su voluntad; y tampoco aspiran a la felicidad conyugal ni familiar, que consideran utópica e inalcanzable.

Para conseguir una felicidad así es necesario tener fuerza de voluntad, reconocerse capaces de construir una sólida relación de amor auténtico, en la que cada uno lucha por la felicidad del otro, como si estuvieran en una competencia de amor, para ver quién ama más al otro, quién hace más feliz al otro. Y para ello, hay que ser totalmente humanos y estar dispuestos a dominar instintos y sentimientos por el bien del otro. Es por esto que las relaciones sexuales deben comenzar una vez que se ha realizado formalmente esa entrega, es decir, después del matrimonio.

Y para conseguir que un hombre crezca en este sentido, la mujer debe invitarlo a crecer como ser humano, poniéndolo a prueba constantemente; preguntándole, por ejemplo: “¿Me amas?” Y, ante la respuesta afirmativa suya, decirle algo así como: “Demuéstramelo haciendo tal o cual cosa por mí.” Poco a poco, con esta técnica, el hombre aprenderá a sacrificar sus egoísmos y a crecer como ser humano, pues se irá dando cuenta de que es capaz de dominar sus gustos para favorecer a alguien, lo que es el inicio de la liberación de sus egoísmos y el comienzo del amor. Y, cuando él le proponga tener relaciones sexuales, le preguntará ella otra vez: “¿Me amas?” Y, ante la respuesta afirmativa suya, decirle algo así como: “Demuéstramelo esperándote hasta el matrimonio; así creeré en tu amor.” Con el tiempo, si él persevera buscando cómo conquistarla, esa mujer tendrá a su lado a un hombre desapegado de sí mismo, libre para amar y atractivo desde el punto de vista más importante de todos: capaz de sacrificarse por amor y lleno de virtudes humanas.

Mientras tanto, cuide ella sus instintos: que no la lleven a destruir la felicidad que quiere construir: no se quede jamás a solas con un hombre que no se ha entregado a ella por completo: la tentación puede hacer derrumbar sus sueños de felicidad.

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La ideología de género, ¿buena o mala?*

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on December 15, 2022

El término sexo se refiere a las dos categorías, masculino y femenino, en que se dividen los seres humanos y la mayoría de los seres vivos según las diferencias anatómicas y fisiológicas de los órganos reproductores y los caracteres sexuales secundarios.

Desde la década de 1950, se ha introducido el término género, que se refiere principalmente a los papeles sociales de hombres y mujeres. La idea que se estableció con esta palabra es que, en el pasado, el papel (género) de hombres y mujeres venía impuesto por la sociedad. Pero, en la sociedad occidental actual, con su hiperindividualismo y la ética autónoma asociada a él, se supone que el individuo no acepta un papel impuesto por la sociedad, sino que elige su propio género.

En este orden de nuevas ideas, el papel que el individuo elige para sí mismo se denomina identidad de género. El individuo puede elegir un género independientemente de su sexo biológico. En función de su orientación o preferencias sexuales, el individuo puede decidir ser heterosexual, homosexual, lesbiana, transgénero, transexual o no binario.

No binario significa que una persona aún no quiere ser ni hombre ni mujer.

Un transgénero es una persona convencida de que su identidad de género no coincide con su sexo biológico. Por ejemplo, un hombre puede sentir que es una mujer, mientras que biológicamente es un hombre, o viceversa. Cuando alguien es infeliz y lucha con su sexo biológico por este motivo, se denomina disforia de género. Una persona transexual es alguien que pretende cambiar su sexo biológico por el correspondiente a su identidad de género o que ya lo ha hecho mediante tratamientos médicos y procedimientos quirúrgicos.

Junto a la ideología de género, existe la llamada teoría queer (que originalmente significaría “extraño” o “peculiar), según la cual no existen identidades de género fijas, sino fronteras fluidas entre ellas. Por ejemplo, hay jóvenes que a veces mantienen relaciones con alguien de su mismo sexo y otras veces con alguien del sexo opuesto, dependiendo de los sentimientos y el estado de ánimo del momento.

Organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas, promueven la aplicación de la ideología de género a escala mundial en empresas, organizaciones gubernamentales e instituciones sanitarias. También lo hacen mediante programas educativos que animan a niños y jóvenes desde la escuela primaria a reflexionar sobre la identidad de género que quieren elegir o por la que se sienten atraídos.

En los niños que no están seguros de querer convertirse en transexuales, la administración de un agente hormonal, la triptorelina, puede retrasar el inicio de la pubertad con el objetivo de dar tiempo al niño para reflexionar sobre esta cuestión, aunque esta hormona puede causar efectos secundarios graves. Además, hay que recordar que los adolescentes suelen dudar de su identidad de género durante algún tiempo y, sin embargo, en la mayoría de los casos la disforia de género pasa sin problemas. Debe tenerse en cuenta también que muchas personas transexuales se arrepienten tras cambiar su sexo biológico. Sin embargo, sobre todo después de un cambio quirúrgico del sexo biológico, no hay vuelta atrás.

Los orígenes de la ideología de género se encuentran en el feminismo radical. En la segunda mitad de los años cuarenta, Simone de Beauvoir escribió que no se nace mujer, sino que se llega a serlo, es decir, a través del papel clásico de mujer impuesto por la sociedad. Según el feminismo radicalizado de los años 60 y 70, la sociedad imponía a la mujer casada un papel de instrumento de reproducción y educación. La anticoncepción podría liberarla de este papel. La feminista Shulamih Firestone escribió en 1970 que, una vez liberadas de la tiranía de su biología reproductiva, las mujeres podrían desempeñar un papel propio, independiente de su sexo biológico. Esta liberación implicaba también el desmantelamiento de la familia, unidad social organizada en torno a la reproducción, y el sometimiento de la mujer a su destino biológico. También exigía la libertad de todas las mujeres y niños para hacer lo que quisieran sexualmente. Tras la última revolución del feminismo, creía que surgiría una sociedad en la que todas las formas de sexualidad estarían permitidas y autorizadas.

En los años sesenta, la introducción de la píldora anticonceptiva hormonal «liberó» en gran medida a las mujeres, según se pensaba, de su biología reproductiva. Esto sentó las bases para la separación total del género del sexo biológico.

La idea básica de la ideología de género, es decir, que los papeles de hombres y mujeres (género) pueden separarse completamente del sexo biológico, deriva de la visión dominante del hombre en nuestra sociedad actual. Por lo general, limita la persona humana a su conciencia (mente), con su capacidad de pensar y tomar decisiones autónomas, que fue posible gradualmente en el marco de la evolución gracias al desarrollo de procesos bioquímicos y neurofisiológicos muy complicados en el cerebro. Según esta visión del hombre, el cuerpo sólo sería el medio por el que la persona (limitada a la conciencia) puede expresarse. Esto otorga a la persona humana un derecho muy amplio a disponer de su cuerpo, incluida su sexualidad biológica.

La otra posición al respecto

Por el contrario, la inmensa mayoría de la humanidad todavía sustenta su criterio basada en la ciencia y en la antropología, que enseñan que el hombre no es sólo su alma o sólo su cuerpo, sino que es una unidad de alma y cuerpo. El cuerpo, incluidos los órganos reproductores y sexuales, no es algo secundario o accesorio, sino que pertenece a la esencia del hombre (a su sustancia, a su naturaleza) y, por tanto, al igual que todo el ser humano, es un fin en sí mismo y no un mero medio que el hombre puede utilizar para cualquier fin: el cuerpo humano no es una materia prima con la que el hombre pueda hacer libremente lo que quiera.

El hombre y la mujer, por su alma racional, tienen la misma dignidad humana. Sin embargo, son físicamente diferentes en el sentido de que son complementarios entre sí por su sexualidad biológica y por su biosíquica (psicología masculina o femenina), cuyas características están perfectamente determinadas por la ciencia (investigaciones que se realizan con base en el método científico). Esta complementariedad se refiere a 2 aspectos: la cooperación con la realización personal del otro, por una parte, y por otra, a su papel mutuo en la reproducción.

Es evidente, desde el punto de vista biológico y fisiológico, la complementariedad que existe entre los genitales masculinos y femeninos, cuyo funcionamiento natural deriva en la posibilidad de la procreación. En la relaciones entre personas del mismo sexo no se da esa complementariedad y, como no es posible para ellos la procreación, deben recurrir a métodos contrarios a su naturaleza (a su sustancia, a su esencia) para conseguirlo. No pueden ser madres y padres en plenitud quienes no aportan parte de su código genético con el óvulo y el espermatozoide, respectivamente, ni madres en plenitud las mujeres que acogen en su seno (o en el de su pareja) el embrión formado por un código genético en el que ellas no hicieron aporte alguno.

Como ya se ha dicho, el cuerpo pertenece esencialmente al ser humano y también la sexualidad biológica. Por tanto, ser hombre o mujer forma parte de su ser y no es algo que pueda desprenderse de él.

Por supuesto, los papeles (género) de hombres y mujeres pueden cambiar bajo la influencia de factores socioculturales. Hasta los años 50, por ejemplo, en muchos países se creía que las mujeres tenían que dejar su trabajo cuando se casaban. Además, a menudo no se les permitía abrir una cuenta bancaria sin el consentimiento de su marido. Esto ya no es así en los países occidentales, debido a los cambios socioculturales que se han producido desde entonces. En nuestros tiempos las mujeres también pueden ocupar puestos públicos y privados a los que no tenían acceso en el pasado. Que todo esto sea imposible para ellas no está escrito en su sexualidad biológica.

Sin embargo, no es posible separar completamente los papeles sociales de hombres y mujeres de su sexualidad biológica. Los aspectos esenciales de ser varón y mujer, de ser esposo o esposa, de ser padre o madre y de ser hijo o hija están todos anclados en la esencia del ser humano y, por tanto, no se pueden cambiar a voluntad, sin dañar su naturaleza y, en consecuencia, sin alejarlo de su realización personal.

Al confundir, y por tanto, socavar el papel del padre, la madre, los cónyuges, el matrimonio y la relación entre hijos y padres, la ideología de género tiene graves implicaciones para la proclamación de los fundamentos de la naturaleza del ser humano, la de ambos sexos y, por ende, de la sociedad, cuya célula es la familia.

Erosionar o cambiar el significado de palabras como padre, madre, matrimonio, paternidad y maternidad también socava la relación entre marido y mujer, por un lado y la que debe haber entre padres e hijos, por el otro.

En el contexto de la ideología de género, el hombre niega su propia naturaleza y decide que no le viene dada como un hecho preestablecido, sino que él mismo la establece.

Aprender a aceptar el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados es esencial para una verdadera ecología humana. Apreciar el propio cuerpo en su feminidad o masculinidad también es necesario para poder reconocerse en el encuentro con el otro diferente de uno mismo. De este modo, es posible acoger con alegría el don específico del otro, y enriquecerse mutuamente. Por lo tanto, una actitud que pretende borrar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo enfrentarse a ella no es saludable. Presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. El sexo biológico y el género (el papel sociocultural del sexo) se pueden distinguir pero no separar.

La manipulación biológica y psíquica de la diferencia sexual, que alguna tecnología biomédica nos deja entrever como completamente disponible a la elección de la libertad —algo que no es así— corre el riesgo de desmantelar la fuente de energía que alimenta la alianza entre el hombre y la mujer, y que precisamente la hace creativa y fecunda.

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¿Adultos?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on January 23, 2022

Tanto en Canadá como en los Estados Unidos y otras naciones se ha establecido el criterio de que a los 18 años los hijos tengan todas las libertades. Se ha popularizado entre los padres la idea de que a esa edad ya son adultos y, por consiguiente, que la educación que se les debe dar llega hasta ese momento: se desentienden por completo de lo que les pueda ocurrir a esos jóvenes, y los lanzan al mundo, recomendándoles exclusivamente no adquirir enfermedades de transmisión sexual y evitar los embarazos. Esos jóvenes se van a trabajar o a estudiar en universidades y viven en apartamentos o residencias estudiantiles, en donde se desenfrenan totalmente, especialmente a través de la promiscuidad sexual. Como en los años anteriores —los escolares— se les ha enseñado la misma “moral” sexual de sus padres, basada solamente en el criterio de evitar hijos y enfermedades de transmisión sexual, lo que hacen en ese momento es usar el condón y otros métodos anticonceptivos, teniendo relaciones genitales con cuantos(as) puedan.

El repetidísimo argumento de que ya son adultos, y que por eso pueden hacer todo lo que quieran, los llevó a una concepción totalmente desviada de la naturaleza de la genitalidad, de la sexualidad y hasta la de su propio ser. Por esto, conviene dejar en claro estos tres conceptos:

  1. Uno de los componentes léxicos de la palabra genitalidad es genitare, que significa generar, producir, engendrar. Con esto queda claro que la palabra genitalidad se refiere a la procreación.

  2. Sexualidad, por el contrario, significa sexo, división, sección, mitad en busca de otra mitad. La sexualidad está impresa en todo el organismo humano: hay quienes tienen cromosomas Y en todas las células de su cuerpo —los varones— y quienes no los tienen: las mujeres. Así se deduce que la sexualidad es un concepto mucho más amplio que la genitalidad, y que involucra todo el comportamiento que se puede desarrollar entre un hombre y una mujer.

  3. Para entender el tercer concepto, la naturaleza o esencia del ser humano, debemos saber que, a diferencia de los animales que poseen un alma sensible y de las plantas que poseen un alma vegetativa, los seres humanos tienen un alma espiritual; la Academia de la Lengua nos informa que esta alma es racional e inmortal, lo que nos da una idea de nuestra dignidad, es decir, de nuestro valor: las acciones de los seres humanos poseen una trascendencia de la que carecen los demás seres. Otra característica propia del ser humano es la libertad: las plantas y los animales siguen el inexorable decurso de su naturaleza y no pueden escapar de sus leyes, pero el ser humano posee un atributo que lo hace capaz de ir en contra de su finalidad propia: la voluntad. El ser humano es el único, entre todos, que puede realizar actos en contra de su propia realización, contra su propia felicidad.

Como lo expresamos tres párrafos atrás, por ser racional, el ser humano es capaz de comprender que la genitalidad está en su cuerpo para procrear: quien estudia aun someramente la constitución anatómica y fisiológica de los genitales masculinos y femeninos aprende que todo en ellos está orientado a la procreación: la cópula sexual prepara todo para que los espermatozoides salgan en búsqueda del óvulo con el fin de penetrar su membrana y producir una nueva vida. Quiere decir esto que, aunque se produce placer en la cópula, la genitalidad tiene como finalidad la generación de nuevas vidas humanas, del mismo modo como el hecho de ingerir alimentos tiene como finalidad la nutrición de nuestro organismo, aunque se sienta placer al alimentarse. Por esto mismo, es fácil entender que comer desaforadamente, tal y como lo hacían los romanos al comienzo de la era cristiana, produciéndose el vómito para seguir disfrutando del placer de alimentarse, raya en la perversión. Asimismo, podemos detectar esa perversión en quien realiza los actos genitales con la sola finalidad de producirse placer. Estos dos ejemplos muestran como la libertad del ser humano puede ser utilizada en contra de su propia naturaleza.

Es importante aclarar aquí que el hecho de que no siempre se conciba un ser humano nuevo tras una cópula sexual no significa que la finalidad de los genitales sea otra: está en la misma naturaleza de la mujer no ser fértil todos los días de su ciclo menstrual; por ende, las relaciones sexuales que se tienen durante ese periodo no dejan de ser naturales. El desorden aparece cuando se violan las leyes de la naturaleza, como se hace con el condón, los demás anticonceptivos y las mutilaciones (la ligadura de las trompas de Falopio en ellas y de los conductos deferentes, en ellos). En otras palabras, todo encuentro genital entre un hombre y una mujer abierto a la vida está acorde con su propia naturaleza, es decir, con su propia dignidad; por el contrario, las relaciones genitales que se realizan con la única finalidad de producirse placer mutuo pervierten el valor del ser humano.

A todo lo dicho, debe sumarse otra idea esencial en la naturaleza humana: Como se había dicho anteriormente, el ser humano tiene un alma inmortal y, por ende, trascendental. Esto quiere decir que la entrega entre un varón y una mujer, para que sea una entrega verdaderamente humana, debería darse en todos los planos en los que se desarrollan esas vidas humanas: el biológico, el afectivo, el emocional y el espiritual. Dicho de otra manera, debería ser una entrega mutua, total, sin condiciones y hasta la muerte. Sólo en este marco se entiende la cópula genital como la expresión máxima de un amor humano auténtico: el ápice de esa misma entrega. En consecuencia, las relaciones genitales que no se dan dentro de este marco que se acaba de describir carecen de las características fundamentales para considerarlas amor auténtico, verdaderas entregas humanas. Y esto es, precisamente, lo que está destruyendo el criterio aducido al comienzo del artículo: que los jóvenes de 18 años ya son adultos y pueden hacer lo que quieran con su genitalidad: llegan después al matrimonio —si es que se casan— con el cuerpo marchito y el alma desencantada. Esto explica el altísimo índice de fracasos matrimoniales, de divorcios y de tanto dolor para los hijos concebidos que, sin haber recibido un ejemplo totalmente humano de la relaciones sexuales y genitales, serán incapaces de construir una vida conyugal feliz y, mucho menos, una vida familiar luminosa, apacible y alegre —como debería ser—, que salvaguarde la estabilidad emocional de los hijos y propicie la madurez de sus afectos.

Decía Mahatma Gandhi que el ser humano es el único que puede hacer y, sobre todo, cumplir promesas y votos. Por esto y todo lo anteriormente dicho, siempre se ha recomendado que las relaciones genitales se den dentro del matrimonio, expresión máxima del compromiso que adquieren los contrayentes de luchar por la mutua felicidad, siendo fieles hasta la muerte y dando lo mejor de sí; y esto no lo puede realizar la persona esclavizada por el placer, sin dominio de la voluntad, la que hace verdaderos adultos (no una determinada edad), y única con la que se puede forjar la felicidad auténtica.

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Discriminados

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on October 27, 2021

Los criticaron, los humillaron, los agredieron, los segregaron, los excluyeron…; les quitaron su dignidad. Por esto viven a la defensiva… y a la ofensiva, contra todo lo que pueda parecer en su contra; por esto se estableció el movimiento LGTBI; por esto se desarrolló la Ideología de Género; por esto se declaran por doquier los días del Orgullo gay…
Es evidente, pues, que lo que ellos necesitan es amor, comprensión, ser valorados.

Estudiando con profundidad la innegable correspondencia anatómica y fisiológica entre los genitales masculinos y los femeninos, verificando su evidente ordenación a la procreación, investigando la admirable complementariedad psicológica entre el hombre y la mujer, se puede deducir que la esencia ontológica de la pareja es la que se da entre un hombre y una mujer (como bien lo concibió siempre el sentido común); por todo esto, se debe afirmar que los actos homosexuales no son naturales. Pero esta verdad no implica que se pueda vulnerar la dignidad del homosexual —que es idéntica a la de los demás seres humanos—, ni sus derechos, también idénticos e inalienables. Dicho de otra manera: aunque los actos homosexuales son reprobables por estar en contra de la naturaleza, nunca será lícito discriminar al homosexual; además, quienes lo hacen propician una injusticia indigna de los seres humanos, enardeciendo los ánimos de las partes y acabando con la posibilidad de una sana convivencia.

Del mismo modo, deben valorarse y respetarse a cuantos son discriminados por su raza, credo, condición social, laboral, por ser mujeres, etc.

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Mujeres

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 21, 2021

Hay prostitutas; y las hay desde los comienzos de la humanidad.

También hay mujeres pervertidas sexualmente, que se guían por el instinto, como los animales.

Hay otras mujeres que, llenas de buenos sentimientos e ilusionadas, se entregan a un hombre que no las valora —y por lo tanto que no las ama—, para luego descubrirse frustradas, tristes e infelices, aunque siempre anhelando un amor que nunca les llega…

Pero también hay mujeres que conciben la sexualidad como la expresión de un amor auténtico: una vez que se aseguran de que un hombre las ama de verdad, que vive y se desvive por ellas y que se ha dedicado a hacerlas felices, tienen ese encuentro sublime de amor con ellos, satisfaciendo así las exigencias de su altísima dignidad.

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La genitalidad

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on January 9, 2021

Tanto por la microbiología como por la fisiología e incluso por la anatomía, se sabe que los órganos genitales tienen como finalidad la procreación: en los testículos se producen los espermatozoides y en los ovarios, los óvulos. Sin estos dos gametos es imposible generar una nueva vida.

De hecho, la palabra “genital” proviene del latín “generare” que significa “generar”; y se refiere precisamente a la generación de una nueva vida: a la procreación.

Además, todo el proceso fisiológico prepara a estos órganos para la generación de una nueva vida: dentro del líquido seminal, producto de la próstata y de la vesícula seminal, millones de espermatozoides se expelen a la entrada del cuello uterino; los espermatozoides se mueven vertiginosamente y, si está presente el óvulo, son atraídos por la membrana, hasta que, finalmente, uno solo logra penetrarla, para conjugar en el interior de la célula sus 23 cromosomas con los 23 del óvulo, creando así un código genético único, diferente al del padre y al de la madre.

Asimismo, en el organismo de la mujer, específicamente en los ovarios, madura aproximadamente cada mes un óvulo que sale a la trompa de Falopio, y espera allí el posible encuentro con los espermatozoides. Mientras tanto, las paredes internas del útero (el endometrio) se hinchan: sus vasos sanguíneos se llenan de sangre y se dilatan, esperando la posible anidación del óvulo fecundado, para nutrirlo durante los nueve meses subsecuentes. Si la concepción no se lleva a cabo, por un mecanismo hormonal, se produce la menstruación, como un modo de eliminar toda esa preparación que el endometrio hizo para la posible anidación.

Como se deduce fácilmente, todo, en ambos organismos -el masculino y el femenino-, se prepara exclusivamente, específicamente, para la generación de una nueva vida.

A todos estos conocimientos, tanto macro y microanatómicos como fisiológicos, debe adicionarse el conocimiento de que todos los órganos están al servicio del organismo al que pertenecen, a excepción de los órganos genitales, cuya finalidad no es prestar un servicio al organismo al que pertenecen, valga la redundancia, sino que están destinados a la procreación.

Es por todo lo anterior que la ciencia médica nos ha enseñado siempre que la finalidad de los actos genitales es la procreación. El hecho de que no siempre se produzca la fecundación no niega ese principio: todo -anatomía, fisiología, microbiología- está destinado a producir la procreación.

Se sabe que un espermatozoide vive en promedio unas 24 horas, mientras que el óvulo permanece vivo y susceptible de fecundación unas 72; tienen que coincidir, pues, los dos gametos en el periodo de vida fértil que poseen para que se produzca la fecundación: si se encuentran durante esos cuatro días, habrá más chance de que ocurra. Y está dispuesto así por la naturaleza, con el fin de espaciar los embarazos durante la vida fértil de una mujer, que va desde cerca de los 11 ó 13 años hasta antes de los 50.

En consecuencia, se puede afirmar que la cópula sexual tiene como finalidad la procreación, aunque no siempre ocurra. Es por esto que quienes no quieren violentar la esencia misma de la naturaleza humana -porque saben que siguiendo sus propias leyes, respetándola, se realizan más plenamente-, afirman que toda cópula sexual humana debe estar abierta a la vida.

Evidentemente, no se puede dejar de lado una faceta secundaria de la cópula sexual: el producir una compenetración mayor en la pareja, por la entrega mutua que se da en ellos en la intimidad del amor auténtico. Pero esta expresión de la entrega mutua es, precisamente, la que desea ardientemente que se produzca un fruto evidente, tangible, de ese amor mutuo: el hijo. Es por esto que siempre se ha afirmado que un hijo es la expresión más evidente del amor que hay entre sus padres.

Todo lo que se acaba de exponer es producto del conocimiento científico del ser humano; por tanto es de competencia de la antropología (de las ciencias médica y psicológica y hasta de la filosofía), pero no, como algunos han afirmado, de la teología, cuyo objeto no es el hombre, sino Dios.

Por tanto, el tener relaciones genitales cercenando su principal finalidad -la procreación- no es un acto humano; al menos no lo es totalmente. Y si esas relaciones se tienen exclusivamente para producirse mutuamente placer, rayan en lo animal, puesto que los animales se guían por el instinto del placer, mientras que los humanos usan no solamente la razón sino que tienen la capacidad de trascender la experiencia carnal y ver en ello, como se dijo anteriormente, la expresión más sublime del amor humano auténtico: una entrega mutua, total, sin condiciones y hasta la muerte.

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¿Derechos para todos?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on December 18, 2020

Las banderas de los pluralistas son el respeto y el reconocimiento de la variedad de doctrinas, posiciones, pensamientos, tendencias o creencias: cultura gay, ideología de género, aborto, eutanasia…
-¿Por qué, entonces, no le dan esas mismas garantías a los grupos religiosos?

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¿Animal o humano?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on November 25, 2020

 

A diferencia de los animales, el ser humano puede dominar los instintos con la fuerza de su voluntad, tener señorío de su cuerpo, sujetando las pasiones a la razón.

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Homofobia

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on November 10, 2020

La fobia a los homosexuales puede ser aversión, repugnancia, repulsión, asco, odio o antipatía, y se manifiesta de muchas maneras: discriminación, exclusión, rechazo, subvaloración, desprecios, burlas, insultos, maltratos…

Estas manifestaciones han existido por muchos años y son una evidentísima violación de los derechos humanos.

Sin embargo, hay otros individuos que, sin ser homófobos, no están de acuerdo con los actos homosexuales: consideran que los homosexuales son tan dignos como ellos y tienen sus mismos derechos, pero creen que el acto homosexual, en sí mismo, no es natural. Estos ciudadanos ejercen su libertad de pensamiento como lo hacen los demás: han decidido diferir del criterio, tan extendido hoy, de que hay 3 géneros: creen con certeza que existen únicamente 2 sexos que se complementan, tanto en el ámbito biológico, como en los planos afectivo, emocional, moral y espiritual.

Pensar así no es ser homófobos, pues no están vulnerando ningún derecho del homosexual.

Por ende, si alguien dice que no está de acuerdo con los actos homosexuales, tampoco está siendo homófobo, pues no está diciendo nada en contra de los homosexuales. Lo mismo ocurre si manifiesta la opinión de que no deberían mostrase escenas de homosexuales, cuando se sabe que esas escenas las pueden estar viendo niños: está en su derecho de querer proteger con sus criterios la formación de esos niños. Él tiene derecho a disentir en su pensamiento con otros, mientras no los ofenda, discrimine excluya, rechace, subvalore, desprecie, burle, insulte o maltrate.

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La homosexualidad: ¿natural?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on March 16, 2020

Si alguien dice: “La homosexualidad no es natural”, es posible que otro responda: “Eso es falso, puesto que se ve en los animales”.

Quien piensa así olvida 3 aspectos:

En primer lugar, la naturaleza humana es superior a la animal: entre las muchas diferencias que hay, el ser humano es racional (ninguna mascota u homínido es capaz de sumar, restar, multiplicar, deducir, filosofar, pensar en el futuro o el pasado, preguntarse por su destino…); otra diferencia es que el ser humano posee la facultad de la voluntad: puede decidir libremente sus actos, mientras que los animales se guían indefectiblemente por el instinto. Por eso, jamás se pueden comparar los actos humanos con los actos animales: el acto humano puede ser valorado moralmente (afirmando que es bueno o malo para sí mismo, para los demás o para el medio ambiente en el que vive); pero el acto animal, por ser instintivo, no se puede valorar moralmente: el animal no tiene opción: sigue su instinto, que va siempre en favor de su naturaleza.

Se deduce de esto que, cuando se afirma que la homosexualidad no es natural, lo que se está diciendo es que no es natural EN LA ESPECIE HUMANA, de muchísima mayor dignidad que la de un animal.

Añadamos algo más: una hembra, cuando le toca elegir entre su vida y la de su cría, la abandona en las fauces o garras de los predadores; esto no lo hará una madre humana: ella está dispuesta a dar la vida por su hijo. Quiere decir esto que el ser humano es capaz de amar: por el bien de otro individuo de su especie, se olvida de sí mismo, hasta el extremo de llegar a dar su misma vida con ese fin.

Así, pues, no se puede comparar al ser humano con un simple animal.

En segundo lugar, cualquier veterinario especializado en conducta animal -o etólogo-, nos puede explicar que, cuando un macho monta a otro, lo está haciendo por dominancia: establece así una jerarquía mayor sobre el que está montando (esto se da también entre las hembras de algunas especies, para determinar cuál es la hembra alfa: su prelación en la jerarquía animal). Además, es un movimiento instintivo, similar al del coito, pero se hace sobre una pierna o el lomo del otro, sin penetración alguna.

Por último, hay una inmensa diferencia entre los actos animales y los humanos: ese movimiento instintivo que realizan por dominancia los animales de una misma especie entre sí difiere por completo al establecimiento de una relación de pareja entre dos personas del mismo sexo en la especie humana, pues el primero —el del animal— es un acto inconsciente, mientras que el segundo —el humano— es un acto claramente consciente: los homosexuales siempre han defendido su relación basada en el amor o, al menos, en fuertes sentimientos, de los que están exentos los animales.

Debe añadirse aquí que, desde el punto de vista fisiológico, en la entrada vaginal, se encuentran las glándulas de Bartolín, cuya función es lubrificar la zona, para que no se produzcan erosiones o excoriaciones durante el coito. Pero ni el ano ni el recto tienen lubrificante alguno, lo que explica la alta incidencia de transmisión de sida en personas homosexuales, comparada con la de personas heterosexuales; esto significa que la homosexualidad no es fisiológica. Y tampoco es anatómica: la vagina tiene la misma forma y tamaño que el pene: se acoplan perfectamente; esto no ocurre entre el pene y el recto (y menos entre lesbianas: la vagina no se complementa con los dedos, instrumentos u otros reemplazos del pene).

En consecuencia, la homosexualidad —que propiamente hablando solo se da en la especie humana— va en contra de SU propia naturaleza.

Y, por esto mismo, el homosexual se hace daño a sí mismo cuando realiza actos homosexuales, que van en contra de las características esenciales que posee como ser humano: su inteligencia y la capacidad de usar su voluntad libre, reduciendo así su dignidad, infinitamente superior a la de un simple animal (que nunca se rebaja, ya que siempre sigue su instinto).

 

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¿2 sexos o 3 géneros?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on March 14, 2020

 

     En relación con la sexualidad, como en casi todos los temas, se presenta con frecuencia el caso de estar debatiendo un punto sin caer en cuenta de que, a pesar de estar pensando lo mismo, las partes discuten porque no conocen la terminología adecuada; a veces, por ejemplo, se está diciendo lo mismo, pero se cree que las posiciones son opuestas.

     Para una mejor comprensión de la materia, es necesario conocer la definición de algunos vocablos que denotan el sexo de un individuo:

     El primero es el sexo cromosómico o genético, que consiste en la presencia o ausencia del cromosoma «Y» en cualquiera de las células de un ser humano.

     Aquellos individuos que tienen un cromosoma Y en sus células, con uno o más cromosomas X son varones, mientras que quienes carecen de cromosoma Y son genéticamente hembras.

     Este hecho se da como resultado de la fecundación: mientras en los ovarios las células del germen femenino se dividen en dos óvulos, cada uno con un cromosoma X, las células del germen masculino que se encuentran en los testículos, se dividen en dos espermatozoides, uno con el cromosoma Y y otro con el cromosoma X.

      Si el espermatozoide que posee el cromosoma Y es el que fecunda al óvulo, se concibe un varón; por el contrario, si es el espermatozoide que posee el cromosoma X el que se une al óvulo, nacerá una niña.

     Así nos formamos todos. No existen, pues, sino dos opciones: sexo masculino o sexo femenino; varón o hembra.

     Se puede decir entonces, que el sexo nace antes que nosotros. Somos varones o hembras desde el día de la fecundación y lo somos de manera irreversible: el desarrollo de las hormonas masculinas (testosterona) y femeninas (estrógenos y progesterona) depende precisamente del sexo genético; el funcionamiento del sistema nervioso, los ciclos periódicos y la configuración física de nuestra sexualidad no son otra cosa que resultados naturales del sexo genético. Por deducción, podríamos decir que lo que algunos llaman sexo hormonal también está definido anticipadamente en el ser humano: sólo le falta desarrollarse.

     El sexo gonadal (gónada significa glándula sexual), se basa en las características microscópicas de los tejidos de las gónadas: el varón posee tejido testicular; la mujer, tejido ovárico. No hay más opciones.

     El crecimiento y la diferenciación de las glándulas sexuales se dan gradualmente bajo la influencia del sexo genético, los genes que se encuentran en los cromosomas se encargan de diferenciar las gónadas en sentido masculino o femenino.

     El sexo embrionario o de las vías genitales lo determina también el sexo genético y consiste en los conductos propios de cada sexo durante la etapa embrionaria, es decir, durante el embarazo: el conducto de Müller (propio de la mujer) y el conducto de Wolff (propio del varón).

      Como se concluye, el conducto es femenino o masculino, no existe otro conducto, dijéramos, para especificar un tercer sexo.

     Por último, el sexo fenotípico o genital está determinado por las características de los genitales externos (su forma femenina o masculina), que se dieron como resultado de la información genética.

     Basándose en el sexo genital, en el nacimiento se le asigna el sexo al individuo, desde el punto de vista civil y social: hombre o mujer.

     Todo esto quiere decir que no existe lo que ahora llaman el tercer género, puesto que en la naturaleza humana no hay sino dos sexos.

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¿Homofobia u homofilia?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on March 6, 2020

Si digo que debemos defender los derechos de los homosexuales, me critican por admitir una conducta que va en contra de la naturaleza, aunque no haya dicho que estoy de acuerdo con ella.

Y si digo que me opongo a los actos homosexuales, me tachan de homófobo, aunque no haya dicho que los discrimino.

Somos muchos los que no estamos de acuerdo con la conducta homosexual, pero respetamos a los homosexuales, seres humanos que tienen la misma dignidad y derechos de los demás.

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Sexo

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on August 31, 2019

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La homofobia y otras fobias

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on November 28, 2017

La homofobia o aversión hacia la homosexualidad o las personas homosexuales es hoy uno de las fobias más nombradas, y cobija a las lesbianas, los bisexuales, las personas transgénero e intersexuales.

Tanto ha crecido la popularidad de este vocablo, que la mínima mención de estas personas o conductas ya se tilda de aversión, es decir, de fobia; usted no puede opinar o decir nada acerca de ellas sin que lo llamen homófobo: si ve a dos lesbianas besándose en público y se le ocurre decir que eso lo deberían hacer en privado o siquiera las mira, inmediatamente habrá quien lo acuse de homófobo.

Lo curioso es que —también en nuestros tiempos— se propugna en todos los ambientes la idea del respeto por los principios y credos de los demás, impidiendo que en lugares públicos se coloquen símbolos religiosos, filosóficos o políticos; en otras palabras: amparados en el respeto que se le debe a los demás, se prohíbe expresar públicamente las creencias para no ir en contra del fuero interno de otros, pero no se considera incorrecto tener conductas que pueden ofender los valores y criterios de quienes no las comparten o, lo que es lo mismo, su fuero interno. Y esto es una fobia contra los valores y criterios de otros.

Se llega al extremo de tildar a los heterosexuales como una especie en extinción, retrógrados, personas que no han evolucionado, etc. Nace entonces la pregunta: ¿Eso no se podría denominar heterofobia: fobia contra los heterosexuales?

Hay ya quienes ponen en entredicho los valores y criterios familiares de algunos, calificándolos también de pasados de moda, retrógrados, medioevales… ¿No deberíamos llamar eso fobia contra la familia?

Otra cosa: ¿Acaso no existe hoy una gran fobia contra la moral y la ética?

En resumen: ¿Por qué se aplica únicamente la homofobia en los juicios? ¿Por qué no hay equidad en las fobias?

 

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Sin papá ni mamá… o con muchos

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on December 11, 2016

Con el Proyecto de Ley 56 de 2016 se pretende establecer una cadena productiva de niños de la siguiente manera: se facilita la creación centros de acopio de gametos humanos masculinos (espermatozoides) y femeninos (óvulos), clasificándolos con sus respectivas características y antecedentes; se ofrecen a los consumidores de espermatozoides o de óvulos, con “costos” diferenciales, pues los primeros son abundantes y los segundos, escasos.

fecundacionLos donantes pueden identificarse o ser anónimos. No obstante, a ellos se les confiere el derecho de saber de sus hijos hasta veinte años después de la donación, sin que se les otorguen los derechos propios de paternidad.

Los adquirentes pueden ser parejas de cónyuges o de compañeros que buscan suplir al esterilidad de alguno de ellos, u otros que adquieren tanto el espermatozoide como el óvulo, con las características que escojan tales como color de los ojos, posible inteligencia, etc., etc.

La entidad oferente realiza la fecundación asistida y facilita que los “padres” alquilen el vientre o útero, de una mujer, la que después del parto se los entregará, fijando previamente las condiciones, incluso económicas, de tal proceder.embarazo

Así pues se trata de una cadena productiva completa desde antes de la concepción hasta después del parto de niños. Las empresas que se lucrarían con esta cadena van desde poderosas multinacionales hasta microempresas.

Dicho lo mismo en un lenguaje coloquial y sencillo, yo podría comprar espermatozoides de un hombre genéticamente determinado, el óvulo de una mujer (también con características genéticamente determinadas), alquilar el útero de otra mujer para implantar el allí el embrión, esperar nueve meses y recibir de ella el hijo o hija que voy a adoptar y educar con mi pareja hétero u homosexual.

El negocio —en apariencia filantrópico— establece el tráfico de niños que no sabrán a quién decirle mamá ni a quién llamar papá.

No deja de ser irónico que el proyecto incluya un artículo según el cual ¡el proceso debe realizarse con respeto a la dignidad humana!

 

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LA EDUCACIÓN SEXUAL

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 18, 2015

LA EDUCACIÓN SEXUAL

Guía práctica para profesores y padres

 

 El presente libro cobija lo que debe saber el hombre acerca de su sexualidad, desde los puntos de vista científico y humano. Son páginas dirigidas al ser humano sin distingo de condición social, raza o credo religioso. Al recordarle los principales conceptos biológicos -médicos-, psicológicos y espirituales propios de su ser le dará una visión más completa acerca de su dignidad y le ayudará así a entender mejor su relación con los demás, con su familia y con su cónyuge.

Se ha escrito para beneficio, en primera instancia, de los padres que quieran dar una verdadera educación integral a sus hijos, previniéndolos contra los posibles excesos y defectos en la concepción de la sexualidad; en segundo lugar, al llenar el vacío que existe, se convertirá en un útil instrumento para los educadores que pretendan -como es su misión- ayudar a los padres a conseguir ese mismo fin; y, por último, será de gran beneficio aun para los educandos que acudan a su lectura buscando encontrar un medio de enriquecimiento que los capacite como mujeres y hombres de bien y, en el futuro, haga de ellos madres y padres habilitados para la construcción de una nueva sociedad, desmitificada y libre, pero noble y digna.

 

ÍNDICE

 

Antes de comenzar

Prólogo

Introducción

LA SEXUALIDAD

  1. Visión integral del ser humano
  2. Planos biológico, psicológico y espiritual
  3. Su relación con el cosmos
  4. Órganos genitales
  5. Genitales masculinos
  6. Genitales femeninos
  7. La procreación

III. Trastornos de la genitalidad

  1. Hermafroditismo
  2. Malformaciones congénitas
  3. Esterilidad
  4. Sida y otras enfermedades
  5. Trastornos por falla en el aseo de los genitales
  6. Cáncer
  7. Impotencia y frigidez orgánicas
  8. Trastornos de la sexualidad
  9. Impotencia
  10. Eyaculación precoz
  11. Frigidez, dispareunia y “vaginismo”
  12. Libídine: desafuero genital y furor uterino (ninfomanía)
  13. Homosexualidad
  14. Violación
  15. Tabúes y equívocos
  16. Fertilidad
  17. La cópula sexual
  18. Ancianidad

EL AMOR CONYUGAL

  1. Amor es…

VII. La entrega

VIII. ¿Cuál anticonceptivo?

  1. La píldora
  2. El dispositivo intrauterino (DIU)
  3. El preservativo o condón de látex
  4. Óvulos, cremas espermicidas, diafragmas, esponjas y otros
  5. Cirugías: vasectomía y ligadura de trompas
  6. El método del moco cervical, de la ovulación o Billings
  7. El control de la temperatura basal
  8. El método síntomo-térmico o de la doble verificación
  9. El PG 56

EL PROCESO DE LA EDUCACION SEXUAL

  1. El justo medio
  2. Las 7 reglas de oro de la educación sexual
  3. El ejemplo
  4. La confianza
  5. La naturalidad
  6. La verdad
  7. La prevención
  8. La prudencia
  9. El decoro
  10. Los 3 errores más frecuentes
  11. El conflicto generacional
  12. La abstracción
  13. La dignidad de la mujer

XII. El perfil del educador

  1. El ejemplo de su propia vida
  2. Su ética profesional
  3. Su conocimiento acerca de los tres planos de la sexualidad

Glosario

 

 

ANTES DE COMENZAR

 

Cuando se acude a los escritos acerca de la sexualidad suele cometerse el error de buscar el tema específico en el índice y, luego, leer ávidamente el contenido sin ubicarlo dentro del contexto. Esto es lo que hace que el conocimiento que frecuentemente se tiene esté incompleto y por lo tanto se cometan muchos fallos en las relaciones de pareja y en el proceso educativo por parte de padres y profesores.

Por eso es necesario que ambos se instruyan en las áreas que comprenden el tema de la sexualidad de manera integral y, con ese fin, conviene que el lector sepa que el mejor modo de sacar provecho de este libro es seguir en estricto orden el prólogo primero, luego la introducción y cada uno de los capítulos, sin excluir ninguno. Así se podrá comprender mejor la anatomía de los genitales (lo que hay), su fisiología (cómo funciona) y su patología (cómo se enferma) y, de ahí, pasar a los comportamientos humanos.

Si se quiere entender por ejemplo la homosexualidad, es necesario tener primero claros los conceptos acerca del hermafroditismo; igualmente, si no se sabe qué diferencia hay entre genitalidad y sexualidad, habrá mucha confusión.

Se ha cuidado minuciosamente el orden de estos escritos para que el proceso cognoscitivo sea el mejor, desde el punto de vista didáctico. De este modo, el acervo que se adquirirá será gradual, lógico y útil la integración en la propia personalidad de cada uno de sus elementos.

La ganancia principal se hará evidente en las relaciones humanas, tanto de los componentes de la pareja como de las familias y de la sociedad en general, ya que ese conocimiento ordenado facilitará a padres y a educadores su labor.

 

 

 

PROLOGO

 

Los índices de embarazos no deseados, de abortos clandestinos, de enfermedades de “transmisión sexual” y muy especialmente de sida, junto con otros problemas no menos preocupantes, se incrementan cada vez más poniendo en peligro la vida de los seres humanos en todo el globo terráqueo.

Ni siquiera la segunda guerra mundial cobró tantas vidas como las que el sida amenaza, multiplicándose de una manera asombrosa ante la mirada impasible de muchos que creen estar exentos de este terrible mal hasta que un conocido, un amigo, un familiar, o ellos mismos, caen en las garras del VIH.

Mientras tanto, movidos por este panorama desolador, otros debaten en el mundo entero la necesidad de una educación sexual, propiciándola desde los ambientes educativos y aun desde los políticos.

Sin embargo, la información existente al respecto tiene los vacíos propios de cada disciplina:

Los médicos allanan el tema en lo biológico, explicando las relaciones sexuales desde el punto de vista anatómico, fisiológico y patológico, dejando, casi siempre, un vacío en lo psicológico y en lo espiritual.

Los psicólogos cubren el aspecto que les compete de manera profunda, pero es frecuentemente somera su explicación biológica, y casi siempre inexistente la espiritual.

A su vez, los moralistas explican desde su ámbito la bondad o malicia de los actos sexuales, casi sin atreverse a profundizar en los otros dos aspectos de la vida del ser humano, desconocidos para ellos.

Aunado a esto, la prolija literatura disponible hoy se puede dividir -diríamos en forma acomodadiza- en dos categorías:

Primero, el grupo de ensayos dedicados, como lo deja entrever casi siempre su prólogo, a lograr un máximo de placer sin embarazos ni enfermedades contagiosas, con el fin de escarbar morbosamente el terreno en busca de un halo efímero de lo que algunos entienden como “felicidad”.

Y segundo, el grupo de escritos dedicados a estudiar profundamente la moralidad de los actos sexuales en pro de una vida ascético-religiosa mejor.

El autor de este libro se ha situado en la vivencia actual, donde el hombre quiere simplemente saber la verdad, sin ningún apasionamiento frívolo o religioso; esa verdad que solemos desviar o, por lo menos, complicar y que se expresa tan sencilla y llana en la vida diaria de los hombres.

En sus líneas se vislumbra la simbiosis casi perfecta de los valores espirituales, psicológicos y biológicos del ser humano corriente embebido dentro de una sociedad pujante y desarrollada desde el punto de vista tecnológico y científico, simbiosis que no lo desmembra donde acaba lo físico y comienza lo espiritual o lo emocional…, sino que lo considera un ser integral: el hombre ama con su espíritu, con su alma y -aunque algunos pocos no lo acepten con mucho agrado- también con su cuerpo.

El justo medio entre dos extremos (defectos) es la virtud, y la postura del autor denota un viaje libre, como lo son los del hombre, pero manteniéndose dentro de la ecuanimidad de la verdad.

El presente libro, al llenar un gran vacío, está destinado a convertirse en cabecera de los educadores y entre ellos a los principales, a los padres de familia, que encuentran aquí, si no un tratado de varios volúmenes abarcándolo minuciosamente todo, sí lo necesario para preparar el camino de sus hijos -o alumnos- hacia la formación completa en los variados aspectos de la sexualidad de modo que, como lo dice el autor, sepan amar y ser amados y por esa senda encuentren la felicidad, tan añorada por todos.

 

 

INTRODUCCION

 

La cátedra escolar de Educación Sexual ha despertado la preocupación de padres y profesores, y ha desatado la polémica por el fondo y la por forma de presentación a los estudiantes: ¿Desde qué edad se debe implantar? ¿Qué tópicos se deben tocar en las edades más tempranas? ¿El estudiante debe conocer la anatomía y la fisiología (funcionamiento) genital? ¿Quién debe ser encargado de la formación de los docentes? ¿un médico? ¿un psicólogo? ¿un sacerdote? ¿otra persona? ¿Cómo desmitificar la sexualidad, sin llegar a estropear el crecimiento integral del niño y del adolescente? ¿Cuál es el medio justo entre los dañinos mitos machistas y la perversión?…

Son muchas las preguntas que salen a relucir y pocas las que se han contestado. Esto se hace evidente cuando se encuentran profesores que manifiestan no tener los instrumentos necesarios para salir avantes en el nuevo cargo que se les ha asignado.

Sobre este tema, que toca directamente la esencia del ser humano y que, por lo tanto, preocupa mucho a los docentes y especialmente a los padres, se ha publicado una cantidad asombrosa de folletos, libros, manuales textos, etc., dentro de los que destacan, por su número, los que tienden a lograr fundamentalmente un incremento en el placer sexual, evitando la procreación y las enfermedades de “transmisión sexual”. Con estos medios es poco probable que se pueda cumplir la misión de educar, mucho más encumbrada que la de informar, ya que es más propia del ser humano. De hecho, cualquier madre o padre bondadoso preferirá ver que su hija, antes de tener relaciones sexuales con varios o muchos de sus amigos, decida hacer de sus noviazgos relaciones encaminadas a conocerse mutuamente, con el fin de decidir quién comparta con ella toda su vida y sea el padre de sus futuros hijos.

Por otra parte, es frecuente encontrar que el aparato genital o reproductor se estudia de manera similar a como se lo hace con los demás aparatos en el organismo, como el circulatorio o el digestivo: su anatomía, su funcionamiento fisiológico, las patologías (enfermedades) que pueden presentarse, etc. Si se tiene en cuenta que la sexualidad implica comportamientos humanos, lo que no se da en los otros aparatos (no existe, por ejemplo, un comportamiento humano “voluntario” para el aparato digestivo), se llegará fácilmente a la conclusión de que, en esos casos no se está estudiando la sexualidad sino meramente la genitalidad.

Por eso, una consideración únicamente biológica del hombre haría que se le tratase como a un simple animal, de la misma manera que una cerrada acepción espiritual del hombre, haría de él un ángel. Otro tanto ocurrirá si se limita el concepto del hombre a su aspecto psicológico, dejando de lado su corporeidad y su espiritualidad.

Para tratar el tema de la sexualidad, es necesario adentrarse en la esencia de la totalidad del ser humano: su biología, su psicología y su espiritualidad. Sólo así no se le fraccionará en las partes en las cuales está compuesto.

Todo comportamiento humano, entonces, impone la participación del ser de una manera integral: es toda su composición biológica, psicológica y espiritual la que actúa en el ámbito del comportamiento en general y, por supuesto, en las actuaciones sexuales. Si un hombre y una mujer cohabitan, se dan todos ellos: no sólo se entregan en el aspecto genital, sino que la entrega es de todos sus seres. Esto es precisamente lo que hace diferente al hombre de los animales irracionales: que su entrega implica el mutuo don de su cuerpo, de su alma y de su espíritu.

Este libro pretende conseguir que los padres y los profesores a los que se les ha asignado la enseñanza de la Educación Sexual se instruyan primero en la noción integral del ser humano, y luego reciban toda la información biológica, psicológica y espiritual, necesarias para cumplir con su cometido. Así, su noble labor no se limitará a informar sobre la existencia de anticonceptivos, su modo de uso, y a intentar dar “tranquilidad” a los educandos preocupados por enfermedades como el sida, sino que, además de incluir esos conocimientos, puedan enseñar una sexualidad basada en el raciocinio, de manera que la paternidad responsable sea la culminación de sus esfuerzos.

 

 

LA SEXUALIDAD

 

 

  1. VISION INTEGRAL DEL SER HUMANO

 

¿Qué es el ser humano? ¿Qué son la mujer y el hombre? ¿Somos también animales? ¿Qué es lo que nos diferencia de los otros seres? ¿su posición erguida para caminar? ¿su capacidad de raciocinio? ¿Dónde acaba lo animal y comienza lo racional?…

Contestar estas preguntas y muchas otras al respecto, es el único camino a seguir por quien se interese en el conocimiento completo de la íntima y personal sexualidad humana. Por eso se hace necesario estudiar primero al hombre como persona y, luego, como individuo de una sociedad, en su entorno social, en sus relaciones con los demás, pues la sexualidad es de dos, no de uno.

En un laboratorio de experimentación científica se lleva a cabo un estudio microscópico. Han sido citados una mujer y un hombre para ver sus células a gran escala, a través de un instrumento visor. Se procede a hacer un pequeño raspado del dorso de sus manos para que algunas de sus células más externas caigan sobre una lámina pequeña de vidrio, llamada portaobjetos, que se lleva de inmediato al microscopio electrónico.

El resultado -siempre sorprendente- es el mismo: las células descamadas de la mujer muestran dos cromosomas “X”, mientras que las del hombre tienen un cromosoma “X” y otro “Y”.

La ciencia de la genética lo descubrió desde hace muchos años: los hombres, desde el período embrionario -y aun antes-, tienen definido el sexo. Lo que pasa frecuentemente inadvertido es que, no sólo las células de la piel, sino las de los órganos internos, las de los huesos, músculos y articulaciones, las de los vasos y nervios, las del cerebro y hasta las de la base de los cabellos están sexuadas. De manera que esa sexualidad, parcialidad, “mitad en busca de otra mitad”, división, sección (es decir, sexo) está presente en todo el organismo: el corazón de una mujer es femenino, como lo es su páncreas, su hígado o su cartílago; las células de su Sistema Nervioso Central están “impregnadas” de esa feminidad; por decirlo así, piensa y actúa como mujer, y hasta camina como mujer. Así mismo, el hombre lo es en toda su anatomía y en todo su funcionamiento fisiológico: las acciones involuntarias, y aun voluntarias, son realizadas por órganos y sistemas hechos con células masculinas; por eso sus acciones y pensamientos son los de un varón, se mueve como varón, vive como varón.

La sexualidad no se realiza, entonces, como se ha pensado con frecuencia, únicamente en los órganos genitales. Con ellos se ejerce la genitalidad. Sexualidad es la proyección de la persona al ser humano del otro sexo, la proyección de su “yo” a ese “tú”, la búsqueda del complemento; y después, la realización de ese complemento en la unión de dos seres, de la totalidad de sus seres, no sólo de sus genitales.

La sexualidad humana implica mucho más que el ejercicio de la genitalidad de un animal. Con ella se entremezclan la entrañable comunicación de dos seres -sus sentimientos- con la profunda sensación de entrega mutua, entrega que tiende a proyectarse en el tiempo, que no quiere quedarse en el momento, que quiere perdurar. Eso hace del hombre un ser único en el universo; no hay otro que pueda experimentar estas impresiones.

Además, como todos los seres vivientes, el hombre tiene algo que lo mantiene vivo, que lo anima. Etimológicamente, “animar” viene del latín “animare”, mover, esto es, vivificar el alma al cuerpo, hacer que algo permanezca vivo, dar vida. Y ese algo es el “ánima”, el alma.

Así, el alma vegetativa hace crecer, desarrollarse y multiplicarse a las plantas; el alma sensible lo hace en los animales; y el alma espiritual hace lo propio con los seres humanos. Esa es, precisamente, la razón por la que, al referirse a un animal, se habla de hembra o macho, mientras que, en el hombre, los nombres apropiados son mujer y hombre (o varón).

De manera pues que el ser humano, a diferencia de los demás, se “mueve” en tres planos: biológico o celular; psicológico, emocional o del alma; y espiritual o trascendental.

 

  1. Planos biológico, psicológico y espiritual

A nadie escapa de su mente el hecho de que la sexualidad humana se manifiesta -en una pareja- a través del cuerpo, de sus estructuras anatómicas, de su parte material, de su biología. Las expresiones del amor humano, manifestaciones materiales de afecto y de cariño primero, y del amor después, se hacen evidentes progresivamente a través de saludos, abrazos, caricias, besos y, finalmente, el “acto sexual” propiamente dicho. Este es el plano biológico. Aquí se desarrolla el amor humano; y esto es tan cierto y tan normal, que hoy repugna a cualquiera la concepción fanático-religiosa de que todo lo genital es pecaminoso. Pero no siempre fue así. Hubo épocas, y aún quedan rezagos de ellas, en que se creyó que lo material era malo, mientras que sólo lo espiritual era bueno. Es más: se llegó a afirmar que quien quisiera pasar por la vida limpio, debería abstenerse de toda expresión corporal de afecto o de amor.

Aparte de esto, como se ha visto, el hombre no es sólo cuerpo, biología: el hombre llora, se alegra, sonríe y ríe; triunfa y fracasa; está disgustado y a veces disfruta; vive intensamente la vida o se deja llevar por las circunstancias; ama o es egoísta; es decir, siente. Nada de esto lo experimenta un animal: el perrito faldero ladra al ver llegar a su amo y lame su cara, porque reconoce instintivamente en él su benefactor; chilla cuando tiene hambre, lo mismo que cuando le pegan o cuando no está su dueño, pues nota instintivamente la carencia de ese benefactor.

Del mismo modo, ejerce instintivamente sus coitos únicamente en los períodos de celo. Una gatita, por ejemplo, durante cuatro días se echa en el piso levantando el cuarto posterior y haciendo a un lado su cola, esperando la penetración; y lo hace siempre cada 21 días. El macho pasará ante ella indiferente, si no está en celo; sólo cuando el olor le hace percibir el celo de su compañera, se juntarán varias veces en la cópula. En la entrega mutua que viven los seres humanos, la compenetración entre los esposos, la complementariedad psicológica que buscan los que se aman es el plano psicológico humano, ausente siempre en los animales.

Hay algo propio del hombre, además, que influye en las relaciones de pareja. Se trata de lo que la historia prueba desde hace milenios: el hombre desde la época de las cavernas ha levantado sus ojos en busca de algo o alguien que le dé cómo llenar sus ansias -que bullen en su interior sin descansar- de ser trascendente, imperecedero; sabe él que su vida no termina aquí en la tierra, sino que después de ésta existe la esperanza de otra.

El sol, la luna o los astros, fenómenos de la naturaleza, ídolos de barro o de oro y luego una infinidad de dioses han sido adorados por todas las culturas, pueblos y naciones, desde que los pies del homus erectus dejan huellas sobre la tierra. Hoy son muchas las religiones que profesan unos y otros; y los que se llaman ateos, venerando a la materia, a la energía (transformada o transformante respectivamente) o al dinero, siempre que están en peligro, se acuerdan del Dios que lo hizo todo, incluyéndolos a ellos mismos.

Es inherente al ser humano la creencia en otra vida. Este es el plano espiritual.

Puestos a escoger entre estos tres aspectos, los filósofos, los literatos, los poetas, los humanistas y, en general, todos hombres han elegido el plano espiritual.

Conviene, entonces, auscultar la razón: en el aspecto espiritual, reluce de una manera muy especial el amor humano, casualmente, alma central de estos escritos. Un “amor” meramente carnal no tiene nada en qué competir con un “amor” en el que la entrega se limita a complementarse psicológicamente, siendo uno de los componentes de la pareja apoyo y suplemento del otro; pero aquel y este palidecen frente a una entrega imperecedera, que no piensa en un fin, una entrega que busca trascender, difundirse hacia la eternidad, como lo es el amor en el plano espiritual.

Aunque se peque de simplismo, vale decir que el plano biológico y aun el psicológico tendrán fin; mientras que el espiritual no.

 

  1. Su relación con el cosmos

El universo es, verdaderamente, el entorno del hombre. No es sólo el hogar donde vive. No son sólo los barrios que frecuenta en su vida familiar, en su vida laboral, en su vida social. Es el país al que pertenece, el continente, el mundo; y más allá del mundo, la Vía Láctea, galaxia dentro del universo…

Por eso, muchos países han instituido el Ministerio de Ecología o entidades para la preservación del medio ambiente. Existe una alarma general en el mundo por la autodestrucción del entorno del hombre, pues las generaciones futuras, nuestros hijos, pagarán los desórdenes producidos por nosotros. Por esa razón, hoy ya se habla de la “ola verde”, movimiento en pro de la naturaleza y de su salud, la cual redundará en salud para la raza humana.

El desorden es, pues, el culpable. Por tanto, conviene hablar de orden: orden cosmológico.

En el macrocosmos se observa cómo los satélites dan vuelta -ordenadamente- alrededor de los planetas, una y otra vez, con trayectorias tan exactas, que son predecibles. Así mismo los planetas, girando sobre sí mismos, orbitan en torno del sol de su sistema; y los soles siguen otras órdenes de la energía y de la materia, naciendo y muriendo según la regla universal: puntos negros que iluminan la teoría del big-bang, estrellas fugaces, cometas, etc.

Pasando por todos los seres -animados o inanimados- podemos descender en nuestro estudio al microcosmos: observar al átomo, su núcleo, con protones y neutrones, alrededor del cual giran los electrones uniéndose a otros átomos para formar moléculas, cada vez más complejas… y, de pronto, ¡la vida! unicelular primero, luego más intrincada, haciendo alusión al macrocosmos y, como él, siempre con un orden establecido, con unos parámetros.

Orden, siempre, en las plantas, cuyas hojas se dirigen al sol con el cual sintetizan la clorofila, y su raíz, que se va hacia abajo en busca del agua y los minerales que las mantendrán vivas; orden en los virus, que penetran en las células, de las que quitan elementos nutrientes y salud; orden, en fin, en los animales, quienes siguiendo siempre su instinto, crecen, se multiplican y mueren, manteniendo así estable la cadena alimenticia.

En esta descripción falta un ser del cosmos, que mantendría el orden más que ninguno, pues posee dos cualidades insuperables: la razón, y, no menos despreciable, la voluntad.

Ese ser, que es el hombre, tiene capacidad de conocimiento, de juicio (puede determinar si una acción es mala o buena) y de raciocinio (memoria y abstracción, entre otras); además tiene libertad, es decir, la capacidad de ejecutar acciones según sea su parecer: no está condicionado únicamente por el instinto sino que puede seguir a la razón, a su facultad de discurrir. Este es precisamente el atributo principal que posee, el que lo hace mucho más que peculiar, el que lo distingue de los otros entes. Y es, paradójicamente, el atributo que le da una capacidad única: la de poder desordenar su entorno, la de ser capaz de violar el orden cosmológico.

Así, aunque muchas veces la razón -lo que lo hace diferente de los otros seres- le pida algo, hace cosas contrarias al orden de la naturaleza cuando por ejemplo destruye la capa de ozono que lo protege de los rayos ultravioleta que le causarán carcinomas (cáncer) de la piel, cuando acaba con las especies animales que mantenían el equilibrio ecológico y que lo conservaban sano, cuando tala los árboles ultimando las cuencas que nos proveen el agua vital, cuando destruye paulatinamente a otros seres humanos para lograr un bien individual, olvidándose de que del bien común depende el suyo propio y el de sus hijos…

Después de conocer por esta vía el universo se puede comprender que todas las veces que el hombre deja de utilizar la razón o se deja manipular por sus propias malas inclinaciones buscando una finalidad exclusiva, sin tener en cuenta los requerimientos de los otros seres -especialmente los de los humanos-, mina su entorno y, por ende, se destruye parcial o incluso totalmente a sí mismo. Cualquier acción humana le afectará, en mayor o menor grado, y ya que el hombre se mueve en tres ámbitos, en esos tres podrá transgredir el orden: en el ámbito material, en el psicológico o en el espiritual.

Del orden cosmológico depende el bienestar del hombre; ya los demás seres cumplen con la responsabilidad que les compete, así sea de una manera irracional.

 

 

  1. ORGANOS GENITALES

 

¿Es lo mismo sexualidad que genitalidad?

Sexualidad viene de sexo, seccionado, parcializado, partido: mitad en busca de otra mitad, un “yo” en busca de un “tú”; sólo así tiene sentido el “tú”.

El hombre ha sido eso. Aunque no sea requisito, la tendencia histórica muestra la dimensión sexual o seccional. Y -aquí reside lo más importante- esa realidad no es corporal ni espiritual, sino personal. En el “yo” humano se funden irreversiblemente lo corporal, lo psicológico y lo espiritual.

Genitalidad, en cambio, viene de genitales, esto es, órganos de la “generación”, de la procreación. En la genitalidad, entonces, residen las capacidades de la maternidad y de la paternidad.

Estos órganos no se aíslan en sí mismos, son parte integral del ser. Sin embargo, una mujer o un hombre incapaz de procrear no deja, por eso, de ser mujer u hombre. Filosóficamente, la esencia del ser humano es la fusión de su cuerpo con su alma espiritual. Esencia -substancia- es lo que hace de ese ser un ser humano. Por tanto, la genitalidad no es esencial, sino accidental, adicional: del mismo modo que alguien, al perder un brazo, no deja de ser lo que es, ejercer la genitalidad no es requisito para ser mujer u hombre.

Un animal, por ejemplo, tiene la capacidad generativa, por tanto tiene genitalidad. Pero está muy lejos de poseer sexualidad. Por eso, los llamamos macho y hembra. El hombre es masculino y femenino y, a la vez, macho y hembra.

Aunque haya uno que otro castrado -sin genitalidad-, no hay hombre sin sexualidad, sin sexo: sexo es la totalidad de la persona: en la piel, en las manos, en la voz, en el modo de caminar, en los gestos, en los ademanes, en la forma de pensar, en el amor,… están los signos de la sexualidad. Todas las células del cuerpo están sexuadas. Mi “yo” personal está sexuado. Pansexualidad, dirán muchos; pero quienes han optado por vivir la vida asexuados, andróginos, no han podido, porque es absurdo: pretender que el “ella” o el “él” sean sólo “eso” es irracional, y es mentira.

Hecha ya la diferenciación entre sexualidad y genitalidad, se describirán a continuación los órganos genitales, como se hace con el corazón, los pulmones y cualquier otro órgano. Con el fin de aprender de la naturaleza sus leyes, y así poder respetarlas para nuestro propio bien, es necesario un somero estudio de su anatomía y su funcionamiento o fisiología.

Para mayor comprensión, el lector podrá buscar en el glosario (al final del libro) la

definición de cada uno de los términos empleados en este libro; aparecerán en letra                            bastardilla cuando se nombran por primera vez.

 

  1. Genitales masculinos

 

  1. Anatomía

Los órganos genitales se dividen en dos grupos: los externos -que se pueden ver- y los internos. Dentro del primer grupo, en el hombre, están el pene y la bolsa escrotal con sus testículos y, en la parte interna, conductos y glándulas, de las que se verán sólo las más importantes.

Los testículos son un par (la mayoría de los órganos vienen en pares) de estructuras ovoidales que se encuentran entre los dos compartimientos de un saco, llamado bolsa, escroto o bolsa escrotal.

Está conformado en su interior por infinidad de canalículos, llamados túbulos seminíferos, en donde se forman los espermatozoides, células encargadas de la fecundación, es decir, de la procreación. En el testículo, además, se produce la testosterona, hormona sexual masculina, responsable de la formación y mantenimiento de los órganos genitales masculinos, como también de los caracteres sexuales secundarios, los cuales se describen en la fisiología.

 

Casi siempre por encima del testículo, en los estudios anatómicos se puede distinguir el epidídimo, que se continúa con el conducto deferente, el cual, ascendiendo penetra en el vientre, donde recoge -en orden- los conductos provenientes de la vesícula seminal, la vejiga urinaria, la próstata, la glándula de Cowper y otras glándulas. En ese tramo el conducto cambia de nombre para llamarse uretra, la cual pasa a través del pene hasta la abertura que hay en su punta, el meato urinario.

El pene se divide en dos partes: el cuerpo y, hacia la punta, más abultado, el glande o balano. Este último está recubierto por un “capuchón” de piel retraíble llamado prepucio.

En el interior del pene se pueden distinguir dos cuerpos formados por un trabeculado de venas y arterias, llamados cuerpos cavernosos y, por encima de ellos, otro conocido con el nombre de cuerpo esponjoso, que también conforma el glande.

Los órganos internos más importantes son: la Vesícula Seminal, la Próstata y la glándula de Cowper. La vesícula seminal se encarga de dar una gran cantidad de nutrientes a los espermatozoides y enriquece el volumen del semen. Así mismo, el líquido blancuzco proveniente de la próstata completa el líquido del semen y sirve para contrarrestar la acidez de la vagina. Por su parte, la glándula de Cowper bota su contenido unos momentos antes de la eyaculación para “limpiar” el conducto (uretra) por donde va a pasar luego el semen, protegiéndolo.

 

  1. Fisiología

Antes de iniciar, es importante precisar que los números que se dan en los capítulos de                       fisiología son siempre aproximaciones. La biología tiene mucha variabilidad, y nunca se                      debe tratar como si fuese una ciencia exacta, como las matemáticas; sin embargo,

dentro de esas diferencias entre un individuo y otro hay ciertos parámetros. Por eso se                       hablará de edades, tiempos, lapsos, número de células, cantidad de líquido, etc., los              cuales son siempre promedios.

——————— O ———————

En la pubertad, que aparece aproximadamente entre los 11 y los 15 años, por estímulo de las gonadotropinas (hormonas provenientes de la hipófisis, en el centro del cerebro), se desarrollan los testículos y comienza la producción de los espermatozoides o espermatogénesis y la secreción de testosterona; como resultado, se desarrollan los órganos genitales y caracteres sexuales secundarios.

Los caracteres sexuales secundarios son principalmente: cabello en algunas zonas del cuerpo, como el pecho, piernas y brazos, perineo; barba y bigote; la disposición del vello púbico en forma de “V”, con vértice superior, y más abundante que en la mujer; corpulencia y desarrollo muscular mayor; voz grave; más propensión al acné; instintos masculinos e impulso al sexo opuesto.

Durante la edad adulta, esta secreción interna mantiene la integridad de los órganos genitales y una espermatogénesis óptima.

Para el acto conyugal se produce primero la erección del pene y, durante la misma, la eyaculación del esperma (semen). Los centros nerviosos que efectúan estos procesos están en la médula espinal.; estos reflejos son producidos generalmente por estímulos en la piel, que en el varón están especialmente en la región genital y principalmente en el glande, y por eso se llaman las zonas erógenas principales. Otras zonas erógenas -llamadas secundarias- en el hombre son: el resto de sus órganos genitales externos, los labios, la parte interna de los muslos, las tetillas, la piel de los glúteos, el cuello y algunas zonas propias de cada ser, que irá descubriendo, con el tiempo, su pareja; por extensión, se ha llegado a afirmar que cualquier zona de la piel o de las mucosas estimulada de forma adecuada puede llegar a ser erógena.

Pero la corteza cerebral interviene en forma preponderante reforzando o inhibiendo esos reflejos, y los órganos de los sentidos constituyen una fuente importante de impulsos estimulativos. Es conocida la importancia de las influencias psíquicas en el acto de la erección y en el orgasmo.

Por otro lado, el nervio erector, a través del sistema parasimpático, se encarga de levantar el pene, mientras que la eyaculación se produce por intermedio del nervio hipogástrico del sistema simpático.

La secuencia de cambios fisiológicos es la siguiente:

El ritmo de los latidos del corazón y la tensión arterial aumentan en el hombre como consecuencia de la adrenalina, hormona producida ante cualquier tipo de excitación por las glándulas suprarrenales, situadas encima de los riñones. Esta es la misma hormona que hace dilatar las pupilas, que las ventanas de la nariz se ensanchen, que la piel transpire y que la respiración se haga más rápida y más fuerte; así mismo, la piel se enrojece y los músculos se ponen en tensión. En esta fase, que los fisiólogos denominan “de excitación” se producen los primeros cambios en los órganos sexuales masculinos, generalmente de forma involuntaria. El escroto se dilata y estira y, simultáneamente, los testículos se desplazan hacia arriba y se ciñen al cuerpo.

Si el acto sexual se desarrolla con normalidad, la fase inicial se establece llegándose a la denominada “fase de meseta”. Esta fase es muy importante porque permite al hombre controlar sus reacciones y prolongar el acto conyugal tanto como los esposos lo deseen. Precisamente, uno de los problemas sexuales más extendidos se produce cuando esta fase es demasiado corta o prácticamente inexistente y el hombre alcanza el orgasmo demasiado pronto dejando de lado la satisfacción de su cónyuge.

Durante la fase de meseta el extremo final del pene, el glande, aumenta aún más su tamaño y toma una tonalidad púrpura. En el escroto, sin embargo, no se producen cambios especialmente significativos, si bien los testículos incrementan su tamaño en proporción muy variable según las personas y las ocasiones.

Seguidamente se producen unos fuertes impulsos nerviosos entre la mente y órganos del hombre, y todos los músculos que rodean los conductos seminales se contraen violentamente. Luego se produce una serie de contracciones, cada una de las cuales expulsa una cantidad de semen ligeramente inferior a la anterior, depositando gran cantidad de espermatozoides vivos en el fondo de la vagina. La eyaculación se acompaña de sensaciones voluptuosas en el hombre, los cuales se denominan orgasmo.

Al final de las contracciones, el hombre entra en la denominada fase de resolución. El período de resolución en el hombre, al ser más largo que el de la mujer, impide la posibilidad de nuevos orgasmos inmediatamente. Este período es más breve en los individuos jóvenes, aumentando progresivamente con la edad.

En cada eyaculación salen alrededor de tres centímetros y medio de semen que contienen entre 400’000.000 y 500’000.000 de espermatozoides.

Un hombre puede eyacular durante toda la vida pero, aproximadamente a la edad que oscila entre los 60 y 75 años, cuando comienza la andropausia -el decrecimiento de la función sexual masculina- puede disminuirse o eliminarse la eyaculación, aunque se han reseñado padres hasta de 90 años.

 

  1. Genitales femeninos

 

  1. Anatomía

Como en el hombre, los genitales femeninos se dividen en internos y externos. Los internos son, de afuera hacia adentro, la vagina, el útero o matriz y, a cada lado, las trompas de Falopio y los ovarios.

Los órganos externos, denominados vulva, tienen unos pliegues llamados labios mayores que son la parte más externa y cubren al resto de la misma, y otros labios menores que tapan virtualmente la entrada a la vagina y al meato urinario. En la parte más superior de la vulva está el clítoris, órgano casi idéntico al pene, del que se diferencia por ser mucho más pequeño, y por no tener uretra ni meato urinario.

La entrada a la vagina está taponada parcialmente por una fina membrana de variadas formas llamada himen. Esta suele romperse durante la primera cópula (perdiéndose así la virginidad), dando lugar -en ocasiones- a una pequeña hemorragia.

Sin embargo, la ausencia de un himen intacto no es garantía de que haya habido penetración al igual que un himen íntegro no equivale a virginidad. Hay que tener en cuenta que la consistencia y el tamaño de esta membrana son variables en cada mujer, existiendo hímenes muy elásticos que permiten la penetración del pene sin rasgarse. Por eso no se puede afirmar que hay mujeres que nazcan sin himen -esto es, no vírgenes-, ya que siempre está presente.

 

  1. Fisiología

En la pubertad de la mujer, también por estímulo de las gonadotropinas, comienza a producirse la maduración, en los ovarios, de uno de los muchos folículos primordiales que tiene, a razón de uno por mes, aproximadamente. En ellos, una de las células se desarrolla y se transforma en óvulo, mientras que las demás dan lugar a la zona granulosa del folículo, que luego forma varias capas, y entre ellas aparece el líquido folicular que rodea al óvulo. El folículo aumenta su contenido líquido y luego se rompe liberando al óvulo, que es recogido por la trompa de Falopio. Esto suele suceder entre el 13º y el 17º día después del comienzo de la menstruación, y coincide con el aumento de la temperatura corporal de 0.3 a 0.5 grados centígrados. Después de la pequeña hemorragia que se presenta, aparece el cuerpo lúteo o cuerpo amarillo, que persiste decreciendo hasta la próxima menstruación y luego se cicatriza.

Este proceso se produce aproximadamente cada 28 días, siendo la variabilidad la norma: puede ser tan breve como 20 días o tan largo como 45. Aun en la misma mujer los ciclos pueden aumentar o disminuir cada mes en horas e incluso días.

La menstruación es el fin del proceso por el cual el endometrio, la parte interna del útero, se “alista” para recibir al niño cada mes: se hinchado y se llena de sustancias nutrientes por si esto sucede. De no ser así, sobreviene la pérdida de sangre.

En un plazo de tres a siete días se eliminan unos 34 centímetros cúbicos de sangre y otros 35 de líquido seroso.

En la pubertad, cada ovario tiene de 300.000 a 400.000 folículos primordiales, de los cuales, sólo unos cuatrocientos a cuatrocientos cincuenta maduran durante la etapa fértil de la vida de la mujer, esto es, desde la menarquia -la aparición de la primera menstruación-, que se presenta en una edad que oscila entre los 11 y los 15 años, hasta la menopausia, fin del proceso de las ovulaciones, el cual se da alrededor de los 50 años, pudiendo ser normal diez o más años antes o después. Sin embargo, muchas jóvenes tienen ciclos anovulatorios -esto significa que tienen la menstruación pero no ovulan- hasta los 16 o 17 años sin que ello suponga la existencia de una alteración de los ovarios, y sólo si estos ciclos persisten durante la edad adulta se requiere tratamiento.

Las hormonas femeninas son los progestágenos, de los cuales el más importante es la progesterona o gestágeno, que facultan al útero para el embarazo, facilitan la secreción de las trompas de Falopio (para la nutrición del huevo fecundado) y preparan a las mamas para la lactancia. Es decir, son las que permiten que la mujer pueda procrear. Las otras hormonas son los estrógenos, (estradiol es el más relevante) que se encargan de mantener los órganos genitales y de producir y mantener los caracteres sexuales secundarios femeninos.

Los caracteres sexuales secundarios son principalmente: desarrollo de las glándulas mamarias o mamas, mal llamadas “senos”; textura blanda y lisa de la piel, distribución femenina de la grasa en todo el cuerpo, que le da esa armonía característica; disposición del vello pubiano en forma de “V”, con vértice inferior; voz aguda; impulso al sexo opuesto; y sentimiento maternal.

Las hormonas sexuales femeninas son responsables, además, del ciclo menstrual, de la preparación del útero para la preñez y el desarrollo de la placenta y, por último, del desarrollo de la glándula mamaria y su preparación para la secreción láctea.

En la mujer, durante el acto conyugal, se producen procesos muy similares a los del hombre -aunque suelen ser más lentos- y, como en él, son de naturaleza refleja; estos reflejos son producidos generalmente por estímulos cutáneos, especialmente en el clítoris y los bulbos vestibulares, trabeculado venoso ubicado a los lados de la entrada vaginal. Las zonas erógenas de la mujer son: el resto de sus órganos genitales, los labios de la boca, la parte interna de los muslos, los pezones y aréolas, el cuello (la parte posterior a la oreja), la piel de la parte baja de la espalda y otras, que irá descubriendo también su pareja; como en el hombre, se afirma que cualquier zona de la piel o de las mucosas, estimulada de forma adecuada, puede llegar a ser erógena.

Del mismo modo, la corteza cerebral interviene en forma preponderante reforzando o inhibiendo esos reflejos, y los órganos de los sentidos constituyen una fuente importante de impulsos aferentes. Es conocida la importancia de las influencias psíquicas en el acto conyugal. Aquí, es conveniente informar que la psicología de la mujer es distinta de la del hombre: ella se suele excitar más fácilmente a través de las palabras amorosas de su esposo que de lo que el sentido de la vista la estimule, hecho que suele ser en él más preponderante; y la estimulación de las zonas erógenas secundarias es más importante para ella, inicialmente, antes que la de las principales. Es conveniente que los muchachos sepan esto para ir desarrollando su sentido de generosidad, antes del matrimonio.

En muchos aspectos, los cambios que experimenta la mujer durante el acto conyugal son muy similares a los de su cónyuge. He aquí la secuencia:

En la fase de excitación se verifica la erección de los pezones -por contracción de los minúsculos músculos de la capa inferior de la piel- y un ligero incremento del tamaño de las mamas. Las venas que cruzan las mamas se hacen normalmente más prominentes debido al aumento en la circulación sanguínea.

Más adelante, en la fase de meseta, menos definida que la del hombre, la piel se oscurece como consecuencia de la vasoconstricción. Los labios menores y el clítoris aumentan de tamaño y, a veces, también de tonalidad. Los labios mayores se retraen dando así acceso a la vagina, y lo más importante de todo, las paredes de ésta, y especialmente las glándulas de Bartholín situadas en el orificio vaginal, producen una emulsión lubrificante, sin la cual el acto conyugal sería doloroso.

Una vez que se han producido todos estos fenómenos (y sólo entonces) los órganos genitales de la mujer se encuentran preparados para la penetración. Durante las fases de excitación y de meseta la vagina se dilata considerablemente para lograr ese objetivo y el útero se retrae ligeramente, dejando más espacio. Por último, el clítoris se retrae y oculta hasta después del clímax.

Las sensaciones voluptuosas en la mujer se denominan también orgasmo, que va acompañado siempre por una serie de reacciones corporales bastante similares a las del varón: los músculos se ponen en tensión, el cuerpo se arquea -igual que en el hombre- y los dedos de los pies se contraen; pero en determinadas ocasiones el orgasmo femenino puede llegar a provocar, incluso, la pérdida de la conciencia durante un corto intervalo de tiempo.

En el orgasmo femenino se producen contracciones de los músculos lisos de la vagina desde su parte más baja hacia arriba hasta el útero, el cual también se contrae, como queriendo atraer hacia sí el semen; de hecho, se sabe que si esto se produce, los espermatozoides estarán cerca del óvulo en un lapso de 5 a 10 minutos. De hecho, la mujer es algo más fértil cuando es inseminada por un acto sexual normal que cuando lo es por métodos artificiales, lo cual indica la importancia funcional del orgasmo femenino. También es posible que los mismos reflejos aumenten la motilidad del útero y de las trompas de Falopio ayudando a transportar el esperma hacia el óvulo. Además, el orgasmo parece producir dilatación del cuello del útero durante cerca de media hora, con lo que permite el fácil transporte de los espermatozoides. En pocas palabras, todo facilita la fecundación.

La fase de resolución puede ser más corta en la mujer, y tras ella puede producirse un nuevo orgasmo.

 

  1. La procreación

Todo lo anterior hace concluir varios aspectos naturales frecuentemente olvidados, quizá por muy simples:

  1. “Genital” viene del latín “generare”, esto es, generar, procrear, tener hijos. Significa que la genitalidad, como se había dicho anteriormente, es única y exclusivamente para procrear; no así la sexualidad.
  2. El pene, cuando el hombre está excitado, tiene una forma casi exactamente igual a la de la vagina cuando la mujer se encuentra en la fase de excitación. Por eso se puede decir, aunque suene demasiado obvio, que el pene es para la vagina, y que esta es para aquel.
  3. En el varón, la eyaculación es el final de todo el ciclo excitatorio, como las contracciones vaginales hacia adentro lo son en la mujer.
  4. En cuanto ocurre la ovulación, la pared del útero experimenta ciertas transformaciones encaminadas a que el hijo pueda desarrollarse cuando se implante en ella.

De esto se desprende que la naturaleza prepara minuciosamente el camino para la gestación de un nuevo ser y que por tanto todo el proceso tiene como finalidad la procreación.

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Pero, ¿cómo ocurre la fecundación y el embarazo? ¿qué es lo que sucede después? He aquí la secuencia de eventos:

El semen, con toda esa cantidad de espermatozoides, es dejado al final de la vagina, en frente a la entrada del útero, el cuello uterino. Una vez allí, todos los espermatozoides comienzan a mover su flagelo o cola, con el fin de comenzar a moverse. No se ha descubierto nada que los guíe para llegar al óvulo, se mueven en todas las direcciones. Ese proceso se produce con el gasto de una gran cantidad de energía proveniente de las mitocondrias que el espermatozoide lleva en ese flagelo, unos “almacenes” de energía. Además, esto se ve beneficiado porque en el líquido en el cual están contiene, como se dijo anteriormente, mucho alimento.

Si la mujer está en el período de la ovulación, el cuello uterino no sólo estará más abierto, sino que su moco será más fluido, facilitando así el paso del semen. El endometrio secretará grandes cantidades de elementos nutritivos para ponerlos a disposición del nuevo ser formado a partir de la fecundación.

Muchos de estos espermatozoides morirán en ese camino; en realidad, unos 5.000 penetran en la trompa de Falopio, y sólo alrededor de 1.000 a 3.000 rodearán al óvulo, para que uno solo penetre en él.

Ya que el espermatozoide vive aproximadamente de 24 a 72 horas dentro del cuerpo femenino, y el óvulo cerca de 24, las posibilidades de que haya fecundación son proporcionalmente pocas: esos cuatro días, de cada ciclo de veintiocho, son realmente los que tendrán como final un embarazo.

Una vez que la membrana del óvulo ha sido perforada impedirá el acceso que cualquier otro espermatozoide intente.

Unos segundos después, los 23 cromosomas del espermatozoide -del padre- se conjugarán con el mismo número de cromosomas del óvulo -de la madre- formando un nuevo ser humano, con todas las características genéticas escritas en ellos. A partir de este momento, sólo la muerte podrá detener el proceso intra o extra-uterino de crecimiento y desarrollo de este nuevo ser.

Vale la pena añadir que, desde el punto de vista genético, desde el momento de la fecundación, esta nueva vida humana es única: no existe otra conjugación igual de genes.

La única excepción a esta regla es la del embarazo gemelar. Se dan dos casos: el de los gemelos idénticos, en donde un cigoto se duplica y a partir de estas dos células se forman dos niños con la misma carga genética; y en el otro, el organismo de la madre provee dos o más óvulos en una misma ovulación (más frecuente que el anterior), en el cual cada uno de ellos es fecundado por un espermatozoide, siendo así, genéticamente diferentes.

El síntoma clásico del embarazo es la falta de menstruación, acompañada de un incremento del tamaño de las mamas y, con frecuencia, también de náuseas y vómitos.

Cuando se desea un diagnóstico precoz, puede recurrirse a diversos métodos analíticos sencillos, que permiten detectar la presencia en la orina de una hormona producida en la placenta, de modo muy acertado. O mejor aún, la prueba que se realiza con una pequeña muestra de sangre, examen más sencillo, a la vez que informa del embarazo con mayor anterioridad.

Es importante que la embarazada se someta a controles médicos periódicos. Debe además abstenerse de: consumir productos que puedan perjudicar a su hijo, como el alcohol, el tabaco (cigarrillos), ya que el índice de abortos espontáneos es mayor en las madres fumadoras -y en el mejor de los casos sus hijos nacen con menor peso- y en general, cualquier medicamento que no sea prescrito por el gineco-obstetra.

Su alimentación debe ser rica en proteínas, pero no excesiva en calorías. En la mayoría de los casos conviene incrementar la ingesta de hierro, con el cual se elabora la hemoglobina de los glóbulos rojos del feto.

Por último, es necesario informar al radiólogo antes de la toma de radiografías, para evitar posibles daños al hijo.

El embarazo produce cambios importantes en todas las funciones del organismo materno. La ovulación y la menstruación quedan suspendidas y el útero aumenta progresivamente de tamaño para albergar al feto en crecimiento produciendo la típica prominencia abdominal de las mujeres embarazadas.

Por otro lado, es frecuente encontrar que las hormonas afectan el estado emocional de la mujer embarazada y que por eso conviene que el marido sea prolijo en cuidados y atenciones. Es necesario que los jóvenes se eduquen en este aspecto desde tempranas edades, ya que el varón no es sometido -en toda su vida- a estos cambios hormonales.

Durante el crecimiento y desarrollo dentro del vientre de la madre (intrauterino) y fuera de él, el individuo formado recibe varios nombres: el primer nombre que se le da al ser humano es cigoto, esto es, un ser humano de una célula. Esta célula original comenzará a dividirse en varias más, hasta que adquiere la forma de una mora (con unas 100 células o más) y pasará a llamarse mórula; luego de lo cual, se llenará de líquido en su interior, con lo cual se convierte en blástula o blastocito. En el momento en que se adhiere de la “piel” interna del útero de su madre (el endometrio), pasa a llamarse embrión, y al llegar a los 60 días de formado se convierte en feto, pues ya tiene todo su organismo completo, sólo le falta crecer y desarrollarse, para transformarse, con el nacimiento, en niño, luego en adolescente, en joven, en adulto, en anciano

 

 

III. TRASTORNOS DE LA GENITALIDAD

 

Conocida ya la diferencia entre sexualidad y genitalidad, se pueden definir como trastornos de la genitalidad aquellos que involucran únicamente las fallas genéticas, congénitas y adquiridas de los procesos fisiológicos de los órganos genitales y de los genitales mismos, los cuales se tratarán en este capítulo, mientras que se dejarán para más adelante los trastornos de la sexualidad propiamente dicha, que se refieren más al comportamiento sexual.

 

  1. Hermafroditismo

En el individuo normal los caracteres sexuales primarios y secundarios, reseñados más arriba, se reúnen armoniosamente para formar un ser masculino o femenino. Cuando esto no sucede se habla de hermafroditismo.

El hermafroditismo propiamente dicho consiste en la mezcla de tejido ovárico y testicular en las gónadas (testículo u ovario), o bien, cuando el individuo posee un ovario y un testículo. Este trastorno es excesivamente raro.

El seudohermafroditismo, mejor conocido como estado intersexual, es, en la mujer, un exceso de producción de hormonas masculinas por parte de las glándulas suprarrenales, mientras que en el hombre obedece a un defecto en la producción de hormonas masculinas o a una falla en el metabolismo que impide que la secreción de testosterona ejerza su influencia sobre las células del cuerpo. Este trastorno, aunque se ve más que el hermafroditismo, es también bastante raro, si se lo compara con la homosexualidad, que se tratará en el próximo capítulo.

Ambas patologías se corrigen con cirugías, con el fin de mejorar la apariencia y el funcionamiento de los genitales externos e internos y/o con la administración de hormonas que favorece la adecuación de los genitales y el aspecto físico general del afectado al sexo que le corresponde.

 

  1. Malformaciones congénitas

Los órganos genitales masculinos pueden tener, entre otras menos comunes, las siguientes malformaciones congénitas: que el pene esté incurvado, que el orificio externo de la uretra esté en la parte ventral (por debajo) del pene o en la dorsal (por encima), que los testículos se queden en el abdomen (allí se forman y no bajan) o que desciendan a otro sitio, que se acumule líquido alrededor del testículo y que no se desarrollen las vesículas seminales o los conductos deferentes.

En la mujer, las fallas congénitas más frecuentes son la tabicación (formación de tabiques o separaciones de paredes delgadas) de la matriz o la duplicación del útero, de la vagina o de ambos, y la carencia de orificios en el himen.

Como es obvio, casi todas estas patologías requieren tratamiento quirúrgico, algunas una ayuda de carácter farmacológico, y otras, también, observación continua.

Como en el hermafroditismo, entre más temprano se haga el diagnóstico de estas enfermedades, más posibilidades de recuperación, reparación y/o curación hay.

 

  1. Esterilidad

Desde el punto de vista de la reproducción, la esterilidad es la incapacidad para engendrar hijos.

Se considera que una pareja es estéril cuando no se ha conseguido ningún embarazo después de mantener relaciones genitales durante un par de años sin emplear métodos anticonceptivos. Según las estadísticas, aproximadamente el 10% de las parejas son estériles.

Las causas de la esterilidad son múltiples, puesto que el proceso de la fecundación es complejo. Cualquier falla en este puede implicar esterilidad.

Durante muchos años se pensó que los problemas de esterilidad se debían principalmente a deficiencias en los genitales femeninos. Sin embargo, se ha comprobado que esto sólo es cierto en un 40% a 60% de los casos; en el resto de ellos se asume que la causa se encuentra en el organismo del hombre, si bien en el 10% al 20% de los casos no está establecida su etiología.

El diagnóstico de las alteraciones que producen la esterilidad es muy arduo, pero, mediante las técnicas actuales, aquellas se pueden identificar aproximadamente en un 90% de los casos.

El tratamiento de la esterilidad depende de la alteración que la origina: a veces deben administrarse medicamentos tales como hormonas, antibacterianos o antiinflamatorios; en otras ocasiones es necesario recurrir a técnicas quirúrgicas.

He aquí las alteraciones más comunes que causan esterilidad:

En el hombre:

  1. Criptorquidia o falta de descenso de los testículos desde la cavidad abdominal hasta el escroto. Esto produce destrucción de las células germinativas testiculares.
  2. Trauma: golpes directos, bruscos o repetidos en la región del escroto, que lesionan u obstruyen los conductos espermáticos.
  3. Infecciones venéreas, especialmente sífilis o gonorrea que se transmiten por medio del acto genital inflamando y obstruyendo los conductos espermáticos.
  4. Impotencia (se tratará más adelante).
  5. Prostatitis o inflamación de las glándulas prostáticas que disminuye la motilidad de los espermatozoides.
  6. Orquitis o inflamación de los testículos, que generalmente se produce por el virus de la parotiditis (paperas) o por brucelosis. En este caso falla la producción de espermatozoides.
  7. Varicocele o dilatación de las venas del cordón espermático, que a veces disminuye la producción de espermatozoides.

En la mujer:

  1. Cervicitis o inflamación del cuello uterino, generalmente a causa de infecciones, que destruye los espermatozoides al pasar por el cuello uterino.
  2. Endometriosis o aparición de tejido endometrial en regiones anormales, como trompas u ovarios, que produce obstrucción tuvárica o falta de ovulación.
  3. Endometritis o inflamación del endometrio debido a infecciones bacterianas que imposibilita la implantación del óvulo fecundado.
  4. Deficiencias hormonales por afecciones en hipotálamo, hipófisis u otros, lo que hace que no se produzca la ovulación y que los órganos genitales no se modifiquen para recibir al niño.
  5. Salpingitis o inflamación de las trompas de Falopio, producida por gonorrea, tuberculosis, sífilis…, creando obstrucción de las trompas que impide la llegada de los espermatozoides hasta el óvulo.

Y en ambos:

Alteraciones inmunológicas (alérgicas) o producción de anticuerpos contra los espermatozoides, lo cual los inmoviliza, de modo que no llegan hasta el óvulo.

 

  1. Sida y otras enfermedades

Al buscar las palabras “venéreo” y “venérea”, en el Diccionario de la Lengua Española, se encuentra la siguiente definición: “Patología. Dícese de la enfermedad contagiosa que ordinariamente se contrae por el trato sexual”.

Sin embargo, debido a algunos prejuicios en contra de lo religioso (por venéreo se entiende inexplicablemente algo pecaminoso), en el argot de algunos sexólogos se ha dejado de lado este término para sustituirlo por el de “Enfermedades de Transmisión Sexual” o E.T.S.

Si se acoge la idea de que lo sexual es toda relación entre seres de diferente sexo mientras que lo genital son los actos encaminados a la procreación, como reiteradamente se ha apuntado en estos escritos, y si se tiene en cuenta que casi todas las enfermedades descritas a continuación provienen de contactos genitales, más que de otro tipo de contactos (de piel, mucosas, saliva…, como los besos, las caricias, etc.), habríamos de decir que ambos conceptos (E.T.S. o venéreas) son al menos inexactos. Pero si se asume que es posible el contagio de estas enfermedades sin la relación genital -como a veces sucede- cualquiera de los dos términos es correcto.

Por esa razón, el presente subcapítulo se intitula simplemente como sida y otras enfermedades, de las que se tratarán únicamente las más frecuentes e importantes.

 

  1. Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida)

El sida es una enfermedad progresiva y mortal y, por ahora, incurable.

Esta patología provoca la inoperancia de los sistemas inmunitarios del organismo y así la persona afectada se vuelve muy susceptible a todo tipo de infecciones, las cuales adquieren en él una inusitada gravedad. Dicho de otro modo, el paciente, al perder las “defensas”, comienza a enfermarse de una gran cantidad de enfermedades. Al fin, alguna de ellas se hará tan grave que el paciente morirá. Se podría decir también que es la manifestación de un amplio grupo de enfermedades que se producen como resultado del ataque del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Este virus afecta gravemente al sistema inmune que es el que defiende al organismo de agentes extraños y, como consecuencia, se favorece el desarrollo de serias infecciones, algunos tipos de tumores malignos (cáncer) y otras manifestaciones que tienen como resultado final el deceso del paciente.

Inicialmente se presentan alteraciones diversas tales como fatiga, pérdida de peso, fiebre inespecífica, diarreas, resfriados repetidos, herpes, hinchazón de glándulas, manchas cutáneas y dolores generalizados. En los casos más graves sobrevienen neumonías atípicas (como la producida por el germen neumocistis carinii), un cáncer de piel denominado sarcoma de Kaposi, y otras muchas enfermedades.

Es importante conocer el argot aprobado para esta enfermedad, ya que existe mucha disparidad al respecto:

Frecuentemente se confunden y se mezclan los vocablos “contagio” e “infección”: el contagio se realiza a través de agujas, jeringas, instrumentos quirúrgicos, odontológicos, de peluquería, etc.; mientras que la infección es la que se presenta únicamente a través de la cópula sexual.

Otra confusión nace de no diferenciar el paciente que tiene sida y el paciente que tiene el virus en su interior, siendo portador de él, pero sano por ahora. A este último, se le debe nombrar paciente VIH positivo. Se trata de un paciente que no ha desarrollado la enfermedad, pero que lo hará tarde o temprano. Y, hasta ahora, quien es VIH positivo tendrá sida y está también condenado a morir.

Existe una gran cantidad de seres humanos en el mundo que están lejos de conocer la incidencia de esta terrible enfermedad: no se trata de una endemia, lo que significa: “enfermedad que reina constantemente en épocas fijas en ciertos países por influencias de una causa local especial”. Tampoco se trata de una epidemia: “enfermedad accidental, transitoria que ataca al mismo tiempo y en el mismo país o región a gran número de personas”. El sida es una pandemia, ya que consiste en “una epidemia extendida a muchos países”.

Y el crecimiento de esta enfermedad es geométrico, no aritmético: en menos de 18 años, de unos pocos seres infectados o contagiados este número se disparó a 15’000.000 (OMS, 1993).

Angustiados por la magnitud del problema, los científicos se ven impotentes buscando un tratamiento terapéutico.

Hasta este momento, tres medicamentos emergen como alternativas de tratamiento: la Zidovudina, la Dideoxiinosina (DDI) y la Dideoxicitidina (DCC). Infortunadamente “Con ninguno de los medicamentos comercializados en la actualidad para tratar el VIH se ha podido curar la infección; todos ellos deben considerarse paliativos”, es decir, atenuantes (The Medical Letter, vol. 33, Nº 855 del 19 de octubre de 1991). Agravando el problema, con su uso, en muchos pacientes surgen abundantes efectos adversos: cuando el paciente es tratado con Zidovudina se presentan anemias, neutropenias, náuseas, vómitos, cefalea, fatiga, confusión, malestar, miopatías (enfermedades de los músculos); cuando se ha elegido el DDI se observan cólicos abdominales, diarrea, neuropatía periférica dolorosa, pancreatitis, insuficiencia hepática; y con el uso del DDC se reportan erupciones cutáneas, estomatitis, fiebre y neuropatías periféricas.

La vacuna con la cual se lograría prevenir el problema está siendo desarrollada en muchos países, pero el resultado de esas investigaciones está muy lejano en el horizonte, aunque los medios de comunicación despiertan intermitentemente la esperanza de resultados a corto plazo, para luego desencantar al público dejándolo sin más información.

Ante la perspectiva presente, otros han encaminado sus esfuerzos para ofrecer, por lo menos, un mecanismo de prevención que fuera realmente eficaz. Fue cuando apareció el preservativo o condón, ya no como medio anticonceptivo, sino para evitar la infección por el VIH.

Apoyados por la enérgica publicidad de los productores, se inició la que hoy han atinado en llamar “la era del látex”: guantes que se utilizan en toda actividad que pueda tener riesgo de contagio como en cirugía, odontología, enfermería, bacteriología… en fin, en las áreas de la salud.

La preocupación ha hecho que su uso se propague hasta en otras muchas actividades cuyo mejor ejemplo son las peleas de boxeo, en donde los árbitros se “cuidan” sus manos de posibles gotas de sangre de los adversarios, que acabarían contagiando el VIH, y con él, la mortal enfermedad.

Ahora el peluquero y la manicurista se ven rutinariamente asediados con la pregunta sobre si limpiaron y esterilizaron sus instrumentos y cuchillas.

En el ámbito médico, el tema ha sido tratado muy ampliamente: las revistas científicas y gremiales reiteradamente informan sobre el riesgo de contagio del profesional y sobre las precauciones que se debe tener al atender un paciente con la enfermedad o cuyo resultado haya sido positivo y, por lo tanto, sea un portador sano. En odontología, por ejemplo, ha quedado establecido que, si bien algunos estudios muestran el virus en la saliva, esta no ofrece posibilidad de contagio. No ocurre lo mismo con la sangre: si una gota de sangre infectada entra en contacto con cualquier erosión de la piel o de las mucosas de la boca, nariz u ojos del profesional, lo expone grandemente. De ahí que siempre que se entra a un consultorio odontológico, se le ve con guantes, tapabocas y gafas. Parece que con estas precauciones fuera difícil el contagio del profesional, sobretodo, teniendo en cuenta que es poco probable que se sumen las tres condiciones para que se establezca el contagio: que el paciente sea un portador sano o sufra de sida, que salga sangre en el acto operatorio y que vaya a caer precisamente en el sitio de la excoriación, si es que la tiene. Sin embargo, algunos autores recomiendan a los odontólogos el uso de doble guante.

Y en el campo del comportamiento sexual, el preservativo se erige como la panacea de la prevención del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida:

-“¿Es Ud. homosexual? ¿Es Ud. bisexual? ¿No vive Ud. la monogamia con su cónyuge? [Estos son los renglones donde se presenta mayor índice de incidencia de la enfermedad].

-Use el condón y tendrá la mejor prevención.”

Es la campaña que hoy se conoce como “sexo seguro”.

Sin embargo, en el aspecto de la cópula sexual, el trauma sobre las mucosas es sin temor a equivocaciones mucho mayor: después de cada acto genital, en la mucosa del pene y de la vagina se presentan erosiones o excoriaciones, producto del fuerte roce o trauma normal. En este caso se pierde tejido epitelial de la mucosa, facilitando así el ingreso del virus al torrente circulatorio y, por lo tanto, de adquirir el virus y/o de desarrollar la enfermedad.

Si se considera que la mucosa del ano y del recto está completamente exentas de un moco capaz de lubricar, tal como lo hace la vagina en la cópula sexual, aparecerá un porcentaje mucho mayor de excoriaciones en las relaciones homosexuales entre hombres, o en las de pareja, cuando el coito es anal. Completamente desatinado es creer que aquellos condones que tienen glicerina van a suplir en su función lubricante a la vagina, pues esta lo hace durante todo el acto, mientras que la glicerina está destinada a lograr únicamente más facilidad de penetración al inicio de la relación.

En ese sentido, expertos suizos, como los doctores Scheriner y April desde 1990, se han referido al tema diciendo: “no hay pruebas rigurosas de que [el preservativo] sea eficaz […] es una peligrosa ilusión”. En el Centro de Enfermedades de Atlanta, también desde hace bastante tiempo, expresaron que el preservativo “puede reducir, pero no eliminar el riesgo” (Morbidity and Mortality Weekly Report, 1987).

Aunado a estos aspectos, ha de tenerse en cuenta la información recopilada por el Dr. Aquilino Polaino-Lorente, catedrático de medicina en la edición de julio/septiembre de 1992 de la revista española Atlántida, donde se afirma que los preservativos, como anticonceptivos, tienen un fracaso que oscila entre el 5% y el 20%. Entre sus diversas causas se ha establecido que el tamaño del espermatozoide juega un papel muy importante, ya que puede atravesar los poros del condón de látex, falla que intentan mejorar todos los productores con novedosas adiciones químicas y físicas, pero que encarecen el costo de los mismos y que, hasta ahora, dan resultados poco satisfactorios.

El Dr. Sgreccia, en sus Actas de la IV Conferencia Internacional sobre sida: “Sida y procreación responsable”, llama la atención sobre el hecho de que la partícula del VIH es 500 veces más pequeña que el espermatozoide, lo cual hace más fácil su filtración y aumenta el porcentaje de transmisión.

Si la política gubernamental es entregar a los drogadictos jeringas desechables o donar preservativos a todo nivel, como dijera el director del Departamento de Epidemiología viral de Veteada, en EE.UU., el Dr. Blattner, se logrará un aumento del abuso de drogas y un incremento en la promiscuidad sexual y, por ende, el aumento de las conductas arriesgadas.

Aquí vale la pena reevaluar las políticas estatales: la “seguridad” que dicen ofrecer los preservativos disparará la actividad sexual de homosexuales y de heterosexuales a niveles donde el porcentaje de infección -obviamente- crecerá proporcionalmente: no es lo mismo el porcentaje de sida de un número bajo de relaciones genitales que el de uno alto que provenga, especialmente, de la promiscuidad.

El incremento de esas conductas arriesgadas irá -paradójicamente- en contra de la finalidad de toda política gubernamental que pretenda disminuir la incidencia de la infección.

Un aspecto del que no se puede hacer caso omiso y que quizás explique -por lo menos en parte- la actitud de los gobiernos, es la manipulación de que son objeto por parte de los productores del látex. Convencidos, como están, de que sus ganancias seguirán multiplicándose si todos se persuaden de que el único camino para la detención de esta pandemia es el uso del preservativo, impulsan y apoyan con todos los medios a su alcance toda iniciativa publicitaria que el gobierno pretenda realizar en pro de su único interés: el lucro.

La palabra clave es, entonces, prevención. Una manera de frenar la propagación de este mal.

Ya que todavía no se dispone de vacuna que prevenga la infección y teniendo en cuenta que la enfermedad no depende tanto de factores ambientales como sucede con el cólera u otra patología producida por virus, caso en el cual la estrategia iría encaminada a su control (agua, alimentos… etc.), como de comportamientos personales libres y voluntarios, no queda alternativa diferente a encaminar todos los esfuerzos para que el pueblo dirija sus actitudes sexuales de una manera racional, no solamente desde un punto de vista frívolo y hedonista.

El modelo de prevención, entonces, será completamente diferente a los acostumbrados en estos casos. Bastará contemplar los grupos de riesgo y los grupos en los que no lo hay o está disminuido, ya que éstos son bien conocidos por la constante información que imparten los medios de comunicación.

En este camino, el primer aspecto que debe replantearse es el aspecto del comportamiento sexual y el segundo es el comportamiento frente al uso de drogas. Para erradicar el sida o, por lo menos, para disminuir el número de infecciones y de enfermos la llave está en modificar esos comportamientos y no tanto en marginar injustamente a los grupos en que es mayor la probabilidad de que aparezca la enfermedad. Por esa razón, es más exacto hablar de conductas de riesgo, en vez de “grupos de riesgo”.

Conductas de riesgo:

  1. Homosexualidad o cópulas sexuales entre personas del mismo sexo (hombres, casi siempre). El índice está alrededor del 43% de los afectados en el mundo entero.
  2. Promiscuidad heterosexual o cópulas sexuales con diferentes personas del sexo opuesto. Aproximadamente el 28% de los que tienen el VIH.
  3. Bisexualidad o cópulas sexuales con seres del otro y del mismo sexo. Cerca del 22%.
  4. Drogadicción o uso de fármacos que producen adicción y que se administren por vía parenteral (inyectados).

(Deben adicionarse, ya no como conductas de riesgo sino como grupo de riesgo los pacientes hemofílicos, los hijos de madres infectadas portadoras sanas o no y algunos profesionales de la salud.)

Casi completamente exento de riesgo, como se sabe, están los componentes de las parejas estables, monogámicas (un solo hombre con una sola mujer) no toxicodependientes.

Es de notar que los índices de contagio nunca han superado el 1% (están cerca del 0.8%), esto significa que las transmisiones hechas sin relaciones puramente genitales son muy pocas, comparadas con el total (de cada 200 personas afectadas, sólo una o dos); sin embargo, son los que más popularidad tienen en los medios de comunicación.

Si el gobierno y los productores hubiesen dedicado todos sus esfuerzos -y los dineros gastados en difundir el uso del preservativo- para educar al ciudadano en los aspectos relacionados con la verdadera prevención, de manera que aprendieran a establecer relaciones genitales sólo con una y la misma persona y a dejar de consumir drogas, ya se estarían observando los resultados de sus campañas en la disminución de la incidencia y de la incidencia de esta terrible enfermedad; además, la amenaza que se cierne sobre gente inocente estaría también dramáticamente disminuida.

En muchos casos, aparece velado un intento de imponer una cultura que trivializa la sexualidad humana colocándola en un plano mucho menor del que posee per se: el plano donde todo está permitido, donde se separa el sexo del amor y de la fidelidad, donde el cónyuge se convierte en un objeto de utilización sexual, ya que lo único valedero, lo único que importa, el fin principal, es el placer.

Los estados deben asumir un compromiso cultural y educador, compromiso que están bastante alejados de la actual realidad que hace crear ilusiones vanas y falsas en un “sexo seguro” y propende a la irresponsabilidad sexual y no a la dignidad del hombre y al orden social.

Otro tanto deben hacer los medios de comunicación. ¿Cuándo asumirán la idea de que su responsabilidad es mayor que la que tienen como simples ciudadanos? En sus manos está una gran capacidad de influencia sobre la moral y las costumbres. ¿Por qué no aprovecharla en beneficio de un bien común?

El descubridor del sida y presidente de la Fundación Mundial de Investigación y Prevención del Sida, Luc Montagner, dijo, en el marco del seminario “El niño y el futuro de la sociedad”, que los tres métodos para la prevención del sida son: la fidelidad conyugal, la abstinencia sexual de los solteros y el uso del preservativo. Estas palabras de tan eminente científico hacen pensar que las políticas gubernamentales olvidan los dos primeros puntos, ya que, sistemáticamente erigen al preservativo como la panacea de la prevención del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida cada vez que dicen: “Si decides tener relaciones sexuales, usa siempre condón.”

Todo lo precedente parece ser también confirmado por las palabras del mismo doctor Montagner, quien puntualizó que la rápida difusión del sida ha de atribuirse en parte a la disociación entre sexo y procreación.

Esa es la explicación para que de los 800 sexólogos presentes en el Congreso Mundial de Sexología, que tuvo lugar en Heidelberg, Alemania, ni un solo experto contestó afirmativamente cuando se les preguntó si tendrían relaciones sexuales con algún enfermo de sida o con un VIH positivo, utilizando un preservativo.

“La Organización Mundial de la Salud quiere que se sepa que sólo la abstinencia sexual o la absoluta fidelidad eliminan el riesgo de infección” (EB 89. R 19, del 28 de enero de 1992).

Aún estamos a tiempo.

 

  1. Sífilis

Es esta una enfermedad infecciosa, generalizada desde su comienzo, que se trasmite por medio de la piel o de las mucosas, y que es capaz de afectar a cualquier órgano o estructura corporales. La sífilis es una de las más graves enfermedades de este grupo.

No está excluida ninguna edad de esta enfermedad pero, lógicamente, se da con mayor frecuencia entre los 15 y los 45 años, período en el que, normalmente, se mantiene una mayor actividad genital. Aunque afecta por igual a ambos sexos, se diagnostica con mayor facilidad en el masculino.

Esta afección la produce el microorganismo Treponema Pálido, que tiene forma de espiral. Por medio del microscopio es posible observarlo en las lesiones originadas por la infección.

Se divide en dos grupos: sífilis precoz y sífilis tardía. En el primer grupo se incluyen las llamadas sífilis primaria y secundaria; en el segundo, la sífilis terciaria. Entre la dolencia precoz y la tardía existe un período, denominado sífilis latente, en el que la enfermedad no produce síntomas. En el período primario se manifiesta, ante todo, por una úlcera indolora en el mismo lugar en que se ha producido el contacto, por lo general en el pene o en la vulva. Esta úlcera, denominada chancro, siempre se acompaña de la inflamación de uno o de más ganglios cercanos. Entre los 10 y 15 días siguientes, la lesión desaparece y, si no se ha aplicado el oportuno tratamiento, en un período que varía entre los 20 y los 60 días aparece la sífilis secundaria, que se caracteriza por una roséola que se extiende casi siempre en toda la superficie corporal, pápulas en las palmas de las manos y en las plantas de los pies, caída del cabello, verrugas en la región genital y otros signos, si bien algunas pueden no estar presentes. Si tampoco se hace tratamiento, las lesiones desaparecen paulatinamente y al cabo de 15 a 20 años reaparecen, ya con características mucho más graves. Se trata de la sífilis tardía, que afecta a diversos órganos y al sistema nervioso. En este estadio es mucho más difícil el tratamiento y con frecuencia fracasa.

Mediante antibacterianos, entre los cuales el más eficaz es la penicilina, se hace el tratamiento, el cual debe realizarse bajo la supervisión médica.

Es conveniente saber que los homosexuales están más expuestos a sufrir enfermedades venéreas que el resto de la población, en especial porque suelen tener numerosas parejas sexuales, con lo que se incrementa el riesgo de este tipo de afecciones. Por otra parte, pueden quedar infectados por la sífilis sin advertirlo, si la primera lesión que produce esta dolencia, el chancro, se sitúa en los alrededores del ano, donde es poco visible. Por todo ello, algunos departamentos médicos en muchos países se les ha recomendado que se sometan a la prueba diagnóstica de sífilis aproximadamente cada uno o dos años.

 

  1. Gonorrea o blenorragia

Esta enfermedad es infecciosa y por lo general afecta a los conductos genitales y, en casos más raros, a la faringe o al recto. Está causada por la bacteria Neisseria Gonorrhoeæ o gonococo, y se contagia casi exclusivamente por medio de la cópula sexual con una persona infectada.

En los varones el síntoma más típico es una secreción amarillenta que aparece en el meato urinario. Con frecuencia se acompaña de una necesidad de orinar más veces que de costumbre y de ardor al evacuar la orina.

En las mujeres los síntomas son mucho menos claros: lo más común es que se tenga una sensación muy ligera de picor en los genitales externos y que exista un discreto flujo vaginal, de color blanquecino o amarillento.

El tratamiento se hace con antibacterianos, incluyendo siempre al cónyuge en esta terapia.

 

  1. Otras

Una de las enfermedades que ha ido en aumento en los últimos días es el Herpes Simple, infección crónica de las mucosas genitales, que consiste en la formación de pequeñas vesículas que suelen agruparse en forma de ramillete. El virus que la produce -del mismo nombre de la enfermedad- es el tipo 2. Desafortunadamente hoy no hay tratamiento realmente eficaz, de manera que sólo pueden combatirse los síntomas y prevenir la sobreinfección.

Las infecciones de las vías genitales por hongos, que suelen ser causadas por Cándida Albicans, se conocen con el nombre de Candidiasis Genital, y son cada día más frecuentes sobretodo en mujeres. Suelen producirse por contacto genital, pero también pueden proceder del intestino. El aumento de su frecuencia se debe, en parte, al uso indiscriminado de antibacterianos y al gran número de mujeres que toman píldoras anticonceptivas. Las mujeres suelen presentar irritación vulvar y exudado vaginal. Con frecuencia, la irritación es intensa y el exudado escaso. La vulva puede estar enrojecida y tumefacta, con excoriación y fisuras, y la pared vaginal cubierta de un material caseoso blanco, aunque a veces de aspecto normal. El tratamiento se realiza con antifúngicos (antimicóticos) locales y generales.

Otras enfermedades de menor incidencia son: tricomoniasis, balanopostitis y balanitis, proctitis, chancroide, linfogranuloma venéreo, granuloma inguinal, verrugas genitales y otras infecciones inespecíficas.

 

  1. Trastornos por falla en el aseo de los genitales

En cuanto se refiere al aseo personal, emerge como capítulo de primordial importancia que el niño aprenda, desde temprana edad, a lavarse muy bien el glande y el prepucio, levantando este último. De no hacerse esto, pueden aparecer unas pequeñas formaciones blancas en el surco balano-prepucial, surco que como lo dice su mismo nombre, divide la base del prepucio y el glande (o balano). Esas formaciones, conocidas con el nombre de esmegma, resultarán desfavorables para la mujer que tenga contacto genital con él, pues se consideran precancerosas: tienen el riesgo potencial de facilitar el aparecimiento de carcinoma (cáncer) de cuello uterino. Además, el cáncer de pene es más frecuente en varones no circuncidados que tienen poca higiene local.

Es importante acotar que la circuncisión (operación que recorta el prepucio) debe realizarse una vez que, pasados los seis años de edad, el médico pediatra conceptúa que el espacio es estrecho.

Así mismo, a las niñas conviene enseñarlas tempranamente a asearse los espacios existentes entre los labios mayores y menores, y entre los labios menores entre sí, ya que de no hacerlo se acumularán deshechos fácilmente y propiciarán infecciones bacterianas y micóticas (de hongos). Para el efecto, es necesario que sean instruidas para asearse de adelante hacia atrás, con el fin de evitar infecciones procedentes del ano, no poco comunes.

En ambos casos es preciso enseñar a eliminar todo residuo de jabón, que resultaría irritante, especialmente en los tejidos mucosos femeninos, por ser más delicados y sensibles.

Un caso que debe ser conocido por los padres, para no alarmarse innecesariamente, es el de las niñas recién nacidas: ellas pueden tener flujo vaginal desde el primer día de nacidas hasta el décimo, como consecuencia de la estimulación del útero infantil y de la vagina debida a los elevados niveles de estrógenos maternos durante los últimos meses del embarazo. Este fenómeno se corrige por sí mismo y no requiere ningún tratamiento.

 

  1. Cáncer

Los tumores, conocidos también como neoplasias, son formaciones nuevas (neoformación) de tejido, en el que la multiplicación de las células no está totalmente controlada por los sistemas reguladores del organismo y que a veces tiene un carácter progresivo. Casi todos los tejidos del organismo pueden presentar tumores, aunque en algunos lugares son más frecuentes.

Los hay de dos formas:

El benigno, en el que las células de la neoformación se parecen mucho al tejido normal del que han derivado (de donde se han formado) en su estructura celular y actividad funcional. Es generalmente encapsulado, limitado y su acción nociva se reduce a compresión de las partes próximas.

El maligno, en cambio, es de crecimiento periférico, rápido, desorganiza las partes en que se implanta, a veces recidiva (vuelve a formarse) después de extirpado y tiende a propagarse por metástasis, esto es, aparición de uno o más focos del tumor en zonas no cercanas al tumor original. Todo esto hace que su tratamiento sea más complejo y frecuentemente se torna mortal, especialmente si no ha sido descubierto a tiempo. A estas neoplasias malignas se les denomina comúnmente cáncer.

Los órganos genitales no están exentos de estas neoplasias. He aquí las más frecuentes:

 

  1. De mama

Tumor maligno localizado en la mama. Puede afectar a las dos mamas a la vez o solo a una, aunque en este último caso existe el riesgo de sufrirse en la otra. Es el cáncer más frecuente entre las mujeres: aproximadamente un 5% de ellas lo padecen; suele aparecer hacia los 50 años de edad.

El primer síntoma es casi siempre un pequeño bulto del tamaño de una aceituna o de una nuez, de consistencia firme, no doloroso y que en ocasiones retrae la piel de la mama.

Si se trata a tiempo, el pronóstico es más favorable. Si no, puede ser tratado con extirpación de la mama y de los ganglios linfáticos. Como todos los cánceres, puede ser mortal: el 50% de las pacientes viven más de 5 años, y el 25% más de 10 años.

Por eso es muy importante que todas las mujeres aprendan y practiquen el autoexamen mamario. Este examen debe realizarse preferiblemente después de la menstruación, ya que las mamas están menos hinchadas:

  1. Sitúese frente a un espejo y compruebe si ambas mamas tienen la forma y el volumen habitual, y si hay asimetría. Tenga en cuenta que, normalmente, la mama izquierda está un poco más desarrollada que la derecha.
  2. Con las manos en la cintura, contraiga los músculos echando los hombros hacia atrás y observe si el pecho se eleva y si se aprecia alguna alteración en su contorno.
  3. Tumbada boca-arriba, levante un brazo y póngalo detrás de la cabeza. Con los dedos de la mano contraria palpe en profundidad la axila correspondiente al brazo levantado y asegúrese de que no haya ningún ganglio inflamado.
  4. Con las yemas de los dedos pince con cuidado el pezón y compruebe si está situado en el centro de la mama, si se encuentra encogido, si segrega algún líquido o si presenta algún punto doloroso, fuera de lo normal.
  5. Siga suavemente todo el contorno mamario de afuera hacia adentro con la mano del lado contrario al del pecho explorado. Conviene observar la presencia de posibles hoyuelos, durezas o bultos, y si la piel se halla encogida.
  6. Presione el pecho con los dedos haciendo círculos concéntricos hacia el pezón para detectar si hay alguna zona dolorosa.
  7. Ante cualquier señal detectada acuda de inmediato al ginecólogo.

Debe advertirse que el uso de la píldora anticonceptiva favorece la tensión de las mamas y el dolor a la palpación, especialmente si son altas las dosis de hormonas que contienen.

 

  1. De cuello uterino

Es un tumor maligno que se localiza en los tejidos del útero. Este órgano resulta afectado principalmente por dos tipos de cáncer: el cáncer de cuello uterino y el de endometrio.

El primero es uno de los más frecuentes en las mujeres, siendo superado tan sólo por el cáncer de mama y el de piel. Se presenta más frecuentemente después de los 40 años de edad.

La aparición de flujos y de hemorragias anormales suelen ser los primeros síntomas, junto con la pérdida de sangre tras el coito. Otros son el dolor en la espalda o en el bajo vientre, la pérdida de peso y la anemia.

El cáncer de útero, si no recibe ningún tratamiento, evoluciona diseminándose a otros órganos, tanto por invasión de las estructuras vecinas, como por propagación a través de la circulación sanguínea y linfática (metástasis).

Si el tratamiento se instaura antes de la diseminación, el pronóstico es más favorable para la paciente.

Para el diagnóstico precoz es necesaria la citología:

Desde la adolescencia hasta los 20 o 25 años conviene someterse a un examen ginecológico cada 2 o 3 años. En él se comprueba la normalidad de los órganos genitales y de la función hormonal de los ovarios. A partir de esa edad es recomendable efectuar la exploración anualmente, con el fin de detectar cualquier posible enfermedad.

Una prueba esencial en estas visitas es el frotis de Papanicolau, gracias al cual puede diagnosticarse el cáncer de útero en una fase en la que todavía es posible tratarlo con éxito. Lo que el ginecólogo examina con esta prueba son las células que se desprenden de las paredes de la vagina y del cuello del útero, las cuales se encuentran mezcladas con las secreciones glandulares de esa zona. Gracias a dicha prueba es posible diagnosticar el carcinoma de útero en un estado precoz de su desarrollo.

La curación consiste en la extirpación parcial o total del útero, junto con radioterapia y quimioterapia.

 

  1. De próstata

El cáncer de próstata es un tumor maligno que afecta a la glándula prostática. Pero debe distinguirse del adenoma de próstata, el cual es de carácter benigno que afecta a un número mucho mayor de varones que el cáncer. Su incidencia aumenta rápidamente a partir del séptimo decenio de la vida.

No suele ocasionar ningún síntoma en las etapas tempranas, pero luego se presentan trastornos en la micción, tales como deseos frecuentes de orinar, acompañados de dificultades en la evacuación de la orina, e incluso, dolores en los huesos cercanos a la próstata.

El tacto rectal es, por tanto, un examen que debe realizarse todo hombre después los 50 años de edad.

 

  1. Otros.

Ya de menor incidencia, en el hombre, el cáncer se puede presentar en el pene, en los testículos y en la uretra

En la mujer, se pueden presentar: el de ovario, el de vulva, el vaginal, el de trompa de Falopio y la enfermedad trofoblástica.

 

  1. Impotencia y frigidez orgánicas

La impotencia orgánica es la más rara de las impotencias (ver más adelante, en trastornos de la sexualidad), y puede producirse por lesiones espinales, por ejemplo en las tabes, en que se interrumpe el arco reflejo de la erección y la eyaculación; lesiones de los genitales, prostatitis, fimosis e hipogonadismo: Otra causa de esta rara afección es el alcoholismo.

Los arcos reflejos citados son influidos por la secreción interna del testículo, por lo que su insuficiencia puede perturbar el acto sexual.

En la diabetes, la impotencia puede deberse a: lesiones arteriales (los genitales requieren de una buena irrigación para la erección) y neuríticas (del sistema simpático).

La frigidez orgánica, también rarísima, suele aparecer después de accidentes o de intervenciones quirúrgicas que afecten los nervios motores o aun sensitivos del área. Las causas físicas también incluyen enfermedades localizadas (endometriosis, cistitis, vaginitis), afecciones sistémicas (generalizadas), trastornos en el sistema nervioso, afecciones musculares, drogas (como los anticonceptivos orales, entre otros).

Consiste en la inhibición de la excitación sexual de la mujer, como se explicará más adelante.

Pero como es bien sabido, tanto la impotencia como la frigidez orgánicas son excesivamente raras frente a las provenientes del aspecto psicológico como se pasa a considerar en el capítulo siguiente.

 

 

  1. TRASTORNOS DE LA SEXUALIDAD

 

Uno de los aspectos más importantes de la sexualidad es el comportamiento. Las relaciones interpersonales entre seres de distinto sexo son diferentes a las que hay entre quienes tienen el mismo: como se estudió, sexo significa división, sección, “mitad en busca de otra mitad”; y esto es, precisamente, lo que hace la diferencia. La persona del otro sexo es, potencialmente, el complemento.

En la búsqueda por el complemento, se encuentra una cantidad asombrosa de errores, producto de la mala comprensión de la sexualidad. En ese contexto, sobresale, por su incidencia en el mundo entero y por la cantidad de daños que produce en la relación de pareja, el machismo.

El machismo sería difícil de definir si no se tuviesen claros los conceptos de sexualidad y de dignidad, más especialmente la de la mujer. El Diccionario de la Lengua Española define el machismo como la actitud de prepotencia en los varones respecto de las mujeres.

Son características de la forma de pensar del machista las siguientes:

– Ella debe ser quien lo complace en todo, incluidos los comportamientos genitales.

– Ella, y únicamente ella, debe ser quien se encarga del aseo, orden y buen funcionamiento de la casa; si él lo hace no será suficientemente “macho”.

– Ella, y únicamente ella, debe ser quien atienda las necesidades de los hijos (pañales, teteros, comida, aseo, ropa, baño, colegio, estudios, diversiones, tiempo de esparcimiento…); así mismo, si él lo hace, no se sentirá “macho”.

– Ella, y únicamente ella, debe ser quien cocine o dirija a la empleada en esos menesteres.

– El, y sólo él, tiene derecho a estar cansado.

– Ella debe ser quien comprenda todo, aun el mal comportamiento de su marido.

– Ella debe esperar que su marido llegue de las fiestas y diversiones con sus amigos y amigas, y no participar en ellas.

– Ella, y únicamente ella, es quien debe comportarse bien. Al “macho” se le permite y se le perdonan todos sus errores.

– El puede llegar tarde, e incluso, borracho.

– Ella, y únicamente ella, debe ser fiel.

– Ella no tiene derecho a trabajar ni a tener dinero.

– Ella no tiene derecho a estudiar.

– Si los dos trabajan, ella debe llegar a la casa a encargarse del hogar, de los hijos y de su esposo, mientras él llega a descansar.

– En lo genital, él tiene siempre la iniciativa; si ella intenta algo, el marido la considerará indigna y hasta “prostituta”.

– Si el esposo no “se satisface” en lo genital, puede buscar otra mujer. Por eso ella debe lograr su “satisfacción” (la del marido) y nunca pensar en la propia.

– El tiene siempre el orgasmo, aunque ella no lo consiga.

– El la fuerza a tener relaciones genitales durante la menstruación, durante el embarazo o en un estado de depresión, independientemente de si ella no lo desea en ese momento.

Una sola cualquiera de estas actitudes es machista.

Aquí caben muchas otras maneras de pensar y actitudes propias del machismo, pero sería una exposición muy grande, sin embargo, todo esto se puede resumir así:

El no la valora como ser humano, como mujer, sino como un objeto de placer y de comodidad. De ahí se desprende, para él, la bondad o maldad de una mujer: si le brinda placer y bienestar es buena, si no, no.

Lo peligroso de estas actitudes es que pueden irse incrementando -y de hecho lo hacen- hasta propiciar el maltrato psicológico y hasta físico, incluyendo los golpes deformantes y hasta fatales.

Más aún, se puede llegar a extremos como el de la extirpación del clítoris de las recién nacidas para “eliminar” en ellas el placer -como sucede en algunas tribus africanas- o, más conocido, al de la poligamia, donde la mujer es solo una más, a quien le corresponde determinado turno. Muchas de las investigaciones que se han podido realizar en aquellas culturas que viven la poligamia muestran un estado psicológico deplorable en las mujeres examinadas. De hecho, su autoestima es mínima. Esa situación es siempre traumática, ya que la dignidad de la mujer es pisoteada, pues pasa a ser objeto de placer en una lista.

Es fácil y obvio concluir que todo machismo es simplemente egoísmo -disfrazado o no- que hace del hombre un ser sin dignidad. Parecido es el significado de algunas acepciones de la palabra “macho”: hombre necio o animal irracional de sexo masculino.

Hasta aquí los análisis sobre el machismo considerado de una manera aislada.

Pero al machismo se suma, en unos casos, la exaltación del “amor físico” o el “amor sensual”, es decir, el erotismo y, en otros, la pornografía (definida en su primera acepción como tratado acerca de la prostitución), que consiste en el carácter obsceno de obras literarias o artísticas, que han producido en los seres humanos de toda la historia, pero hoy más que siempre, una distorsión gigante de la sexualidad y de las cosas que a ella están unidas.

La televisión, el cine, la prensa escrita, la radio, etc., con el fin de conseguir el lucro que los mantiene, al aceptar propagandas encaminadas a promocionar los productos que venden sus patrocinadores, con mucha frecuencia (y cada vez más) no tienen cuidado de elegir las que mejoren la dignidad humana, las que propendan a un bienestar familiar y social, sino que escogen las que mayor aporte económico les produce.

Es así como aparece veladamente el hedonismo, doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida. Muchos mensajes comerciales adolecen de esa falla: subliminalmente van dejando en los televidentes, lectores, oyentes y cinéfilos la idea de que la felicidad es todo lo que produce placer, comodidad, diversión… y erigen al dinero y al poder (que pueden conseguir todo esto) como los fines del hombre de hoy.

De hecho casi todas las propagandas de la televisión o del cine son realizadas por actores jóvenes, “triunfadores” (“triunfar” significa para ellos únicamente tener dinero y el reconocimiento de los demás), atléticos, bien parecidos y con cuerpos esculturales; es muy raro el comercial que presenta ancianos o personas poco atractivas o el que habla de seres fracasados. Por eso, en ellos, reiteradamente la mujer -con su cuerpo- “incita” a comprar todo tipo de artículos o servicios. A veces semidesnuda, otras sin ropa, pero siempre insinuante, este ser humano, en quien habita la potestad de la maternidad, se convierte simplemente en un medio para hacer propaganda con el detrimento de su dignidad; su valor intrínseco queda herido, propiciando el machismo, del que ya se vio su injusticia y su capacidad destructiva.

Casi todos los medios de comunicación se han convertido, en lo que se refiere a estos aspectos, en una lluvia de proyectiles que llegan a los ojos y oídos de los jóvenes todavía en proceso formación, penetran en su alma y en su cuerpo e incitan a colocar en grado sumo el valor de la sensualidad y del goce eminentemente biológico o, cuando más, humedecido por lo psicológico- hasta hacer desordenar el orden cosmológico del que se habló en profundidad en el capítulo primero y sin el cual es imposible entender el presente. Con sus hormonas despertando su atracción hacia el otro sexo, condición propia de la pubertad y de la adolescencia, en medio de un mundo nuevo para ellos y por tanto desconocido, más vulnerables a cualquier estímulo, sentirán una fuerte atracción hacia lo genital propiamente dicho haciendo abstracción de los otros planos en los que la vida del hombre se mueve normalmente, fomentando así la tendencia a esclavizarse con las pasiones hasta llegar a afirmar que son necesidades orgánicas. En estas condiciones será muy fácil el florecimiento del machismo.

Pero además del machismo y el hedonismo, otra enfermedad se cierne sobre el mundo, para agravar aún más el daño sobre los comportamientos sexuales: la mojigatería.

La mojigatería es la exagerada escrupulosidad en el proceder, más específicamente aplicada en estas líneas a considerar todo lo genital pecaminoso.

Para una mejor comprensión de este vocablo en su acepción sexual, puede servir como ejemplo la actitud de un escolar que pedía a sus compañeros lo golpearan con correas para excitarse y así poder masturbarse. Luego de las pesquisas psicológicas pertinentes, se descubrió que la madre, cuando se enteró de que su hijo tuvo la primera eyaculación nocturna, acto completamente fisiológico y por tanto normal, lo “castigó” dándole muchos golpes con una correa. De ahí en adelante, cada vez que esto ocurrió de nuevo, volvió a repetir su acción, hasta que el muchacho asoció el dolor al placer genital.

Fuera de este real ejemplo, son muchos los errores en la concepción de las conductas sexuales por parte de quienes tienen actitudes mojigatas.

A continuación se exponen las consecuencias del machismo, del hedonismo y de la mojigatería.

 

  1. Impotencia

La impotencia sexual consiste en la incapacidad de obtener o mantener una erección del pene de firmeza suficiente como para iniciar o completar el coito. Cada vez se tiende más a hablar de trastornos de la erección en lugar de impotencia, puesto que este término, poco satisfactorio para definir las características del problema desde un punto de vista médico, tiene cierto matiz peyorativo.

Cuando las dificultades en la erección han existido desde las primeras relaciones genitales, se habla de impotencia primaria. Por el contrario, cuando las dificultades en la erección sobrevienen después de un período más o menos largo de relaciones genitales normales, se dice entonces que la impotencia es secundaria.

La impotencia o incapacidad del hombre para realizar el acto sexual es de dos tipos: orgánica y psíquica. Pero la mayor parte de los trastornos de la erección se deben a factores de tipo psicológico que pueden ser de índole personal, la mayor parte de las veces, o bien, estar relacionadas con dificultades en la relación sexual con su pareja (entiéndase, de nuevo, relación sexual, no genital).

Pero casi siempre la impotencia psíquica o psicógena se presenta especialmente en personas jóvenes y se debe a estados emotivos, resultado de la educación machista que hace pensar a los hombres que la erección del pene es signo de virilidad, mientras que la impotencia lo es de ausencia o disminución de la misma. Por eso, muchos señores, al llegar a la edad de 50 años o al acercarse a ella, se angustian tanto con su posible presencia que, paradójicamente, caen en ella.

Aunque suene reiterativo, la impotencia obedece a estos estados emotivos y a otros -depresión nerviosa, miedo, repulsión, sensación de inferioridad, resentimiento, etc.- y no a la insuficiencia testicular. Una prueba de esto son los casos de impotencia en los que se mantiene la capacidad eréctil del pene durante el sueño, mientras que de día son difíciles o imposibles, los cuales son siempre causados por factores de origen psíquico, pues los mecanismos nerviosos que controlan la erección se hallan totalmente intactos. Durante el sueño, la ansiedad o los temores que bloquean la erección no actúan, y esta se ve libre de interferencias.

Su tratamiento esencial se ubicará, obviamente en la causa que la produce. Si una racionalización por parte del paciente es insuficiente, se acudirá a la psicoterapia.

 

  1. Eyaculación precoz

La eyaculación precoz, desde el punto de vista estadístico, es la incapacidad del varón de controlar la eyaculación durante el tiempo necesario para que la mujer llegue al orgasmo, cuando menos en la mitad de los coitos.

Sin embargo hay varios grados: el de quien eyacula antes de la penetración, quien lo hace recién se ha logrado esta y hasta la del que eyacula pasado un tiempo sin que la esposa esté completamente excitada para lograr el orgasmo simultáneamente.

En un altísimo porcentaje de los casos, el trastorno es psicológico:

El varón está ansioso porque piensa que un “macho” debe satisfacer a la mujer siempre, y esta ansiedad le hace fracasar en su empeño.

Otras veces la causa se encuentra en una educación mojigata que presenta a la genitalidad como un acto pecaminoso y, por ende, culpable.

Pero la mayoría de las ocasiones, este trastorno obedece a la sobreestimulación provocada en los jóvenes por los diferentes medios de comunicación, como se dijo anteriormente, en los que se utiliza a la mujer para sus propagandas comerciales aun en productos completamente exentos de uso genital. En efecto, el grupo más grande de varones con eyaculación precoz es el de aquellos que sólo la presentan en las primeras relaciones genitales y está relacionada con la intranquilidad que a menudo se da en esos momentos.

A veces, este problema se resuelve simplemente indicándole al paciente el mecanismo por el que se genera, y dándole unas pocas explicaciones acerca de la conducta sexual normal. Pero otras veces es necesario que asista a la consulta de un sexólogo clínico.

 

  1. Frigidez, dispareunia y “vaginismo”

La frigidez es la disminución de la libido, esto es, del apetito o deseo de goce genital. Resulta poco obvio deducir que la sobreestimulación, así como puede incitar a la eyaculación prematura en el hombre -y como se verá, al furor uterino (ninfomanía) en las mujeres-, también puede generar el efecto contrario, pero así es: uno de los trastornos de la sexualidad de mayor incidencia, como también una de las causas por las que se consulta más al sexólogo, es la frigidez.

El siguiente relato -verídico- puede dar una muestra aproximada de las más frecuentes quejas por parte de las mujeres:

-“Doctor, quiero contarle que me siento muy mal. Mi esposo es bueno, creo que es fiel y aporta el dinero necesario para el hogar. Pero no sé qué pasa: si yo coloco unas flores en el florero, si arreglo la sala de un modo diferente al usual, si me arreglo el cabello o si compro un nuevo vestido y me lo pongo para recibirlo en la casa, él no lo nota. Frecuentemente intento comunicarme con él preguntándole cómo le va en el trabajo y me contesta con monosílabos o me dice simplemente que bien. Cuando quiero comentarle algo acerca de nuestros hijos, de la familia, de mis amigas, no me pone atención o se muestra indiferente. Yo me casé con la ilusión de compartir toda la vida con un ser que amaba mucho y ahora me siento muy triste. En los únicos momentos en que se muestra cariñoso es cuando quiere tener relaciones íntimas. Pero eso me está cansando… ya no siento lo mismo que antes. Mejor dicho, ya no siento nada”.

El autor de este libro ha oído innumerables veces relatos casi idénticos de parte de mujeres que sufren mucho y ya casi sin esperanzas, que se preguntan dónde está la falla o qué causó semejante “cambio” de actitud por parte del marido.

Una causa muy común es la siguiente: teniendo en cuenta la sobreestimulación en la que vive el hombre de hoy, si una muchacha pretende conquistar a un joven a través de incitaciones a lo genital, (como por ejemplo, usando minifaldas altas, pantalones ajustados a su cuerpo, escotes que dejan ver parte de las mamas, etc.), lo inducirá indirectamente a que se sienta atraído hacia eso, no hacia ella. Después, de hecho, será más difícil que, una vez casados, ella pretenda mutar los sentimientos de sus esposos por otros aspectos -iguales o más importantes en la relación de pareja-, como el psicológico y el espiritual.

Es necesario entonces que la hermosa y femenina coquetería sea siempre dirigida por la perspicacia, el ingenio propio de las mujeres, para que el hombre la mire a los ojos, a su alma, y así se enamore de ella y no de su cuerpo; o peor, de una parte de su cuerpo, como suele suceder.

Otras consecuencias de errores como el machismo, el hedonismo generalizado y aun de la mojigatería son la dispareunia y el vaginismo.

La dispareunia es el coito difícil o doloroso, y generalmente aparece durante los intentos iniciales de penetración, llamándose entonces primaria. La causa, en la mayoría de los casos, es psicógena, aunque en un porcentaje menor también puede deberse a traumatismos y a otras causas dispares. La secundaria no se relaciona con el primer coito y en la mayoría de los casos obedece, como se vio, al cansancio femenino en la relación de pareja cuando esta no es sincera por parte del hombre, y puede llegar a convertirse en vaginismo.

El vocablo “vaginismo” no está aceptado aún por la Academia de la Lengua, pero es frecuente encontrarlo en los diccionarios médicos y en todos los libros que tratan sobre sexualidad. Consiste en un espasmo doloroso de la vagina debido a una hipersensibilidad que impide o dificulta la penetración del pene o, en ocasiones, a la aversión extrema de la mujer a la penetración asociada a la contracción de la vagina cuando se intenta.

Los trastornos psíquicos y las preocupaciones, consecuencias de los yerros ya referidos, así como también -algunas veces- una completa insatisfacción sexual, suelen provocar que la mujer contraiga involuntariamente la musculatura de la vagina durante el coito, dificultando la penetración.

En la mayoría de los casos se trata de un problema de comportamiento, sin ninguna lesión orgánica que lo justifique, y es conveniente la discusión con el esposo para que este entienda la dimensión generosa del amor verdadero y procure realizar el acto genital con mayor cuidado y especialmente cuando la mujer haya lubrificado la vagina. Esta información al marido casi siempre es suficiente. Si el vaginismo persiste, la consulta a un especialista que indague cuáles son los factores determinantes y aconseje sobre el mejor modo de solucionarlo, suele solventar el problema.

 

  1. Libídine: desafuero genital y furor uterino (ninfomanía)

Antes de entrar en este tema, conviene revisar las razones por las que la naturaleza dotó al ser humano de ciertos placeres.

Un ejemplo muy útil es el apetito, el deseo de comer.

Aquí vale la pena hacer un análisis: la finalidad del placer puesto por la naturaleza en las papilas gustativas de la lengua, en el paladar y hasta en las mucosas de la boca, es mantener vivo al individuo, lo mismo que el placer que produce el ingerir alimentos cuando se siente hambre. Si estos placeres no existieran, el hombre moriría; se requeriría que hiciera una abstracción mental para comprender que el alimento es necesario para mantener la vida y se diera unos minutos diarios al día para dedicarse a nutrir su cuerpo.

No es fácil olvidar lo que hacían algunos romanos del siglo primero en sus orgías, verdaderas bacanales: como sus viandas eran tan apetitosas, tenían destinados unos lugares ligeramente alejados a los cuales iban de cuando en cuando a vomitar lo ingerido, para regresar a seguir disfrutando de su festín.

A todos le repugna esta descripción, pero conviene mucho sopesar esta acción:

  1. El instinto es un medio (en este caso el apetito es un medio para la subsistencia), pero en las acciones de estos romanos se puso como fin al instinto.
  2. El hombre se diferencia de las bestias por su capacidad de raciocinio y por su voluntad, las cuales deben gobernar a los instintos.
  3. Solo la ausencia de racionalización puede llevar a este desorden de la naturaleza en el que los actos no cumplen su finalidad natural.
  4. Cuando el instinto se convierte en el fin aparece la perversión.

Así mismo, a cualquiera puede parecerle grotesco realizar la cópula sexual si esta no produjera placer.

Es fácil deducir entonces que la naturaleza dotó también de satisfacción al acto que haría que la raza humana no se acabase.

Por tanto, el placer que depara la genitalidad es un medio para la permanencia de hombre sobre la tierra y sería simplemente absurdo no concluir que nunca es un fin para el ser humano.

Pero así es:

Tanto en los hombres como en las mujeres, de nuevo por el influjo del machismo y por la generalización del hedonismo, se puede presentar el deseo urente de genitalidad, hasta de una genitalidad desaforada, cuando se ha mutado el orden cosmológico para buscar únicamente el placer, el goce puramente biológico, dejando a un lado los otros aspectos de la sexualidad humana y convirtiendo al hombre en un ser que lo único que busca es satisfacer sus debilidades, haciendo de sí mismo un esclavo de las pasiones y no un hombre con libertad, ya que cada día tendrá que buscar nuevas fuentes de placer para tratar de llenar el vacío que le produce la constante insatisfacción, cerrando así un círculo vicioso sin fin.

Los planos en los que se mueve el hombre (biológico, psicológico y espiritual) no pueden convertirse en fuentes de esclavitud, no pueden condicionarlo; sin embargo, a veces se habla de “necesidades” genitales.

Así nunca se podría hablar de dignidad humana ni de virtudes o defectos: todos harían lo que los impulsos indicaran.

Cuando el amor se subordina al placer comienzan las dependencias de las pasiones y de las emociones, y aparece la esclavitud.

En eso consiste la libídine: el desafuero genital de los hombres y el furor uterino de las mujeres, llamado más popularmente ninfomanía. La libídine tiene como sinónimos la lascivia y la lujuria, y es la consecuencia más común de los tres males citados al comenzar este capítulo: el machismo, el hedonismo y la mojigatería. Aquí es necesario completar la idea con una alusión a este último: la mojigatería, el pensar que todo es pecaminoso, hace que los educandos (llámense escolares o simplemente hijos), en el momento en que se sienten “libres” de todo peso de sus profesores, tutores o padres, caen en el desafuero en los aspectos genitales con más facilidad que quienes no sufrieron ese oprobio. Por eso es tan errado educar con excesivo recato como con desenfreno. El justo medio, como en todo, es lo ideal.

De la libídine pueden nacer una gran cantidad de desórdenes, los cuales aparecen reseñados en muchos de los libros y revistas que dicen tratar acerca de la sexualidad, libros y revistas que parecen estar dedicados a ella (a la lascivia), y que por lo demás, serán sus propulsores.

Estos desórdenes van, desde el exhibicionismo (impulso a mostrar los órganos genitales), el llamado “travestismo” (el que acostumbra a vestir ropa del sexo contrario) -pasando por las relaciones en las que se tiene el orgasmo por medio de la masturbación o a través de contactos orogenitales- hasta las siguientes: el sadismo (perversión del que provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona), el masoquismo (el que goza genitalmente con verse humillado o maltratado por otra persona), el bestialismo (buscar y encontrar gozo genital con animales), el incesto (relación carnal entre familiares muy cercanos), el complejo de Edipo o de Electra (inclinación sexual del hijo o de la hija, respectivamente, al progenitor del sexo contrario, acompañado de hostilidad hacia el del mismo sexo), la pederastia (abuso deshonesto contra los niños o entre personas del mismo sexo), y otros muchos actos desordenados.

Además, pueden ser la fuente, en algunos casos, de la prostitución masculina o femenina (mantener relaciones genitales con otros a cambio de dinero) e incluso, a veces, aunque a continuación se explica mejor la sodomía (concúbito entre varones).

 

  1. Homosexualidad

Definida como la inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo y la práctica de dicha relación, la homosexualidad, en sentido amplio, abarca a ambos sexos, aunque se usa más para designar este trato erótico entre varones, mientras que el término amor lesbiano (lesbianismo) designa más frecuentemente esa tendencia en las mujeres.

Una de las creencias populares es pensar que la homosexualidad masculina o femenina es de origen genético, ya que de los cromosomas depende también la formación de los órganos genitales y de los caracteres sexuales secundarios. Sin embargo, el homosexual que dirige sus afectos hacia un ser humano de su mismo sexo tiene idénticos órganos genitales y sus células muestran también los mismos cromosomas “X” y “Y” de un hombre, y la mujer homosexual tiene, en todas las células de su cuerpo, dos cromosomas “X”.

¿Qué sucede entonces en estos seres humanos?

Desafortunadamente nadie lo sabe con certeza hasta ahora. Pero hay algunas luces al respecto.

Los siguientes son factores que se cree coadyuvan -que facilitan- el hecho de que un hijo se incline hacia la homosexualidad:

  1. El uso de la píldora anticonceptiva.

Las hormonas sexuales femeninas, estrógenos y progesterona, presentes siempre en la píldora anticonceptiva permiten de vez en cuando -en un valor cercano al 1%- la ovulación y, por tanto, el embarazo. De hecho, ése es el porcentaje de fracasos (llámese “embarazos”) de los anticonceptivos orales. En esas ocasiones, la mujer continúa tomando el medicamento hasta que se da cuenta que está esperando un hijo.

Durante esa temporada es muy probable -lo están investigando los científicos dedicados a esta área- que las hormonas sexuales femeninas sean llevadas al nuevo ser humano que está desarrollándose y evolucionando dentro de unos parámetros bastante lábiles. Cualquier incidencia que les llega a través de los líquidos que atraviesan la placenta puede afectarlos positiva o negativamente. Esa es la misma razón por la que está contraindicado el uso de medicamentos durante el embarazo, a no ser que la balanza riesgo-beneficio haga que el obstetra determine, en ocasiones especiales, formularlos a la paciente asumiendo el riesgo de daño en el embrión o en el feto.

Pues bien, los índices preliminares parecen mostrar que hay más homosexuales en los matrimonios que utilizan la píldora como método anticonceptivo.

Si se tiene en cuenta que el levonorgestrel, aquella hormona que se “implanta” bajo la piel del brazo, uno de cuyos nombres comerciales es el Norplant, actúa con el mismo mecanismo, ha de temerse el mismo resultado.

  1. La educación.

Pero esta circunstancia (el hecho de que la madre use estos anticonceptivos y que ello facilite una tendencia hacia la conducta homosexual) debe tener otros ingredientes. De hecho, se cree imposible sin que, además, exista cierto grado de inestabilidad familiar. Cuando el aspecto psicológico del niño es afectado, muy especialmente por el trato paterno, según los últimos análisis psicológicos realizados en estos pacientes, la alteración provocada por un padre excesivamente distante, hostil, enérgico y duro (y hasta violento), o bien, alejado y frío en sus relaciones con sus hijos, circunstancias ambas bastante más frecuentes de lo que parece en las sociedades eminentemente machistas como la nuestra, como también una madre seductora que domina y minimiza a su marido pueden impulsar a esta propensión.

Si a esto se añade que en los centros educativos mixtos hay mayor incidencia de homosexualidad que en los demás, aunque es completamente erróneo afirmar que serán homosexuales quienes estudien en estos establecimientos, éste se convertirá también en uno de los factores coadyuvantes, si se presentan las otras condiciones y circunstancias. Nadie sabe qué lo facilita. Se ha conjeturado que, ya que el desarrollo intelectual de la mujer es más rápido que el del hombre, el muchacho se verá inclinado a “refugiarse” en sus compañeros del mismo sexo y condición intelectual, quizá intentando reemplazar al padre que, desde el punto de vista psicológico, nunca tuvo. Aunque no se ha visto asociado a esto, no cabe duda de que entre los homosexuales se dan con mayor frecuencia perturbaciones psicológicas.

Por último, y ya que la psicología propia de cada ser sexuado se desarrolla más fácilmente si hay más hermanitos del mismo sexo, si a todo lo precedente se añade que los padres no tienen más que dos hijos -la pareja-, otro sumando se asociará para facilitar este desorden de la naturaleza, en personas que, la mayoría de las veces, no tienen la culpa.

Si la ciencia no da pronto más indicios, estas y algunas otras lógicas conjeturas con ligero soporte científico son las únicas herramientas con las que se puede contar al analizar la tendencia homosexual.

Lo que no se puede seguir afirmando es que se haya comprobado que el factor hereditario o el genético jueguen algún papel.

Al homosexual, como se deduce, nunca se le puede tachar de malo. Sin embargo, a causa del desconocimiento que hay por la mojigatería -de nuevo-, las críticas continuas y especialmente la segregación que se les hace son muy grandes; estas actitudes son frecuentes en el mundo entero y producen mucho más daño que beneficio a la sociedad: todo grupo de personas que se ve afectado por injusticias tales se apartan paulatinamente de quienes pueden prestarles un servicio y comienzan a experimentar que no son miembros verdaderos de la sociedad a la que pertenecen.

Es menester que la comprensión sea el medio inicial para asistir a estos seres humanos sin menoscabo de su dignidad como tales.

Del análisis racional y minucioso de las circunstancias y de la educación que recibieron, como también de los atenuantes que existen, nacerá un diagnóstico acertado y, por ende, un plan de tratamiento objetivo que, llevado a cabo, como se observa en la actualidad, surtirá un efecto positivo en ellos, en quienes los rodean cercanamente y en la comunidad toda.

Se puede afirmar, sin temor a equivocaciones, que el homosexual tiene exactamente la misma dignidad de los otros seres humanos y que así debe ser tratado. Sin embargo, al profundizar en otros aspectos de relevancia, tampoco habrá empacho al decir que la homosexualidad es un desorden de la naturaleza:

Se había dejado sentado en el primer capítulo que para que una relación genital estuviera dentro del orden cosmológico no podría violar el postulado de que el pene está destinado para introducirse en la vagina y esta para ser penetrada por aquel.

A eso debe añadirse, en el caso de los homosexuales varones, el hecho de que tanto el ano como el recto no tienen la capacidad lubrificante de la vagina y que, por tanto, esta relación es completamente antifisiológica, es decir, contradice las leyes de la fisiología. Y en las mujeres es más obvio: o no hay miembro penetrante o se utilizan otras partes del cuerpo o instrumentos.

En ambos casos, el instinto se pone por encima de la finalidad del acto genital -la regla esencial e indispensable está ausente- y, por tanto, este es un acto desordenado.

 

  1. Violación

Cuando acaece una violación, la situación psicológica de la gran mayoría de las mujeres se ve afectada de una manera generalmente grave, llegando a presentarse casos de desquiciamiento total.

Es verdaderamente una injusticia ante la que hay que reaccionar.

En primer lugar, es necesario encontrar la causa de semejante atropello. Parte del problema tiene su origen en la educación sexual del ciudadano, pues recibe una instrucción colegial superficial en donde no se compromete el amor con la sexualidad humana y está sometido, como se vio, a la avalancha de mensajes comerciales, lecturas, programas radiales, televisivos y de cine que invitan a la irresponsabilidad sexual y al deterioro de los valores humanos fuertes que, en situaciones de inestabilidad emocional desencadenan la violencia sexual. Sirve de confirmación de ello que en la guerra o en tragedias naturales, muchos hombres se convierten casi en animales y violan a gente inocente, en su cuerpo, en su derecho a la libertad y en su intimidad.

He aquí una loable meta a lograr por parte del gobierno: la de educación en la moral y en las buenas costumbres de los futuros ciudadanos.

Sin embargo, con respecto a la decisión de abortar que surge a veces, es bueno refrescar las estadísticas: en el “Manual sobre el Aborto” se informa que en Checoeslovaquia, de 86.000 abortos provocados, sólo 22 fueron embarazos producidos por violación y que en un estudio realizado en Minneápolis sobre 3.500 casos de violación, dados en diez años, no se registró caso alguno de embarazo.

Una de las razones para que esto sea una realidad es que durante ese acto violento, por acción de la adrenalina, sustancia que alista al ser humano para defenderse o para huir, el cuello del útero se cierra y su mucosidad se hace más espesa, previniendo así los embarazos no deseados en la mayoría de los casos.

Hoy esta situación es aún menos grave para las mujeres que reciben tal oprobio, ya que se puede eliminar al espermatozoide de la vagina y del cuello uterino con el fin de descartar la posibilidad de la fecundación. Basta que la paciente acuda rápidamente a un centro médico donde le practicarán un “lavado” que impide que el espermatozoide viaje a la trompa a encontrarse con el óvulo y se forme el cigoto.

¿Qué hacer entonces ante el caso del embarazo por violación? ¿Se debe castigar con la muerte al niño inocente? Es verdad que la violación es una injusticia pero, ¿se añadirá un asesinato a la injusticia social? Esto, además, sería hacer más aceptable una situación ya de por sí inaceptable.

Psicólogos nombrados por el Dr. Jêróme Lejeune, Biólogo especializado en genética, afirman que no siempre un embarazo indeseado implica un nacimiento no deseado: en el curso de los nueve meses, la actitud de la madre, incluso si ha sido violada, puede cambiar por completo.

Además, para las madres que no se sientan capaces de hacerlo, quedará siempre la noble opción de la entrega del hijo en adopción: que otros seres humanos puedan encargarse del niño para darle la oportunidad de vivir y de gestarse su propio destino.

Pero no siempre es un extraño el violador: una vez que han adquirido confianza con su ginecólogo o con el sexólogo -más frecuentemente de lo que se cree- algunas pacientes que sufren por sus relaciones con su esposo le comentan que su esposo las fuerza con frecuencia a tener relaciones genitales.

La violación por parte del esposo es uno de los actos que más denigran a la dignidad de una mujer: ya no sólo es el objeto de placer genital, sino que pasa a convertirse en un ser insignificante y bajo, absolutamente esclavizado por quien le prometiera alguna vez amor eterno (!?)…

Esta situación la hace incapaz, por supuesto, de realizar de manera óptima sus funciones como madre, haciendo así de este mal un daño para toda la familia y, por ende, para la sociedad de la que es su célula, como se verá más adelante.

De nuevo, conviene aquí insistir en una educación que impulse a establecer el verdadero valor de la mujer en los muchachos en formación, para lo cual se impone una lucha frontal contra los principales males causantes, como lo son el hedonismo silencioso y el machismo, lucha que, tristemente, todavía no tiene el vigor que debiera, sobretodo viendo las consecuencias desastrosas que conlleva. De la manera como se debe implantar esta lucha se tratará en los capítulos sobre el proceso de la educación sexual.

 

 

  1. TABUES Y EQUIVOCOS

 

Consecuencia especialmente de la mojigatería -que se asienta en la ignorancia- son los innumerables yerros acerca de la sexualidad en general y de la genitalidad propiamente dicha. Muchos de ellos son más frecuentes en determinados estratos socio-culturales.

Los siguientes son los más populares:

 

  1. Fertilidad

 

  1. Días no fecundos al mes

Quizá la mayor fuente de errores con respecto a la fertilidad sea el hecho de que pocos saben que, en promedio, de un ciclo menstrual de 28 días, hay aproximadamente 17 días en los cuales no puede haber fecundación. Si el ciclo es más o menos variable o si el promedio de duración del ciclo es mayor o menor, este número variará, adaptándose a cada caso.

 

  1. Embarazo

Se ha creído siempre que el hecho de estar amamantando asegura la infertilidad de la mujer. Esto será cierto sólo en el caso en el cual el único alimento que reciba el(los) hijo(s) sea la leche materna y que se dé de manera ordenada, esto es, a las mismas horas. Efectivamente: durante este período se ha observado una esterilidad aproximada del 98%, es decir será bastante difícil la concepción.

Otro error que parecerá absurdo al lector después de haber estudiado la genitalidad es saber que hay muchas mujeres que creen que, si no tienen el orgasmo no quedarán embarazadas, pero así es. Desafortunadamente este error es mucho más extendido de lo que pueda parecer.

Lo mismo sucede con las muchachas jóvenes que aceptan las propuestas de sus novios para acariciarse mutuamente desnudos y permitir, sin que haya penetración, que el joven eyacule en sus genitales externos. Aunque es muy poco probable, se sabe de algunos casos en los cuales los espermatozoides lograron realizar el viaje completo dejando embarazada a la muchacha.

Un yerro que en algunos ambientes resulta hilarante es lo que se escucha a veces: algunos han llegado a creer firmemente que si la mujer orina inmediatamente después de tener la relación genital completa, se asegurará con ello de evitar el embarazo. Se comprende, entonces, que algunas parejas no saben que los conductos urinario y vaginal son distintos, que cada uno de ellos tiene su finalidad específica y que en uno no se puede impedir lo que en el otro se realiza.

Y otro concepto igualmente falaz es el que atribuye las malformaciones congénitas (deformaciones y enfermedades del recién nacido) al hecho de haber tomado algunas copas de licor o aun estar embriagado.

 

  1. La cópula sexual

 

  1. El tamaño del pene

Otra de las características del machista, de la que deliberadamente no se habló anteriormente, es “sentir” que puede lograr siempre satisfacer el placer biológico de la mujer. Se ha llegado a afirmar que esa es una de las “medidas” para catalogar qué tan “macho” se es e, incluso, se alardea de eso.

Por eso y por ignorancia, el tamaño del pene es algo que preocupa a muchos hombres con educación machista, pues estos suponen que cuanto más grande se tiene el miembro viril, más eficaz se es durante el coito.

Esta suposición es falsa, puesto que la capacidad de satisfacer sexualmente a la esposa depende esencialmente de factores psíquicos, y no anatómicos; además, como se vio, las zonas erógenas principales -el clítoris y los bulbos vestibulares- están a la entrada y se estimulan siempre que el coito sea normal.

También es rotundamente falso que el pene se hace más grande cuanto mayor número de cópulas sexuales se tengan, o viceversa.

 

  1. Tener relaciones genitales durante el embarazo

Salvo ciertos casos muy concretos -como el de mujeres que han abortado espontáneamente en forma reiterada o el de aquellas que han sufrido alguna hemorragia por mala situación de la placenta-, las cópulas no tienen por qué sufrir ninguna limitación durante la mayor parte del embarazo.

Tan sólo en el período final del mismo es conveniente abstenerse de practicarlas; como norma general se considera que deben suspenderse unas semanas antes de la fecha prevista para el parto, aunque siempre es aconsejable oír la opinión del ginecólogo para cada caso.

 

  1. Tener relaciones genitales durante la menstruación

Al margen de los gustos personales por la pareja, en principio no es perjudicial. Conviene, sin embargo, tener en cuenta que si las menstruaciones son muy dolorosas, el acto sexual puede desencadenar contracciones que aumentarán las molestias y la pérdida de sangre; por otro lado, la mayor predisposición a adquirir infecciones genitales durante esos días obliga a tomar medidas de higiene más rigurosas que en condiciones normales.

 

  1. Pacientes con problemas cardíacos

Sólo algunas patologías del corazón contraindican la realización de la cópula sexual y suelen ser, generalmente, aquellas que incapacitan al paciente, razón por la cual ni siquiera se intentan. De todos modos, el cardiólogo determinará, en cada caso particular, qué precauciones seguir.

 

  1. Posición

Algunos han dejado que las lecturas de folletos superficiales, sin el más mínimo soporte científico, les hagan creer que la posición adoptada para realizar el acto conyugal determinará el sexo del niño si hay embarazo.

Irracional, obviamente, es el concepto que por extensión se ha difundido de que la posición facilitará el nacimiento de un homosexual.

 

  1. Orgasmo

La ausencia del orgasmo femenino en una cópula es, para algunos hombres educados en un ambiente machista, seguridad absoluta de falta de virilidad. Es necesario enfatizar que esa “medida” es errónea, que la virilidad no es lo más importante en una relación y, principalmente, que a la mujer, a diferencia del hombre machista, a veces le basta unas palabras cariñosas como un “te quiero”, una caricia, un abrazo de amor sincero… Así, es posible que en algunas ocasiones no experimente el orgasmo, pero se sentirá feliz.

Además de eso, el machismo ha hecho los orgasmos múltiples de las mujeres uno de los mitos más populares: se cree que todas las mujeres pueden y deben tenerlos, se cree que si no se logra esto, la virilidad no es suficiente o está decreciendo, etc. Ya se había escrito en estas líneas: solo unas pocas mujeres pueden experimentar varios orgasmos en una relación genital y estas no lo hacen siempre; además, aunque les es placentero, la mayoría realmente no lo consideran una necesidad.

 

  1. Ancianidad

El hecho de que la libido comience a disminuir en ambos sexos en determinada época de la vida, usualmente al final de la vida adulta, ha estimulado la idea de que la sexualidad no es posible en la ancianidad.

¡Cuánto error encierran estos criterios! En primer lugar, la genitalidad es posible hasta bien entrados los años. Lo que sucede es que el hedonismo silencioso del que se ha venido hablando ha hecho pensar a muchos que la felicidad conyugal depende casi exclusivamente de una “potencia” genital, y eso fomenta la idea de que, al no poder “satisfacer” al otro, ya no serán “apetecidos”; y entrando a determinada edad, comienza una ansiedad grande que, paradójicamente, producirá ese efecto.

A esto debe añadirse que la mujer presenta, en algunos casos específicos, de trastornos hormonales durante la menopausia. Efectivamente, aunque algunas pueden experimentar simplemente la cesación de la menstruación, precedido o no por un pequeño desorden de las mismas, otras pueden llegar a tener mareos, malestar, hemorragias profusas, desmayos… y hasta la salida de leche de las mamas, todo esto acompañado a veces de períodos de irritabilidad, depresión, etc.

Pero lo más importante, aunque se haya dicho ya varias veces, es que la sexualidad no es solo genitalidad: todas las células del cuerpo -sexuadas- tienden, con el paso de años de trato y de conocimiento mutuo, al complemento real. Además, en esta época de la vida se madura más en el amor verdadero (del que se hablará a continuación), se incrementa el aspecto espiritual de este y se abre casi pasivamente la puerta a una ternura más asentada, menos dependiente de los vaivenes del día… es decir, a medida que la pasión (y hasta la vehemencia) dejan de producir tanta inestabilidad en las emociones en la relación interpersonal, se consolidan las bases firmes y fuertes de una unión más estable y, sobretodo, madura, desde todos los puntos de vista.

No obstante, para que esto ocurra, será necesario ir abonando el terreno con todos los ingredientes necesarios para el enriquecimiento en el amor, como se pasa a considerar.

 

 

EL AMOR CONYUGAL

 

Una de las épocas más bellas de la vida del ser humano, el noviazgo, termina con el momento culminante y más feliz: el día de la boda.

¿Quieres recibir a fulana como esposa y prometes serle fiel en lo favorable y en lo adverso, con salud o enfermedad, y así amarla todos los días de tu vida?

La pregunta se repite para ella.

Ambos contestan que sí, y es muy posible que lo que se prometen ante Dios se lo estén prometiendo a sí mismos, con el firme propósito de cumplir a cabalidad estas promesas y de hacer todo lo necesario para lograr la felicidad conyugal, por el resto de sus días.

Sin embargo, el índice de fracasos matrimoniales se multiplica cada día más: las separaciones son hoy el pan de cada día y, junto con ellas, el dolor y la inestabilidad emocional de los hijos son el resultado funesto para quienes una vez, ilusionados, emprendían el camino que creían les llevaría por la senda de la dicha sin fin.

Hay otros, por el contrario, que han podido sortear las dificultades del acontecer marital cotidiano, y hoy pueden decir que su unión, antes que disolverse, es más firme que nunca. Son esas parejas que cumplen así 20, 30, 50 y más años queriéndose con un amor creciente: cada día más que el anterior, pero menos que el siguiente. Y además, ejemplo de amor que se proyecta a lo infinito.

¿Dónde está el secreto de estas parejas? ¿Cómo hacer perdurar lo que se sintió en el noviazgo o en la noche de bodas? Son las preguntas indispensables para quien desea ser feliz en ese camino, y para quienes no desean para sus hijos las desventajas de tener a sus padres separados.

 

 

  1. AMOR ES…

 

Cada ser humano tiene, basado primero en las circunstancias sociales en las que nació y creció, y también en las experiencias personales, una propia y casi exclusiva visión personal del amor verdadero.

Una vez que se enuncia la pregunta: “¿Qué es el amor?”, las respuestas son tan numerosas, y a veces tan dispares, que algunos han declinado en la lucha por lograr explicarlo.

Debe concluirse que si todos tenemos una versión propia acerca del amor, muchos serán los equivocados. Aunque obvio, esto no deja de ser sorprendente: aparte de la razón y la voluntad -y aun por encima de ellas- el amor es lo que nos diferencia de los otros seres y esto es, paradójicamente, una de las cosas que menos se conoce.

He aquí el por qué de tantos fracasos matrimoniales.

Sin embargo, algunas de las definiciones tienen, al menos, una dirección similar -algo que es un consenso- basados en lo cual, se puede lograr un acercamiento inicial:

Se ha afirmado con certeza que el amor de una madre es el amor más perfecto que existe y que los hijos nunca logran amar tanto a sus madres. Y así es efectivamente: el amor materno es desinteresado y no busca recompensa.

Analicemos la conducta de las madres:

Una madre es capaz de aguantar los mareos, vómitos y hasta desmayos del primer trimestre del embarazo producidos por el cambio hormonal; una madre es capaz de soportar el peso y las incomodidades de los últimos meses; una madre es capaz de sufrir los dolores del parto o aceptar la cesárea, si es necesaria. Todo a cambio de que su hijo nazca bien y sea sano.

Una madre es tan fuerte, que amamanta a su hijo, so pena de que le muerdan los pezones, muchas veces hasta que aparezcan grietas y aun cuando sangran; una madre es tan fuerte que se levanta todas las veces que considere necesario para verificar que su hijo está bien o para darle de comer; una madre es tan fuerte que le cambia los pañales cada vez que llora por la incomodidad que le produce la humedad, haciendo a un lado el asco de oler y/o untarse…

Si su hijo llega a enfermarse, no repara en gasto de tiempo, sueño, dinero, etc. para que ceda o desaparezca su malestar…

Más adelante, cuando su hijo crezca lo seguirá amando con la misma fuerza y lo defenderá de los demás, si quieren dañarlo física o psicológicamente.

Y, aunque se comporte como un mal hijo, siempre lo perdonará, olvidará con facilidad las veces que la ofenda… lo disculpará ante los demás y hablará siempre muy bien de él…

Sólo una madre puede ser ejemplo del verdadero de amor.

Al hacer un análisis del amor materno, se puede observar que en la mayoría de los casos la madre no solo es capaz de hacer muchas cosas por su hijo, sino de privarse de sus necesidades más esenciales por lograrlo; además, no repara en esfuerzos y, siempre, sin esperar nada a cambio.

¿Se encontrará un amor igual en la tierra? Nadie ama o perdona tanto como una madre (y, efectivamente, nadie hace por su madre todo lo que ella hace por él).

Todo esto es entrega desinteresada. Todo esto es sacrificio. Todo esto es amor.

Por tanto el amor es sacrificio.

No significa sacrificio sino que es sacrificio.

De modo que si se quiere saber cuánto se ama, se debe preguntar cuánto se ha sacrificado por ese ser, objeto del cual es ese posible amor.

En cambio, el medio ambiente social y, muy especialmente, los medios de comunicación, hacen que el hombre actual crea que el amor son otros valores:

Cada vez que en una propaganda se muestra un hombre o una mujer siempre jóvenes, esbeltos, atractivos, con un cuerpo sensual, rodeado de aclamaciones, siempre sonriente, quizá fumando un cigarrillo, quizá comprando una beca para estudiar, tal vez adquiriendo determinado producto, el televidente, el cinéfilo o el lector reciben en el subconsciente la idea de que “gozar” es la felicidad.

En este contexto es imperante analizar la palabra “gozar”: gozar es usar algo y experimentar placer con ello.

Así, el joven en proceso de formación va creando en su interior el concepto claro e irrefutable de que todo lo que le produzca placer es bueno para él, y por tanto, útil en la búsqueda de la felicidad.

En las relaciones interpersonales -y sobretodo teniendo en cuenta el marcado criterio machista de hoy- este modo de pensar hace que el muchacho frecuentemente encuentre a la mujer como “algo” que le pueda producir esa sensación de goce, y no alguien con quien quiera compartir su vida y a quien quiere hacer feliz, es decir, que la vea como un objeto de placer.

En las mujeres se da el mismo caso: si pretenden llenar su vacío de amor -circunstancia más frecuente de lo que pueda parecer-, o intentan simplemente “sentirse amadas” cuando buscan a su novio, estarán usándolo para experimentar ese placer meramente psicológico, y no ser su complemento para viajar juntos en pos de la felicidad.

Esta postura, conocida como el utilitarismo, es tratarse mutuamente como cosas: sólo para utilizarse, buscando así, como lo predica su máxima, el máximo de placer y el mínimo de pena y de dolor en la vida.

Si se analiza con profundidad, el utilitarismo es imposible: en algunas ocasiones tendrá que ser placer para el otro (y no gozará del máximo placer), para que luego ese otro sea su fuente de placer.

Por eso este camino es ilógico: o somos destinatarios de ese placer o somos medios para el placer de otros; debo aceptar ser medio, pues eso considero al otro.

Si la miramos con detenimiento, esta posición es errada ya que el valor intrínseco de la persona -su propia dignidad- no puede subordinarse al valor del placer.

Si se traslada el utilitarismo al plano conyugal, se puede descubrir la razón más frecuente de los fracasos matrimoniales: cuando acaba el provecho común, no quedará nada.

Ante estas dos presentaciones de la felicidad del mundo moderno (el sacrificio como fuente verdadera de amor y el placer como medio para alcanzar la “felicidad”), el muchacho o la niña se ven frecuentemente impulsados a elegir la postura más fácil y la más cómoda: aunque el ejemplo del hogar -de la madre- haya sido de valores humanos y de entrega sin interés, los ojos, los oídos y, en general, los sentidos se irán tras los “dioses” del mundo moderno: el dinero, el placer, la comodidad, el prestigio…, y la felicidad individual de cada uno de los jóvenes, la de la pareja, la de la familia y la de la sociedad no pasarán de ser una ilusión.

En cambio, si la relación se basa en desear para el otro lo mejor, aun a costa de ceder en mis propios intereses, y el otro hace lo mismo, la armonía crecerá en ese hogar, el enriquecimiento con valores humanos no se hará esperar y se tendrán mayores facultades para educar a los hijos en ese mismo camino, lo cual sí hará un cambio paulatino en la sociedad.

Amar, entonces, no puede definirse sino como tender ambos al bien. Si tú eres un bien para mí y yo deseo el bien para ti, la relación ya no será el caminar de dos “yo” juntos, sino el de un “nosotros”. Este amor no morirá con la vejez, la enfermedad, la falta de dinero o la disminución de la libido.

Es por eso que están equivocados quienes colocan el amor conyugal en una mesa cuyas cuatro patas son el amor, el dinero, la salud y la genitalidad, pues en el momento en que falle uno de esos cuatro pilares, tambaleará la relación. Si el amor conyugal se sostiene en un sólo pilar -el amor verdadero- que se abre en abanico para soportar todos los otros aspectos de la vida, que pasarán, obviamente, a un importante pero secundario lugar en sus vidas, el triunfo será más factible: si el dinero falta en ese hogar, no faltará la fuerza del amor para colaborar en su consecución; si la genitalidad de uno es menos fogosa o decrece, la capacidad de entrega generosa del otro la suplirá con su ternura; si aparece la enfermedad, siempre se tendrá quién vele amorosamente por él…; en fin, ante la presencia de cualquier circunstancia negativa -circunstancias que siempre se presentarán-, el amor sostendrá la relación.

Sólo el amor lo puede todo. Sólo con amor se solventarán las dificultades. Sólo la entrega generosa y desinteresada salvará a la familia, célula de la sociedad.

Pero volvamos un poco atrás en el tiempo: al noviazgo. Nada se quiere si no se conoce. Por eso es necesario pasar del atractivo que se siente inicialmente (atractivo hacia la persona, no a una parte) a la amistad, y luego, al cariño, antes de llegar al amor. El noviazgo es la etapa que madura ese amor. Además, el noviazgo inicia y desarrolla el proceso de adaptación que lleva al triunfo en la relación y, por ende, al matrimonio. Al no darse adecuadamente, llevará a la ruptura o a una unión desdichada.

Antes de tomar la determinación de casarse, entonces, es necesario que cada uno pueda valorar el amor que se tienen verificando cuántas veces el uno ha sido generoso con el otro, cuántas veces ha dejado a un lado sus intereses, metas e ilusiones personales en pro del otro; es decir cuántas veces se ha sacrificado por él.

Si ambos han demostrado esa capacidad de sacrificio -amor-, y lo han hecho en muchas ocasiones, podrán dar el salto a la unión definitiva contando con el mejor aliado: la generosidad, esto es ¡de nuevo! el amor.

En ese proceso, es necesario evadir las inclinaciones erróneas más frecuentes de cada sexo: el hombre tiende a pensar que el amor es genitalidad, mientras que la mujer se inclina a creer que el amor es sólo sentimentalismo. Ambos están equivocados, como vimos. El amor marital tiene sentimientos, tiene genitalidad, y tiene otros componentes pero, en esencia, es sacrificio.

Si la relación se sostiene en la genitalidad o en el sentimentalismo, como sucede tantas veces (por no decir siempre que fracasa), tarde o temprano sucumbirá.

Los novios pueden evaluarse personal y mutuamente en eso, en cambio, para los esposos esa evaluación casi siempre llegará tarde, especialmente si ya tienen hijos. He aquí la importancia del examen prematuro.

Es por eso que la entrega parcial y prematura, que se da con las relaciones genitales prematrimoniales puede llevar a la frustración: la entrega, como quedó claro, se debe dar en los tres planos para que sea verdadera y humana: entrega en lo espiritual, en lo psicológico y en lo biológico. Estas relaciones genitales son entrega, como su nombre lo dice, genital -biológica-, y es frecuente que los novios se den también en el aspecto psicológico temporalmente, pero su entrega no es espiritual, ya que está condicionada por el tiempo, y una entrega espiritual es para siempre, como se vio en el primer capítulo. Además, nunca una entrega verdadera tiene condiciones.

La prueba de amor más grande es el sacrificio; en ese contexto, si él espera hasta el matrimonio, estará probando su amor verdadero; no así si se hace como se acostumbra: que ella “pruebe su amor” entregándose en lo genital, convirtiéndose en objeto de manipulación y de placer del otro.

En fin, desear la felicidad del otro es la senda del amor verdadero. Pero desearla con los pensamientos, con los sentimientos, con las palabras y, especialmente, con las obras: trabajando por ella con todo el ahínco, con toda la fuerza de que se es capaz. Si la voluntad no cede a lo que no atrae más que a los sentidos y a los sentimientos, su propia aportación creadora en el amor no puede aparecer.

Por tanto, la formación de los jóvenes es fundamental: quienes tiendan a una entrega total tendrán más posibilidades de ser felices.

Debe enfatizarse sin cansancio lo que puede servir de resumen de estas líneas dedicadas al aspecto más humano del hombre: el amor: el amor verdadero implica una mutua entrega.

Llegamos así al final de este capítulo agregando tres características del amor verdadero:

  1. El amor real es creciente, ya que está en una pendiente, no puede estancarse, pues rodará. Aquel que note que su amor no crece, que sepa que está disminuyendo.
  2. El amor no espera, es afanado. Quien ama de veras quiere la unión lo más pronto posible. Los noviazgos largos son prueba, casi siempre, de que el amor no es verdadero, o mejor, de que sencillamente no hay amor.
  3. El amor verdadero se hace extensivo a cada vez más personas: si se aprende a amar a una persona, se notará que cada vez se ensancha más el corazón para que quepan más y más personas a quienes querremos también con hechos.

 

 

VII. LA ENTREGA

 

El amor matrimonial difiere de todos los otros modos de vivir el amor: consiste en el don total de la persona. Su esencia es el don de sí mismo, de su propio “yo”. Todos los modos de salir de sí mismo para ir hacia otra persona poniendo la mira en el bien de ella no van tan lejos como en el amor matrimonial. “Darse” es más que “querer el bien”.

Una vez que se ha afirmado el valor -la dignidad- de la otra persona, viene la pertenencia recíproca de ambos, comprometiéndose así mutuamente su libertad. Y este compromiso, paradójicamente, es libre.

Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión (común unión) de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal para la generación y educación de nuevas vidas: ese “nosotros” caminando hacia el enriquecimiento personal y la procreación, evidencia palpable y hermosísima de su amor y continuación de sus propios seres.

Esta entrega tiene cuatro características:

  1. Es humana, es decir, es sensible y espiritual, lo que significa que la voluntad y la razón gobernarán a los instintos.
  2. Es total, esto es sin condicionamientos o reservas.
  3. Es fiel y exclusiva hasta la muerte, dicho de un modo más sencillo, es de uno con una y para siempre.
  4. Por último, es fecunda, no se agota en la comunión de los esposos, sino que está destinada a propagarse suscitando nuevas vidas

Todo esto significa más que lo que puede parecer:

Con el concepto claro acerca de los tres planos en los que se manifiesta el amor, se puede afirmar con certeza que la entrega debe ser total e incondicionada en lo biológico, total e incondicionada en lo psicológico y total e incondicionada en lo espiritual. Sólo así se hablará de amor verdadero.

La entrega del ser humano, de acuerdo con su propia dignidad -espiritual-, debe ser total, sin reservas egoístas.

Cuando el acto está condicionado, este amor no existe: por ejemplo, cuando un hombre va a una película pornográfica, se éxito genitalmente y llega a su casa a obtener satisfacción de esos instintos con su esposa, simplemente la está usando como objeto de placer; del mismo modo, si ella se siente apenada, por ejemplo, porque tuvo un disgusto con su madre y busca un “sentirse amada” pidiendo a su marido que tengan una relación genital, estará usándolo como objeto en lo psicológico…

La afectividad más en la mujer que en el hombre y la sensualidad en este pueden hacer que se equivoque el concepto acertado de entrega. La afectividad pura (las percepciones y las emociones que se experimentan en el trato) no puede sostener una relación y creer que esa afectividad es amor es causa de muchas decepciones. Al igual, después de un tiempo, cuando se desvela la pasión que guió la entrega, no quedará nada sólido. Y todo esto ocurre porque la entrega no fue total, se entregó parte (la afectividad o la sensualidad), no la totalidad de la persona.

Otro tanto ocurrirá si a la entrega se le ponen condiciones.

Para que un acto no esté condicionado, es necesario que, al darse, el ser humano asuma las consecuencias que con ello vengan, sin violar las leyes de la naturaleza, sin destruir el orden cosmológico: la biología seguirá su curso y ese acto tendrá sus consecuencias: el nacimiento, en los días fértiles, de un hijo.

Es así como el amor conyugal verdadero se va convirtiendo, sin perder su valor, sino más bien incrementándolo, en amor paternal y amor maternal.

Se puede ir concluyendo que, cuando la entrega conyugal es verdadera, siempre estará orientada hacia la preservación de la dignidad humana, no a la utilización del otro, y que estará también encaminada hacia la finalidad de la genitalidad: la procreación. Con esto, se logrará paulatinamente la maduración de cada uno de los componentes de la pareja y, lo que es igualmente valioso, la integración sexual de la totalidad de la personalidad de ambos.

El acto conyugal, entonces, tiene dos significados: el unitivo (que une a la pareja) y el paternal.

Por otro lado, esta transmutación gradual y enriquecedora de amor conyugal a amor paternal y maternal propiciará el bien de la comunidad, ya que la célula de la sociedad es la familia.

Un ejemplo didáctico de esto es cualquier enfermedad: cuando un órgano está afectado, como el hígado o el ojo, son sus células (los hepatocitos o los conos y bastones del ojo, respectivamente) las que tienen algún daño en su membrana, en su citoplasma o en su núcleo. En cambio, si las células están sanas, el órgano gozará de salud. De la misma forma, la sociedad siempre se verá afectada por la moralidad de sus familias. Una vez se establezcan la salvaguarda y la estabilidad de la familia, habrá salvaguarda y estabilidad en la comunidad.

En cambio, si la entrega no es total o está condicionada -y por tanto no es verdadera- los esposos estarán a la merced de las veleidades y de los vaivenes de las pasiones, y un sentimentalismo irracional e inestable será, la mayor parte de las veces, su móvil. En esas condiciones será casi imposible hablar de sinceridad en la relación, y la seguridad de la fidelidad -requisito del amor- no existirá sostén. Es seguro, como se vio, que en estas circunstancias, el ego es el móvil de la relación, lo cual es casi siempre premonitorio del fracaso total.

 

 

VIII. ¿CUAL ANTICONCEPTIVO?

 

Si ya son suficientes los hijos, ¿cuál anticonceptivo usar?

 

  1. La píldora

En el año 1953, los doctores Pincus y Chang descubrieron la píldora anticonceptiva. Hoy muchas mujeres toman la píldora.

La base del tratamiento reside en suministrar al organismo una cantidad de hormonas sexuales femeninas que intentan frenar la liberación de las gonadotropinas de la hipófisis, de manera que no se produzca la maduración de los folículos ováricos ni la ovulación.

Pero parece que la información científica que los esposos tienen sobre los anticonceptivos es muy errada:

La píldora es el medicamento más “seguro” en las estadísticas (menos del 1% de “fracasos”).

Se presenta en pastillas de toma diaria, en inyecciones cada cierto tiempo y en forma subcutánea. Están compuestas por estrógenos y progesterona, ambas hormonas sexuales femeninas, que intentan evitar la ovulación y mudan el estado del endometrio (parte interna del útero) para que el huevo fecundado no anide, no se adhiera a su madre.

Lo que poco se publica es que estos medicamentos producen muchos efectos secundarios, principalmente trastornos vasculares: tromboflebitis y flebotrombosis, razón por la que muchas pacientes se encuentran en hospitales por infartos de miocardio y trombosis cerebral; además se reportan casos de hipertensión. Fuera de estos, los libros y revistas científicos informan sobre alteraciones del ciclo menstrual, problemas digestivos, nerviosos y hepáticos, alteraciones mamarias, trastornos metabólicos y cutáneos, todos estos de larga descripción y por ello, imposible de reseñar completamente.

Los síntomas son dolores de cabeza o náuseas, pero hay otros de menor incidencia, como el aumento de peso, que se presenta sobretodo en aquellas mujeres que tienen cierta predisposición a la obesidad. Para contrarrestar estos efectos adversos se ha optado por disminuir las dosis de hormonas contenidas en las pastillas anticonceptivas.

Algunas veces, al dejar la píldora después de haberla tomado largo tiempo, aparece una amenorrea transitoria. Esto sucede porque el organismo se habitúa a las hormonas que contiene la píldora y, al faltar esta, necesita tiempo para recobrar su ritmo hormonal normal.

Pero lo peor de todo es que se ha probado que, ya que falla con alguna frecuencia como anovulatorio, actúa como abortivo: el medicamento mata al nuevo ser humano. He aquí la explicación:

De acuerdo con los últimos descubrimientos científicos en genética, el nuevo ser humano aparece con la fecundación: los 46 genes que ya posee el óvulo fecundado (23 de la madre y 23 del padre) hacen de él un ser único espiritual y biológicamente: son ellos los que guían la construcción del cerebro, establecen el color de los ojos, de la piel y de los cabellos, el sexo, las huellas digitales, la talla aproximada, algunos rasgos de la personalidad, etc.

Sin embargo, como se vio, los anticonceptivos orales permiten la ovulación: un óvulo sale a la trompa de Falopio, donde puede ser fecundado por un espermatozoide. La pareja continúa tranquila sus cópulas sexuales, pues la paciente sigue tomando el medicamento.

En un estadio del ciclo, los estrógenos que se encuentran en los anticonceptivos orales aumentan la movilidad del nuevo ser humano -óvulo fecundado- y hacen que llegue al útero muy joven (antes de estar preparado para asentarse en él) y muera.

La progesterona, por el contrario, disminuye su movilidad, haciendo que el óvulo fecundado llegue tarde al útero, cuando ya está muerto, por falta de nutrición.

Así mismo, el anticonceptivo actúa sobre la mucosa del útero, impidiendo que el endometrio o pared interna de la matriz quede dispuesto para recibir el óvulo fecundado.

Al disminuir las dosis de hormonas contenidas en las pastillas anticonceptivas para corregir los efectos adversos, como se dijo anteriormente, se corre aún más riesgo.

Con esto se concluye que los anticonceptivos orales o “píldoras” matan a ese

nuevo ser humano, es decir, actúan como abortivos.

Desde hace tiempo se conocen estos mecanismos abortivos de la famosa “píldora”, pero se han ocultado sistemáticamente.

Así, hoy es imposible estar de acuerdo con el uso los anticonceptivos orales, sin estar de acuerdo con el homicidio de inocentes.

Por otra parte, se ha probado que este, que es el método más utilizado -la píldora- afecta, por las hormonas que contiene, a la mujer, haciendo que esté agresiva, que se disminuya su libido (apetito sexual) y otras consecuencias como trastornos emocionales, ya que las hormonas cambian su patrón psicológico, así como lo hacen durante el embarazo y, a veces, en los días que preceden a la menstruación.

 

  1. El dispositivo intrauterino (DIU)

Con mayor índice de “fracasos” (cercano al 4%), y por eso mucho menos utilizado, el dispositivo intrauterino (DIU) es el tercer anticonceptivo más popular después de la píldora y el preservativo.

Es una pieza de plástico pequeña y flexible, de entre 2 y 4 centímetros de longitud, que se coloca en el útero. Actualmente los hay de varias formas y tamaños. Algunos tienen una envoltura de cobre que rodea al plástico y que va cayendo en el útero en pequeñas cantidades. Esta clase de DIU tiene que ser cambiado cada dos años más o menos, mientras que los que no llevan cobre pueden usarse indefinidamente. Todos ellos tienen unos hilos que cuelgan de la vagina, de modo que pueden extraerse fácilmente

El mecanismo de funcionamiento consiste en la producción de cambios en las células del revestimiento del útero o invirtiendo las contracciones uterinas. Ello dificulta la adherencia en el mismo de un óvulo fertilizado. Así ha probado también ser abortivo: como su nombre lo dice, está dentro (intra) del útero (uterino); allí mata al nuevo ser humano que, con seis o siete días de vida, llega buscando posarse en el endometrio. Fuera de eso, si un óvulo fecundado consiguiese implantarse allí, la presencia del DIU le impedirá proseguir su desarrollo.

No se sabe exactamente cómo se producen estos cambios, pero sí que cualquier cuerpo extraño introducido en el útero provoca la misma respuesta que una infección. La producción de células que atacan a los organismos invasores se incrementa y es posible que sean estas células las que hacen al endometrio inapropiado para el nuevo ser humano. El cobre que se emplea en algunos se utiliza porque se cree que tiene un efecto adicional en la acumulación de dichas células.

El DIU también puede provocar cambios en las paredes de las trompas de Falopio, haciendo que el óvulo descienda por ellas más de prisa y que no llegue en el momento adecuado.

Finalmente, se sabe de casos en los que el niño nace con el dispositivo atravesando su oreja o cualquier otra zona de la piel, lo cual induce a pensar que una muerte posterior también es posible.

Aunado a todo esto, los dispositivos intrauterinos favorecen a veces la formación de infecciones en el útero. Dichas infecciones, que se manifiestan con abundante flujo vaginal, pueden ser debidas a la irritación de la mucosa uterina originada por la implantación del DIU, o bien a la entrada de gérmenes procedentes de la vagina a través del cordón que asoma por el cuello del útero y que sirve también para comprobar la colocación correcta del aparato. En algunos casos las infecciones persisten a pesar del tratamiento, por lo cual es conveniente retirar el DIU.

Además, se presentan trastornos o inflamaciones dolorosas en el bajo vientre materno, con o sin procesos hemorrágicos graves, y hasta se han reportado casos de contracciones uterinas que lo expulsan.

Por último, el DIU favorece el embarazo ectópico (fuera del útero, generalmente en las trompas de Falopio) en el caso de que se haya producido una fecundación por falla en su mecanismo anticonceptivo. Este dispositivo altera los movimientos de los cilios (filamentos) del interior de las trompas, impidiendo con ello la progresión del óvulo fecundado hacia el útero.

 

  1. El preservativo o condón de látex

Con un índice de embarazos que oscila entre el 5 y el 20 %, desplazó al obsoleto condón de membrana, que fracasaba más todavía.

El condón es una especie de funda que se coloca sobre el pene en erección para recoger el semen de la eyaculación del hombre. Casi siempre tiene un extremo en forma de tetilla para contener el semen, de manera que no se filtre por los lados o haga que el preservativo se filtre por los lados. Los hay para mujeres también; en este caso se colocan en la vagina antes de la penetración.

Es este uno de los métodos “de barrera”, junto con los diafragmas, y es el que se utiliza desde hace más tiempo. De hecho, antes del advenimiento de la píldora, era el anticonceptivo más popular.

El uso del preservativos no produce efectos orgánicos, pero se han reportado efectos psicológicos, especialmente en el hombre: algunos se sienten incómodos al colocárselo o al retirárselo. Además, tanto en ellos como en las mujeres se presenta con frecuencia la queja de disminución de la sensibilidad.

Por el índice de fracasos tan alto, algunos trabajadores en la planificación familiar recomiendan el uso adicional de un espermaticida, una sustancia química que mata a los espermatozoides (a veces esta sustancia viene recubriendo el condón), para tener una mayor protección. Así mismo, recomiendan lubricar el condón con una sustancia -además del lubricante con el que ahora vienen-, con el fin de disminuir el riesgo de rotura, y especialmente para impedir que la mujer sienta dolor debido a la fricción del caucho. Se añade que no se use vaselina o cierto tipo de cremas que puedan estropear el látex, disminuir sus características o producir sequedad de la lubricación natural de la vagina. Las precauciones incluyen no “herirlo” con las uñas, el adecuado desenrollado, comprobar la fecha de envoltura, no exponerlo al calor y otros cuidados adicionales que son los que hacen que el índice de fracasos sea tan variado.

Aun en el caso de que se sigan todas esas instrucciones, en el mejor de los casos, el índice de embarazos no baja del 5%. Por ese fracaso tan alto como anticonceptivo, hoy se usa más como profiláctico de enfermedades de transmisión sexual y, en forma errónea, como se comprobó científicamente en el III capítulo, para prevenir la infección del sida (ver: “D. Sida y otras enfermedades”).

 

  1. Óvulos, cremas espermicidas, diafragmas, esponjas y otros

Realmente despreciables desde el punto de vista eficacia (el índice de embarazos es muy alto), estas técnicas se han ido dejando de lado.

 

  1. Cirugías: vasectomía y ligadura de trompas

La vasectomía (corte y ligadura del conducto deferente) en los hombres impide el paso de los espermatozoides desde los testículos a la uretra. El hombre que se ha sometido a esta intervención no dispone de espermatozoides en su semen, por lo que es incapaz de fecundar. Sin embargo, seguirá teniendo eyaculaciones normales, expulsando la secreción elaborada en las vesículas seminales y en la próstata.

La persona que se somete a una vasectomía debería considerar que este medio de esterilización es irreversible. Algunas veces, es posible intentar unir de nuevo los extremos del conducto deferente que se seccionó. Si el tubo se permeabiliza, los espermatozoides vuelven a poder atravesarlo, aunque no hay la seguridad de que tal cosa ocurra. También cabe que, en el transcurso de la vasectomía, algunos espermatozoides salgan del conducto seccionado y entren en contacto con el tejido interno. En tal caso se formarán anticuerpos contra los espermatozoides, que los dañarían si se unen de nuevo los conductos.

En la mujer se hace la ligadura de trompas (las trompas de Falopio, que comunican al ovario con el útero). Además de los riesgos que conlleva este tipo de intervenciones quirúrgicas, dejan al paciente sin la posibilidad de engendrar nuevos hijos en caso de que en el futuro así lo deseen.

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Hasta aquí los análisis de los anticonceptivos artificiales desde el punto de vista eminentemente científico, por supuesto, menos importantes siempre que el humano, del que se puede decir lo siguiente:

Los anticonceptivos artificiales destruyen el orden cosmológico del que ya se ha escrito suficiente, ya que con ellos se hace a un lado el aspecto natural de la concepción (resultado final de la cópula en los períodos fértiles), se rompe la unidad biología-psicología-espiritualidad, propia del ser humano, desordenando así la esencia de la relación marital.

Si alguien busca en una relación únicamente el placer que le depara, estará dejando de lado partes esenciales de su condición humana, como son el aspecto psicológico y el aspecto espiritual, y su acción será meramente carnal. Así mismo, si lo que busca con esa acción es satisfacer la necesidad de sentirse deseado o incluso “amado” (si a esto se le puede llamar amor verdadero) estará mutando también la finalidad del acto y denigrándose a sí mismo.

Por esa razón, en ambas circunstancias, el hombre descubre un alto grado de insatisfacción que nace de la sensación de haber utilizado al otro o haber sido utilizado. Aunque esta sensación quiera ser considerada fútil, intrascendente o de poca importancia, siempre quedará ese sabor amargo de la entrega parcial, que es uno de los aspectos que dan explicación a la gran inestabilidad matrimonial de nuestros días.

La entrega con condiciones hace de los cónyuges un par de cómplices de una acción utilitarista, aun cuando se haya hecho de común acuerdo, ya que ambos se estarían utilizando recíprocamente; además, esta es una entrega parcial y, por lo tanto, no sincera, un acto que destruye la estabilidad de cada uno de los individuos y de la pareja, dando al traste con una de las principales finalidades de la unión matrimonial, la educación de la prole, quienes frecuentemente no podrán desarrollarse desde el punto de vista psicológico y espiritual sin asistencia profesional especializada.

Como se comprenderá, la trascendencia de esta circunstancia en la sociedad se observa hoy: muchos de los niños que mañana serán los motores del mundo están creciendo sin uno de sus padres y en una situación precaria de educación humana integral (emocional, espiritual, cultural y de conocimientos) que culminará en un retroceso en la moral de muchas naciones, con el consiguiente deterioro de la calidad de vida de los hombres y de su relación con los demás.

Además, con el uso de los anticonceptivos artificiales se abrió un camino fácil y amplio para la infidelidad conyugal y se impulsó aún más la pérdida del respeto por la mujer.

Uno de los acontecimientos que impulsó la creación de los anticonceptivos fue que en 1798 Thomas Robert Malthus dijo que “el poder de la población es infinitamente más grande que el poder de la tierra para producir subsistencia para el hombre”. Pero Malthus olvidó que el poder de la inteligencia y de la fuerza de voluntad, actitudes que distinguen al hombre de los seres irracionales, da siempre paso a nuevas opciones, uno de cuyos ejemplos de las cuales son los cultivos hidropónicos, donde se multiplican los sembrados, fuera de la tierra.

Si, en cambio, los padres conocen los últimos avances científicos sobre métodos anticonceptivos naturales, los cuales han demostrado gran eficacia, podrán decidir con responsabilidad no tener más hijos, sin detrimento de su salud corporal, psicológica y/o espiritual.

Como se explicó anteriormente, sólo 4 días de un ciclo promedio de 28 son fértiles. Si se tiene en cuenta que la variabilidad biológica es grande, este lapso debe aumentarse para tener absoluta seguridad en el control de la natalidad. Por eso se habla de 11 días fértiles.

Pero esos once días se pueden reducir con estos métodos.

(Como se verá, conocer estos tiempos son el mejor método para lograr la concepción, en los casos en los que esta ha sido difícil.)

No se tratará aquí del método llamado del “ritmo” o de Ogino, ya que este método se considera hoy la historia de los métodos naturales.

 

  1. El método del moco cervical, de la ovulación o Billings

Este método, desarrollado por el doctor Billings, médico australiano, enseña a las mujeres a examinar sus secreciones vaginales diarias para detectar cambios en la cantidad y calidad del fluido del cuello uterino, o moco cervical. Hasta la fecha es el mejor método para predecir cuándo se va a producir la ovulación.

A medida que el ciclo menstrual de la mujer avanza, la cantidad, color y consistencia de las secreciones mucosas del cuello del útero van cambiando probablemente como resultado de los cambios en lo niveles de estrógenos y progesterona del cuerpo. Al principio del mes (es decir, el primer día de la menstruación) hay más estrógeno circulando por la sangre y después de la ovulación, más progesterona.

En las fases iniciales del ciclo, inmediatamente después de la menstruación, puede haber uno o dos días “secos” con muy poca secreción evidente. La mucosidad normal es espesa y pegajosa durante estos días y forma una especie de tapón en el cuello uterino que impide el paso del esperma.

A medida que se acerca la ovulación, la mucosidad aumenta en cantidad y se vuelve viscosa y elástica -su textura es parecida a la de una clara de huevo-. En este momento, la mujer puede experimentar una sensación de humedad y “apertura” en su zona vaginal y puede observar esa mucosidad muy fácilmente. Fue sorprendente para muchos ginecólogos enterarse de qué tan bien puede la mujer identificar ese tipo de flujo. Es suficiente entonces explicarles eso y enseñarles a aplicar el método.

Esa secreción más clara y menos espesa permite el paso de los espermatozoides en dirección al óvulo y va aumentando en cantidad hasta el último día o día cumbre, lo que indica que la ovulación es inminente, antes de adoptar de nuevo una consistencia más turbia y espesa que precede a la sequedad de la siguiente fase.

Tan pronto como la paciente detecte el menor indicio de este moco más claro y elástico debe abstenerse de practicar el coito hasta 4 días después del último día en que la paciente puede detectar la menor evidencia de la misma, no importa cuál sea su cantidad.

Desde el cuarto día después del día cumbre hasta la menstruación (en un ciclo promedio de 28 días, esto representa aproximadamente unos 10 días) se puede considerar que la mujer no es fértil.

Aunque no es imprescindible, conviene espaciar las relaciones genitales cada dos días, para obviar la presencia del semen que podría, eventualmente, confundirse con la mucosidad vaginal.

Se han hecho pruebas que demuestran que muchas mujeres pueden identificar perfectamente los síntomas de sus mucosidades, lo cual permite que ellas puedan distinguirlas de las que se producen por aumentos patológicos.

Su fiabilidad está cerca al 98.5%, según datos de la Organización Mundial de la Salud y, según las investigaciones llevadas a cabo por el doctor Billings, al 99.2%.

 

  1. El control de la temperatura basal

El fundamento del método de control de la temperatura basal reside en el aumento que experimenta la temperatura corporal inmediatamente después de la ovulación. El incremento de la temperatura se debe al efecto de la progesterona, cuya presencia en el torrente circulatorio es mayor durante y después de la ovulación.

El término “temperatura basal” se refiere a la temperatura del cuerpo en completo reposo. Por lo tanto, debe tomarse diariamente por la mañana, en el momento de despertarse, en ayunas y antes de levantarse de la cama. Se utiliza un termómetro corriente, que puede aplicarse en cualquiera de las cavidades del cuerpo (boca, vagina o recto), si bien es necesario que sea siempre la misma. Si se desea hay termómetros especiales marcados con décimas de grado que pueden ser más útiles para ese fin. El resultado ha de observarse transcurridos 5 minutos desde la postura del termómetro.

En la primera parte del ciclo, la temperatura de la mujer, en circunstancias normales, se encuentra entre los 35,5 y los 36,5 grados centígrados. A causa de los antes aludidos cambios hormonales hay un aumento de temperatura que oscila entre 0,2 y 0,5 grados centígrados. Si se detecta esta fase es posible determinar, no sólo el período fértil de la mujer para casos de infertilidad, sino todos los días infértiles de cada ciclo, con el fin de espaciar o evitar el nacimiento de nuevos hijos. De este modo, se calcula que el tiempo de infecundidad segura va desde el tercer o cuarto día hasta los primeros días que siguen a la menstruación próxima.

 

  1. El método síntomo-térmico, de la doble verificación o muco-térmico

Este método combina tres sistemas diferentes con el objeto de aumentar la efectividad y predecir más exactamente en número de días fértiles. Por ejemplo, combinando el método Billings y el de la temperatura, se pueden predecir el inicio de su período fértil observando sus mucosidades y anotando los aumentos de temperatura y los cambios posteriores en la secreción mucosa.

Con un poco de entrenamiento y observación también se puede aprender a detectar los diversos síntomas que indican la ovulación en un gran número de mujeres. Por ejemplo, algunas mujeres pueden detectar un leve dolor punzante en la parte baja y posterior del abdomen acompañado de una sensación de calambre. Esto se conoce como mittelschmerz. También se puede observar una ligera pérdida de sangre, fenómeno conocido como “punteo”. Malestar en el pecho, dolores de cabeza, depresiones recurrentes en momentos determinados del ciclo, también pueden ser indicios de que se está apunto de ovular. Algunos de estos cambios pueden ser muy sutiles y naturalmente varían mucho en cada caso, por eso, si se practica este método es bueno fijarse bien en los cambios que se produzcan en su cuerpo, pues no hay reglas generales aplicables a todas las mujeres. No obstante, casi todas las mujeres tienen una facilidad inmensa para observar y “sentir” los cambios propios de su cuerpo y de su funcionamiento fisiológico.

Vale la pena añadir que aunque todos estos métodos son buenos (bien manejados alcanzan un promedio del 98% de eficacia) es muy importante que la paciente, con ayuda de su esposo, elija el que mejor se adecue a su fisiología y a su personalidad.

 

  1. El PG 56

Ahora se dispone de un sistema llamado PG 56, que consiste en un lente con el que se observa el moco: en el caso de que este se trate de un moco ovulatorio, se podrá ver una estructura parecida a la de un helecho. Si esto es así se sabrá, con certeza, que se está produciendo la ovulación y, por tanto, que no se deben tener relaciones genitales si no se desean tener hijos.

Su precio es bastante bajo, teniendo en cuenta que puede servir durante muchos años, e incluso de por vida.

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Si un hombre no es capaz de esperar a que pase la menstruación de su esposa para tener relaciones genitales, simplemente porque a ella le disgusta hacerlo durante esos días, se podrá verificar qué tan poco la ama, qué tan importante para él es lo genital en la relación y tal vez qué era lo que buscaba.

¿Qué pensar entonces de otro que no pueda esperar unos días por amor y por decisión mutua? Se trata simplemente de dominar las energías de la naturaleza y orientarlas al bien personal, conyugal, familiar y social: la ganancia es muy grande comparada con el esfuerzo que se realiza:

Estos métodos no agreden a ninguno de los cónyuges, ni química, ni mecánicamente. Son métodos reversibles. Pueden ser usados por cualquier pareja. Se acomodan a cualquier irregularidad menstrual, por grande que sea. Y son gratuitos.

Además, los métodos artificiales comprometen, casi siempre, a la mujer, y algunas veces -si se usa el condón- al hombre, lo cual hace injusta la relación: se le da la responsabilidad a uno sólo de los cónyuges. En cambio, con los métodos naturales se comprometen ambos en pro del bien común.

Todos estos métodos siguen los lineamientos de la naturaleza -no rompen el orden cosmológico- y, al requerir cierta dosis de dominio de la razón sobre los instintos, están a la altura de la dignidad del ser humano y lo engrandecen, ya que ese espíritu de sacrificio -es decir, amor verdadero (del que se habló bastante en el capítulo anterior)- los probará cada cierto tiempo y hará de su matrimonio una unión tan fuerte que nada ni nadie podrá destruir. La experiencia personal de muchas parejas -incluyendo la del autor de estas líneas, quien quiere participarlo a todos para que se amen con la misma fuerza- es prueba evidente de ello.

Todos los que se han animado a utilizar estos métodos naturales desean gritar al mundo entero que esta vía es una cadena de aspectos positivos que llevan a la felicidad conyugal: al disminuir la esclavitud de las pasiones, crece cierto instinto espiritual, ese enriquecimiento con valores espirituales hace que la lucha contra el egoísmo -cuna del desamor- sea mayor y más expedita y, lo que es mejor, se incrementa la capacidad para educar a los hijos, ya que el espíritu de sacrificio entrena a los cónyuges para crecer en ese amor, el cual, con el ejemplo, edificará un hogar compuesto por seres que saben anteponer la felicidad del otro a su egoísmo. Con este ambiente “en el aire” los hijos respirarán la alegría de dar, única capaz de granjearles la verdadera felicidad.

Ahora sí se puede hablar de paternidad responsable. Responsable viene del latín “responsum”, supino de “respondêre”, responder. Responder a los actos que libremente realizamos, es decir, saber respetar el orden cosmológico, no violarlo para destruirnos; saber que los genitales, como su nombre lo dice están en el cuerpo para generar nuevas vidas; saber que sólo somos libres cuando los instintos son dominados por la voluntad, guiada por la inteligencia; saber que lo que más diferencia al ser humano de las bestias es el amor…

 

 

EL PROCESO DE LA EDUCACION SEXUAL

 

Hasta ahora se ha visto qué se debe enseñar. A continuación se pasará a describir cómo se debe educar y en qué momento debe hacerse.

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-Doctor, ¿cuándo debe iniciarse la educación sexual?

-Desde la edad más temprana.

-¿Cómo así? ¿No sería prematuro y por lo tanto contraproducente?

-La sexualidad se inicia desde el momento en que se forma el niño. La educación en la genitalidad debe dejarse, como Ud. dice, para más adelante.

Esta conversación puede reubicar al lector en el enunciado principal de este libro, repetido ya varias veces: no es lo mismo sexualidad que genitalidad.

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La responsabilidad de la educación sexual, así como el derecho a esta, recae y es potestad de los padres que procrearon ese hijo. Nadie puede suplirlos en su totalidad, nadie lo hará mejor y es un derecho inalienable.

Otra cosa es que los padres, libremente, decidan contar con una ayuda en el establecimiento educativo; en este caso, es indispensable que los padres sepan exactamente como será esta educación, antes de utilizar este recurso.

 

 

  1. EL JUSTO MEDIO

 

Todos los padres deseamos que nuestros hijos e hijas no tengan hijos prematuramente y que no adquieran sida o enfermedades venéreas,

Nadie desea que su hija sea violada. Tampoco que sufra de frigidez o sea ninfomaníaca.

Todos deseamos que nuestros hijos no tengan relaciones con prostitutas ni que, mucho menos, se prostituyan. Ni que sufran de eyaculación precoz o de impotencia. Ni tampoco que sean promiscuos.

Adicionalmente, ningún padre desea que alguno de sus hijos sea homosexual. Es sorprendente saber que ni siquiera lo desean los padres homosexuales.

Todos los padres queremos que nuestros hijos sean felices, que lleguen con dignidad al matrimonio y que, ya en él, la mantengan.

De manera pues, que aunque es muy importante poder curar, es preciso y siempre mejor prevenir.

(En esto consiste todo lo que viene a continuación, y es imposible entenderlo sin haber leído en orden el libro y, por ende, su aplicación práctica).

Para lograr estos deseos, es necesario estar en el justo medio:

Lo más ecuánime, pero también lo más difícil, es lograr el punto intermedio entre dos extremos. Así, la cobardía y la temeridad son el defecto y el exceso (los dos extremos) en el comportamiento frente a una situación específica.

Un ejemplo del defecto es que un hombre no defienda a su esposa de un intento de violación, si puede hacerlo. Esto es cobardía.

El exceso -la temeridad- podría ser el de aquel que se cree capaz de vencer a 10 adversarios armados porque practica Kung-fu.

En cambio, la valentía es el justo medio entre la cobardía y la temeridad.

Todas las virtudes son el justo medio entre dos errores.

Trasladar este concepto del justo medio al plano de la sexualidad es lo ideal en la educación sexual, pero implica mucho más de lo que se puede aplicar en otros aspectos:

En contraposición al antiguo y mojigato concepto de que toda información podía estimular la libido, hoy es constante en algunos sexólogos la idea de que los problemas que se presentan en los jóvenes provienen de la falta de información acerca de los temas genitales.

Por esa razón se ha creído necesario “llenar” al adolescente de datos estadísticos y científicos en lo que se refiere a evitar el embarazo y las enfermedades como el sida.

Los descritos son los dos extremos: ignorancia absoluta o relativa y superinformación.

Pero el error generalmente lo produce la falta de voluntad, de formación, no de información; el punto intermedio -el justo medio- de estos dos extremos es educar.

Como se vislumbró a través de los capítulos precedentes, existe una gran diferencia entre “informar” y “formar”: con lo primero no se logra inducir el comportamiento hacia el bienestar propio de cada educando, sino que se le crea una cantidad grande de prevenciones que no lo encaminarán hacia el enriquecimiento personal integral, sino que, por el contrario, le dirán simplemente hasta dónde pueden llegar sus instintos con el mínimo riesgo de enfermedad o de embarazo. Al formar, en cambio se crea un ser capaz de entregarse sin reservas egoístas y, por tanto, de tomar decisiones desesclavizado de las pasiones, es decir, libre.

Contra el vicio, el egoísmo, la rutina y la comodidad -que impelen, por el conformismo, al divorcio-, la educación da un entrenamiento en el dominio de sí mismo, forma el carácter e incentiva el espíritu de sacrificio. Esto llevará de la mano a la estabilidad conyugal.

Otro mito que existía, el mantener todo escondido, hizo que, por reacción de rebote, muchos se inclinasen por intentar destapar todo. Resultado de esto fue, como se pretendía, la desmitificación de muchos errores, pero también, el hedonismo del que ya se trató bastante y su consecuencia obvia, la denigración general de la moralidad y del valor que se le tiene a la mujer.

Esos, de nuevo, son los extremos.

El justo medio es lo natural.

Tampoco debe tratar de vivirse la sexualidad en los extremos: ni “todo es pecaminoso”, ni “todo es correcto”. Ni seguir como los animales el instinto, ni tratar de dominarlo maniqueísticamente, pensando que lo genital es malo.

Otra vez, el justo medio es lo natural: ni mito, ni pudor excesivo.

En fin, el amor verdadero es el punto intermedio entre la pasión desenfrenada y el sentimentalismo irracional, como se concluyó en los capítulos VI y VII al hablar del amor conyugal.

Por último, el justo medio tiene que estar también presente en el sistema educativo: la información gradual, adecuada a la edad y coherente con la dignidad del ser humano será la medida para producir únicamente beneficios en los jóvenes.

 

 

  1. LAS 7 REGLAS DE ORO DE LA EDUCACION SEXUAL

 

La procreación no termina, como en la mayoría de los animales, con el parto, la alimentación y protección durante los primeros días. En la raza humana, por la existencia de la inteligencia, la voluntad el amor, es necesario completar la labor con la educación en todos los aspectos de sus vidas: la cultura, el bagaje de conocimientos, el aprecio de los bienes materiales, el amor, el comportamiento, las virtudes… todo lo que les pueda granjear su bienestar biológico, psicológico y espiritual.

Para lograr el justo medio entre la mojigatería y el libertinaje, como se acaba de describir, y así dejar un legado útil a los hijos con el que se encaminen hacia su felicidad, es necesario asentar la educación sexual en sus pilares fundamentales: el ejemplo, la confianza, la naturalidad, la verdad, la prevención, la prudencia y el decoro.

 

  1. El ejemplo

Los niños están atentos a lo que Ud. hace y querrán hacerlo también, más si la relación padre-hijo o madre-hija es armónica.

Los adolescentes seguirán las pautas de coquetería y conquista que han visto en sus progenitores, cuando inicien su vida afectiva con sus amigas y amigos de distinto sexo.

Los jóvenes, aun en medio de la rebeldía propia de su edad, desarrollarán su personalidad individual en los cauces dejados por el ejemplo de los padres.

Y los adultos, pasada la etapa del conflicto generacional, retornarán para vivir indefectiblemente como los padres encaminaron su vida de relaciones interpersonales y de pareja, especialmente si llegan a faltar.

Casi ninguno escapa de esta “ley” de la vida. Es impresionante ver cómo se repite una y otra vez el viraje de rebeldía y, tras él, el retorno a las mismas costumbres que se vivieron en el primer hogar: de padres machistas, muchas veces se formarán hijos machistas; las hijas de las madres maltratadas, por un extraño concepto de similitud, casi siempre, y aunque manifiesten lo contrario, buscan esposos que, aunque las hagan sufrir, se parezcan a su padre. Así mismo, los hijos e hijas de padres y madres nobles y llenos de virtudes tienden a encontrar en sus novias y novios esas cualidades; algunas veces fallan en hallarlos y aparece el dolor.

Pero, generalmente, sólo el estudio de estos aspectos unido a una profunda perspicacia por parte de hijos ya maduros puede romper esta cadena. Por eso, el aspecto más relevante en la educación sexual, la principal regla de oro, es el ejemplo.

Aunado a esto, la fuerza de la educación reside principalmente en la vivencia personal. Sólo un padre fiel puede pretender, por ejemplo, que su hijo no se arriesgue a infectarse con el virus del sida o que su hija no quede embarazada durante la etapa escolar.

¿Cómo es posible enseñar principios morales si Ud. no los tiene? Si su hijo ve que Ud. los vive, le será más fácil seguir el ejemplo; igualmente, si Ud. tiene naturalidad, dice siempre la verdad, es decoroso, etc., obtendrá eficacia en la educación de sus hijos.

 

  1. La confianza

¿Cómo lograr que sus hijos acudan a Ud. en caso de duda?

Esto no sucederá si Ud. no escucha con atención lo que su hijo le cuenta acerca de sus cosas, lo rechaza o simplemente si lo ignora, buscando la conversación con otros adultos. Tampoco será posible si, ante cualquier tema un poco “delicado” Ud. se escandaliza.

Para adquirir esa deseable confianza es necesario, primero, el diálogo: hable con su hijo, que su hijo sepa que puede hablar con Ud. de cualquier tema, que tenga la confianza de hablar cuando algo le preocupe. Esto es imposible si los temas que a su hijo le gusta tratar son vanos y superficiales para Ud.; en cambio, si Ud. les da la misma o más importancia a sus cosas que a las propias, encontrará un amigo en Ud. Eso lo llevará a explayarse siempre contándole todo, incluyendo los temas escabrosos, que ya no lo serán.

Es imperante insistir sin descanso en la calidad del trato con los hijos: así como se vio en el capítulo del amor conyugal, el amor paternal y maternal también son sacrificio. ¿Se ha preguntado Ud. cuánto se “sacrifica” escuchando las cosas que sus hijos quieren contarle? ¿le parecen superfluas, intransigentes? Pues a ellos no. Póngase en sus circunstancias: acuérdese de cuando Ud. era niño y quería que sus padres lo atendieran y vivieran con Ud. las emociones de cada descubrimiento, de cada logro, de cada alegría… Si lo hace, ellos podrán contar con Ud. como amigo y Ud. podrá ayudarlos como tal y como padre.

¿Se da cuenta de lo tanto que gana un amor así? Pocos consejos se quedan tan grabados en la memoria de su hijo como cuando hay confianza y, lo que es mejor, la labor educativa no resultará cansona para ninguno de los dos.

Para seguir cultivando esa amistad qué bueno es elogiar los esfuerzos de sus hijos, no sólo los triunfos. A veces los padres pecamos en ese sentido: si el muchacho o la muchacha lucha denodadamente por lograr algo y no lo hace, se sentirá frustrado cada vez que fracase, en cambio, si se le estimula, cada fracaso lo impulsará a seguir luchando, y es probable que por eso sea luego un triunfador. Así que anime en esa lucha, así disminuirá los altibajos, propios de esas edades y lo encaminará rápido a la madurez.

Un muro que a menudo se forma entre padres e hijos es el orgullo de los primeros: cuando un padre cree que el respeto es más importante que el amor y la comprensión, la comunicación se rompe y el trato se basa, a partir de ese momento, en el miedo. Acepte los propios errores: eso le hará ganar confianza, no sólo para que le comunique los suyos a Ud. sin temores, sino para que nunca se sienta desanimado en la lucha, pues sabrá que puede caer como Ud., y como Ud. levantarse.

Calma: el acaloramiento no lleva al bien del hijo, este casi nunca lo acepta y se resquebraja la relación. Si lo llega a hacer aprenda a pedir perdón. Sí, hay que repetirlo muchas veces (esta es otra forma de machismo), él es un ser humano, con una dignidad grande, como la suya.

Nunca critique a sus hijos, critique sus actuaciones, si es menester. Es muy distinto decir: “Qué estúpido eres”, que: “Lo que estás haciendo está mal”, o mejor aun: “estás equivocado”. Lo que más separa a un hijo de su padre es que este no sepa distinguir entre la ofensa y el ofensor: es bueno criticar la acción, es malo criticar a su hijo.

Y otra actitud que ayuda mucho a no romper el hilo filial y paternal es crear lazos de servicio y de responsabilidad: que los hijos sepan que están haciendo una contribución a la familia, que se sientan importantes, casi indispensables.

 

  1. La naturalidad

Para obtener toda la confianza de un hijo, para que haga sus preguntas sobre sexualidad y aun sobre genitalidad a sus padres, es importante subrayarles que las preguntas sobre estos temas son, para los niños, tan normales como las que puede hacer a propósito del día y la noche, de la luz y de la sombra, o cualquier otro tema, puesto que este es un tópico natural, aunque, a veces, los adultos no lo vean así. Y aunque parezca excesivo lo que viene a continuación, no hay mejor manera que contestar a esas preguntas de la misma forma como se hace cuando las preguntas son acerca del día y la noche, de la luz y de la sombra o de cualquier otro tema considerado fatuo o intrascendente, obviamente, con la prudencia de contestar, como se verá en el subcapítulo “F”, adecuándose a la edad, a las circunstancias y al momento.

Lo que no puede olvidarse es que si el tono de la voz o la actitud cambian, si, por ejemplo, ahora sí se le pone atención o si se da una evasiva a la respuesta, se creará en el subconsciente del niño o del joven una sensación de que “algo está mal”, de que “esto tiene cosas escondidas, secretos” o, lo que es peor, pero más frecuente, “esto no lo vuelvo a preguntar a papá o a mamá, sino a mis amigos”.

 

  1. La verdad

Nunca, nunca, pero nunca mienta a su hijo.

En este libro se han descrito someramente todas las respuestas que se deben dar, en forma clara y completa. Delas así: con claridad y con sencillez. Bastará que Ud. lea concienzudamente el contenido para estar listo a contestar sus preguntas, siempre pensando en el bienestar de su hijo.

Tal vez el único tema que no se trató anteriormente, pues no cabía, es el tema de la masturbación, para el cual es necesario, si no se los recuerda, releer antes a los capítulos referentes a los trastornos de la sexualidad.

Se entiende por masturbación cualquier forma de autoestímulo dirigido a obtener excitación sexual, se alcance o no el orgasmo.

El término masturbación, si bien en su origen alude al estímulo manual (de “manus”, mano y “stuprare”, violar), abarca diferentes formas e instrumentos para estimular los genitales.

Algunos postulan que la masturbación es buena, antes de tener relaciones maritales, ya que los espermatozoides “buscan una salida”; de ahí, dicen ellos, las poluciones nocturnas.

En efecto, desde la adolescencia, y a lo largo de toda la vida, se forman en los testículos millones y millones de espermatozoides. En los canales seminíferos que llenan los compartimientos del testículo, los espermatozoides sufren un constante proceso de multiplicación, hasta el punto de que cada mes se crean entre 10 y 30 billones, que, por el canal seminífero, llegan hasta el epidídimo, donde maduran durante unas 72 horas, hasta que ya son adultos para fertilizar. En el epidídimo, por así decirlo, se “almacenan” y quedan en disposición de ser eyaculados. En unas doce horas, aproximadamente, se juntan espermatozoides para tres o cuatro eyaculaciones.

Lo que frecuentemente se desconoce es que cuando el hombre no tiene relaciones genitales, los espermatozoides se desintegran y reabsorben, de modo que el proceso de creación de estos no llega a detenerse nunca, aunque se destruya el excedente.

La masturbación, de hecho, no comporta ningún peligro para la salud biológica del adolescente, pero ya se había visto en los primeros capítulos que el pene es para la vagina y esta para aquel. Significa esto que la masturbación no es natural, es destructora del orden cosmológico y, por ende, de la felicidad personal de quien la realiza, ya que la finalidad de la facultad genital es dejada a un lado para reemplazarla por el goce genital. En este caso, los aspectos psicológico y espiritual no participan de esa acción, dejando así de ser humana.

Por otra parte, la costumbre de masturbarse produce la sensación de que lo genital es únicamente para gozar del placer y, luego, obviamente será más fácil el desarrollo de un machista que elige esposa -si lo hace- para lo mismo: utilizarla como objeto de manipulación y de placer: se han llegado a dar casos de esposos que exigen que ella los masturbe, en vez de tener la relación en forma normal.

Se ha afirmado, con incontables estadísticas, que pasan del 50% los muchachos que se masturban alguna vez en la vida (los índices varían mucho, pero ese es el promedio) y que las muchachas que confiesan haberlo hecho están en un porcentaje cercano al 35%. Con estos datos se aduce que la masturbación es “normal”. En este sentido, es muy importante saber distinguir entre los vocablos “normal” y “común”: las estadísticas no muestran la moralidad de un acto determinado, sino el nivel de degradación de la población estudiada. Baste recordar la historia de las ciudades de Sodoma y Gomorra, en las que lo común eran las relaciones anormales entre personas del mismo y de distinto sexo.

Sin embargo, para la fertilización in vitro y para hacer realidad las madres substitutas, es necesario -al menos por ahora- que el hombre se masturbe (!).

 

  1. La prevención

Con el ejemplo diario, la confianza ganada, una naturalidad a flor de piel y siempre con la verdad, se podrá prevenir en los hijos todos los daños que conllevan los errores de una sexualidad mal llevada: el sida, las otras enfermedades venéreas, los trastornos por falla en el aseo de los genitales, la impotencia y la eyaculación precoz en los varones, la frigidez, la dispaurenia y el “vaginismo” en las mujeres, los desórdenes producidos por el desafuero genital -tan graves-, la homosexualidad, la violación y hasta la prostitución.

Los niños y los jóvenes están siendo objeto de un bombardeo gigante en contra de la labor paterna y materna por parte, no sólo de los medios de comunicación y de publicidad, sino de escritos y conversaciones de muchas fuentes, incitándolos a que violen los principios que los guiarían hacia su propio concepto -valioso- de dignidad individual y a unas relaciones interpersonales verdaderamente humanas. Es por eso que todo lo que Ud. les informe de primera mano -con muchísima naturalidad-, cada vez que se presente la oportunidad será beneficioso en sumo grado para ellos. Piense que en el peor de los casos estará “haciendo contrapeso” a la información muchas veces errónea y denigrante que le llega por otros medios.

En ese sentido, desde la más tierna edad, acostúmbrelos -con delicadeza y amor- a pensar que no todo lo que se presenta en la televisión es bueno. Es verdad que el cine, la prensa escrita y aun la radio influyen también, pero esa “compañía”, ese “amigo” dentro del hogar, es capaz de lograr mucho enriquecimiento personal mucho daño. Son innumerables los estudios que, en forma seria y carente de todo interés, han mostrado el poder destructivo de este pequeño aparato: un gran porcentaje de asiduos televidentes infantiles se convierten en seres perezosos, abúlicos, y lo que es peor, prestos a la promiscuidad sexual y a la violencia. Sería interminable hacer una lista de todos los aspectos en los cuales la televisión “suple” a los padres en la educación, arrebatándoles, sin que se den cuenta, ese derecho y ese deber.

Tampoco todas las amistades son buenas. Las costumbres y el criterio de moralidad de los amigos deben ser lo más parecidos a los que se les quiere infundir a los hijos. En verdad esto a veces es difícil de evaluar, pero una pequeña conversación inicial con ellos dará una pauta, al conocer sus costumbres y sus ideas. Más adelante, al irlos conociendo mejor, se podrá decidir sobre la conveniencia o inconveniencia de la amistad con ellos. Para esto se necesitan dos cosas: tener tiempo disponible e invitarlos a la casa. Alguno dirá que eso es mucho, pero la educación de los hijos exige tiempo y dedicación, es decir, una pequeña cuota de sacrifico, o lo que es lo mismo, amor.

De otro modo, las amistades inconvenientes podrán influir negativamente en los fines que los padres se han propuesto, antes que aumentar su “cultura”, como algunos creen, en un exceso de “amplitud”, siempre mal entendido.

En ese sentido, los compañeritos bruscos, sin modales, que usan malas palabras en su lenguaje diario, que no saludan a los mayores, que no tienen cuidado con los juguetes o que no agradecen las atenciones, son los que probablemente influirán negativamente a sus hijos. Entre los mayores, los que tienen vicios, a los que les gusta trasnochar, el licor, las drogas, las películas pornográficas… deben estar, obviamente, fuera de la lista de los futuros amigos de sus hijos.

 

  1. La prudencia

Todo intento por educar debe estar a la altura de los jóvenes: que se adecue a la edad, a las circunstancias y al momento.

Cada una de las etapas de crecimiento y maduración tiene sus propias peculiaridades aunque, como en la biología, hay mucha disparidad entre los muchachos de la misma edad, entre las generaciones y de acuerdo con las experiencias vividas por cada uno de ellos.

En rasgos generales, extractados de todo el bagaje de conocimientos de la psicología evolutiva, estos son los aspectos de la sexualidad en los que debe estar preparado todo padre con antelación:

 

  1. Etapa del nacimiento a los 5 años de edad

Si la presencia de la madre es importante desde los primeros meses de vida hasta después de la adolescencia, lo es de modo muy particular durante el segundo año. Así se desarrollarán sus relaciones afectivas con quien cuida de él. Este trato asiduo le dará la imagen materna y, a la vez, femenina.

Esta etapa de la vida es crucial para el desarrollo psicológico del niño: las estadísticas prueban que de la ausencia de la madre pueden surgir las inclinaciones a una vida anormal.

A los tres años, aproximadamente, aparte de ser la etapa del egocentrismo (se está conociendo a sí mismo, antes de “salir” de sí para conocer a los demás), se inicia el autoconocimiento de sus genitales y el de los niños del otro sexo. Por fin, el desnudo adquiere importancia y aparecen la natural curiosidad y algunas sencillas preguntas que requerirán respuestas sencillas.

Al mismo tiempo la manipulación de los genitales -especialmente en el hombre, por ser más protuberantes- será un gesto normal (nunca se le debe llamar masturbación, aunque genere cierta erección producida por unos valores mínimos de testosterona presentes en el torrente circulatorio), al que no debe dársele relevancia. Dado el caso de que se le encuentre accidentalmente manipulando sus genitales, bastará con que se le hagan juegos o cosquillas que distraigan su atención. Pero para lograr un mejor control de esta actitud y no se convierta en hábito, conviene que los niños permanezcan con sus calzoncillos puestos aun cuando esté empijamado y que estos sean de los que se ajustan a su cuerpo. De nuevo, recuerde los conceptos de naturalidad y de confianza.

No se sorprenda si encuentra que, alrededor de los 3 años, haya un poco más de afinidad de los niños con su mamá y de las niñas con su papá e, incluso, que en sus juegos, a veces uno haga de papá y otras de mamá: es, por el contrario, la conducta regular.

Hacia los 3 años es, precisamente, cuando la imagen del padre se fortalece. Con respecto a la formación, si durante toda la vida la presencia del padre es importante, lo es más en esta etapa: el incipiente concepto de feminidad (y de maternidad) ya someramente asentado se refuerza ahora con la presencia del otro sexo, a quien comenzará a distinguir. La imitación, feliz coincidencia, se inicia también en esta etapa; así que la identidad de los niños varones será más fácil. En la niña también sucederá esto, pero hacia la madre, a quien ya identificó un año antes, como se acaba de decir.

El apego a las personas se hace más evidente por estas épocas, y el ambiente que lo circunda se encarga de producir para siempre una marca en ese sentido. Es en este momento cuando la participación en sus juegos y pequeños intereses crea lazos de unión definitivos en la vida afectiva de los niños que podrán ser utilizados desde ya en su proceso educativo, pero que cada día que pasa se harán más y más importantes. No puede dejarse de lado el cariño que los padres den por medio de caricias y frases cariñosas. También los caprichos suelen incrementarse y por eso conviene no dejarse manipular por ellos.

El quinto año está marcado por la sociabilidad con sus amiguitos y esta dejará una huella indeleble en sus relaciones interpersonales. Otra vez es importante la presencia de uno de los padres, para colaborar en sus juegos y encauzar sus molestias pasajeras. Al mismo tiempo, aparecen los primeros rasgos de moralidad: mentiras, secretos, conciencia de propiedad, etc.

En resumen, se puede afirmar sin temor a equivocaciones que los primeros 5 años son básicos: todo lo que Ud., como educador de sus hijos, siembre durante esta etapa quedará como semilla fértil para toda la vida. Por eso adquiere una importancia

 

  1. Desde los 6 años hasta antes de la pubertad

Este período es variable y comprende unos 6 ó 7 años, aproximadamente. La pubertad, como se dejó claro en el capítulo II, se inicia a los 11 ó 12 años de edad, aunque puede haber variaciones grandes y aparecer desde los 9 hasta los 15 años. Por eso este período no puede quedar encasillado por un guarismo.

Estas épocas se caracterizan por una relativa calma en los instintos mientras que la curiosidad sobre los temas genitales, aunque decrece algo, permanece latente.

Es preciosa la oportunidad para formar a los hijos en todos estos aspectos, especialmente durante los últimos años, en la llamada prepubertad, antes de que irrumpan las hormonas. Conviene que, sin forzar las situaciones, el niño reciba la mayor cantidad posible de información de los padres durante esta época. Aquí es necesario recordar todos los criterios que, a propósito del dominio de la razón y la voluntad sobre los instintos, se dieron en este libro con antelación, porque es el momento en que se deben hacer explícitos: dentro de poco se sentirán con fuerza esos instintos y es necesario, para su propio bien -hay que recalcárselo-, que puedan dominarlos.

Los miramientos y tocamientos entre niños de distinto sexo, el jugar al “doctor” serán raros o inexistentes en estas edades si la presencia de la madre y del padre es patente: un padre que los ama y se los demuestra, y que a la vez piensa y actúa varonilmente, y una madre que también está presente en la vida de sus hijos con el cariño vívido -y no teórico- y que sea suave y femenina sirven más que cualquier explicación sobre la forma correcta de una sexualidad sana.

Ahora, si se llegasen a presentar esos miramientos y tocamientos, no los desapruebe: ¡aprovéchelos para educar! es el momento más adecuado.

La medida exacta para saber que ya se puede hablar de prepubertad son los cambios psicológicos: para hacer más evidente su aspiración a una mayor independencia de juicio y de comportamiento, los muchachos adoptan una actitud crítica respecto a sus padres y hay una oposición más o menos abierta a la autoridad: es ahora cuando dejan de ser infalibles los padres, aparecen la desenvoltura en el trato con ellos y la independencia. Les parece muy bueno hacer lo contrario a lo que ellos recomiendan. Son signos normales de esta etapa -tampoco deben alarmar- la poca socialbilidad, la incapacidad para buscar compañía y para gozar de las diversiones que los padres creen normales para esa edad.

Esta rebeldía se hará cada vez mayor hasta no querer aceptar razones.

Los padres deben adecuarse a esos cambios y ser un poco tolerantes para no perder, ni ahora ni más adelante, las riendas de la educación. La serenidad es la palabra clave: si el padre logra superar con éxito esta etapa, el esfuerzo del muchacho le servirá de entrenamiento para las “luchas” posteriores, más difíciles.

La atención que prestan a los padres en el tema de la sexualidad, dada su innata, sana y sencilla curiosidad, seguirá siendo grande si se ha establecido confianza, como se expresó en el subcapítulo “B”. En ese contexto, todavía no se le ha dado la suficiente importancia al deporte en familia: compartir la distracción, el solaz y hasta la competencia con los padres estimulará no sólo la confianza que se tenga con ellos, sino que hará que las energías se aprendan a encaminar adecuadamente. Además, la alegría y el esparcimiento favorecerán un clima propicio para el diálogo espontáneo.

No añadir a esto que la alegría familiar es fundamental, sería dejar a un lado el mejor aliado de los padres: si desde la prepubertad el niño asocia la compañía de los padres con la alegría, siempre tenderá a estar junto a ellos y esto será lo mejor para él en las etapas siguientes, la pubertad y la adolescencia.

 

  1. La pubertad

La pubertad es, por definición, la primera fase de la adolescencia en la cual se producen las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta.

Durante esta etapa se presentan cambios orgánicos ya suficientemente descritos que implican a su vez cambios psicológicos, y es la época de la vida en la que las relaciones humanas, es decir, la sexualidad propiamente dicha se desarrolla.

Al muchacho y a la muchacha les sucederá todo lo que se vio en la prepubertad, pero de un modo más intenso. Para ellos todo es nuevo y más difícil, se hace patente el conflicto generacional, aparece la libido y con ella, todos los riesgos de los que se ha hablado.

Si el joven ha aprendido a seguir ciertos parámetros -como el que se diera para la televisión y para los amigos-, si ha aprendido que la voluntad y la razón, en el ser humano, son las que gobiernan los instintos, si la verdad y la confianza han guiado las relaciones familiares, si el amor es el valor más importante de la familia, todo será más fácil. Ahora, por ejemplo, comienza el riesgo de la masturbación y de las relaciones prematrimoniales, dañinas para él, para su pareja, para la concepción que vaya a tener sobre la mujer, pero sobretodo para su identidad psicológica, ya que él debe madurar primero, enriquecerse, y así pueda darse a una persona, ya que no es posible dar lo que no se tiene.

Cabe aquí hacer un llamado de atención sobre la creencia infundada de que los colegios mixtos proporcionan mayor capacidad de maduración personal a los muchachos por la relaciones interpersonales que se pueden tener con personas de distinto sexo: es verdad que la timidez es frecuente en los que crecieron en colegios de jóvenes del mismo sexo cuando ingresan a la universidad o empiezan a laborar, pero también lo es el hecho de que antes de salir de sí mismo, es necesario madurar primero: así como el chiquillo de 3 años (ver atrás) es egocentrista porque se está descubriendo, el adolescente suele estar buscando su identidad, produciendo con ello los errores y fracasos propios de esa edad; esto hace que la capacidad de relacionarse con personas de distinto sexo esté muy inmadura y que en ella se cometan aún más fallos que en otros campos. De hecho, las investigaciones estadísticas con sólido método científico muestran un índice mayor de homosexualidad y de abortos en los colegios mixtos. Esto no quiere decir que tener los hijos en colegios mixtos sea malo: en ellos hay muchos niños y jóvenes buenos y sanos. Pero si se tiene la oportunidad y se puede elegir con facilidad uno que sea unisexo, mejor.

La pubertad marca para los educadores y padres la fecha en la que se deben tratar los temas sobre paternidad responsable, sida y otras enfermedades, anticoncepción, afectividad y homosexualidad. Recuerde que hablar antes siempre es mejor y que, dependiendo de quién habla primero, habrá mejores resultados y la felicidad del joven será más expedita.

 

  1. La adolescencia:

Definida como la edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo, la adolescencia, es todo el proceso de maduración sexual.

Todos los experimentos científicos han aportado datos que concluyen que el desarrollo intelectual es el rasgo característico de la etapa que sigue a la pubertad. Conjuntamente, la vida afectiva e imaginativa tienen su mayor crecimiento. El muchacho descubre la comunidad, su psicosexualidad se desarrolla, aparece en su ámbito la vida sentimental -todo esto de acuerdo a cada sexo- y las preguntas trascendentales se convierten en el tema principal de su vida: ¿De dónde vengo, para dónde voy y qué he venido a hacer en esta tierra? Si estas respuestas no son contestadas, dentro de pocos años se tendrá un hijo al cual la vida se lo ha llevado “por delante”: estará enfrascado en la rutina diaria y el afán por el dinero y, en general, por lo material habrán hecho de él un robot sin destino y sin ilusiones. Concomitantemente la libertad es otro tema que le apasiona y del que pueden conversar progenitores para mantener un lazo de unión útil y, por qué no, para aprender también.

La apertura, la espontaneidad, el ser confiados e idealistas, marcan este período de maduración que, sin embargo, es un proceso de acomodación que deja una huella muy profunda en la personalidad del individuo. Consecuentemente, los fracasos serán más comunes que en cualquier otra época de la vida y es entonces cuando el apoyo discreto del padre del mismo sexo se convertirá en “acicate” para su desarrollo armónico.

Por esta época, el joven es más sugestionable y dado a la fantasía. Esto, bien encauzado, será de mucha utilidad en ese “encontrarse a sí mismo”. ¡Cuánto le puede ayudar el padre, si se siguieron los consejos descritos arriba! Pero si no, se convierte en el ser más extraño para su vida. Desgraciadamente esto es así con mucha más frecuencia de lo que parece.

En el campo del descubrimiento de la propia identidad psicológica y emocional es menester que los padres se “alejen” prudentemente dejando de lado los consejos y las súplicas para que sea mejor en determinado aspecto: lo que Ud. no le enseñó antes, ya no se podrá hacer ahora. Si intenta persuadir al muchacho, estando más a flor de piel su inestabilidad y su “rebeldía”, encontrará más rechazo y cada vez será más poco lo que pueda ayudar. En cambio, la sensación que nace de ese “alejamiento”, entre comillas, porque Ud. estará al tanto para ayudarle con preguntas y con cuestionamientos personales, como se hace con un adulto, es para el joven un aliciente muy grande en el trato con sus padres: “mi papá (o mi mamá) me valora”, “ya no soy un niño” y “qué bello contar con el respeto de mi papá (o de mi mamá)”. Creando ese ambiente y con prudencia ¡cuánta labor se puede realizar!

 

  1. Siempre

Si el tema correspondiente a cada etapa no se ha tocado al ir finalizando la misma, convendrá que se propicie la conversación libre con el hijo.

Las circunstancias podrán hacer variar también los momentos en los cuales conviene hablar de algún tema específico. Por ejemplo, si uno de sus hijos está en la etapa de noviazgo, en un momento oportuno, con cariño evidente y sin forzar la conversación (por ejemplo cuando se hable de la novia o del novio), además de lo que se dijo en los capítulos del amor y de la entrega, se puede inducir una conservación sobre la dignidad personal, sobre la entrega total y verdadera en el matrimonio, de cómo evitar las ocasiones con prudencia, diciendo por ejemplo que si un hombre y una mujer se aman verdaderamente, sería tonto permanecer solos en un lugar, pues se arriesgarán a perder esa felicidad que buscan, por un deleite pasajero (recuérdese lo que se dijo acerca de las relaciones prematrimoniales).

En el caso de encontrar pastillas anticonceptivas en el bolso de una hija de 16 años o menos, es conveniente que los padres hablen con ella no para recriminarle su conducta, sino para conocer su postura ante la sexualidad y las razones que tiene para tomar anticonceptivos. Con una prohibición tajante no se suelen conseguir buenos resultados y, por el contrario, se induce a seguir actuando como antes, pero con más precaución para no ser descubierta.

Sin embargo, no solamente no es perjudicial, sino que es bueno que los adolescentes tengan noviazgos: sólo así aprenderán más fácilmente lo que es el amor y, además, podrán elegir con más sabiduría, antes de entregarse del todo con quién van a compartir el resto de sus días y a quién van a escoger como la madre o el padre de sus hijos.

Los siguientes son los criterios que hacen humana -no solamente animal- la relación de pareja en los adolescentes:

  1. Disciplina de los sentidos y de la mente.
  2. Prudencia atenta a evitar las ocasiones.
  3. Guarda del decoro (ver enseguida).
  4. Moderación en las diversiones.
  5. Ocupaciones sanas.

En resumen, tratar de hacer felices a los hijos es educar en una voluntad firme y dominio de sí, donde la razón supera al instinto.

 

  1. El decoro

Los hombres quieren ser masculinos: caminar, sentarse, vestirse y hablar como tales, tener sentimientos y gestos de hombre, amar como hombres… y esta actitud es la que gusta a las mujeres.

Del mismo modo, la mujer desea ser femenina: rostro femenino, cuerpo curvilíneo, voz, caminado y gestos finos y delicados, y eso atrae a los hombres.

A la gente le gusta mostrar eso, es decir, le gusta mostrar la sexualidad (no la genitalidad): a través del maquillaje, cremas, ejercicios, dietas, baños de sol, masajes y hasta sauna y baños turcos, las mujeres enriquecen esos atractivos femeninos. Los reinados de belleza son un claro ejemplo de eso. El hombre también hace ejercicio y se siente orgulloso de su masculinidad. El niño o el joven trata de desarrollar la musculatura y de mostrar que es el más fuerte, el más rápido, el más hábil… Entre los adultos existen los concursos de cultura física (“Mister Universo”).

Casi no hay quien no se fascine cuando le dicen que es “sexy”. Un hombre que tiene voz muy fina se siente mal, lo mismo que una mujer con bigote.

Conclusión: los seres humanos gustan de mostrar su sexualidad, pero existe un profundo recato para mostrar la genitalidad. En la playa o en la piscina no hay óbice al mostrar la espalda, las piernas, los brazos… pero nos da pena nuestra desnudez total: los órganos genitales no son distintos de los demás órganos, son parte de nuestra naturaleza, pero hay algo que hace que los cubramos: las mamas de una adolescente son cuidadosamente cubiertas por ella apenas hacen su aparición. Los niños sienten que deben hacer lo propio con sus genitales…

¿Por qué?

La única diferencia que existe es que los órganos genitales no son para nosotros: el corazón bombea sangre oxigenada a través de las arterias a todo el organismo para mantenerlo vivo y también a los pulmones para que se oxigene, el páncreas ayuda, como la vesícula biliar, a la nutrición, los dientes trituran los alimentos para ser deglutidos con facilidad, los músculos nos movilizan y nos permiten hacer lo que queremos, el cerebro piensa gobierna y dirige nuestras acciones, las glándulas producen líquidos útiles para nuestro organismo… todo es para nosotros mismos. Pero los órganos genitales son para entregarlos a otro cuando el amor llega a nuestras vidas y, además, para producir otra vida; hasta las glándulas mamarias son para dar el alimento inicial a esa nueva vida, en fin, lo genital es para otros seres. El hombre tiene tetillas, pero no las cubre ni se siente mal si las muestra, porque no sirven para nada.

Cubrimos nuestros genitales porque los reservamos para alguien muy especial, para el más especial de todos. Son el misterio de esa entrega: la palabra misterio viene del griego “myo”: escondido, oculto, cubierto. Ellos participan de una manera muy especial de la intimidad y son para la donación personal, para la entrega total, incondicionada.

Todo esto es lo que se llama decoro y que tradicionalmente se ha llamado pudor, modestia y otros apelativos.

Y como es tan natural, tan humano, tan propio de nuestros seres, no debemos temerle ni rehuirle: está para proteger nuestro “misterio” y darle la dirección que queramos.

Esa protección que da es algo inconmensurablemente útil en la educación de nuestros hijos: será lo que los proteja para que encaucen su genitalidad y su sexualidad adecuadamente, y así, sean felices.

Para proteger ese tesoro personal, se les explicará, es necesario el dominio propio. Con él se obtendrá la fuerza que les evitará todos esos males, como el embarazo a destiempo, el sida y las otras enfermedades, la esclavitud de las pasiones…

Esta es la mejor forma de hablarles del error que significa asistir a espectáculos de nudismo o a campos nudistas.

Pero esa fuerza les será difícil desarrollarla sin el ejemplo de los padres: si Ud. -padre o madre- tiene que luchar, por ejemplo, siguiendo los métodos naturales del control de la fertilidad, tendrá autoridad para hablarle de fortaleza, que es la única forma de resistir a las presiones. Recuerde: si Ud. sabe decir que no, ellos lo podrán hacer más fácilmente.

Pasando a otro tema colindante, ¿cómo es posible que un muchacho se enamore de una niña, si esta le muestra constantemente sus piernas con minifaldas altas? ¿o las formas de sus nalgas con pantalones ceñidos a su cuerpo? ¿o parte de su pecho con escotes pronunciados? Es seguro que se enamorará de su cuerpo, no de ella. O, como decíamos, de una parte de su cuerpo.

Las mujeres deben aprender a tener la suficiente coquetería para levantarles la mirada a los hombres: que las miren a sus ojos, a su alma… que se enamoren de la persona, para que nunca las dejen cuando acabe la pasión, cuando acabe el placer… cuando acaben los atributos.

Llegará una época, si la mujer quiere, en que el mundo cambiará: de ellas depende que se acabe el machismo, que se acabe el hedonismo… Sólo ellas pueden hacerlo.

También hay que hablarles de los peligros de un mal entendido erotismo artístico y de la pornografía: ¡cuánto bien se haría la humanidad a sí misma si todos los medios de comunicación que tienen tendencias en ese sentido dejaran de comprarse o de encenderse!

Una última aplicación práctica de estos conceptos es lo referente al desnudo en la familia: ni pecar por exceso pensando que es imposible que los hijos vean a sus padres desnudos, ni por defecto creyendo que no debe haber el más mínimo recato. Es decir, no tiene nada de malo que las niñas se bañen con mamá y los hijos con papá, si esto ahorra tiempo o dinero; es más, esto incrementará la inclinación del niño a su propio sexo en un ambiente natural y familiar, exento de todo mito tonto y de desinterés absoluto por el decoro.

 

 

  1. LOS 3 ERRORES MÁS FRECUENTES

 

Se han visto los aspectos positivos en la educación de los hijos, es decir, las virtudes que deben tener padres y educadores. Ahora se hablará de los defectos que más se suelen cometer, esto es, de aquellos casos en los cuales se sabe que hubo alguna falla en la educación del adolescente.

¡Cuántas veces se ha oído de los padres la queja de que ellos no fueron entrenados para educar a sus hijos! Y así es efectivamente. Son muchos los errores que se cometen, y en verdad duelen, porque un yerro cometido contra uno mismo se puede rectificar, pero uno que va a dañar a los seres que más se quiere ataca constantemente la conciencia. Más aún sabiendo que ellos están en proceso de crecimiento personal y que cada error puede significar algo que se perpetúe para toda su vida.

Conocer los defectos más comunes con profundidad dará a los padres uno de los mejores medios para no caer en ellos.

 

  1. El conflicto generacional

Frecuentemente se encuentran padres que dicen tener dificultades en la educación de sus hijos, ya que, según ellos, existe un conflicto generacional que significa, a grandes rasgos, que las dos generaciones tienen muchas diferencias (que parecen irreconciliables), que por eso el diálogo es casi imposible y que “en nuestra época no se veían esos desmanes juveniles”.

Estas afirmaciones no están lejos de la verdad. Pero no se trata ahora de hallar al culpable. Ya sabemos que los muchachos pasan por una época difícil, pues su organismo se está adecuando a las hormonas y a una cantidad inmencionable de novedades psico-emocionales. Además de eso, ya que las preguntas trascendentales -de dónde vengo, para dónde voy, qué hago en esta tierra, etc.- afloran para estos días en sus mentes, el hecho de ver el mundo en tan malas condiciones les hace pensar que la(s) generación(es) anterior(es) es(son) la(s) causantes de ese fracaso y, lo más sorprendente (para los padres), que ellos ahora sí tienen la solución.

Como los padres ya pasaron esas etapas, muy a menudo desprecian sus ideas o las escuchan dándoles poca importancia, máxime si se trata de un padre al cual la vida de trabajo y el apremio por la consecución del sostén diario se no lo “dejaron” seguir pensando en las respuestas correctas a esas trascendentales preguntas.

Conviene entonces buscar los aspectos en los cuales pueden cambiar los padres -al fin y al cabo son más maduros y pueden hacerlo- para ayudar a que ese choque sea menos fuerte o, de ser posible, no exista.

El primero de ellos es que solemos olvidar que, de jóvenes, tuvimos nuestro propio conflicto generacional: recordémoslo para refrescar que, guardadas las proporciones de la época y de las costumbres reinantes, también produjo desasosiego en nuestros padres: cuando éramos jóvenes fuimos también rebeldes –¡como nuestros hijos!– y tuvimos pensamientos similares. La mayoría de las veces no hay mucha diferencia, no nos sigamos engañando. Es una disculpa, casi siempre, creer que “nunca llegamos a esos extremos”: ¿No fueron estas u otras parecidas, alguna vez, las palabras de nuestros progenitores, aun cuando se hablara de nuestro hermano rebelde o de los primos o de los vecinos…? Hoy ¡por fortuna! es más fácil que un joven se exprese libremente, que diga lo que siente, ya que eso abre las puertas del diálogo si se sabe aprovechar la circunstancia.

Entonces, lo primero que debe hacer un padre es aceptar el conflicto, no tenerle miedo y buscar un medio para la comunicación.

Lo segundo que puede ayudar es adaptarse a los tiempos: cada generación, en promedio, dura veinticinco o treinta años. Esto significa que cada siglo hay aproximadamente tres o cuatro generaciones: ¿cuántas diferencias no habrá cada vez? No es para menos. El sólo hecho de que haya nueva tecnología y adelantos científicos crea nuevas costumbres, nuevos modos de ver la vida…

Por otro lado, si se analizan las generaciones, se verá que todo viene y todo vuelve: muchas veces aquellos aspectos contra los cuales lucharon nuestros abuelos son ahora repudiados por nuestros hijos. Las banderas que nosotros enarbolamos para nuestra lucha generacional serán desempolvadas por nuestros nietos para vencer a los supuestos “enemigos” del mundo. Es que en muchos aspectos cada generación joven piensa siempre que el camino adecuado es el contrario al llevado por sus antecesores.

También es bueno que los padres sepan que las maneras de vestir, peinarse, crear y oír música, caminar y en algunos casos de comportarse… son accidentales. Lo trascendental, lo que durará para siempre, será lo que hayamos sembrado con nuestro ejemplo y con nuestra palabra en sus años más mozos hasta la pubertad y, más que en ninguna otra etapa, en los cinco primeros años: cuando hayan terminado sus estudios universitarios, cuando lleguen a la edad adulta, cuando se casen y formen un nuevo hogar, y especialmente cuando tengan hijos, florecerán todas esas plantas que la vida desarrolló en ellos de las semillas que sus progenitores dejaron. Y si los padres llegaran a faltar, esos recuerdos les llegarán tan profundos que los impulsarán más a ser iguales en la moral y en los valores fundamentales.

El tercer punto, y quizá donde hay más fallas por parte de los padres, es algo que ya se dejó escrito en el capítulo anterior: la falta de verdadera amistad y de unión real con el hijo: compartir sus ilusiones y desilusiones, sus triunfos y sus fracasos, sus alegrías y sus tristezas, sus luchas, sus intereses… ¡su vida! Esto es lo que más une y, por tanto, lo que menos conflicto generacional crea. ¡Si al menos se les pusiera la misma atención que a nuestros amigos, vecinos, familiares y conocidos, cuánto habríamos ganado!

Pero eso es necesario ponerlo en práctica desde la niñez.

Cada vez que a cada “Papá” contestamos “Ahora no, hijo…”, debemos hacer de cuenta que pusimos un ladrillo entre él y nosotros. El peligro es que un día los ladrillos no nos dejarán verlo.

En este contexto adquiere relevancia aceptar que el muchacho o la muchacha crecieron: ese es el cuarto punto en que podemos mejorar. En el plano psicológico, durante la adolescencia se presenta una evolución que, a menudo, resulta problemática: aparecen los primeros deseos de independencia y libertad no siempre comprendidos por los padres quienes a veces se resisten a aceptar que su hijo ha dejado de ser un niño. El adolescente busca entonces su seguridad en un grupo formado por personas que están atravesando la misma etapa. Paralelamente descubre la belleza de su propio cuerpo y empieza a interesarse por el sexo opuesto. Muchos adolescentes adoptan una conducta impasible y conformista en unas ocasiones, mientras que en otras se muestran violentos y contestatarios, sin estabilizarse hasta que alcanzan la edad adulta.

El quinto aspecto es la comprensión: la disminución del rendimiento académico, por ejemplo, es, siempre que no se prolongue, un paso normal en la evolución psicológica del adolescente. Como lo habíamos visto, todo muchacho, a medida que va dejando atrás la infancia, se ve asaltado por una serie de vivencias nuevas que, con frecuencia, desenfocan los objetivos que hasta entonces tenía marcados. Es lógico que los estudios se resistan en alguna medida, ya que para el adolescente tiene mayor interés la amiga que conoció en la última fiesta, o la excursión que piensa hacer el próximo domingo, que la escuela y los libros. Es aconsejable que los padres que se enfrentan con este problema adopten una actitud comprensiva -aunque no permisiva- y procuren conocer las preocupaciones e intereses de su hijo.

Por último, aunque ya se habló de ello en el capítulo precedente, no juzgue a sus hijos nunca: si lo hace, sepa que ha puesto entre diez y cien ladrillos entre él y Ud.

Desde el comienzo, juzgue, si conviene para su formación, sus actuaciones, no su ser: él nunca es malo, a lo sumo, está equivocado.

 

  1. La abstracción

Algo que quizá no sepan muchos padres, o que se les olvida, es que la mujer puede hacer más fácilmente abstracción psicológica, mientras que al hombre le es más asequible la intelectual.

Eso significa, en palabras más sencillas, que la mujer es mucho más delicada -tiene mejor “tacto”- para percibir el aspecto psicológico: si, por ejemplo, se cuenta una historia sobre un accidente de aviación, automovilismo o acerca de un tren descarrilado, estará más propensa a “sentir” el dolor de los ocupantes, de los parientes de las víctimas o la angustia de quienes se salvaron heridos, aun cuando se trate de extraños… Es por eso que algunos afirman que la mujer “tiene mejores sentimientos”.

Realmente no es así. No es que uno sea mejor que otro, sino que cada uno tiene las peculiaridades propias de su ser.

Y si el hombre la comprende y ella hace lo propio con él, habrá mayor compenetración.

Así mismo, el hombre abstrae más cómodamente las cosas intelectuales: es frecuente encontrar en las pruebas psicológicas una atracción preponderante en ellos por la forma como funciona una máquina, mientras que a la mujer poco le importa esto, le basta saber para qué sirve, cómo se usa y que funcione.

Otra vez, aunque suene repetitivo, debe comprenderse que esto no hace mejor al hombre que a la mujer: son formas características de cada sexo en el aspecto psicológico. El hecho de que la ciencia y la tecnología cautiven a más hombres no es sólo causado por el aspecto cultural, y si hay hombres que no demuestran sentimientos tan refinados y delicados, o no los tienen, obedece esto en parte de su masculinidad, aunque la educación o el ambiente cultural influyan también.

Esto no puede llevar a afirmar que un hombre delicado y refinado sea menos masculino o que una mujer con tendencias y aptitudes científicas o filosóficas sea menos femenina, sino que, en términos generales, las estadísticas (con excepciones que siempre confirman la regla) muestran características frecuentes en determinado sexo, que no lo definen nunca.

Tampoco se debe comparar: somos distintos, no malos o buenos (o malas o buenas). Por fortuna, todos tenemos defectos y cualidades. Comparar o compararnos dejará siempre la sensación de que hay seres humanos de diferente categoría, con lo cual, el valor de la dignidad humana estaría siempre en entredicho y tanto el alabado como el denigrado empezarán a sustentar su estabilidad psicológica en algo accidental, en algo superficial. En estas condiciones no se tendrá la capacidad de respetar a los demás y nunca habrá paz.

Pasando todos estos pensamientos a la educación de los hijos, los padres deberían pensar unos segundos, antes de cada frase, con quién están hablando: ¿es con una niña o una adolescente? ¡Cuánto le ayudará, especialmente si conoce bien a su hija, recordar lo de la abstracción psicológica! ¿Se trata de un muchacho? A probar su habilidad para racionalizar con él y para adaptarse a su propia psicología. Sonará tonto decirlo -pero qué frecuente es no tenerlo en cuenta- que al padre le resulta más difícil “llegar” a su hija y a la madre “tocar en lo más íntimo” a su hijo varón.

De ahí se desprende la máxima -tan desvalorizada hoy- pero que tanta falta hace a las familias: el mejor amigo de un niño es su papá, y la mejor amiga de una niña será siempre su mamá; sólo así será posible que el mejor amigo de un adolescente sea el padre de sus mismo sexo, para que el proceso de la educación sexual tenga todas las facilidades.

 

  1. La dignidad de la mujer

El machismo, propiciado, como se ha visto, por ambos sexos, ha vilipendiado a la mujer hasta el extremo de usarla como medio de propaganda, ya que al no poder desmembrarla para usar únicamente su cuerpo, se la está utilizando toda ella.

Esto debe acabar.

Es imprescindible iniciar una lucha por formar hacia la dignidad, especialmente la dignidad de la mujer: si la mujer está demeritada, la sociedad estará enferma; si la mujer está prostituida, la sociedad estará destruida; si la mujer se ha dignificado, la sociedad resurgirá, porque su moral se engrandecerá y esas características femeninas reverdecerán el ámbito donde se desenvuelve, haciéndolo más digno.

No sólo el valor de la mujer está minado: lo está también el valor de las madres.

Por su fortaleza, la madre es muchas veces el centro de la agresividad de todos los miembros de la familia, incluido el esposo, y las tensiones externas suelen proyectarse sobre ella. El padre, por el contrario acostumbra a inspirar más respeto y su autoridad se hace notar, en rasgos generales, más que la de la madre.

Debe favorecerse el cambio:

Lo primero que hay que preguntar es cuánto de culpabilidad tiene la misma mujer.

Ya se había dejado postulado cómo un hombre comienza a encapricharse con el cuerpo de su mujer, cómo favorece la mujer este gran error, cómo esa costumbre está tan arraigada en las sociedades más machistas y cómo se la debe combatir.

Pero a eso debe agregarse que todas las frases (generalmente dichas sin cuidado) que aceptan en sí mismas tácitamente el machismo, lo favorecerán.

Si salen de los labios del padre son malas, pero dichas por la mamá son casi un dogma; y la peor de todas estas es la que a veces dicen a sus hijas: “cuando seas grande debes ser igual al hombre, debes luchar para estar a su altura”. Sorprende, ¿no? Parece más bien una frase anti-machista, pero no es así, puesto que sienta el precedente de que la mujer está en un plano inferior.

¿Cuándo se hará consciente la mujer de que su valor y su dignidad son casi infinitas?

Acabamos de decir que no se deben comparar el hombre y la mujer. Pero, ¿y si lo hiciésemos…?

¿Tiene el hombre la potestad de engendrar? ¿lo dotó la naturaleza para darle vida a su hijo durante nueve meses? ¿puede amamantarlo?… Conclusión rápida: la mujer es más que el hombre, desde el punto de vista biológico.

¿Suele tener el hombre la ternura que tienen las madres para cuidarlo? ¿su delicadeza? ¿su fineza por el detalle? ¿su fortaleza para dar? ¿soporta tanto como ella las incomodidades?… Psicológicamente la mujer también es más.

Espiritualmente sí son iguales.

Es un yerro comparar, pero así se ve más claramente el error garrafal del concepto que de sí misma tiene la mujer cuando piensa que es menos que el hombre. Trabajando a su lado, siendo tan profesional como él (o mejor), ganando aun más que él, superándolo en los puestos de trabajo, en la calidad y en la cantidad de su labor… ¡está poniéndose a su altura, que es menor!

Ya era mejor. ¿Por qué descender?

Lo prueban los gerentes de las empresas: sus mejores empleados son mujeres, y más si han sido abandonadas por sus esposos, con sus hijos, obviamente. A propósito: ¿por qué casi nunca el padre se queda con los hijos? ¿por qué casi nunca lucha por encargarse de ellos? No siempre es porque los ame menos, es muy frecuente que sea a causa de su cobardía; en la mayoría de los casos ella, la mujer, que es la valiente, se encargará y los sacará adelante.

¡Cuánta falta hace que la mujer se persuada de que su valor es inconmensurable, casi infinito, tanto en la familia y con respecto a la educación de los hijos!

Y si se es madre, mucho más: ellas creen que no hacen nada siendo madres. ¡Cómo se nota cuando están ausentes! Algunas veces los descuidan para darles cosas materiales y luego se los encuentra por ahí, dando tumbos, queriendo sólo ganar dinero, poder, honra, placer, bienes materiales… sin nada en el interior…

La crisis de la sociedad es una crisis de madres: sólo con ellas se puede dar una educación integral a los hijos, sólo con ellas se formarán buenos ciudadanos, sólo con ellas habrá hijos felices que hagan el bien a sus semejantes, sólo con madres que dan amor -realidad que sí nos diferencia de los animales- se cambiará al mundo.

Pero para eso hace falta tiempo. Tiempo para sus hijos. A veces es necesario ayudar al esposo con las cargas económicas del hogar, pero en otras ocasiones, el bienestar material se pone por encima del bienestar psico-emocional, o mejor, integral de los hijos. A veces una supuesta “realización personal” (no hay mejor realización que ser madre) deja huérfanos de tiempo. A veces, las metas materiales de las madres dejan el vacío de lo más importante para un niño: el amor.

Algunos y algunas se engañan diciéndose que es más importante la calidad del tiempo que se les dedica que la cantidad. Y ellos la necesitan (perdón la redundancia) cuando ellos la necesitan, no cuando ellas “pueden” darles ese tiempo. Cuando el niño regresa del jardín infantil o del colegio, cuando hacen sus tareas escolares, cuando juegan con sus amigos (¿cómo se sabrá qué clase de amiguitos tiene nuestro hijo?), cuando tienen percances o accidentes, cuando, al ir creciendo, se sientan solos o tristes, cuando incluso su padre haya sido un poco duro con ellos…, en fin, siempre que se es hijo, se está creciendo y se puede tener una madre, se la debe tener.

Tener hijos con la intención clara de que no van a tener una madre a su lado es injusto e ilógico: nadie puede suplir a las madres; ni la abuela, ni la tía, ni el mismo esposo (los hombres somos menos cuando estamos solos que ellas sin nosotros), ni mucho menos, por supuesto, “la mejor empleada del mundo”.

¡No hay hombre que pueda tanto como una madre! ¡En sus manos está la resurrección del mundo! ¡Si quisieran salvarnos…!

Hasta ahora nos hemos referido a la actitud de la mujer. Además de ese cambio interior de ella, es imperante que el hombre cambie también: no es imposible, como acabamos de ver, pero sí muy difícil la labor de la mujer en el hogar sin el apoyo, la valoración y la comprensión de su esposo.

Apoyo en todo. La disculpa de llegar cansado del trabajo merece la misma reprobación que se dio a las mujeres que ponen su “realización profesional” o el dinero extra por encima de la educación de los hijos: ¿para qué tener un hijo, si no se le va a terminar de formar con la educación paterna que completa el ciclo? sólo algunos animales terminan su tarea reproductiva con el parto, como vimos anteriormente. O se tiene responsabilidad completa para formarlos, o se piensa mejor si se desean hijos. Apoyo en las tareas educativas y en las del hogar.

Valoración de la mujer y valoración del trabajo de la mujer: que ella sienta siempre que está haciendo lo mejor que puede hacer por su familia, que siempre haya agradecimiento por parte de su esposo (y con ese ejemplo, también de los hijos), no solamente por el esfuerzo que implica la labor educativa, sino por todo lo demás: la comida, el orden y el aseo, el cuidado de la ropa, de los objetos de decoración, etc. Que las palabras de su esposo la hagan sentir constantemente orgullosa de sus realizaciones en pro del hogar entero… esa, para ellas, es la mejor retribución y es lo mínimo que ellos deben hacer.

Y, por último, comprensión: ese ejemplo constante de amor que dan las madres trabajando en el hogar es sacrificio y las cansa. Y un hombre que sabe amar sabrá también comprender que si está un poco susceptible, es porque los muchachos le dieron mucho que hacer o la preocuparon, porque la labor del hogar -muchas veces solitaria- es muy monótona o porque antes de la menstruación o durante el embarazo sus hormonas la hacen más susceptible.

Si se colocó al ejemplo como la primera de las reglas de oro de la educación sexual, ya se puede deducir el beneficio que representarán actitudes maternales y paternales como las que se acaban de describir: madres que saben lo que valen y padres que también se percatan de ello y que lo valoran. Dejarán una huella indeleble en el cerebro y en el corazón de sus hijos y de sus hijas, que irán haciendo de la célula de la sociedad -la familia- un nido de amor y de ejemplo para todos.

Una frase que escribió un poeta del siglo XII, llamado Hugo de Víctor, puede servir, no sólo de resumen a lo dicho en estas últimas líneas, sino para que los padres la enseñen a los hijos:

La mujer no fue sacada del cerebro del hombre pues nunca se pensó que gobernara, ni de sus pies para que fuera su esclava, sino de su costado para que caminara a su lado, de debajo de su brazo para que fuese por él protegida y de cerca a su corazón para que la amase intensamente.

(Un consejo que da el autor a todas las muchachas que le preguntan sobre el amor verdadero es que enseñen esa frase a sus novios. Si ellos no se la aprenden, que no se casen.)

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Poco a poco, y con el trabajo silencioso de cada persona individual y el testimonio valiente de parejas y familias que viven la alegría de una experiencia de amor generoso y abierto a la vida se va construyendo una humanidad nueva, presagio de alegría, paz y felicidad para nuestros hijos.

 

 

XII. EL PERFIL DEL EDUCADOR

 

Teniendo en cuenta todos los aspectos descritos hasta ahora y los riesgos tan grandes que existen, ¿a cuál, de los profesores, encargar de la cátedra de Educación Sexual? ¿al capellán del colegio o al profesor de religión? ¿al profesor de biología? ¿al psicólogo?…

Quizá sea importante el cargo que ocupa, pero su calidad humana es básica para ejercer ese cargo.

De hecho, como se puede deducir al entender la diferencia entre sexualidad y genitalidad, todos los profesores enseñan sexualidad todos los días, en todas sus clases, en los recreos, durante el almuerzo y en el bus…

He aquí la conveniencia de suscitar una elección del profesorado basada, no sólo en su probidad profesional, sino en la calidad humana y en el ejemplo que pueda dar a los alumnos. De no ser así, algunos profesores influirán negativamente en el desarrollo psico-emocional y humano de los educandos. Por eso se puede afirmar que la calidad de un colegio no la da la infraestructura física -material propiamente dicha-, ni tanto la preparación académica de los docentes, sino sus cualidades como seres humanos.

Si bien todos los profesores deben tener criterios éticos, explicar la sexualidad para que se entienda requiere de alguien aún más especial, quien no solamente debe saberla sino también debe vivirla para que se pueda aprehender.

 

  1. El ejemplo de su propia vida

Consiguientemente, es imperante que el educador sexual sea un hombre o una mujer que pueda probar que su familia es estable, en donde reina el amor por encima de todos los otros aspectos, además de probo y calificado.

Para este propósito, aunque no es absolutamente necesario, se diría que conviene el profesor o la profesora sea casado y que tenga hijos (especialmente si es varón) para que pueda valorar a un niño y a un adolescente en su expresión más valedera: la expresión de un hijo a quien se ama de veras, a quien se le desea lo mejor, y quien, por tanto, es capaz de despertar los sentimientos necesarios en el educador para que se esfuerce siempre y sin descanso (como con un hijo) en la consecución de su fin, cual es su felicidad.

Lograr eso es imposible con un profesor al que se le note algún asomo, por pequeño que sea, de las tres causas de los daños producidos en las anteriores generaciones, esto es, de machismo, de hedonismo o de mojigatería (véase el capítulo IV).

Cualquier indicio de machismo, una sola sospecha de hedonismo o la más mínima muestra de mojigatería deberán alertar al personal directivo de la institución, bien en el momento de la entrevista para la selección, bien en los meses de prueba, y aun en el transcurso del tiempo que permanezca laborando (aunque se percaten de esto años después de ingresado, es necesario tomar las decisiones necesarias).

Sobresale, entre todos estos conceptos, la valoración que el postulante tenga de la mujer, no solamente en el caso de los profesores varones, sino también en el de las profesoras. Recuérdese que si la mujer continúa siendo garante del machismo, nunca se acabará con él.

La mojigatería sería tan dañina como el mismo machismo.

El hedonismo de un maestro también acabaría fácilmente con cualquier pretensión de educación integral en la sexualidad de los muchachos.

Por eso conviene seleccionar a los profesores con cautela y encargar la importante y delicada misión de la educación sexual a aquellos maestros que, durante mucho tiempo, han demostrado ser los más idóneos para el cargo.

A veces resultará difícil hacer esta evaluación. Pero será muy útil revisar en la introducción al capítulo IV los trastornos de la sexualidad, para ir en busca de cualquier síntoma de esos tres nefastos males.

También ayudará que en las hojas de solicitud de empleo se hagan preguntas alusivas a la situación familiar y, dentro de ella, a la estabilidad general e individual de cada uno de sus componentes; además, sus gustos y las actividades a las cuales dedica su tiempo libre; una vez elegidos los posibles postulantes al cargo, se revisará con minuciosidad esa hoja.

En otras ocasiones será muy fácil hacer la elección adecuada, lo cual no indica que se deban suspender las periódicas evaluaciones.

Es siempre un error enunciar las virtudes de las que debe hacer gala alguien encargado de una labor importante (entre otras cosas, porque casi nadie las tiene todas), pero ya que el tema es tan trascendental, bien vale la pena destacar las principales: voluntad férrea, mayor inclinación a los valores que al desafuero, sencillez y naturalidad, amor por el hogar y por su cónyuge, generosidad con todos, espíritu de comprensión, veracidad… y, muy especialmente, decoro.

Una vez seguidas estas precauciones, debe evaluarse constantemente la actitud y los resultados de la labor por él o ella llevada a cabo. Parecerá un poco engorroso dedicar un poco de tiempo a este trabajo adicional, pero es de suma importancia -quizá más que otros aspectos a los que se dedica más tiempo y atención- establecer una adecuada guía en materia tan íntima y, sobretodo, tan esencial en el desarrollo psico-emocional y espiritual de los estudiantes. Baste pensar en lo beneficioso que sería para nuestros propios hijos que en los colegios se tuviera una política semejante.

 

  1. Su ética profesional

La ética es la “parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. Aplicado a la profesión, este término implica que el profesor estará llevando rectamente los medios que tiene a su disposición para que el alumno guíe su vida por los caminos descritos en el presente libro. Con ella, el educando aprenderá qué es bueno y qué es malo para él mismo, que es lo más importante.

Si de los profesores en quienes las directivas están pensando para que asuman la cátedra de Educación Sexual, uno es probo y calificado en la función que desempeña y tiene un alto grado de responsabilidad, aunque su área sea la química, las matemáticas o la física, será el más adecuado para el cargo. Necesitará simplemente un entrenamiento en el área.

Es posible que haya otro que esté encargado de la biología o sea psicólogo y aunque todos crean que sabe mucho acerca del tema, ninguno de estos aspectos lo hace mejor si otro lo supera en la ética personal.

Este es el segundo aspecto a evaluar en todos los profesores y, muy especialmente, en los que asumirán la tarea de formar. Recuérdese que no es lo mismo informar que formar, esto es, educar.

 

  1. Su conocimiento acerca de los tres planos de la sexualidad

Como se dejó claramente expuesto en el primer capítulo, de los planos en los cuales se maneja el ser humano(biológico, psicológico y espiritual), en general, todos los hombres han elegido como el mejor el plano espiritual, ya que en él reluce de una manera muy especial el amor humano verdadero: un “amor” meramente carnal no tiene nada en qué competir con un “amor” en el que la entrega se limita a complementarse psicológicamente, siendo uno de los componentes de la pareja apoyo y suplemento del otro; pero aquel y este palidecen frente a una entrega imperecedera, que no piensa en un fin, una entrega que busca trascender, difundirse hacia la eternidad, como lo es el amor en el plano espiritual.

Por eso, y también repitiendo palabras del primer capítulo, la sexualidad nunca podrá manejarse únicamente desde el punto de vista médico, pues sólo se verá lo biológico; tampoco sólo desde el perfil psicológico o quedará incompleto.

Por eso, vale la pena que se profundice en ese aspecto espiritual:

El yo humano histórico es mitad en busca de otra mitad. Como se vio, este es el significado de la palabra “sexo”: seccionado, parcializado, es decir, sexuado; el complemento del hombre es la mujer, y ésta lo es de aquel. Sin embargo, la persona histórica, concreta, jamás encontrará en la creación otra que le sirva de complemento integral, esto es, en los tres aspectos: biológico, psicológico y espiritual; no existe un ser humano que sacie su hambre de relación, que aquiete totalmente su corazón en la búsqueda de la otra mitad que lo termine con otro humano.

Sólo quien lo formó, quien lo creó, puede llenar el corazón del hombre. Es el único que puede complementarlo realmente.

Este ser, llamado en casi todas las culturas Dios, puede ser buscado en el matrimonio, o fuera de él.

Quien se casa, elige a Dios como supremo amor a través del amor a una imagen suya: el hombre o la mujer. La unión matrimonial es signo de la unión con ese ser eterno que, valga la redundancia, es el amor mismo.

El matrimonio no es la realidad. Sólo es signo de la realidad. La realidad suprema es Dios. Todo el amor de un hombre es real cuando, de una forma u otra, termina y descansa en el Creador.

La otra manera de buscar esa felicidad es entregar la genitalidad, ya no a otro ser humano, sino al mismo Dios, absteniéndose de todo goce carnal. Esta forma de vida, como tal, no necesita el matrimonio ya que alcanza la realidad frontalmente. Dios se convierte en el esposo de su yo personal.

Esta voluntaria postura, llamada virginidad, confirma el matrimonio y le da la verdadera dimensión: el matrimonio significa, y la virginidad es lo significado. La virginidad es la realidad definitiva de la persona humana complementada por Dios.

El matrimonio, siendo sólo signo, termina en los límites de esta forma de vida terrestre. El matrimonio es signo de la vida definitiva: Dios y yo.

El matrimonio es signo de la virginidad. Después, cuando acabe la vida terrestre, no habrá signos: sólo la realidad. Para los casados, el matrimonio debe constituirse en un signo eficiente de esa virginidad así entendida, que también ellos deben vivir.

Para ejercer la sexualidad, entonces, basta el encuentro íntimo y sincero del yo personal que trasciende la señal física. Un sacerdote, por ejemplo, puede llegar a vivir su sexualidad mucho mejor que un padre de familia.

Aunque su mayor o menor virtud no depende del estado -soltero o casado- en sí, sino del modo de vivir en ese estado, quien se entrega a Dios en el sacerdocio tiene más cerca de sí la realidad (le es más asequible), y por ende, lo capacita para un juicio más recto acerca de la sexualidad. Por añadidura, está más lejos de las veleidades y de los vaivenes de las pasiones que los casados, y puede mirar “desde la barrera” los aconteceres matrimoniales.

No es sabio, entonces, desdeñar los valiosos consejos y ayudas de los sacerdotes en un matrimonio y, mucho menos, en los programas de educación sexual, en los cuales se guiará al hombre, a la mujer y a los hijos hacia una sexualidad digna del ser humano.

Volviendo a lo anterior, conviene, entonces, que los encargados de dar la orientación a los profesores y a los padres de familia estén formados en los tres planos de la sexualidad, lo cual está muy lejos de ser una realidad; y cuando esto no se pueda conseguir debería legarse esta labor a los conocedores del aspecto más relevante, es decir, a los sacerdotes. Dejarán vacíos en el aspecto biológico, pero no tantos en el psicológico, y muchos menos en el espiritual, realmente el más importante de todos para nuestros hijos.

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Si lo que queremos es la felicidad de nuestros hijos, debemos cambiar nuestra manera de pensar. Eso representará un gran esfuerzo.

Pero es por ellos, por nuestros hijos, la continuación de nuestros seres. ¿No vale la pena?

 

 

GLOSARIO

 

Adquirido(a): Al referirse a las enfermedades, dícese de todas aquellas producidas después del nacimiento y que no son hereditarias.

Adrenalina: Hormona secretada por la glándula suprarrenal (encima del riñón) que actúa en el sistema nervioso simpático.

Amenorrea: Falta de menstruación.

Andropausia: Conjunto de fenómenos que acompañan la cesación de la actividad testicular en el hombre.

Anemia: Disminución del número de glóbulos rojos o del caudal de hemoglobina de la sangre.

Antibacteriano: Conocido más comúnmente como antibiótico, aunque este nombre es erróneo (“anti”=en contra de; y “biótico”=vida). Sustancia medicamentosa natural o sintética que se utiliza para eliminar o disminuir la acción dañina de las bacterias.

Antiinflamatorio: Fármaco que impide la inflamación.

Antimicótico: También se le llama antifúngico. Medicamento que se opone al desarrollo de los hongos.

Aréola: Zona de color oscuro que rodea al pezón.

Balano-: Prefijo que denota relación con el glande.

Blástula o blastocito: Período de desarrollo embrionario constituido por el blastodermo que rodea una cavidad central.

Bolsa o bolsa escrotal: Véase ESCROTO.

Bulbos vestibulares: Malla de arterias y venas pequeñas ubicadas a los lados de la entrada de la vagina. Son estimuladas por la penetración, y constituyen una de las zonas erógenas más importantes en la mujer.

Cigoto: Individuo resultante de la unión de los dos gametos (el espermatozoide y el óvulo).

Clítoris: Órgano pequeño y alargado situado en el ángulo anterior de la vulva. Se puede decir que es homólogo del pene masculino.

Cólera: Enfermedad aguda grave caracterizada por vómitos repetidos y deposiciones numerosas, calambres y poca secreción de orina. Es producida por el Vibrión Colérico, que contamina las aguas potables.

Concepción: Fecundación del óvulo.

Conducto deferente: Conducto que va desde el epidídimo hasta el conducto eyaculador.

Congénito(a): Nacido con el individuo, innato.

Corteza cerebral: Capa exterior del cerebro compuesta principalmente de sustancia gris.

Cuello uterino: Porción inferior y estrecha del útero entre el orificio externo y el cuerpo.

Cuerpos cavernosos: Las dos columnas de vasos sanguíneos del dorso del pene o clítoris.

Cuerpo esponjoso: Masa de tejido eréctil del pene -y del clítoris- compuesta por vasos sanguíneos que rodea la uretra.

Cuerpo amarillo o cuerpo lúteo: Masa amarilla de función endocrina en ovario que ocupa el lugar del folículo una vez se ha desprendido el óvulo. Dura alrededor de 14 días. Perdura varios meses si el óvulo fue fecundado.

Diagnóstico: Parte de la medicina que tiene por objeto identificar una enfermedad fundándose en los síntomas y los signos de esta.

Embarazo ectópico: Desarrollo del cigoto fuera de la cavidad uterina (en el abdomen, cuerno uterino, en la trompa de Falopio, etc.).

Embrión: Individuo resultante de las primeras modificaciones de la blástula.

Endometrio: Mucosa que tapiza la cavidad uterina.

Epidídimo: Pequeño cuerpo oblongo fijo en la parte superior del testículo que se continúa con el conducto deferente.

Erección: Enderezamiento, especialmente de la turgencia y rigidez del pene por el afluencia de sangre a los cuerpos cavernosos. Por extensión, del pezón, de la columna vertebral, de los pelos, etc.

Erosión: Destrucción o ulceración lenta y progresiva de un tejido por fricción, compresión o por la acción se una sustancia corrosiva.

Escroto: Envoltura de piel común a ambos testículos.

Esmegma: Sustancia espesa, caseosa, maloliente, que se encuentra en el surco balanoprepucial y alrededor de los labios menores, producto de la acumulación de células descamadas.

Espasmo: Contracción involuntaria y persistente de un músculo o grupo muscular.

Esperma: Semen o secreción testicular con líquido de las vesículas seminales, prostáticos y secreción de las glándulas de Cowper.

Espermatogénesis: Serie de procesos que acaban con la producción de espermatozoides.

Espermatozoide: Célula reproductora masculina madura o gameto masculino.

Estradiol: Esteroide principal femenino (estrógeno).

Excoriación: Pérdida superficial de sustancia que solo afecta a la epidermis, la capa más externa de la piel o de las mucosas.

Etiología: Parte de la medicina que tiene por objeto el estudio de las causas de las enfermedades.

Eyaculación: Emisión súbita de un líquido, como la del semen.

Fecundación: Impregnación del óvulo maduro por el espermatozoide y fusión de los núcleos masculino y femenino.

Feto: Individuo resultante de la concepción desde el final del segundo mes hasta el parto (antes se consideraba desde el tercer mes).

Fimosis: Estrechez congénita o accidental de la abertura del prepucio, por la que no se puede descubrir el glande.

Fisiología: Ciencia biológica que tiene por objeto el estudio de la dinámica de los cuerpos organizados.

Flagelo: Prolongación de la célula parecida a un látigo que poseen algunas y que les sirve para moverse.

Folículo primordial: Vesículas del ovario que contienen el óvulo inmaduro dentro de un líquido.

Genético(a): Relativo a la genética, ciencia que trata de la reproducción, herencia y problemas acerca de la descendencia.

Gestágeno: Esteroide de acción progestacional.

Glándula de Bartholín: Glándula (órgano que sirve para elaborar cierto tipo de productos de la sangre) ubicada en la parte lateral y profunda de la vulva, encargada de producir la mayor cantidad de moco vaginal para la penetración del pene.

Glándula de Cowper: Cada una de las dos glándulas situadas paralelamente a la poción membranosa de la uretra, delante de la próstata, cuyo conducto excretor sale a ella.

Glándula mamaria: Mama, órgano glandular especial para la secreción de leche materna que se hallan en la región torácica anterosuperior.

Glande: Parte más extrema del pene y del clítoris. Es más abultado. Se le llama también balano, como prefijo.

Glóbulo rojo: Se llama también hematíe o eritrocito. Célula de la sangre que contiene la hemoglobina.

Glúteo: Relativo a las nalgas.

Gónada: El testículo o el ovario son las gónadas, glándulas productoras de gametos (espermatozoides u óvulos).

Gonadotropina: Hormona que se origina en la glándula Hipófisis o Pituitaria que estimula las gónadas.

Hemoglobina: Proteína de color rojo presente en los glóbulos rojos, cuya función principal es transportar oxígeno a los tejidos.

Herpes: Afección inflamatoria de la piel producida por un virus caracterizada por la aparición de pequeñas vesículas transparentes reunidas en grupos rodeados de una areola roja.

Himen: Repliegue membranoso de la mucosa de la vagina que tapa parcialmente la entrada.

Hipogonadismo: Estado de menor desarrollo o actividad genital por insuficiencia de las hormonas masculinas o femeninas.

Labios mayores: Cada uno de los pliegues cutáneos con pelos, a cada lado de la vulva.

Labios menores: Cada uno de los pliegues mucosos debajo de los labios mayores de la vulva.

Lactancia: Alimentación de los niños por medio de la leche en el período en que maman.

Líquido seroso: Líquido que produce o contiene suero.

Mama: Glándula mamaria, órgano glandular especial para la secreción de leche materna que se hallan en la región torácica anterosuperior.

Matriz: Útero, cavidad donde crece el hijo concebido desde que se adhiere hasta el nacimiento.

Meato urinario: Orificio externo de la uretra.

Médula espinal: Porción del sistema nervioso que va dentro de las vértebras desde su salida del cráneo.

Menarquia: Establecimiento o comienzo de la menstruación.

Menopausia: Cesación natural y permanente de la regla.

Menstruación: Pérdida de sangre por la vagina, que viene del útero, que se produce, término medio, cada 28 días en cantidad promedio 60 ml, y dura aproximadamente de 3 a 5 días.

Metabolismo: Conjunto de transformaciones físicas, químicas y biológicas que en los organismos vivos experimenten las sustancias dentro de ellos.

Mitocondria: Organito del citoplasma de las células, que alberga cadenas de enzimas que intervienen en la respiración celular.

Moco: Sustancia líquida o semisólida, viscosa, translúcida, secretada por las glándulas mucosas y compuesta de agua.

Mórula: Ser humano hecho de una masa sólida de células, resultado de la multiplicación del cigoto.

Nervio erector: Nervio que éxito la erección del pene.

Neumonía atípica: Inflamación del tejido pulmonar.

Orgasmo: Grado más alto de excitación y culminación de la cópula sexual.

Ovario: Glándula genital femenina.

Patología: Rama de la medicina que estudia las enfermedades y los trastornos que se producen en el organismo.

Pene: Órgano eréctil masculino situado delante del pubis.

Pezón: Eminencia cónica, cilíndrica, eréctil, en el centro de la mama en la que desembocan los conductos galactóforos (por donde sale la leche materna).

Perineo: Anatómicamente, región romboidal que va del pubis a la punta del coxis.

Prepucio: Pliegue mucocutáneo del pene que cubre el glande. En la mujer, este pliegue es de los labios menores y cubre el clítoris.

Progestágeno: Sustancias que poseen actividad para facilitar la gestación.

Progesterona: Hormona sexual del cuerpo lúteo que prepara el endometrio para la recepción y desarrollo del huevo fecundado.

Próstata: Órgano glandular propio del sexo masculino que secreta un líquido que se mezcla con el esperma en el momento de la eyaculación.

Prostatitis: Inflamación de la glándula prostática.

Quimioterapia: Tratamiento por sustancias químicas.

Radioterapia: Tratamiento de las enfermedades por toda clase de rayos, especialmente los roentgenológicos.

Recto: Ultima porción del intestino grueso que termina en el ano.

Reflejo: El producido por transmisión nerviosa a un centro y, desde aquí, a un nervio secretorio (en una glándula) o motor periférico (en un músculo).

Semen: Líquido blanquecino, espeso, secretado por los testículos, la próstata y la vesícula seminal que contiene espermatozoides.

Sistema inmunitario: Sistema de defensas orgánicas.

Sistemas simpático y parasimpático: Sistema nervioso involuntario de la vida orgánica. Inerva los músculos de fibras lisas y el corazón y tiene relación íntima con las secreciones y movimientos vasculares y procesos nutricionales o tróficos.

Surco balano-prepucial: Hendidura que se encuentra entre el prepucio y el glande.

Tabes: Atrofia (disminución de volumen y peso de un órgano por defecto de nutrición) progresiva.

Tejido epitelial: Capa de células que recubre el exterior y el interior del cuerpo.

Testículo: Glándula seminal -o gónada- masculina.

Testosterona: Hormona sexual masculina.

Trompa de Falopio: Nombre de dos conductos o tubos especiales que van del ángulo uterino al ovario del lado correspondiente. También se le llama oviducto.

Túbulos seminíferos: Canalículos que forman la red testicular de Haller y llenan los compartimientos del testículo. En su revestimiento se producen los espermatozoides.

Tumor maligno: Tumor de crecimiento periférico, es decir, que se disemina hacia afuera, invadiendo y desordenando las partes en que se ubica. Es frecuente que vuelva a formarse después de operado y lo hace a través de los sistemas circulatorios, especialmente del linfático.

Útero: También se le llama matriz. Órgano femenino de la generación destinado a recibir el óvulo fecundado, a conservar y nutrir la nueva vida formada y a expulsarlo en el tiempo oportuno. Es hueco, muscular, en forma de pera, de 7-8 centímetros de longitud, con una parte superior ancha llamada cuerpo y otra inferior estrecha llamada cuello.

Vagina: Conducto membranoso femenino u órgano de la copulación que se extiende de la vulva al útero cuyo cuello abraza.

Vejiga urinaria: Saco músculo-membranoso situado en la pelvis, detrás del pubis y delante del recto, que sirve de reservorio para la orina que fluye constantemente de los uréteres, los cuales la recogen de los riñones.

Vesícula seminal: Vejiga pequeña; órgano en forma de saquito o bolsa ubicada detrás y debajo de la próstata.

Vulva: Parte exterior de los genitales femeninos que comprenden los labios mayores y menores, el clítoris, el vestíbulo vaginal y sus glándulas, y los orificios uretral y vaginal.

Zona erógena: Las áreas del cuerpo que producen excitación genital o son sensibles a ella.

Zona granulosa: Parte del ovario que se llena de “granitos” para convertirse en nutrición del óvulo que madura.

 

 

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Educación sexual en el uso de preservativos, ¿un auténtico beneficio?*

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 24, 2013

 

Se dice que la educación sexual que promueve el uso del preservativo es un beneficio, pues puede prevenir enfermedades de transmisión sexual y fomentar la tolerancia hacia prácticas homosexuales. ¿Es verdad?

En octubre de 2007, la Revista de Promoción Sanitaria de California reveló que los programas de educación sexual implementados en el 96% de las escuelas públicas de California, Estados Unidos, reflejan que en realidad ese tipo de “educación” fomenta la promiscuidad, o lo que es lo mismo: no funcionan. Así, 1,1 millón de chicos instruidos en el uso del condón contrajeron alguna enfermedad de transmisión sexual en 2005 (sífilis, clamidia, gonorrea, papiloma humano o sida). Según Chris Weinkopf, editor de Los Ángeles Daily News, estas cifras se deben a la prohibición legislativa que en California veta una educación sexual basada en la abstinencia.

La información de la Revista de Promoción Sanitaria de California está en sintonía con los datos que en marzo de 2008 dio a conocer el Centro de Control de Enfermedades y Prevención de Estados Unidos (CDCP). Según esta entidad, una de cada cuatro adolescentes porta enfermedades de transmisión sexual. En el informe la CDCP contempla la necesidad de una educación en la abstinencia como una prioridad pública urgente.

¿Y el elevado índice de contagios, por qué? Según la directora ejecutiva de la Asociación Nacional de Educación en la Abstinencia, Valerie Huber, “A los adolescentes se les enseña erradamente que el preservativo hace que las relaciones sean seguras. Cuando vemos que una de cada cuatro muchachas está infectada con alguna enfermedad de transmisión sexual, queda claro que la enseñanza basada en la anticoncepción que se aplica en el 75% de las escuelas de los Estados Unidos les está fallando a la gente joven”.

En España, durante el verano de 2009 fueron tema de escándalo y debate nacional los abusos y agresiones sexuales por parte de menores de edad. Ha sido fácil hallar una relación directa en la promoción, intencional o no, de la práctica sexual y su banalización desde temprana edad en la educación que se imparte en buena parte de las escuelas públicas.

Al respecto, el escritor Juan Manuel de Prada escribía en un artículo publicado en el diario ABC (27.07.2009): “Les reparten condones en las escuelas y les ponderan las delicias de la libertad sexual; a cambio les dicen que tales delicias sólo pueden alcanzarse si son plenamente consentidas por la otra parte. Pero esta barrera del ‘consentimiento’ se torna absolutamente ineficaz, porque previamente se ha desatado una fuerza arrolladora”.

Autor: Jorge Enrique Mújica

 

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Bienestar duradero y estable

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on November 15, 2012

En un avance de la vigésima tercera edición de su Diccionario, la Real Academia Española define la palabra: Trastorno como: “Perturbación de las funciones psíquicas y del comportamiento”. Y así fue como denominé a la homosexualidad frente a una psicóloga que, con aire de librepensadora moderna, me cuestionó:

—¿Trastorno?

—Sí.

Ella repitió su pregunta con la sonrisa que suelen poner los doctos en una materia cuando habla un lego con ellos, mientras se le quebraba un poco su voz por una ligera risa refrenada que salía de su boca:

—¿Trastorno…?

—Ya que hablo con una profesional, me animo a explicarte que en una cópula sexual entre un hombre y una mujer, cuando ella está excitada, las glándulas de Bartolino, que se encuentran a la entrada vaginal, segregan una sustancia lubrificante para impedir que el roce de las mucosas produzca en ellas excoriaciones o erosiones (pérdida del epitelio o peladuras). En cambio, en el caso de dos hombres homosexuales, ni en el recto ni en el ano hay tales glándulas, lo que ocasiona esas excoriaciones, que explican en parte la alta incidencia de VIH positivo y sida entre los homosexuales, comparándola con los índices en heterosexuales. Esto quiere decir que la relación homosexual es antifisiológica o, lo que es lo mismo, va en contra de la función normal —natural— de los órganos genitales.

Ella repitió, casi de memoria y al pie de la letra, lo que enseñan en muchas facultades de psicología con base en la llamada Ideología de género:

—Es simplemente la elección de una opción. Y si eso los complace, ¿qué importa? ¿Qué tiene de malo? Lo que ocurre es que la cultura de nuestros retrasados pueblos y las religiones son un fardo que no nos deja ser actuales… Hay que tener “mente abierta”. En Noruega, por ejemplo, a todos les parece normal optar por la homosexualidad…

Lo que esta psicóloga está lejos de entender es que la felicidad auténtica es mucho más que una complacencia biológica transitoria, temporal, efímera, como lo es el placer sexual. Las estadísticas, por ejemplo, muestran al mismo tiempo que las uniones de homosexuales son más inestables que las heterosexuales y que tanto el índice de los trastornos psicoafectivos como psicoemocionales es más alto en el primer grupo. Por eso hablaba de trastorno: perturbación de las funciones psíquicas y del comportamiento.

Al explicarle todo esto, cambió súbitamente el tema (como suelen hacer quienes detectan en un interlocutor cualquier asomo de moralidad), y pasó a hablar del aborto:

—Otro tema en el que estoy de acuerdo es la interrupción del embarazo, sobre todo en el caso de una violación: ¿Cómo es posible que obliguen a una mujer a sufrir 9 meses por algo que ella no deseó? Yo critico a las mujeres que abortan cuando libremente quedan embarazadas; pero ¿¡una mujer violada!?

Y usó con la palabrita mágica que había utilizado para el tema anterior:

—Ella debe tener la opción de abortar.

Y continuó:

—Ella tiene el derecho a elegir no seguir con ese embarazo.

Le expliqué que la ciencia —la embriología y la genética principalmente— han dejado claro el instante en el que comienza una nueva vida: la concepción. Y añadí:

—Esa nueva vida tiene los mismos derechos que cualquier otro ser humano.

Asintiendo con su cabeza, dijo:

—Sí; yo estoy de acuerdo: la vida comienza con la concepción. Pero la madre va a sufrir mucho durante esos 9 meses…

Entonces le pregunté:

—¿Lo que quieres decir es que el derecho a la vida que ese nuevo ser humano tiene es menos importante que el derecho de su madre a no sufrir esos pocos meses?; porque en realidad no son 9, como dices, sino unos siete y medio, desde que se entera de que está embarazada. ¿Tiene ella el derecho de matar a ese ser indefenso solamente por no sufrir? ¿No crees que con ese criterio se podría crear el derecho de matar a quien nos haga sufrir?

Aquí repitió el argumento:

—Es que es ella quien va a tener ese hijo en su vientre ese tiempo… Ella tiene derecho…

Para tratar de regresar al tema del bienestar auténtico, anoté:

—Tú sabes, por experiencia, cuán difícil es tratar a una persona que abortó; sabes la cantidad de secuelas psicológicas que quedan…

—Sí. Es de los casos más difíciles de tratar. Las secuelas son aterradoras.

—Por eso te pregunto: ¿Qué es psicológicamente peor: soportar esos meses de embarazo y dar al niño en adopción o sufrir las secuelas del aborto?

Esto es lo que se olvida con más frecuencia: que el bienestar que se busca la mayoría de las veces es algo pasajero, temporal: pero lo que debe propiciarse es un bienestar duradero: la tranquilidad, la serenidad, la paz, la complacencia de haber hecho lo correcto.

El homosexual no se satisface con unos minutos de placer genital; se sentirá plenamente feliz cuando haya podido sentirse realmente amado.

Y a la mujer violada no se le debe sobrecargar —ya tiene un fardo bastante pesado con la violación de que fue objeto— con el peso psicológico de haber cometido un homicidio contra quien es —aunque sea a pesar suyo— ¡su propio hijo! Ella tiene la noble opción de dar a su hijo en adopción (hay muchas solicitudes hoy día) o, como lo han hecho otras mujeres, tener a ese hijo y educarlo, con la consecuente sensación de haber hecho algo loable, altruista, generoso, magnánimo, que no le depara malestar sino un bienestar psicológico muy alto.

No se trata, pues, de ver quién es más librepensador o más moderno; tampoco se trata de no sentirse ahogado por religiones o culturas atrasadas; y mucho menos de ser rebeldes contra unas normas pasadas de moda, teniendo “mente abierta”… Se trata de buscar lo mejor para el ser humano y que eso no sea temporal o pasajero, sino lo más duradero y estable: su felicidad auténtica.

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¿Homosexual o hermafrodita?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on September 9, 2012

 

Carlos es homosexual: desde pequeño, a pesar de tener genitales masculinos, y aunque al principio no lo entendía, se ha sentido mejor cuando se relaciona con los hombres; al cambiar de edad, le atrajeron los hombres, no las mujeres…

Recientemente, su médico le pidió que asistiera a un congreso de genética para hacer una investigación con la que se demostraría si los homosexuales nacen así o se hacen homosexuales en el transcurso de su vida.

Junto con Carlos, llegan al laboratorio de genética 19 homosexuales más, 20 lesbianas, 20 hombres no homosexuales y 20 mujeres no lesbianas.

Se les toman muestras celulares a todos, se clasifican y se les agradece su cooperación.

Días después tiene lugar el congreso de genética. El médico de Carlos, junto con otros galenos, se ubica en la mesa que está en frente del auditorio.

Después de su presentación, hace su ponencia: en un video se observan los núcleos de las células estudiadas, mientras va explicando a la concurrencia los resultados de la observación: así como los hombres no homosexuales tienen cromosomas «Y», todos los varones homosexuales también los tuvieron; asimismo, tanto las mujeres no lesbianas como las que sí lo son carecen del cromosoma «Y». Conclusión: la homosexualidad no es genética.

Carlos y los demás homosexuales, que están sentados en medio del auditorio, como también las mujeres lesbianas, se miran unos a otros admirados. Ellos y ellas no lo pueden comprender: creían que lo suyo era genético, de nacimiento.

Lo que parece que sucede es que se suelen confundir algunos términos, como el «hermafroditismo» y la «homosexualidad».

El hermafroditismo propiamente dicho es un trastorno excesivamente raro. Consiste en la mezcla de tejido del testículo y del ovario, o bien, cuando el individuo posee un ovario y un testículo. Ambas circunstancias originan anomalías que le dan la apariencia de reunir ambos sexos.

Fue lo que le sucedió a Juanita, la hija de una señora que se puso feliz al ver a su primera hija, pues ya tenía dos varones; le compró todo de color rosa, le adornó la alcoba para niña, la bautizó con el nombre «Juanita», en fin, la educó como mujer. Al llegar a la pubertad, a Juanita le salió bozo, comenzó a hablar grueso y aparecieron algunos rasgos masculinos más. Cuando la señora llevó a Juanita al médico, este le preguntó si no había notado algo raro en los genitales de la niña. Ella respondió que siempre le habían parecido un poco grandes, pero que no le pereció importante.

El médico encontró los testículos un poco más adentro y, tras un examen del tejido en el microscópico, descubrió que habían porciones pequeñas de tejido ovárico en esos testículos.

Por fortuna, los casos como este son excesivamente raros, y son los llamados hermafroditismo verdadero. Se corrigen con cirugías, con el fin de mejorar la apariencia y el funcionamiento de los genitales externos e internos y/o con la administración de hormonas que favorece la adecuación de los genitales y el aspecto físico general del afectado al sexo que le corresponde.

En cambio, la homosexualidad es definida como la inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo y la práctica de dicha relación. En sentido amplio, abarca a ambos sexos, aunque se usa más para designar este trato erótico entre varones, mientras que el término lesbianismo (amor lesbiano) designa esa tendencia en las mujeres.

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Viagra, ¿la solución?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on April 20, 2012

 

Fue una especie de equivocación: a los enfermos que se les administraba un medicamento para tratar una dolencia de la tensión arterial les empezaba a aparecer cabello en forma inusitada. Por eso ahora se vende en todas partes una sustancia que muchos calvos usan a diario para no verse así.

Lo mismo aconteció con el “Viagra”: se intentaba solucionar algunos problemas cardiovasculares con un medicamento vasodilatador, cuando se observó que los pacientes que padecían de disfunción eréctil (impotencia) mostraban mejoría en esta última patología. Hoy, el mundo entero habla con o sin conocimiento del tema.

La impotencia se divide en 2: la orgánica y la psíquica. La orgánica es la más rara de las impotencias, y puede producirse por lesiones espinales, por ejemplo en las tabes, en que se interrumpe el arco reflejo de la erección y la eyaculación; lesiones de los genitales, prostatitis , fimosis e hipogonadismo. Otras causas de esta rara afección son el alcoholismo y la diabetes.

La impotencia psíquica, de mayor incidencia, se debe a factores de tipo psicológico que pueden ser de índole personal, la mayor parte de las veces, o bien, estar relacionadas con dificultades en la relación sexual con su pareja (entiéndase relación sexual, no genital).

Pero casi siempre la impotencia psíquica o psicógena se presenta especialmente en personas jóvenes y se debe a estados emotivos, resultado de la educación machista que hace pensar a los hombres que la erección es signo de virilidad, mientras que la impotencia lo es de ausencia o disminución de la misma.

Por esta misma razón, muchos adultos, al llegar a la edad de 50 años o al acercarse a ella, se angustian tanto con su posible presencia que, paradójicamente, caen en ella. La impotencia obedece a estos estados emotivos y a otros, como depresión nerviosa, miedo, repulsión, sensación de inferioridad, resentimiento, etc., y no a la insuficiencia testicular. Una prueba de esto son los casos de impotencia en los que se mantiene la capacidad eréctil durante el sueño, mientras que de día es difícil o imposible, causado esto por factores de origen psíquico, pues los mecanismos nerviosos que controlan la erección se hallan totalmente intactos. Durante el sueño, la ansiedad o los temores que bloquean la erección no actúan, y esta se ve libre de interferencias.

Su tratamiento esencial se ubicará, obviamente, en la causa que la produce. Si una racionalización por parte del paciente es insuficiente, se acudirá a la psicoterapia.

Por eso, es erróneo pensar que el ahora famosísimo “Viagra” pueda llegar a la etiología (causa) del problema.

Es superficial aducir que, tanto en los jóvenes, como en los adultos que padecen de esta dolencia, se pueda hablar de curación con el “Viagra”. Es más exacto decir que al paciente se le hizo un tratamiento paliativo, es decir, que no se le solucionó el problema.

Sucede lo mismo cuando, ante la presencia de un dolor de cabeza producido por un tumor cerebral benigno, la enfermera le da una “aspirina” al paciente; a las 6 horas regresa el dolor. En cambio, si se ha hecho el diagnóstico a tiempo, el médico tratará efectivamente el tumor atacando la causa de la enfermedad, de modo que se produzca una curación.

El análisis del problema debe asentarse en la exacta concepción médica del mismo, antes de acometerlo moralmente: deshechados, entonces, los casos en los cuales la causa es psicógena u orgánica, no queda otra opción de uso que cuando el anciano desea disfrutar de lo que por naturaleza ya ha perdido, es decir, cuando se quiere vivir contra natura.

La naturaleza ha previsto que valores como la ternura y el amor espiritual vayan enriqueciéndose, mientras mengua el apetito sexual, para que los mayores se conviertan en recipientes de sabiduría poco sensibles a las pasiones, de modo que sean buenos consejeros de sus hijos y allegados. También está previsto por la naturaleza que ese enriquecimiento espiritual -que comienza al mismo tiempo que la vida humana- alcance niveles altos en esta etapa de la vida, de modo que el individuo esté preparado para la muerte, o mejor, para lo que viene después de la muerte.

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La ideología de género como vigencia del informe Kissinger*

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 7, 2012

Por Beatriz Eugenia Campillo Vélez*

Resumen

El Informe Kissinger (NSSM 200) es un estudio secreto que aborda el tema de la sobrepoblación mundial como un problema de seguridad nacional de los Estados Unidos. Entre sus múltiples aspectos señala los países en los cuales se debe intervenir para controlar la natalidad y qué métodos se deben aplicar. Lo particular es que hace especial énfasis en la mujer, lo que coincide con la tesis que propone actualmente la Ideología de Género promovida desde organizaciones internacionales como la ONU, UNICEF, CEDAW, IPPF, entre otras, dando cumplimiento literal a lo propuesto en el Informe Kissinger que se suponía ya no sería aplicado.

Palabras clave: Biopolítica, Informe Kissinger, Ideología de Género, Derechos Sexuales y Reproductivos, Feminismo.

Introducción

Por tradición se ha asociado el poder político a la esfera pública pero, en aras de combatir la ingenuidad, habrá que reconocer su creciente injerencia en el ámbito de lo privado debido a los avances en materia de ciencia y tecnología aunque, a su vez, será importante recordar que la pretensión de controlar la población no es nueva, pues hace parte de la política “tradicional”, porque no podemos olvidar que la población es uno de los elementos fundantes del Estado Moderno y que, por tanto, su vinculación con la política resulta más que obvia. El mismo ser humano, como lo describía Aristóteles, es un Zoon Politikon (un animal político). Es así como bajo la óptica realista de las re-laciones internacionales y producto de esa misma intervención de la ciencia y la tecnología en la vida humana, vemos cómo el elemento poblacional se convierte en una simple ficha a jugar. Lo que una vez más nos comprueba aquella tesis de que en el plano internacional reina el “Estado de Naturaleza”, un estado que, como lo describían los teóricos de la política, es previo a la civilidad y en donde no había respeto por los derechos naturales, ni siquiera a la vida, el primero de ellos.

Siendo conscientes de este panorama, digamos que las teorías idealistas pretenden demostrar que es posible superar dicho estado de naturaleza, por medio de organismos supranacionales y ordenamientos jurídicos internacio-nales “neutrales y objetivos” que propendan por la armonía, paz y estabilidad internacionales. No obstante, como lo veremos en la práctica, las relaciones internacionales han utilizado este discurso idealista como una simple herra-mienta que legitima las políticas realistas.

Este doble juego se encuentra explícito en el Informe Kissinger, un documento de política exterior que hace gala de ese “destino manifiesto” de los Estados Unidos, en el cual, con un aire hegemónico, inciden en el orden internacional con el fin de seguir manejando, con gran habilidad, el discurso idealista, para camuflar la realidad evidenciada en la intervención y el supuesto aislacionismo, lo que conlleva el uso acomodado de las ideologías que en el bipolarismo de la Guerra Fría dividían el mundo.

Aunque algunos pensadores hablaban de la muerte de las ideologías, la historia de la política -que es la misma historia de la humanidad- ha de-mostrado con creces que las ideologías nunca mueren y que, a lo sumo, se adormecen o camuflan. Es pues trabajo del estudioso de la política advertir dichos movimientos, por lo cual en este artículo intentaremos hacer algunos apuntes sobre la ideología de género, un tema de altísima importancia po-lítica en nuestros días que recopila, en gran parte, postulados que se creían superados, y cuestiona otros que se daban por sentados.

 

El informe Kissinger

Se conoce como Informe Kissinger el Memorándum Estudio Seguridad Nacional 200 (NSSM 200, por sus siglas en inglés) que versa sobre las “Consecuencias del crecimiento poblacional mundial para la seguridad de Estados

Unidos y sus intereses de ultramar”. Este estudio secreto se elabora en 1974 y es desclasificado en 1989, coincidiendo justamente con la caída del muro de Berlín y, por ende, con el término de la Guerra Fría. Lo anterior podría sugerir que el documento fue elaborado exclusivamente para ese periodo y que su desclasificación indica que, en adelante, no se seguirá aplicando; no obstante, es pertinente no perder de vista que las proyecciones del Informe van hasta el año 2000 y, en algunos casos, incluso hasta el 2075. En éste es-crito justamente pretendemos demostrar cómo dicha desclasificación busca generar un ambiente de confianza, que le permita actuar cómodamente como potencia hegemónica, que dicta políticas sin que exista otro poder que lo iguale en fuerza como para cuestionar su proceder.

El Informe Kissinger es un documento de altísima importancia en materia de política exterior estadounidense, porque traza la agenda biopo-lítica para aplicar en el mundo en vía de desarrollo, pues se “afirma que el crecimiento demográfico de los “países menos desarrollados” (PMD) pone en peligro la economía y la seguridad nacional de los Estados Unidos. El documento propone como estrategia, la promoción de los programas de control demográfico en algunos de esos países”. (“¿Por qué existe el control demográfico?”, S.F.)

Dicho informe señala algunos factores poblacionales que se deben tener en cuenta para explicar el crecimiento de la población (especialmente en los países que denomina como LDC -Países con Bajo Nivel de Desarrollo-), con el fin de construir las estrategias para combatir la sobrepoblación, sin hacer ningún reparo en que se trata de vidas humanas. América Latina, entre otras regiones del mundo, se convierte entonces en el foco de dichas biopolíticas, pues son regiones que geopolíticamente son importantes para dominar, no solo por sus altas tasas poblacionales, sino en especial por sus riquezas natu-rales y excelente ubicación, como es el caso de Colombia.

En efecto, dice el Informe Kissinger (1975):

La asistencia para la moderación de la población debe dar principalmente énfasis a los países en desarrollo más grandes y de crecimiento poblacional más rápido, donde existe interés estratégico y político de los EEUU. Estos países son: India, Bangladesh, Pakistán, Nigeria, México, Indonesia, Brasil, las Filipinas, Tailandia, Egipto, Turquía, Etiopía y Colombia. Juntos, estos países explican el 47% del incremento actual de la población mundial (p. 13).

Literalmente se expresa que el Informe busca establecer,

(…) planes alternativos de acción para los EE.UU. en su manejo de asuntos poblaciones en el extranjero, particularmente en países en vías de desarrollo con énfasis especial en las siguientes preguntas: a. ¿cuáles nuevas iniciativas por parte de los EE.UU. son requeridas para enfocar la atención internacional al problema poblacional? b. ¿Pueden nuevas innovaciones o desarrollos tecnológicos reducir el crecimiento o disminuir sus efectos? c. ¿Podrían los EE.UU. mejorar su asistencia en el área poblacional y, de ser así, de qué manera y a través de cuáles agencias: bilaterales, multilaterales, o privadas? (p. 5).

Este fragmento nos permite dilucidar varios aspectos, el más obvio es que estamos frente a un documento intervencionista y que se involu-cra en aspectos que, en principio, deben ser privativos de los Estados en razón de su soberanía. De las preguntas propuestas se deduce que el tema poblacional, hasta ese momento, no es un asunto de principal importancia a nivel internacional, que la ciencia y la tecnología empezarán a jugar un papel fundamental en el control poblacional y, por último, que aunque el documento está redactado en una época en la cual el sistema internacional era el bipolar (Guerra Fría), los Estados Unidos ya empiezan a buscar otras formas de intervención que vayan más allá del Estado, es decir, empiezan a jugar un papel importante los actores y las figuras que hoy consideramos determinantes en el fenómeno de la globalización como una extensión no oficial del Estado, pero que lleva a cabo sus políticas sin crear tanto escozor; por ejemplo, frente al tema de soberanía.

Buena parte del discurso del Informe Kissinger se esfuerza en mostrar su intervención como un asunto de cooperación, de ayuda. Un país desa-rrollado que simplemente quiere ayudar a los países más pobres, porque le preocupan las graves situaciones que ésta población podría sufrir en términos de desempleo, pobreza, hambrunas, enfermedades y conflictos, si no se hace una pronta intervención.

Siendo ello así, “El estudio debe tener en cuenta la preocupación del Presidente de que la política poblacional es un asunto humano íntimamente relacionado con la dignidad del individuo y el objetivo de los EE.UU. de trabajar cerca con otros, en vez de imponer nuestros puntos de vista sobre los otros” (p. 5).

El Informe Kissinger señala reiteradamente algunos aspectos a inter-venir en los “Países con Bajo Nivel de Desarrollo” o LDC (por su sigla en inglés), aspectos que a grandes rasgos podemos agrupar así:

El feminismo: tal vez es el punto de mayor importancia y vigencia, pues el Informe identifica a la mujer como elemento central para llevar a cabo las biopolíticas que intentan disminuir la fertilidad. Siendo ella la directamente vinculada con el proceso biológico que permite el nacimiento de una nueva vida, y siendo conscientes de su gran poder en el hogar, en el ámbito familiar, es un blanco necesario de ataque para desestabilizar a la sociedad. Por tanto, se pretende alejarla de la maternidad promoviendo, en principio, su desempeño tanto en la parte laboral, como en la educativa, no porque se quiera reconocer sus virtudes en estos campos, sino porque de esta manera se mantiene ocupada y no se podrá dedicar a la crianza de sus hijos lo que, además de disminuir la natalidad, garantiza que las nuevas generaciones no tengan una formación muy sólida en cuanto a los valores familiares, toda vez que se impone como modelo un ritmo de vida mucho más rápido y competitivo. Es así como el feminismo de equidad es utilizado como un medio para el fin principal: el control de natalidad. No obstante, éste feminismo evolucionará de la mano de la ideología de género tal y como veremos más adelante, sumándose el discurso de la planificación familiar, hoy reforzada bajo el sofisma de “derechos sexuales y reproductivos”, que ya el informe empezaba a esbozar con su alusión a los anticonceptivos, esterilización y aborto, como métodos rápidos y eficaces para el control de la natalidad.

La familia: se insiste en promover e inculcarles a las nuevas generacio-nes que la familia debe ser máximo de dos hijos. Para lo cual se intentarán mostrar los beneficios económicos que se generan de dicha práctica, no sólo para la misma familia, sino también para el Estado, pues se reducen costos y se tendrán niños de “mejor calidad”, todo bajo un lógica utilitarista.

Cabe anotar que, actualmente, la arquitectura refuerza y obliga a que dicha idea sea socialmente aceptada al construir cada vez lugares más pequeños para habitar.

Lo urbano vs. lo rural: se identifica a la población rural como aquella que más se reproduce; por tanto, se propone aumentar la migración a las ciudades, pues son lugares donde el ritmo de vida impide tener grandes fa-milias. Además, se preocupan por tecnificar el campo y llevar a ellos medios de comunicación alternativos para que en “1980 la información y métodos sobre control de natalidad estén completamente disponibles para todos los individuos fértiles, particularmente en áreas rurales. También se necesitan mejoras en los métodos de control de natalidad más aceptables y utilizables por los pobres rurales” (p.10).

Los medios de comunicación: un poder que sirve no sólo para difundir información y motivar, sino que también permite legitimar prácticas pues, en nuestra cultura se asume, como un rezago del mismo enciclopedismo, que todo aquello que se dé a conocer de forma masiva es la verdad y debe ser seguida.

Juventud: según el Informe, “La gente joven, que en muchos LDC está en mucho mayor proporción, es más probablemente volátil, inestable, dada a los extremos, enajenación y violencia que una población mayor. Esta gente joven puede ser convencida más fácilmente de atacar las instituciones legales del gobierno o la propiedad real del “establecimiento”, los “imperialistas”, las corporaciones multinacionales, u otras influencias — a menudo extranjeras – a las cuales se les culpa por sus problemas” (p. 47). Se comprueba que hay un temor a la confrontación y que toda la población es atacada, pues aunque las políticas más fuertes van dirigidas a los primeros estadios del ser humano y hacia el final de la vida, también se hacen alusiones como ésta a la población joven, por lo que se propone hacer mayor énfasis en ese adoctrinamiento de los niños.

Pobreza como causa de violencia: se insiste en la teoría de las causas objetivas de la guerra, en palabras del informe Kissinger “Donde el tamaño de la población es mayor que los recursos disponibles, hay una tendencia a desórdenes internos y violencia y, a veces, políticas perturbadoras internacio-nales o violencia” (p. 47). De esta manera se reviven las tesis de eminente corte fascista, según las cuales es más fácil matar un guerrillero en el vientre de su madre que perseguirlo por los campos, cayendo igualmente en el equívoco de eliminar la pobreza, eliminando al pobre.

Lo paradójico es que estas teorías suelen tener una visión marcada-mente marxista, de izquierda, que se supone no tendrían mucho eco en la

tradición norteamericana. Sin embargo, y esto es lo magistral y macabro de la política exterior estadounidense, la visión realista de derecha nunca se pierde, aunque en el discurso, y únicamente con la finalidad de ganar adeptos, se utilice el idealismo, acompañado por una gran dosis de ideología socialista por su carga emotiva.

La inmigración: el problema de los inmigrantes se analiza como un daño de las relaciones con los otros países. Sin duda una de las problemáticas más fuertes que se presenta con la pobreza en los países del “Tercer Mundo” es el fenómeno de la inmigración. De allí que los ataques principales de los Estados Unidos estén dirigidos a América Latina, por su cercanía geográfica, aunque también a muchos otros países que representa un “peligro” para ellos.

La alimentación: siguiendo a Malthus se argumenta que “el creci-miento poblacional tendrá un serio impacto en la necesidad de alimentos, especialmente es los países de menor desarrollo (LDC), más pobres y de mayor crecimiento” (Informe Kissinger, 1975, p. 8). La consecuencia de no tomar medidas serian “hambrunas masivas en algunas regiones del mundo, particularmente en las regiones más pobres” (p. 8).

En suma, el Informe Kissinger recoge buena parte de los planteamientos elaborados en el Plan de Acción Poblacional Mundial adoptado durante la

Conferencia de Población Mundial (Bucarest, 1974) donde se

(…) recomienda que los países que están trabajando para influir en niveles de fertilidad deben dar prioridad a programas de desarrollo y estrategias de salud y educación que tienen un efecto decisivo en la fertilidad. La cooperación internacional debe dar prioridad a ayudar esos esfuerzos nacionales. Estos programas incluyen: (a) Mejora de la nutrición y prestación de salud para reducir la mortalidad infantil; (b) Educación y mejoras en el status social de la mujer;

(c) Incremento del empleo femenino; (d) Mejora en la seguridad en la tercera edad; y (e) Asistencia para el pobre rural, que generalmente tiene la fertilidad más alta, con acciones para redistribuir los ingresos y recursos, incluyendo la provisión de granjas privadas (Informe Kissinger, 1975, p. 10).

La idea de la sobrepoblación es un mito que a las grandes potencias les interesa sostener, especialmente para apoderarse de las materias primas. “Las causas del hambre en el mundo, del daño al medio ambiente y de otros problemas residen en la falta de solidaridad y justicia social, así como en malévolas maquinaciones políticas, gubernamentales y económicas, además

de la corrupción, la mala administración de la economía y la falta de actuali-zación tecnológica en la explotación de los abundantes recursos que existen” (La postura de Human Life International, S.F.).

Es cierto que aumentó la población después de la II Guerra Mundial, pero dicho aumento no se debe a los nacimientos, sino a la esperanza de vida producto de los avances en la ciencia frente al manejo y cura de las enfermeda-des, de mejores políticas sociales y alimentarias, pero no se puede hablar de una sobrepoblación mundial. En efecto, debido a las fuertes políticas de control poblacional habría que hablar de implosión poblacional, como lo sugieren varios estudiosos del tema (¿Por qué hay una implosión demográfica?, S.F.). En la actualidad se ven los daños de estas políticas en los países en desarrollo, incluso desde lo económico, pues se ha perdido la generación de relevo, que sustentaba el buen funcionamiento de la pirámide poblacional.

Con todo, el informe Kissinger (1975) afirmaba que:

(…) los gastos en servicios de planificación familiar efectiva son generalmente una de las inversiones de mejor relación costo/beneficio para un país LDC que busca mejorar el bienestar general y el crecimiento económico “per cápita”. No podemos esperar la modernización y desarrollo global para que se produzcan naturalmente tasas de fertilidad más bajas, porque esto tomará indudablemente muchas décadas en la mayoría de los países en desarrollo, durante las cuales el crecimiento poblacional rápido tenderá a retardar el desarrollo y ampliar la brecha entre ricos y pobres (p. 10).

Es lógico que la intencionalidad política de una potencia no es reducir la brecha entre ricos y pobres, aunque tampoco les interesará que los pobres lo sean a tal extremo que no logren consumir lo necesario, pues esta relación de interdependencia (oferta-demanda) mantiene la economía de mercado. Es así como quitando esta cortina de humo sobre lo económico, lo que descubrimos es una situación de eugenesia “oculta”, donde no se respeta la soberanía de los países, y donde el individuo queda sin protección, pues las actuaciones en temas de vida y muerte serán sin conocimiento ni consen-timiento. La población que se pretende eliminar son los pobres y enfermos que generan costos al sistema.

En política no se puede ser ingenuo, nadie y menos una potencia, in-vierte dinero y tiempo si no es persiguiendo algún objetivo que le beneficie.

Los Estados Unidos son una nación organizada y tienen poder; al mismo tiempo son expertos en diplomacia, y la historia ha demostrado que siempre realizan un juego perfecto entre el discurso idealista y el realista, lo que gene-ralmente se ha conocido como “la política del garrote y la zanahoria”. Todo el informe está elaborado para manejar un doble discurso, expresamente señala cuáles son los objetivos que se persiguen y de qué manera se deben mostrar, al mejor estilo del marketing político actual.

La ideología de género, un marxismo capitalista

La capacidad camaleónica de adaptación discursiva sin perder de vista el objetivo, es uno de los rasgos más determinantes en la política exterior estadounidense, y de su principal gestor Henry Kissinger. La mezcla del discurso marxista con unos ideales capitalistas es la muestra perfecta de que las ideologías son estrategias de poder que se asumen para obtener mayor aceptación. En el caso concreto es notorio el juego entre las teorías realistas y las idealistas siendo, en la práctica, preponderantes las primeras sobre las segundas. Ya anotábamos que no es propio de la tradición de los Estados Unidos adoptar políticas de corte marxista, pese a ello, como lo prueba la historia el marxismo es un discurso que en los países pobres suele acogerse muy bien por su gran carga emotiva, que se lucra de las dificultades vividas para armar todo el escenario contra el dominio y el sometimiento, aunque la mayoría de las veces, lejos de ser algo positivo estanca a la sociedad, cuando no tiende a exterminarla, pues no hace propuestas que permitan el desarrollo, sino que se enfoca en trasladar la culpa.

La llamada ideología de género es justamente una ideología de corte marxista impulsada en gran parte directamente por los Estados Unidos y de forma indirecta mediante las organizaciones internacionales en las cuales tiene poder. Esta ideología, que aparece en los años 60, propone entender la dicoto-mía hombre-mujer, como una construcción cultural y no como una realidad ontológica. Se niega, por tanto, la misma naturaleza que demuestra claramente que las mujeres tienen dos cromosomas X, mientras que los hombres tienen un cromosoma X y un cromosoma Y. Para la perspectiva de género lo importante son los roles, con lo que plantean la existencia de 5 géneros u orientaciones afectivo-sexuales: heterosexual femenino, heterosexual masculino, homosexual femenino, homosexual masculino y bisexual. No obstante, entendiendo lo sexual como una simple construcción cultural, se abre la puerta a entender como normal la pedofilia, la zoofilia, la necrofilia, entre otros.

En palabras de Judith Butler, El género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo (…) Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino (Revello, 2005, p. 78).

En efecto, las ideólogas de género Lucy Gilber y Paula Wesbster afirman en su libro The Dangers of Feminity, Gender Differences: Sociology of Biology? que “Cada niño se asigna a una u otra categoría en base a la forma y tamaño de sus órganos genitales. Una vez hecha esta asignación nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno es – femenina o masculino -. Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son expresión natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y el pensamiento humano, una construcción social que crea la verdadera naturaleza de todo individuo” (Citado en Alzamora, S.F.). De modo que la idea es dejarle a cada sujeto la libertad absoluta de elegir el “género” al que quiere pertenecer. A todas luces una postura que responde meramente al deseo y no a la realidad.

Aún cuando la ideología de género quiere mostrar una gran gama de ámbitos donde interviene, es notorio que el tema del feminismo es tal vez el pilar más importante y fundante de la ideología.

Así las cosas, la historia de la humanidad es analizada como la historia del patriarcado, en la cual la mujer siempre ha estado sometida, especialmente por su condición de madre. Según la ideología de género el matrimonio y la idea de familia sólo buscan tener dominada a la mujer, pues el hombre la utiliza con el único fin de procrear. Algunos resumen esta posición señalando que “El biologismo descriptivo que conforma la idea de feminidad se articula especialmente en torno a la inferioridad sustitutiva del intelecto femenino. Esta inferioridad es fruto de su predeterminación a la maternidad que, consecuentemente, se constituye en una dictadura: la que sobre ella ejerce la reproducción” (Castillo, 2000, p. 66). Habrá que recordar una idea que resultaría obvia, y es que ningún ser humano determinó que el cuerpo de la mujer estuviera dotado biológicamente para permitirle albergar en él una nueva vida, un hecho que el feminismo radical de género insiste en mostrar como una imposición machista.

La feminidad se consagra en la figura de la madre. Toda mujer es madre y toda madre es susceptible de servir al Estado. El argumento del bien general, de la supervivencia de la especie; sujeta a la mujer –que debe ser siempre madre- a estrictas normas de actuación. Los argumentos más o menos apocalípticos sobre el peligro que supondría para la especie humana la emancipación de la mujer, constituyeron una más de las razones que sobrevaloraron la maternidad (Castillo, 2000, p. 70).

Es cierto que durante mucho tiempo la mujer se vio obligada a ser madre, pero no podemos caer en una especie de venganza con la historia e irnos al otro extremo de entender la maternidad como algo negativo, o una enfermedad, y menos censurar a quien opte por ella. Es lógico que se necesite para la supervivencia de la especie, es el único ser capaz de tener el ambiente propicio en su cuerpo para que una nueva vida aparezca; pero no es posible entenderlo como sometimiento, cuando en sí mismo es un poder.

Asumir a la mujer bajo una perspectiva de género es negar que, históri-camente, ha sido un sujeto enigmático, de gran poder. Sería un error decir que siempre ha estado sometida y dominada, porque la mujer es lo suficientemente astuta y estratega como para ponerla en todos los casos como la víctima. Ella, desde tiempos remotos, fue encargada de lo doméstico, un trabajo importante y difícil porque implicaba cuidar de la supervivencia de todos, lo que le permitió desarrollar habilidades distintas a las del hombre, que incluso hoy subsisten. Conociendo de su gran poder y sabiduría transmitida por generaciones, la mujer ha sido atacada, porque en ella reside la supervivencia, es la única capaz de dar vida y de mantener unida a su familia. Por tanto, la mujer no ha estado alejada del poder político, en muchas ocasiones ella es el “poder tras el poder” (Avendaño, 2009). De este fenómeno se percató la biopolítica y por esto no es coincidencia que la gran mayoría de los ataques que se generan para tratar de controlar la población vayan contra la mujer, a pesar de que para engañarla se le muestran como derechos, pero este tema lo abordaremos más adelante.

Los problemas que se avizoran de la ideología de género son varios, lo primero es que estamos frente a “un sistema cerrado contra el cual no hay

forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, la experiencia, o las opiniones y deseos de mujeres verdaderas, porque según las ‘feministas de género’ todo esto es ‘socialmente construido’” (Alzamora, S.F.) justamente como cualquier otra ideología es reduccionista.

Aquí estamos en el plano del relativismo, cuya tesis es que la verdad no existe. Y ya es conocida la crítica al relativismo, que evidencia su contra-dicción, pues si para ellos el que la verdad no exista, es una verdad absoluta e irrefutable, no tendremos más que apelar al principio de no contradicción, es decir que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo.

Llevando esta reflexión filosófica al plano de la teoría política, tendre-mos que decir que la ideología de género, más que una ideología, tiene preten-siones de doctrina. En palabras del profesor José Olimpo Suárez (2004),

(…) decimos de una teoría que se ha transformado en una doctrina política cuando asume acríticamente un conjunto de tesis en tanto cree poseer una verdad o un conjunto de verdades eternas e inmutables. El último ejemplo histórico de este caso de transformación teórica lo constituyó el marxismo-leninismo del siglo XX, que intentó legitimarse como una doctrina científica con base en el establecimiento de unas leyes inexorables para la historia humana” y concluye advirtiendo que “estas doctrinas han terminado siempre por absolutizarse y sus consecuencias en términos de violencia, barbarie y sinrazón deben ser siempre tenidas como modelos a no seguir por las sociedades modernas (p. 19).

Lo anterior nos lleva a la segunda cuestión, que es la unión entre mar-xismo y feminismo, que inicia con el planteamiento de Frederick Engels en su libro “El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado” (1884), donde señalaba: “El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimo-nio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino” (Alzamora, S.F.).

Habrá que decir que esta unión entre feminismo y marxismo ha evolucionado a la unión entre género y marxismo, radicalizándose aún más. Pues es lógico que hablar de género no se restringe a la cuestión femenina, que valga, aclarar tampoco ésta se refiere a la mujer, pues recordemos que, dentro de dicha ideología, no existe ni el hombre ni la mujer, estas son simples categorías que inventa la cultura, pero que no son naturales.

Luego de revisar la peculiar “agenda feminista”, Dale O´Leary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Asimismo, agrega la experta, el interés primordial del feminismo radical nunca ha sido el de mejorar directamente la situación de la mujer ni aumentar su libertad. Por el contrario, para las feministas radicales activas, las mejoras menores pueden obstaculizar la revolución de clase sexo/ género. Esta afirmación es confirmada por la feminista Heidi Hartmann que radicalmente afirma: ‘La cuestión de la mujer nunca ha sido la cuestión feminista. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer’” (Alzamora, S.F.).

De hecho, el feminismo sufre un rompimiento a raíz de la ideología de género. Es así como se empezará a hablar de feminismo de equidad para señalar aquel movimiento que buscaba la reivindicación de derechos sociales, políticos, económicos, entre otros. Y de feminismo de género, que pretende abarcarlo todo, entendiendo que la sociedad dominada por los hombres (patriarcado), ha sometido a la mujer en todos los sentidos, especialmente por medio de la maternidad, y que, en consecuencia, es necesaria la decons-trucción para superar esa dominación2.

De esta manera al disociar la mujer de la maternidad, y mostrar como algo esclavizante la familia y el matrimonio, además de promover las relaciones entre homosexuales, se estaría cumpliendo el principal objetivo del Informe Kissinger: reducir la natalidad. Pero la ideología de género no se queda ahí, va a cumplir lo que el Informe Kissinger planteaba sobre la promoción del aborto, la esterilización y los anticonceptivos, bajo la mal llamada educación

sexual, es así como aparecen en escena los derechos sexuales y reproductivos, hoy cada vez más promovidos internacionalmente.

Los derechos sexuales y reproductivos

Los “derechos sexuales y reproductivos”, son otro de los pilares de la ideo-logía de género, los cuales son considerados actualmente como parte de los llamados Derechos Humanos, y cada vez tienen pretensiones más fuertes de convertirse en Derechos Fundamentales, es decir, de hacer parte integral de las constituciones.

En un mundo constitucionalizado, las tesis de los derechos humanos (original de Occidente) cobraron cada vez más fuerza en el mundo, con-virtiéndose en un nuevo criterio de legitimidad del poder de los Estados modernos. Así las cosas ya no sólo basta con el contractualismo representado en la Constitución sino que, a nivel internacional y como producto de ese nuevo sistema global, los Estados deben responder a una serie de principios y valores que permiten la paz y la estabilidad de las naciones, entre ellos el respeto a los derechos humanos, de tal forma que aquello que se consignaba en la Constitución como privativo de la soberanía de los Estados, hoy se ve ampliado por figuras como el bloque de Constitucionalidad, que se consagra en la carta política de Colombia3 y que da el mismo rango de constituciona-lidad a los tratados internacionales que versen sobre Derechos Humanos.

Se supondría que la inclusión de dichos tratados al ordenamiento jurídico es una expresión de la misma soberanía nacional, pues así como está en la libertad de asumirlos, también es posible que no se adhiera a ellos, o que aceptándolos formule reservas. Ésta es la versión idealista, pues el realis-mo muestra que la no inclusión de esas agendas internacionales trae graves consecuencias para el país en términos diplomáticos y económicos, debido a que cualquier bloqueo de esta índole en un mundo globalizado es condenar

al fracaso muchos procesos de integración y colaboración de tipo económico, político, humanitario, de seguridad, entre otros, dada la interdependencia de los países. Dentro de esta lógica se entenderá que quien domine la inclusión o no de un nuevo discurso que adquiera categoría de derechos humanos ostentará un gran poder, que será justamente lo que pretendemos mostrar en la última parte de este artículo.

Ahora bien, en el lenguaje políticamente incorrecto estos supuestos derechos podrán ser sintetizados en aborto, esterilización y anticoncepción, o bajo su nombre genérico de “planificación familiar”. Esta categoría de de-rechos surge en la Conferencia de Teherán (1968), y de allí se repetirá en la Primera Conferencia Mundial de la Mujer (1975), en la Conferencia Mundial de Población (Bucarest, 1974) y en la Conferencia Internacional sobre Pobla-ción (México, 1984). Posteriormente, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer proporciona la base legal internacional más completa para estos derechos, siendo el primer ins-trumento internacional que se refiere expresamente a la planificación familiar. También hay acercamientos en las conferencias sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992) y sobre Derechos Humanos (1993). Pero es en 1994 donde aparecen ya de manera clara y fuerte los conceptos de salud sexual y reproductiva en dos conferencias importantes, la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y la IV Conferencia Internacional de la Mujer (Pekín, 1995) (Pérez & Noroña, 2002).

Justamente la conferencia de 1994 une las dos ideas fundamentales que pretende unir el informe Kissinger: la población y el desarrollo. Recor-demos que la propuesta del Informe es reducir las tasas de natalidad, para así “disminuir la demanda de alimentación, salud, educación, y otros servicios, y al incrementar su capacidad para contribuir a inversiones productivas, por tanto acelerando el desarrollo” (Informe Kissinger, 1975, p. 8).

Ahora bien, dar la categoría de derecho al aborto, la anticoncepción y la esterilización abre la puerta a muchos debates de tipo bioético, antropológico y filosófico, pero también biojurídicos y políticos, pues habrá que analizar el grado de poder que le estamos dando al Estado para que decida en las esferas de libertad que deberían ser privativas del individuo. Sin duda, estas biopolíticas no operan en lo público sino que, cada vez, tienen mayor injerencia en lo privado, llegando a determinar o sugerir ámbitos tan íntimos como el número de hijos que una pareja quiera tener, tal y como lo planteaba el Informe Kissinger.

Es conocido el argumento según el cual, estos nuevos derechos suponen una mayor libertad. Habría que empezar por preguntarse ¿qué entendemos por libertad?, y sobre todo ¿para qué existe el Estado? Porque, desde la tradi-ción liberal, el Estado es creado para que no nos matemos, para proteger la vida de cada individuo; el Estado tiene que coartar nuestras libertades para proteger la vida y de allí que se explique la existencia de órdenes jurídicos, como una forma de superar ese lamentable estado de naturaleza, donde reinaba la guerra de “todos contra todos” que bien describía Thomas Hobbes.

Ante lo controversial que puede resultar lo propuesto por el Informe Kissinger es recurrente encontrar advertencias sobre cómo deben ser pre-sentadas las ideas en los países LDC. Por ejemplo, una de ellas propone que se deben utilizar líderes de los propios países para que no se entienda como un colonialismo o una imposición externa. De ahí que todo el discurso se construya desde los derechos y no se hable ni de imposiciones, ni de deberes, se privilegia, de esta manera, el hombre Light que describe Enrique Rojas, al punto de confundir los deseos con los derechos.

Otra estrategia muy frecuente es que “la provisión de Planificación familiar en el contexto de servicios de salud más amplios puede ayudar a que la Planificación familiar sea más aceptada por los líderes de los LDC e individuos” (…) Finalmente, el proveer servicios integrados de planificación familiar y salud sobre una base amplia ayudaría a los EE.UU. a refutar la acusación ideológica que los EE.UU. están más interesados en disminuir el número de gentes en los LDC que en su futuro y bienestar” (Informe Kissinger, 1975, p. 90).

“El proveer cuidados de salud selectivos para las madres y sus hijos puede incrementar la aceptación de la planificación familiar al mostrar preocupación por la condición total de la madre y sus hijos, y no solamente por el único aspecto de fertilidad” (Informe Kissinger, 1975, p. 77). Interesa disminuir la mortalidad infantil debido a que, según ellos, las familias tienen más hijos para garantizar que algunos al menos sobrevivan.

Ahora, volviendo al tema del relativismo que planteábamos en el otro apartado, será necesario aclarar que los seres humanos somos hombres o mujeres y vivimos como tales, no estamos cumpliendo simples roles. Por ejemplo, la mujer cuando esmadre, no está haciendo las veces de madre, ella es, por ende, no es un simple rol. Esto que parecería un simple juego de

palabras lleva a relativismos problemáticos, como el disociar a la mujer de la maternidad, no es que para ser mujer se tenga que ser madre, es reconocer que la biología de la mujer le permite ser madre.

Este punto crucial al que hemos llegado nos permite hacer la relación directa con el Informe Kissinger que, como ya lo señalamos, entre sus líneas de acción tiene gran fuerza todas las políticas encaminadas a alejar a la mujer de la maternidad y de la familia, todo con miras a reducir la natalidad. En efecto, el informe expresa: “Las investigaciones indican que el empleo asalariado de la mujer fuera de la casa se relaciona con la reducción de fertilidad” (p. 80). De allí que quieran incentivarlo, no porque interese que la mujer se desarrolle y tenga igualdad en términos de derechos y oportunidades, sino porque la principal consecuencia es que ya no tendrá tiempo de cuidar a sus hijos y evitará tenerlos. Asunto que se refuerza con la declaración de Christina Hoff Sommers (citado en Alzamora): “No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirán por ella” (S.F.).

Es así como se trata de uniformar a la sociedad, privilegiando progra-mas que incentiven los derechos sexuales y reproductivos como una forma de liberación sexual femenina. Desde allí se impulsan los anticonceptivos que, en su mayoría, son hechos para las mujeres, sin informar los daños que generan en su salud; en parte porque las grandes beneficiadas son las farmacéuticas.

Se empieza a enseñar fuertemente que el aborto es un derecho de la mujer, no interesa explicar las consecuencias físicas y psicológicas que conlleva, en parte porque también es un buen negocio (Blood Money, 2009). No es gratuito que el mismo informe señale que “En los últimos años, los programas de población con fondos del gobierno de los EE.UU. han jugado un rol importante en despertar el interés en el tema de la Planificación familiar en muchos países, y en lanzar y acelerar el crecimiento de programas de Planificación Familiar nacionales” (Informe Kissinger, 1975, p. 59).

Incluso las corrientes más radicales, como la que expresa Adrienne Rich en “Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence” (citado en Alzamora, S.F.),llegan a sugerir que, “Una estrategia apropiada y viable del derecho al aborto es la de informar a toda mujer que la penetración heterosexual es una violación, sea cual fuere su experiencia subjetiva contraria”. De esta manera se acentúa aun más el odio y la división entre hombre y mujeres, que ellos

ven necesario para evitar la procreación y, de paso, se incentiva la procreación en los laboratorios.

Lo más curioso es que las primeras feministas, las que hoy denominan como feministas de equidad, estaban totalmente en contra del aborto, pues entendían que practicarlo, además de ser un asesinato, liberaba al hombre de toda responsabilidad asumiendo toda la carga la mujer.

En palabras de la Sra. Magaly Llaguno (1994), Coordinadora del

Consejo Latinoamericano por la Vida y la Familia de Vida Humana Internacional,

Los latinoamericanos se sienten ofendidos ante la imposición — por parte del gobierno de los Estados Unidos y de otros ‘países desarrollados’– de programas que ellos consideran inmorales y una violación de sus valores familiares. Las consecuencias de las políticas demográficas de los Estados Unidos han sido catastróficas para la familia. Se trata del holocausto más grande de la historia: entre 40 y 60 millones de abortos al año en el mundo, sin contar los cientos de millones más causados por los anticonceptivos abortivos. Si a este genocidio le añadimos el daño físico y psicológico a la mujer, la destrucción de la inocencia infantil a través de programas inmorales de ‘educación’ sexual, así como la destrucción del matrimonio y la familia, nos daremos cuenta de que este imperialismo demográfico no tiene paralelos en la historia.

El remplazo de la maternidad

“Los EE.UU. también propusieron unirse a otros países desarrollados en un esfuerzo de colaboración internacional de investigación de la reproducción humana y el control de fertilidad cubriendo factores biomédicos y socio-económicos” (Informe Kissinger, 1975, p. 64).

Paralelas a estas políticas de control de natalidad, y como respuesta a entender la maternidad como algo negativo, se han impulsado otras formas de procrear, como las técnicas de reproducción humana asistida. Lo ideal para quienes defienden estas tesis de género sería que la mujer no vuelva a participar en la maternidad, al menos no de la forma natural en cuanto a lo que al embarazo se refiere, de hecho se quiere llegar a la creación de úteros artificiales que reemplacen la función de la mujer en los nueve meses de gestación.

Por el momento, lo que se ha empleado son las llamadas madres de alquiler, mujeres que alquilan su útero con la finalidad de ayudar a aquellos padres que no pueden tener hijos, bien sea por problemas de fertilidad, este-rilidad o por su misma condición de homosexuales. O también para que las mujeres que pueden pagar por este servicio no pasen por el “penoso” proceso de la maternidad biológica. De esta manera tenemos mujeres de primera y segunda categoría, o la idea de una nueva esclavitud.

Al incentivar estas técnicas se llega a la eugenesia que pretende el Informe Kissinger, ya que la selección embrionaria que en ellas se practica, necesariamente es la eliminación de seres humanos en estadios primigenios que no cumplen las condiciones de calidad que el biopoder exige para vivir (ej: estar sanos). Igualmente, a partir de estas técnicas se puede pasar de la manipulación genésica (donde sólo se trabaja con vida en sus estadios pri-migenios sin alteración del material genético), a la manipulación genética (donde ya hay intervención en los genes), intentando en esta nueva etapa potenciar ciertos aspectos y eliminar otros. Otra modalidad de eugenesia es más simple y evidente, radica en el carácter económico, pues por los altos costos de estas técnicas quienes accedan a ellas no serán los pobres, para los cuales hay todo un diseño de “derechos sexuales y reproductivos”.

La otra opción, aunque todavía no muy explorada por las mismas dificultades técnicas, es la clonación humana. Pero ya empieza a verse como otra forma de reproducción viable hacia el futuro. Nuevamente la pregunta política sería ¿a quiénes clonar?

Los problemas aquí son más de tipo técnico y económico no bioé-tico, porque bajo la perspectiva de la ideología de género la bioética sería igualmente una construcción cultural que puede ser deconstruida u olvida-da. Recordemos que de la misma manera en que se eliminan los sexos y se habla de género, se disocia a la mujer de la maternidad, también se separa al humano del concepto de persona. De allí que la ideología de género tenga fuertes nexos con la bioética utilitarista, y con los movimientos defensores de la ecolatría, pues se parte de la tesis según la cual, no todo humano es persona y no toda persona es humano. De ahí el que no exista ningún reparo en la eliminación de embriones producto de técnicas de procreación humana asistida, ni frente a la píldora del día después, ni frente al mismo aborto. Al

quitarle al no nacido la condición de persona humana4, pasa a ser algo sin valor que no merece respeto y frente al cual priman los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.

Ahora bien, según lo que hemos visto existe una paradoja y es que se ha dicho que estamos viviendo el fenómeno de la sobrepoblación mundial y que por eso es necesario hacer un control de natalidad fuerte, entonces, por qué hablamos de técnicas de procreación humana asistida, de clonación y de prolongar la existencia. ¿No es una contradicción? No, estas apuestas de la biopolítica encuentran sentido, en tanto no se pretende acabar con toda la humanidad, sino eliminar a los que se consideran un problema, como los identificados en el Informe Kissinger.

Del género, la génera y otros eufemismos

El biopoder para llevar a cabo sus propuestas restringe el lenguaje y lo manipula; producto de esto en las últimas décadas asistimos a un fenóme-no conocido como el lenguaje políticamente correcto, que no es más que utilizar una serie de eufemismos para disfrazar la realidad, justamente como estrategia para emplear al mismo tiempo las teorías idealistas con las realis-tas. Mascarada en la que se utilizan todo tipo de estratagemas y la verdad es reducida a un asunto de poder que pocos cuestionan, pues como lo expresa Ludwig Wittgenstein en su famosa frase, “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Si el biopoder logra reducir el lenguaje que se propaga por los medios de comunicación que es la fuente de información, en últimas estará cambiando todo el imaginario colectivo, y tendrá el control de nuestra voluntad. No hay que olvidar a Goebbels: „Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad“.

En un artículo de prensa titulado “Del género y la «génera»”, que aborda la discusión de lo que se ha conocido como el “lenguaje políticamente correcto”, el profesor José Antonio Martínez, un catedrático de la Lengua Española, advierte de los daños que la ideología de género le ha ocasionado al lenguaje.

El lenguaje políticamente correcto más interesante es el llamado «no sexista». Su bestia negra, explicó Martínez, ha sido el masculino genérico, junto a la concordancia, porque «la perspectiva de género ha decidido asociarlo con la ocultación de la mujer por parte del varón y el dominio de éste sobre aquella».” Y continúa el artículo “Lo políticamente correcto no acaba en el género. El catedrático analizó eufemismos como ‘ataques selectivos’ «que no son sino asesinatos o actos de terror» y añadió que, por obra y gracia del lenguaje políticamente correcto, «el vil y desigual ‘terrorismo’ se dibuja como una simétrica y equilibrada ‘lucha armada’». Desde su óptica, es un veneno en papel de regalo, porque «la capacidad ocultadora del eufemismo se ha aprovechado para desinformar acerca de la realidad» (Fernández, S. F.).

Es importante ver que ya en el informe se intenta reemplazar la expre-sión “control de natalidad” por “planificación familiar”. La razón es que la primera expresión, desde la segunda Guerra Mundial, lleva implícita la idea de eugenesia. Mientras que la segunda es un buen eufemismo, que se vuelve socialmente más aceptable, aunque se dirija al mismo objetivo. Del mismo modo que hoy, por ejemplo, al aborto voluntario se le denomina interrupción voluntaria del embarazo.

La ideología de género no sólo pasó de los tradicionales dos sexos, a plantear cinco géneros, sino que también quiere reflejar estos cambios en el lenguaje. Lo que adicionalmente resulta cacofónico y que remite nuevamen-te a los dos tradicionales sexos a los cuales pretende estar haciendo alusión constante, supuestamente para lograr discursos incluyentes. Vemos cómo de manera reiterada el objetivo de la ideología de género es lograr la separación entre hombres y mujeres, división que pretende mostrarse, paradójicamente, como mayor inclusión.

“Los conceptos de Naturaleza, Ley Natural, Sexo y Familia son rem-plazados por otros como Derechos y Salud reproductiva, Derechos de las mujeres, Derechos de los homosexuales, Derecho a decidir” (Revello, 2005, p. 81).

Hoy hemos llegado a usar los mismos vocablos con contenidos muy diversos y, no pocas veces, con comprensiones contradictorias. Es más, habría que preguntarse si la introducción de tales términos ha ocurrido porque son connaturales a una mentalidad y a las costumbres que expresan, o porque son útiles para forjarlas. De hecho estas ambigüedades son fácilmente utilizables al servicio de intereses ideológicos y hasta económicos, que no reconocen la dignidad y, por ende, los derechos y los deberes del hombre (p. 79).

La ideología de género tiene, al mismo tiempo, un lenguaje agresivo, pues al ver a todo el sistema anterior como resultado de la dominación, no hay posibilidad de diálogo. Efectivamente, todo el que no esté de acuerdo con alguna política pasa a ser considerado “homofóbico”. Es decir, que la relación es de amigo-enemigo, quien no comparta mis postulados está en mi contra y debe ser atacado, lo que a todas luces constituye una visión dictatorial, totalmente alejada de la democracia.

Esta nueva ideología podría ser una forma más de pensamiento al cual podrían adherir quienes libremente deseen hacerlo, pero no es así. Quienes proponen estas normas particulares de pensamiento han decidido imponerlo al resto del mundo y para ello utilizaron la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizadas en septiembre de 1995 en Pekín, “para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión (p. 79).

Nuevos actores de las relaciones internacionales

La intervención de nuevos actores distintos a los Estados en la esfera mun-dial, como las ONG, las multinacionales, organismos supranacionales, entre otros, han puesto en entredicho la vigencia del concepto de soberanía5que da sustento al Estado moderno, convirtiéndose la mayoría de las veces en mecanismos para intervenir en otros países de forma soterrada. Esta herra

mienta ha sido ampliamente utilizada en materia de ideología de género, concretamente frente a derechos sexuales y reproductivos. En efecto, el Informe Kissinger expresa, “Los EE.UU., además, ofrecieron colaborar con otros países donantes interesados y organizaciones (por ejemplo, WHO, UNFPA, Banco Mundial, UNICEF) para promover mayor acción de parte de los gobiernos y otras instituciones de los LDC para proveer servicios de salud preventiva de bajo costo, incluyendo salud materna e infantil, y servi-cios de planificación familiar, intentando alcanzar las áreas rurales remotas”

(Informe Kissinger, 1975, p. 64).

A continuación enunciaremos algunas de las organizaciones que ac-tualmente tienen mayor presencia a nivel mundial.

Agencia Internacional para el desarrollo (AID): aparece de forma recu-rrente en el Informe Kissinger, documento en el cual se expresa que,

AID ha provisto asistencia a programas poblacionales en cerca de 70 países LDC bilateralmente y/o indirectamente a través de organizaciones privadas y otros medios. AID actualmente provee asistencia bilateral a 36 de estos países. El Estado y AID representaron un papel importante en el establecimiento del Fondo de las Naciones Unidas para las Actividades Poblacionales (UNFPA) para liderar el esfuerzo multilateral poblacional como un complemento a las acciones bilaterales de AID y otros países donantes. Desde el establecimiento del Fondo, AID ha sido el contribuidor mayor. Más aún, con la asistencia de AID un número de organizaciones de planificación familiar privadas (por ejemplo, Pathfinder Fund, International Planned Parenthood Foundation, Population Council) han expandido significativamente sus programas poblacionales mundiales. Tales organizaciones aún son los principales apoyos de acción de Planificación familiar en muchos países en desarrollo (Informe Kissinger, 1975, p. 67).

AID debe alentar el desarrollo y ubicación de las mujeres en los LDC en los puestos de decisión en los programas de desarrollo, particularmente aquellos programas diseñados para incrementar el rol de la mujer como productoras de bienes y servicios, y en otras maneras mejorar el bienestar de la mujer (por ejemplo, programas de financiamiento y crédito nacionales, y programas nacionales de salud y planificación familiar)” (p. 80).

Organización de Naciones Unidas (ONU): aunque su mismo logo pretenda mostrar a los Estados en un plano de igualdad, esto no es más que

una ilusión propia de las teorías idealistas. Basta analizar su composición y financiación para advertir que la teoría realista se impone en cuanto a la ad-ministración del poder frente a las políticas a seguir. Estados Unidos tiene un gran poder en la organización y es visible que la ONU da fiel cumplimiento a lo propuesto en el Informe Kissinger por medio de sus entidades. Un caso ilustrativo fue el reciente pronunciamiento del Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas frente al caso de Nicaragua, país que en 2006 penalizó el llamado aborto terapéutico gracias a la unión de los dos principales parti-dos políticos, en dicho estudio justamente la ONU hace la relación entre la penalización del aborto y la violación de derechos humanos de las mujeres, lo que considera tortura, comprobando una vez más que los Estados, bajo el nuevo sistema, no tienen la libertad ni la soberanía de decidir sobre estos asuntos. Frente al caso son importantes las declaraciones del Dr. Rafael Ca-brera, Presidente de la Asociación Nicaragüense por la Vida (ANPROVIDA), quien reveló el acoso abortista por parte de distintas organismos y autoridades internacionales por haber consagrado el derecho a la vida del no nacido, ra-zón por la cual expresó estar “ofendido por la intromisión de embajadores, organizaciones internacionales, como la ONU, que están invadiendo nuestra soberanía, amenazando con la suspensión de ayuda económica si no se hace el capricho de ellos” (Médico pro-vida revela, 2007).

Organización Mundial de la Salud (OMS): retoma en sus programas conceptos expuestos en las conferencias de El Cairo 1994 y Pekín 1995 (antes mencionados). El profesor Jerome Lejeune, en una oportunidad, se refirió a la Organización Mundial de la Salud diciendo: “he aquí una institución para la salud que se ha transformado en una institución para la muerte” (Descu-bridor de la causa, S.F.). Este organismo perteneciente a la ONU está sujeto igualmente a esferas de poder y no es neutral, ni objetivo6.

Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF): desde 1966 hasta hoy, este organismo de la ONU promueve el aborto. En ese año el director ejecutivo Henry R. Labouisse sometió al Consejo directivo un informe titu-lado “Posible papel de UNICEF en la planificación familiar” (Possible Role of UNICEF in Family Planning), lo que en principio creó división. “Más tarde, como también ha sucedido con la Organización Mundial de la Salud (OMS), este tipo de propuestas se aceptaron con una estratagema: se cambió el nombre a los programas de reducción de los nacimientos por el de “salud reproductiva” de madres y niños. (…) En 1966, UNICEF gastó 700.000 dólares en programas de planificación familiar. En 1971, 2,4 millones de dólares y, en 1973, 4,2 millones de dólares en 30 países. Con el pasar de los años, ha aumentado además la colaboración entre UNICEF y la International Planned Parenthood Federation (IPPF), la asociación más poderosa del mundo en la promoción del aborto y de la anticoncepción” (UNICEF: Acabar con la pobreza, S.F.).

Cada vez estas posiciones han sido más fuertes. Entre 1987 y 1990 UNICEF participó en programas de planificación familiar en Nepal, Malawi, Jamaica, Burundi, Kenia, Cabo Verde, Tanzania y China. En 1987 en la Conferencia Internacional para mejorar la salud de mujeres y niños a través de la planificación familiar, celebrada en Nairobi (Kenia), UNICEF apoyó abiertamente el aborto como “servicio legal, de buena calidad y accesible a todas las mujeres”. En 1992, UNICEF hizo presiones para legalizar el aborto en los países en los que es ilegal y en 1996 presentó en el informe anual de ese año la planificación familiar (que incluye el aborto) como “uno de los medios más eficaces para combatir la pobreza” (UNICEF: Acabar con la pobreza, S.F.).

Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF): fundada en Bombay en 1952, es la organización que más promueve la anticoncepción, la esterilización y el aborto en el mundo. Tiene varias filiales y organizaciones relacionadas con ellos7.

La fundadora de Planned Parenthood fue Margaret Sanger quien, inspirada en las ideas de la sueca Ellen Key, autora de “El Movimiento de la Mujer”,

comenzó a predicar una doctrina basada en la negación categórica de principios morales estables. Esta postura la llevó a sostener, por ejemplo, que “el lecho conyugal es la influencia más degenerante en el orden social”. Si bien la Sanger pareció al principio estar de parte de los pobres, no bien su movimiento ganó impulso comenzó a predicar la “necesidad” del control de la natalidad, demostrando que aquellos en realidad le horripilaban, pues consideraba a dicho control como un medio para limitar la “maleza humana” y de preservar la libertad de la ‘estirpe superior’” (“Informe sobre la IPPF, S.F.).

Hacia 1920, Margaret Sanger escribía “Los filántropos que propor-cionan cuidados gratis de maternidad obligan a los segmentos más sanos y normales del mundo a soportar la carga de la fecundidad irreflexiva e indiscri-minada de los demás, lo que trae consigo […] un peso muerto de desperdicio humano y, en lugar de disminuir y dedicarse a eliminar las estirpes que mas perjudican el futuro de la raza y del mundo, tiende a volverlas dominantes en un grado amenazador” (Informe sobre la IPPF”, S.F.)

Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer (CE-DAW): establecido por el artículo 17 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, para examinar los progresos realizados en la aplicación de sus disposiciones. Su función es “servir de sistema de vigilancia de la aplicación de la Convención por los Estados que la hubieren ratificado o se hubieren adherido a ella, a través del examen de los informes presentados por los Estados Partes. También puede invitar a organismos especializados de las Naciones Unidas a que envíen informes para su estudio y puede recibir información de organizaciones no guberna-mentales” (Comité para la eliminación, S.F.). Este Comité además elabora recomendaciones que deben ser acogidas por los Estados (especialmente aquellos que ratificaron el Protocolo Facultativo), en las que suele propender porque se amplíen los derechos sexuales y reproductivos (Recomendaciones del Comité, 2007).

Women on Waves (Mujeres sobre las Olas): es una organización holan-desa que dice trabajar sobre los derechos humanos de la mujer, se dedica a promover la legalización del aborto en aquellos países donde éste no ha sido legalizado o despenalizado, en ciertos supuestos. En la práctica, lo que hacen es ir a las costas de aquellos países, recoger allí mujeres y posteriormente realizar

abortos en el barco en aguas internacionales, ya que en ese momento la ley holandesa rige para el barco holandés8.

En la actualidad este barco ha tenido dificultades para continuar sus ta-reas debido a los cambios en la legislación holandesa en materia de aborto.9

Women’s Link Worldwide: como lo expresa en su página de internet “promueve la equidad de género a través del desarrollo y la implementación estratégica de los derechos humanos alrededor del mundo” (Women’s Link Worldwide, S.F.). Esta organización promueve abiertamente la ideología de género, con sus respectivos derechos sexuales y reproductivos. En efecto, la abogada Mónica Roa, Directora del programa Género y Justicia de esta organización, fue quien llevó a cabo el Proyecto de Alto Impacto para la Despenalización del Aborto (LAICIA) en Colombia que buscó tener un efecto dominó en América Latina.

Católicas por el derecho a decidir: su objetivo dicen, es “Incidir polí-ticamente en escenarios regionales e internacionales para el avance de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres en América Latina, promoviendo una visión positiva de la religión en el campo de la vida sexual y reproductiva” (Católicas por el derecho a decidir, S. F.). Esta organización, bajo un lenguaje engañoso pretende hacer creer que lo católi

co no riñe con el aborto, centrándose en la mujer y negando el carácter de persona al no nacido.

Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO): “El pre-sidente de FIGO trabaja con el apoyo de un Consejo Consultivo formado por expertos de la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNICEF, IPPF (Federación Internacional de Plani-ficación de la Familia) y el Banco Mundial (…) En 1998, la junta ejecutiva de FIGO estableció un “Grupo de estudio sobre los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres”, el cual investigó cómo avanzar dichos “derechos”, “promoverlos y protegerlos”. Durante su Asamblea General en Washington D.C., septiembre del 2000, la FIGO tomó claras posturas antivida a favor del aborto y de que se obligue a los médicos que no practican abortos a que refieran a las mujeres a “un colega” que sí lo hace. Según las Normas de ética de la FIGO, “La mujer tiene el derecho a tener acceso al aborto médico in-ducido (es decir, químico, nota de la traductora) o quirúrgico, y los servicios de cuidado de la salud [tienen] la obligación de proveerlos de la manera más segura posible” (Llaguno, S.F.).

International Projects Assistance Services (IPAS): es una compañía distribuidora de equipos para practicar abortos y promotora del aborto en Latinoamérica. Según expresan “Ipas trabaja a nivel mundial para aumentar la capacidad de las mujeres de ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, y para disminuir la tasa de muertes y lesiones relacionadas con el aborto. Nosotros creemos que las mujeres en todas partes del mundo deben tener la oportunidad de determinar su futuro, de cuidar a su familia y de manejar su fertilidad” (IPAS, S.F.).

Conclusión

A manera de conclusión, podemos decir que lo político y lo jurídico son construcciones culturales que justamente nos han permitido respetar la vida, ser diferentes a los animales, lograr ser racionales y no simplemente pasionales, no dejarnos llevar exclusivamente por lo que Freud llamaría las pulsiones del Eros y el Tánatos. Poder hablar de Derechos Humanos es un reconocimiento de esa dignidad del ser humano, y es un proceso que sólo se logra mediante la cultura y la racionalidad. Pretender el absurdo de que el ser humano llegue a un mundo desprovisto de cultura, como lo pretende la ideología de género, y que no se vea afectado por lo que ya hay construido, sería justamente volver a ese estado de naturaleza y pretender eliminar al mismo ser humano. De hecho, no son alejadas estas tesis de la ecolatría, o del mundo sin seres humanos.

Para superar los problemas que tenemos entre hombres y mujeres no hace falta negar nuestra realidad donde existen dos sexos, ni es necesario inventarse una multiplicidad de géneros. Ya Guillermo de Ockham, decía que “no se deben multiplicar los entes sin necesidad”, porque si cada vez que se requiera solucionar un problema va a postularse una nueva entidad, en-tonces no se está solucionando problema alguno (Botero, 2003, p. 345).

Esta inflación de términos no está solucionando nada, por el contrario, está manipulando la situación.

Por otro lado, al incluirse los “derechos sexuales y reproductivos” (aborto, esterilización y anticoncepción) como derechos humanos, se abre la posibilidad de que existan presiones externas para que el país se vea obligado a acogerlos y promoverlos, de lo contrario, estaría violando derechos humanos. Estas sanciones generalmente son políticas (diplomáticas) y/o económicas, lo que en un mundo globalizado supone mayores problemas dada la interde-pendencia de los países. Además se relativiza el derecho a la vida, el primero de todos según la tradición liberal clásica.

En suma, y siguiendo al profesor Zygmunt Bauman (citado en Pai-zzini, 2008),

Detrás de toda destrucción de un pueblo por otro está la idea de unwertes leben (vidas sin valor = nudas vidas), la creencia de que hay que preservar unas vidas y no otras y de que cuando se acaba con aquellas que no merece la pena conservar, se revalorizan las que sí son valiosas, aumentando sus posibilidades de supervivencia […]. Extinguir las unwertes lebenes una actividad de tipo higiénico y sanitario; un esfuerzo revitalizador, una operación que prolonga y protege la vida de los que merecen vivir […]. El único servicio que pueden prestar quienes no merecen vivir es desaparecer del mundo de los vivos […]. En todo genocidio las víctimas son asesinadas no por lo que han hecho sino por lo que son […] el genocidio se inicia con una clasificación y concluye como una matanza basada en el establecimiento de categorías. A diferencia de lo que ocurre en una guerra, las víctimas del genocidio no tienen una personalidad propia ni son sujetos de actos que puedan ser juzgados […] su

único y suficiente crimen es haber sido clasificados dentro de una categoría definida como criminal o como enferma sin remedio. En último extremo son culpables de ser acusados (p. 100).

Referencias

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Sida: ¿El uso del condón lo previene realmente?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on January 16, 2012

Las palabras del descubridor del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida y presidente de la Fundación Mundial de Investigación y Prevención del sida, Luc Montagner, en el marco del seminario “El niño y el futuro de la sociedad”, acerca de los tres métodos para la prevención del sida: 1. La fidelidad conyugal, 2. la abstinencia sexual de los solteros y 3. el uso del preservativo, hacen pensar que las políticas gubernamentales, en el mundo, quieren olvidar los dos primeros puntos, ya que, sistemáticamente erigen al preservativo como la panacea de la prevención del sida:

-“Si decides tener relaciones sexuales, usa siempre condón.”

Llama la atención que en el Centro de Enfermedades de Atlanta se expresaron en ese sentido diciendo que el preservativo “puede reducir, pero no eliminar el riesgo” (Morbidity and Mortality Weekly Report, 1987). Además, expertos suizos, como los doctores Scheriner y April, en 1990, se refieren al tema diciendo: “no hay pruebas rigurosas de que [el preservativo] sea eficaz […] es una peligrosa ilusión”.

Aunado a estos aspectos, ha de tenerse en cuenta la información recopilada por el Dr. Aquilino Polaino–Lorente, catedrático de medicina, quien, en la edición de Julio–Septiembre de 1992 de la revista española Atlántida, afirma que los preservativos, como anticonceptivos, tienen un fracaso que oscila entre el 5% y el 20%. Entre sus diversas causas se ha establecido que el tamaño del espermatozoide representa  un papel muy importante, ya que puede atravesar los poros del condón de látex. El Dr. Sgreccia, en sus Actas de la IV Conferencia Internacional sobre SIDA, llama la atención sobre el hecho de que la partícula del VIH es 500 veces menor que el espermatozoide, lo cual hace más fácil su filtración y aumenta el porcentaje de transmisión.

Esto sucede porque en las relaciones sexuales el trauma sobre las mucosas es muy grande: después de cada acto sexual, en la mucosa del pene y en la de la vagina se presentan múltiples erosiones o excoriaciones, producto del fuerte roce o trauma normal, facilitando así el ingreso del virus al torrente circulatorio y, por lo tanto, de adquirir la infección. Si se considera que las mucosas del ano y del recto están totalmente exentas de un moco capaz de lubricar, tal como lo hace la vagina en el coito, se deducirá que el porcentaje de excoriaciones es mucho mayor en las relaciones homosexuales entre hombres, o en las de pareja, cuando la relación es anal. Completamente desatinado es creer que aquellos condones que tienen glicerina van a suplir en su función lubricante a la vagina, pues ésta lo hace durante todo el coito, mientras que la glicerina está destinada a lograr únicamente más facilidad de penetración al inicio de la relación.

Para erradicar el sida o, por lo menos, para disminuir el número de infecciones y de enfermos la clave está en modificar esos comportamientos y no tanto en marginar -injusta y estúpidamente- a los grupos en que es mayor la probabilidad de que aparezca la enfermedad: homosexualidad o relaciones sexuales entre personas del mismo sexo (43% de los afectados), promiscuidad heterosexual o relaciones sexuales con diferentes personas del sexo opuesto (28%), bisexualidad o relaciones sexuales con seres del otro y del mismo sexo (22%). (Sólo el 0,8% de los casos están asociados a transfusiones sanguíneas y otros contagios a través de instrumentos). Por eso, “La Organización Mundial de la Salud quiere que se sepa que sólo la abstinencia sexual o la absoluta fidelidad eliminan el riesgo de infección” (EB 89). (R 19, del 28 de enero de 1992.)

Se están creando ilusiones vanas y falsas en un “sexo seguro” y se está estimulando la promiscuidad sexual de jóvenes que, incautos, están observando por la televisión, y otros medios de comunicación, propagandas para promover el uso del condón, con lo cual, reciben la verdad incompleta —y peligrosa—, violándose así el legítimo derecho del ciudadano a saber la verdad sin recortes, principalmente cuanto se refiere a su salud.

Por otra parte, el derecho que tienen los padres de educar a sus hijos dentro de sus principios está siendo truncado, pues nadie puede negar la influencia de  propagandas de televisión, máxime si tienen el aval de los ministerios de salud, vista y oída por niños y adolescentes en proceso de maduración; de hecho, muchos de esos padres pueden considerar que esa información no está encaminada a enriquecer su dignidad como hombres.

Y también en el ámbito de los derechos de los ciudadanos, ha de pensarse en el orden social y en la salud pública. La “seguridad” que dicen ofrecer los preservativos disparará la actividad sexual de homosexuales, de heterosexuales y de bisexuales a niveles donde el porcentaje de infección -obviamente- crecerá proporcionalmente: no es lo mismo el porcentaje de sida de un número bajo de relaciones sexuales que el de uno alto que provenga, especialmente, de la promiscuidad.

El incremento de esas conductas arriesgadas irá -paradójicamente- en contra de la finalidad de toda política gubernamental que pretenda disminuir la incidencia de la infección.

Esa es la explicación para que de los 800 sexólogos presentes en el Congreso Mundial de Sexología, que tuvo lugar recientemente en Heidelberg, Alemania, ni un solo experto contestó afirmativamente cuando se les preguntó si tendrían relaciones sexuales con algún enfermo de sida o con un VIH positivo, utilizando un preservativo.

 

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