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LA EDUCACIÓN SEXUAL

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 18, 2015

LA EDUCACIÓN SEXUAL

Guía práctica para profesores y padres

 

 El presente libro cobija lo que debe saber el hombre acerca de su sexualidad, desde los puntos de vista científico y humano. Son páginas dirigidas al ser humano sin distingo de condición social, raza o credo religioso. Al recordarle los principales conceptos biológicos -médicos-, psicológicos y espirituales propios de su ser le dará una visión más completa acerca de su dignidad y le ayudará así a entender mejor su relación con los demás, con su familia y con su cónyuge.

Se ha escrito para beneficio, en primera instancia, de los padres que quieran dar una verdadera educación integral a sus hijos, previniéndolos contra los posibles excesos y defectos en la concepción de la sexualidad; en segundo lugar, al llenar el vacío que existe, se convertirá en un útil instrumento para los educadores que pretendan -como es su misión- ayudar a los padres a conseguir ese mismo fin; y, por último, será de gran beneficio aun para los educandos que acudan a su lectura buscando encontrar un medio de enriquecimiento que los capacite como mujeres y hombres de bien y, en el futuro, haga de ellos madres y padres habilitados para la construcción de una nueva sociedad, desmitificada y libre, pero noble y digna.

 

ÍNDICE

 

Antes de comenzar

Prólogo

Introducción

LA SEXUALIDAD

  1. Visión integral del ser humano
  2. Planos biológico, psicológico y espiritual
  3. Su relación con el cosmos
  4. Órganos genitales
  5. Genitales masculinos
  6. Genitales femeninos
  7. La procreación

III. Trastornos de la genitalidad

  1. Hermafroditismo
  2. Malformaciones congénitas
  3. Esterilidad
  4. Sida y otras enfermedades
  5. Trastornos por falla en el aseo de los genitales
  6. Cáncer
  7. Impotencia y frigidez orgánicas
  8. Trastornos de la sexualidad
  9. Impotencia
  10. Eyaculación precoz
  11. Frigidez, dispareunia y “vaginismo”
  12. Libídine: desafuero genital y furor uterino (ninfomanía)
  13. Homosexualidad
  14. Violación
  15. Tabúes y equívocos
  16. Fertilidad
  17. La cópula sexual
  18. Ancianidad

EL AMOR CONYUGAL

  1. Amor es…

VII. La entrega

VIII. ¿Cuál anticonceptivo?

  1. La píldora
  2. El dispositivo intrauterino (DIU)
  3. El preservativo o condón de látex
  4. Óvulos, cremas espermicidas, diafragmas, esponjas y otros
  5. Cirugías: vasectomía y ligadura de trompas
  6. El método del moco cervical, de la ovulación o Billings
  7. El control de la temperatura basal
  8. El método síntomo-térmico o de la doble verificación
  9. El PG 56

EL PROCESO DE LA EDUCACION SEXUAL

  1. El justo medio
  2. Las 7 reglas de oro de la educación sexual
  3. El ejemplo
  4. La confianza
  5. La naturalidad
  6. La verdad
  7. La prevención
  8. La prudencia
  9. El decoro
  10. Los 3 errores más frecuentes
  11. El conflicto generacional
  12. La abstracción
  13. La dignidad de la mujer

XII. El perfil del educador

  1. El ejemplo de su propia vida
  2. Su ética profesional
  3. Su conocimiento acerca de los tres planos de la sexualidad

Glosario

 

 

ANTES DE COMENZAR

 

Cuando se acude a los escritos acerca de la sexualidad suele cometerse el error de buscar el tema específico en el índice y, luego, leer ávidamente el contenido sin ubicarlo dentro del contexto. Esto es lo que hace que el conocimiento que frecuentemente se tiene esté incompleto y por lo tanto se cometan muchos fallos en las relaciones de pareja y en el proceso educativo por parte de padres y profesores.

Por eso es necesario que ambos se instruyan en las áreas que comprenden el tema de la sexualidad de manera integral y, con ese fin, conviene que el lector sepa que el mejor modo de sacar provecho de este libro es seguir en estricto orden el prólogo primero, luego la introducción y cada uno de los capítulos, sin excluir ninguno. Así se podrá comprender mejor la anatomía de los genitales (lo que hay), su fisiología (cómo funciona) y su patología (cómo se enferma) y, de ahí, pasar a los comportamientos humanos.

Si se quiere entender por ejemplo la homosexualidad, es necesario tener primero claros los conceptos acerca del hermafroditismo; igualmente, si no se sabe qué diferencia hay entre genitalidad y sexualidad, habrá mucha confusión.

Se ha cuidado minuciosamente el orden de estos escritos para que el proceso cognoscitivo sea el mejor, desde el punto de vista didáctico. De este modo, el acervo que se adquirirá será gradual, lógico y útil la integración en la propia personalidad de cada uno de sus elementos.

La ganancia principal se hará evidente en las relaciones humanas, tanto de los componentes de la pareja como de las familias y de la sociedad en general, ya que ese conocimiento ordenado facilitará a padres y a educadores su labor.

 

 

 

PROLOGO

 

Los índices de embarazos no deseados, de abortos clandestinos, de enfermedades de “transmisión sexual” y muy especialmente de sida, junto con otros problemas no menos preocupantes, se incrementan cada vez más poniendo en peligro la vida de los seres humanos en todo el globo terráqueo.

Ni siquiera la segunda guerra mundial cobró tantas vidas como las que el sida amenaza, multiplicándose de una manera asombrosa ante la mirada impasible de muchos que creen estar exentos de este terrible mal hasta que un conocido, un amigo, un familiar, o ellos mismos, caen en las garras del VIH.

Mientras tanto, movidos por este panorama desolador, otros debaten en el mundo entero la necesidad de una educación sexual, propiciándola desde los ambientes educativos y aun desde los políticos.

Sin embargo, la información existente al respecto tiene los vacíos propios de cada disciplina:

Los médicos allanan el tema en lo biológico, explicando las relaciones sexuales desde el punto de vista anatómico, fisiológico y patológico, dejando, casi siempre, un vacío en lo psicológico y en lo espiritual.

Los psicólogos cubren el aspecto que les compete de manera profunda, pero es frecuentemente somera su explicación biológica, y casi siempre inexistente la espiritual.

A su vez, los moralistas explican desde su ámbito la bondad o malicia de los actos sexuales, casi sin atreverse a profundizar en los otros dos aspectos de la vida del ser humano, desconocidos para ellos.

Aunado a esto, la prolija literatura disponible hoy se puede dividir -diríamos en forma acomodadiza- en dos categorías:

Primero, el grupo de ensayos dedicados, como lo deja entrever casi siempre su prólogo, a lograr un máximo de placer sin embarazos ni enfermedades contagiosas, con el fin de escarbar morbosamente el terreno en busca de un halo efímero de lo que algunos entienden como “felicidad”.

Y segundo, el grupo de escritos dedicados a estudiar profundamente la moralidad de los actos sexuales en pro de una vida ascético-religiosa mejor.

El autor de este libro se ha situado en la vivencia actual, donde el hombre quiere simplemente saber la verdad, sin ningún apasionamiento frívolo o religioso; esa verdad que solemos desviar o, por lo menos, complicar y que se expresa tan sencilla y llana en la vida diaria de los hombres.

En sus líneas se vislumbra la simbiosis casi perfecta de los valores espirituales, psicológicos y biológicos del ser humano corriente embebido dentro de una sociedad pujante y desarrollada desde el punto de vista tecnológico y científico, simbiosis que no lo desmembra donde acaba lo físico y comienza lo espiritual o lo emocional…, sino que lo considera un ser integral: el hombre ama con su espíritu, con su alma y -aunque algunos pocos no lo acepten con mucho agrado- también con su cuerpo.

El justo medio entre dos extremos (defectos) es la virtud, y la postura del autor denota un viaje libre, como lo son los del hombre, pero manteniéndose dentro de la ecuanimidad de la verdad.

El presente libro, al llenar un gran vacío, está destinado a convertirse en cabecera de los educadores y entre ellos a los principales, a los padres de familia, que encuentran aquí, si no un tratado de varios volúmenes abarcándolo minuciosamente todo, sí lo necesario para preparar el camino de sus hijos -o alumnos- hacia la formación completa en los variados aspectos de la sexualidad de modo que, como lo dice el autor, sepan amar y ser amados y por esa senda encuentren la felicidad, tan añorada por todos.

 

 

INTRODUCCION

 

La cátedra escolar de Educación Sexual ha despertado la preocupación de padres y profesores, y ha desatado la polémica por el fondo y la por forma de presentación a los estudiantes: ¿Desde qué edad se debe implantar? ¿Qué tópicos se deben tocar en las edades más tempranas? ¿El estudiante debe conocer la anatomía y la fisiología (funcionamiento) genital? ¿Quién debe ser encargado de la formación de los docentes? ¿un médico? ¿un psicólogo? ¿un sacerdote? ¿otra persona? ¿Cómo desmitificar la sexualidad, sin llegar a estropear el crecimiento integral del niño y del adolescente? ¿Cuál es el medio justo entre los dañinos mitos machistas y la perversión?…

Son muchas las preguntas que salen a relucir y pocas las que se han contestado. Esto se hace evidente cuando se encuentran profesores que manifiestan no tener los instrumentos necesarios para salir avantes en el nuevo cargo que se les ha asignado.

Sobre este tema, que toca directamente la esencia del ser humano y que, por lo tanto, preocupa mucho a los docentes y especialmente a los padres, se ha publicado una cantidad asombrosa de folletos, libros, manuales textos, etc., dentro de los que destacan, por su número, los que tienden a lograr fundamentalmente un incremento en el placer sexual, evitando la procreación y las enfermedades de “transmisión sexual”. Con estos medios es poco probable que se pueda cumplir la misión de educar, mucho más encumbrada que la de informar, ya que es más propia del ser humano. De hecho, cualquier madre o padre bondadoso preferirá ver que su hija, antes de tener relaciones sexuales con varios o muchos de sus amigos, decida hacer de sus noviazgos relaciones encaminadas a conocerse mutuamente, con el fin de decidir quién comparta con ella toda su vida y sea el padre de sus futuros hijos.

Por otra parte, es frecuente encontrar que el aparato genital o reproductor se estudia de manera similar a como se lo hace con los demás aparatos en el organismo, como el circulatorio o el digestivo: su anatomía, su funcionamiento fisiológico, las patologías (enfermedades) que pueden presentarse, etc. Si se tiene en cuenta que la sexualidad implica comportamientos humanos, lo que no se da en los otros aparatos (no existe, por ejemplo, un comportamiento humano “voluntario” para el aparato digestivo), se llegará fácilmente a la conclusión de que, en esos casos no se está estudiando la sexualidad sino meramente la genitalidad.

Por eso, una consideración únicamente biológica del hombre haría que se le tratase como a un simple animal, de la misma manera que una cerrada acepción espiritual del hombre, haría de él un ángel. Otro tanto ocurrirá si se limita el concepto del hombre a su aspecto psicológico, dejando de lado su corporeidad y su espiritualidad.

Para tratar el tema de la sexualidad, es necesario adentrarse en la esencia de la totalidad del ser humano: su biología, su psicología y su espiritualidad. Sólo así no se le fraccionará en las partes en las cuales está compuesto.

Todo comportamiento humano, entonces, impone la participación del ser de una manera integral: es toda su composición biológica, psicológica y espiritual la que actúa en el ámbito del comportamiento en general y, por supuesto, en las actuaciones sexuales. Si un hombre y una mujer cohabitan, se dan todos ellos: no sólo se entregan en el aspecto genital, sino que la entrega es de todos sus seres. Esto es precisamente lo que hace diferente al hombre de los animales irracionales: que su entrega implica el mutuo don de su cuerpo, de su alma y de su espíritu.

Este libro pretende conseguir que los padres y los profesores a los que se les ha asignado la enseñanza de la Educación Sexual se instruyan primero en la noción integral del ser humano, y luego reciban toda la información biológica, psicológica y espiritual, necesarias para cumplir con su cometido. Así, su noble labor no se limitará a informar sobre la existencia de anticonceptivos, su modo de uso, y a intentar dar “tranquilidad” a los educandos preocupados por enfermedades como el sida, sino que, además de incluir esos conocimientos, puedan enseñar una sexualidad basada en el raciocinio, de manera que la paternidad responsable sea la culminación de sus esfuerzos.

 

 

LA SEXUALIDAD

 

 

  1. VISION INTEGRAL DEL SER HUMANO

 

¿Qué es el ser humano? ¿Qué son la mujer y el hombre? ¿Somos también animales? ¿Qué es lo que nos diferencia de los otros seres? ¿su posición erguida para caminar? ¿su capacidad de raciocinio? ¿Dónde acaba lo animal y comienza lo racional?…

Contestar estas preguntas y muchas otras al respecto, es el único camino a seguir por quien se interese en el conocimiento completo de la íntima y personal sexualidad humana. Por eso se hace necesario estudiar primero al hombre como persona y, luego, como individuo de una sociedad, en su entorno social, en sus relaciones con los demás, pues la sexualidad es de dos, no de uno.

En un laboratorio de experimentación científica se lleva a cabo un estudio microscópico. Han sido citados una mujer y un hombre para ver sus células a gran escala, a través de un instrumento visor. Se procede a hacer un pequeño raspado del dorso de sus manos para que algunas de sus células más externas caigan sobre una lámina pequeña de vidrio, llamada portaobjetos, que se lleva de inmediato al microscopio electrónico.

El resultado -siempre sorprendente- es el mismo: las células descamadas de la mujer muestran dos cromosomas “X”, mientras que las del hombre tienen un cromosoma “X” y otro “Y”.

La ciencia de la genética lo descubrió desde hace muchos años: los hombres, desde el período embrionario -y aun antes-, tienen definido el sexo. Lo que pasa frecuentemente inadvertido es que, no sólo las células de la piel, sino las de los órganos internos, las de los huesos, músculos y articulaciones, las de los vasos y nervios, las del cerebro y hasta las de la base de los cabellos están sexuadas. De manera que esa sexualidad, parcialidad, “mitad en busca de otra mitad”, división, sección (es decir, sexo) está presente en todo el organismo: el corazón de una mujer es femenino, como lo es su páncreas, su hígado o su cartílago; las células de su Sistema Nervioso Central están “impregnadas” de esa feminidad; por decirlo así, piensa y actúa como mujer, y hasta camina como mujer. Así mismo, el hombre lo es en toda su anatomía y en todo su funcionamiento fisiológico: las acciones involuntarias, y aun voluntarias, son realizadas por órganos y sistemas hechos con células masculinas; por eso sus acciones y pensamientos son los de un varón, se mueve como varón, vive como varón.

La sexualidad no se realiza, entonces, como se ha pensado con frecuencia, únicamente en los órganos genitales. Con ellos se ejerce la genitalidad. Sexualidad es la proyección de la persona al ser humano del otro sexo, la proyección de su “yo” a ese “tú”, la búsqueda del complemento; y después, la realización de ese complemento en la unión de dos seres, de la totalidad de sus seres, no sólo de sus genitales.

La sexualidad humana implica mucho más que el ejercicio de la genitalidad de un animal. Con ella se entremezclan la entrañable comunicación de dos seres -sus sentimientos- con la profunda sensación de entrega mutua, entrega que tiende a proyectarse en el tiempo, que no quiere quedarse en el momento, que quiere perdurar. Eso hace del hombre un ser único en el universo; no hay otro que pueda experimentar estas impresiones.

Además, como todos los seres vivientes, el hombre tiene algo que lo mantiene vivo, que lo anima. Etimológicamente, “animar” viene del latín “animare”, mover, esto es, vivificar el alma al cuerpo, hacer que algo permanezca vivo, dar vida. Y ese algo es el “ánima”, el alma.

Así, el alma vegetativa hace crecer, desarrollarse y multiplicarse a las plantas; el alma sensible lo hace en los animales; y el alma espiritual hace lo propio con los seres humanos. Esa es, precisamente, la razón por la que, al referirse a un animal, se habla de hembra o macho, mientras que, en el hombre, los nombres apropiados son mujer y hombre (o varón).

De manera pues que el ser humano, a diferencia de los demás, se “mueve” en tres planos: biológico o celular; psicológico, emocional o del alma; y espiritual o trascendental.

 

  1. Planos biológico, psicológico y espiritual

A nadie escapa de su mente el hecho de que la sexualidad humana se manifiesta -en una pareja- a través del cuerpo, de sus estructuras anatómicas, de su parte material, de su biología. Las expresiones del amor humano, manifestaciones materiales de afecto y de cariño primero, y del amor después, se hacen evidentes progresivamente a través de saludos, abrazos, caricias, besos y, finalmente, el “acto sexual” propiamente dicho. Este es el plano biológico. Aquí se desarrolla el amor humano; y esto es tan cierto y tan normal, que hoy repugna a cualquiera la concepción fanático-religiosa de que todo lo genital es pecaminoso. Pero no siempre fue así. Hubo épocas, y aún quedan rezagos de ellas, en que se creyó que lo material era malo, mientras que sólo lo espiritual era bueno. Es más: se llegó a afirmar que quien quisiera pasar por la vida limpio, debería abstenerse de toda expresión corporal de afecto o de amor.

Aparte de esto, como se ha visto, el hombre no es sólo cuerpo, biología: el hombre llora, se alegra, sonríe y ríe; triunfa y fracasa; está disgustado y a veces disfruta; vive intensamente la vida o se deja llevar por las circunstancias; ama o es egoísta; es decir, siente. Nada de esto lo experimenta un animal: el perrito faldero ladra al ver llegar a su amo y lame su cara, porque reconoce instintivamente en él su benefactor; chilla cuando tiene hambre, lo mismo que cuando le pegan o cuando no está su dueño, pues nota instintivamente la carencia de ese benefactor.

Del mismo modo, ejerce instintivamente sus coitos únicamente en los períodos de celo. Una gatita, por ejemplo, durante cuatro días se echa en el piso levantando el cuarto posterior y haciendo a un lado su cola, esperando la penetración; y lo hace siempre cada 21 días. El macho pasará ante ella indiferente, si no está en celo; sólo cuando el olor le hace percibir el celo de su compañera, se juntarán varias veces en la cópula. En la entrega mutua que viven los seres humanos, la compenetración entre los esposos, la complementariedad psicológica que buscan los que se aman es el plano psicológico humano, ausente siempre en los animales.

Hay algo propio del hombre, además, que influye en las relaciones de pareja. Se trata de lo que la historia prueba desde hace milenios: el hombre desde la época de las cavernas ha levantado sus ojos en busca de algo o alguien que le dé cómo llenar sus ansias -que bullen en su interior sin descansar- de ser trascendente, imperecedero; sabe él que su vida no termina aquí en la tierra, sino que después de ésta existe la esperanza de otra.

El sol, la luna o los astros, fenómenos de la naturaleza, ídolos de barro o de oro y luego una infinidad de dioses han sido adorados por todas las culturas, pueblos y naciones, desde que los pies del homus erectus dejan huellas sobre la tierra. Hoy son muchas las religiones que profesan unos y otros; y los que se llaman ateos, venerando a la materia, a la energía (transformada o transformante respectivamente) o al dinero, siempre que están en peligro, se acuerdan del Dios que lo hizo todo, incluyéndolos a ellos mismos.

Es inherente al ser humano la creencia en otra vida. Este es el plano espiritual.

Puestos a escoger entre estos tres aspectos, los filósofos, los literatos, los poetas, los humanistas y, en general, todos hombres han elegido el plano espiritual.

Conviene, entonces, auscultar la razón: en el aspecto espiritual, reluce de una manera muy especial el amor humano, casualmente, alma central de estos escritos. Un “amor” meramente carnal no tiene nada en qué competir con un “amor” en el que la entrega se limita a complementarse psicológicamente, siendo uno de los componentes de la pareja apoyo y suplemento del otro; pero aquel y este palidecen frente a una entrega imperecedera, que no piensa en un fin, una entrega que busca trascender, difundirse hacia la eternidad, como lo es el amor en el plano espiritual.

Aunque se peque de simplismo, vale decir que el plano biológico y aun el psicológico tendrán fin; mientras que el espiritual no.

 

  1. Su relación con el cosmos

El universo es, verdaderamente, el entorno del hombre. No es sólo el hogar donde vive. No son sólo los barrios que frecuenta en su vida familiar, en su vida laboral, en su vida social. Es el país al que pertenece, el continente, el mundo; y más allá del mundo, la Vía Láctea, galaxia dentro del universo…

Por eso, muchos países han instituido el Ministerio de Ecología o entidades para la preservación del medio ambiente. Existe una alarma general en el mundo por la autodestrucción del entorno del hombre, pues las generaciones futuras, nuestros hijos, pagarán los desórdenes producidos por nosotros. Por esa razón, hoy ya se habla de la “ola verde”, movimiento en pro de la naturaleza y de su salud, la cual redundará en salud para la raza humana.

El desorden es, pues, el culpable. Por tanto, conviene hablar de orden: orden cosmológico.

En el macrocosmos se observa cómo los satélites dan vuelta -ordenadamente- alrededor de los planetas, una y otra vez, con trayectorias tan exactas, que son predecibles. Así mismo los planetas, girando sobre sí mismos, orbitan en torno del sol de su sistema; y los soles siguen otras órdenes de la energía y de la materia, naciendo y muriendo según la regla universal: puntos negros que iluminan la teoría del big-bang, estrellas fugaces, cometas, etc.

Pasando por todos los seres -animados o inanimados- podemos descender en nuestro estudio al microcosmos: observar al átomo, su núcleo, con protones y neutrones, alrededor del cual giran los electrones uniéndose a otros átomos para formar moléculas, cada vez más complejas… y, de pronto, ¡la vida! unicelular primero, luego más intrincada, haciendo alusión al macrocosmos y, como él, siempre con un orden establecido, con unos parámetros.

Orden, siempre, en las plantas, cuyas hojas se dirigen al sol con el cual sintetizan la clorofila, y su raíz, que se va hacia abajo en busca del agua y los minerales que las mantendrán vivas; orden en los virus, que penetran en las células, de las que quitan elementos nutrientes y salud; orden, en fin, en los animales, quienes siguiendo siempre su instinto, crecen, se multiplican y mueren, manteniendo así estable la cadena alimenticia.

En esta descripción falta un ser del cosmos, que mantendría el orden más que ninguno, pues posee dos cualidades insuperables: la razón, y, no menos despreciable, la voluntad.

Ese ser, que es el hombre, tiene capacidad de conocimiento, de juicio (puede determinar si una acción es mala o buena) y de raciocinio (memoria y abstracción, entre otras); además tiene libertad, es decir, la capacidad de ejecutar acciones según sea su parecer: no está condicionado únicamente por el instinto sino que puede seguir a la razón, a su facultad de discurrir. Este es precisamente el atributo principal que posee, el que lo hace mucho más que peculiar, el que lo distingue de los otros entes. Y es, paradójicamente, el atributo que le da una capacidad única: la de poder desordenar su entorno, la de ser capaz de violar el orden cosmológico.

Así, aunque muchas veces la razón -lo que lo hace diferente de los otros seres- le pida algo, hace cosas contrarias al orden de la naturaleza cuando por ejemplo destruye la capa de ozono que lo protege de los rayos ultravioleta que le causarán carcinomas (cáncer) de la piel, cuando acaba con las especies animales que mantenían el equilibrio ecológico y que lo conservaban sano, cuando tala los árboles ultimando las cuencas que nos proveen el agua vital, cuando destruye paulatinamente a otros seres humanos para lograr un bien individual, olvidándose de que del bien común depende el suyo propio y el de sus hijos…

Después de conocer por esta vía el universo se puede comprender que todas las veces que el hombre deja de utilizar la razón o se deja manipular por sus propias malas inclinaciones buscando una finalidad exclusiva, sin tener en cuenta los requerimientos de los otros seres -especialmente los de los humanos-, mina su entorno y, por ende, se destruye parcial o incluso totalmente a sí mismo. Cualquier acción humana le afectará, en mayor o menor grado, y ya que el hombre se mueve en tres ámbitos, en esos tres podrá transgredir el orden: en el ámbito material, en el psicológico o en el espiritual.

Del orden cosmológico depende el bienestar del hombre; ya los demás seres cumplen con la responsabilidad que les compete, así sea de una manera irracional.

 

 

  1. ORGANOS GENITALES

 

¿Es lo mismo sexualidad que genitalidad?

Sexualidad viene de sexo, seccionado, parcializado, partido: mitad en busca de otra mitad, un “yo” en busca de un “tú”; sólo así tiene sentido el “tú”.

El hombre ha sido eso. Aunque no sea requisito, la tendencia histórica muestra la dimensión sexual o seccional. Y -aquí reside lo más importante- esa realidad no es corporal ni espiritual, sino personal. En el “yo” humano se funden irreversiblemente lo corporal, lo psicológico y lo espiritual.

Genitalidad, en cambio, viene de genitales, esto es, órganos de la “generación”, de la procreación. En la genitalidad, entonces, residen las capacidades de la maternidad y de la paternidad.

Estos órganos no se aíslan en sí mismos, son parte integral del ser. Sin embargo, una mujer o un hombre incapaz de procrear no deja, por eso, de ser mujer u hombre. Filosóficamente, la esencia del ser humano es la fusión de su cuerpo con su alma espiritual. Esencia -substancia- es lo que hace de ese ser un ser humano. Por tanto, la genitalidad no es esencial, sino accidental, adicional: del mismo modo que alguien, al perder un brazo, no deja de ser lo que es, ejercer la genitalidad no es requisito para ser mujer u hombre.

Un animal, por ejemplo, tiene la capacidad generativa, por tanto tiene genitalidad. Pero está muy lejos de poseer sexualidad. Por eso, los llamamos macho y hembra. El hombre es masculino y femenino y, a la vez, macho y hembra.

Aunque haya uno que otro castrado -sin genitalidad-, no hay hombre sin sexualidad, sin sexo: sexo es la totalidad de la persona: en la piel, en las manos, en la voz, en el modo de caminar, en los gestos, en los ademanes, en la forma de pensar, en el amor,… están los signos de la sexualidad. Todas las células del cuerpo están sexuadas. Mi “yo” personal está sexuado. Pansexualidad, dirán muchos; pero quienes han optado por vivir la vida asexuados, andróginos, no han podido, porque es absurdo: pretender que el “ella” o el “él” sean sólo “eso” es irracional, y es mentira.

Hecha ya la diferenciación entre sexualidad y genitalidad, se describirán a continuación los órganos genitales, como se hace con el corazón, los pulmones y cualquier otro órgano. Con el fin de aprender de la naturaleza sus leyes, y así poder respetarlas para nuestro propio bien, es necesario un somero estudio de su anatomía y su funcionamiento o fisiología.

Para mayor comprensión, el lector podrá buscar en el glosario (al final del libro) la

definición de cada uno de los términos empleados en este libro; aparecerán en letra                            bastardilla cuando se nombran por primera vez.

 

  1. Genitales masculinos

 

  1. Anatomía

Los órganos genitales se dividen en dos grupos: los externos -que se pueden ver- y los internos. Dentro del primer grupo, en el hombre, están el pene y la bolsa escrotal con sus testículos y, en la parte interna, conductos y glándulas, de las que se verán sólo las más importantes.

Los testículos son un par (la mayoría de los órganos vienen en pares) de estructuras ovoidales que se encuentran entre los dos compartimientos de un saco, llamado bolsa, escroto o bolsa escrotal.

Está conformado en su interior por infinidad de canalículos, llamados túbulos seminíferos, en donde se forman los espermatozoides, células encargadas de la fecundación, es decir, de la procreación. En el testículo, además, se produce la testosterona, hormona sexual masculina, responsable de la formación y mantenimiento de los órganos genitales masculinos, como también de los caracteres sexuales secundarios, los cuales se describen en la fisiología.

 

Casi siempre por encima del testículo, en los estudios anatómicos se puede distinguir el epidídimo, que se continúa con el conducto deferente, el cual, ascendiendo penetra en el vientre, donde recoge -en orden- los conductos provenientes de la vesícula seminal, la vejiga urinaria, la próstata, la glándula de Cowper y otras glándulas. En ese tramo el conducto cambia de nombre para llamarse uretra, la cual pasa a través del pene hasta la abertura que hay en su punta, el meato urinario.

El pene se divide en dos partes: el cuerpo y, hacia la punta, más abultado, el glande o balano. Este último está recubierto por un “capuchón” de piel retraíble llamado prepucio.

En el interior del pene se pueden distinguir dos cuerpos formados por un trabeculado de venas y arterias, llamados cuerpos cavernosos y, por encima de ellos, otro conocido con el nombre de cuerpo esponjoso, que también conforma el glande.

Los órganos internos más importantes son: la Vesícula Seminal, la Próstata y la glándula de Cowper. La vesícula seminal se encarga de dar una gran cantidad de nutrientes a los espermatozoides y enriquece el volumen del semen. Así mismo, el líquido blancuzco proveniente de la próstata completa el líquido del semen y sirve para contrarrestar la acidez de la vagina. Por su parte, la glándula de Cowper bota su contenido unos momentos antes de la eyaculación para “limpiar” el conducto (uretra) por donde va a pasar luego el semen, protegiéndolo.

 

  1. Fisiología

Antes de iniciar, es importante precisar que los números que se dan en los capítulos de                       fisiología son siempre aproximaciones. La biología tiene mucha variabilidad, y nunca se                      debe tratar como si fuese una ciencia exacta, como las matemáticas; sin embargo,

dentro de esas diferencias entre un individuo y otro hay ciertos parámetros. Por eso se                       hablará de edades, tiempos, lapsos, número de células, cantidad de líquido, etc., los              cuales son siempre promedios.

——————— O ———————

En la pubertad, que aparece aproximadamente entre los 11 y los 15 años, por estímulo de las gonadotropinas (hormonas provenientes de la hipófisis, en el centro del cerebro), se desarrollan los testículos y comienza la producción de los espermatozoides o espermatogénesis y la secreción de testosterona; como resultado, se desarrollan los órganos genitales y caracteres sexuales secundarios.

Los caracteres sexuales secundarios son principalmente: cabello en algunas zonas del cuerpo, como el pecho, piernas y brazos, perineo; barba y bigote; la disposición del vello púbico en forma de “V”, con vértice superior, y más abundante que en la mujer; corpulencia y desarrollo muscular mayor; voz grave; más propensión al acné; instintos masculinos e impulso al sexo opuesto.

Durante la edad adulta, esta secreción interna mantiene la integridad de los órganos genitales y una espermatogénesis óptima.

Para el acto conyugal se produce primero la erección del pene y, durante la misma, la eyaculación del esperma (semen). Los centros nerviosos que efectúan estos procesos están en la médula espinal.; estos reflejos son producidos generalmente por estímulos en la piel, que en el varón están especialmente en la región genital y principalmente en el glande, y por eso se llaman las zonas erógenas principales. Otras zonas erógenas -llamadas secundarias- en el hombre son: el resto de sus órganos genitales externos, los labios, la parte interna de los muslos, las tetillas, la piel de los glúteos, el cuello y algunas zonas propias de cada ser, que irá descubriendo, con el tiempo, su pareja; por extensión, se ha llegado a afirmar que cualquier zona de la piel o de las mucosas estimulada de forma adecuada puede llegar a ser erógena.

Pero la corteza cerebral interviene en forma preponderante reforzando o inhibiendo esos reflejos, y los órganos de los sentidos constituyen una fuente importante de impulsos estimulativos. Es conocida la importancia de las influencias psíquicas en el acto de la erección y en el orgasmo.

Por otro lado, el nervio erector, a través del sistema parasimpático, se encarga de levantar el pene, mientras que la eyaculación se produce por intermedio del nervio hipogástrico del sistema simpático.

La secuencia de cambios fisiológicos es la siguiente:

El ritmo de los latidos del corazón y la tensión arterial aumentan en el hombre como consecuencia de la adrenalina, hormona producida ante cualquier tipo de excitación por las glándulas suprarrenales, situadas encima de los riñones. Esta es la misma hormona que hace dilatar las pupilas, que las ventanas de la nariz se ensanchen, que la piel transpire y que la respiración se haga más rápida y más fuerte; así mismo, la piel se enrojece y los músculos se ponen en tensión. En esta fase, que los fisiólogos denominan “de excitación” se producen los primeros cambios en los órganos sexuales masculinos, generalmente de forma involuntaria. El escroto se dilata y estira y, simultáneamente, los testículos se desplazan hacia arriba y se ciñen al cuerpo.

Si el acto sexual se desarrolla con normalidad, la fase inicial se establece llegándose a la denominada “fase de meseta”. Esta fase es muy importante porque permite al hombre controlar sus reacciones y prolongar el acto conyugal tanto como los esposos lo deseen. Precisamente, uno de los problemas sexuales más extendidos se produce cuando esta fase es demasiado corta o prácticamente inexistente y el hombre alcanza el orgasmo demasiado pronto dejando de lado la satisfacción de su cónyuge.

Durante la fase de meseta el extremo final del pene, el glande, aumenta aún más su tamaño y toma una tonalidad púrpura. En el escroto, sin embargo, no se producen cambios especialmente significativos, si bien los testículos incrementan su tamaño en proporción muy variable según las personas y las ocasiones.

Seguidamente se producen unos fuertes impulsos nerviosos entre la mente y órganos del hombre, y todos los músculos que rodean los conductos seminales se contraen violentamente. Luego se produce una serie de contracciones, cada una de las cuales expulsa una cantidad de semen ligeramente inferior a la anterior, depositando gran cantidad de espermatozoides vivos en el fondo de la vagina. La eyaculación se acompaña de sensaciones voluptuosas en el hombre, los cuales se denominan orgasmo.

Al final de las contracciones, el hombre entra en la denominada fase de resolución. El período de resolución en el hombre, al ser más largo que el de la mujer, impide la posibilidad de nuevos orgasmos inmediatamente. Este período es más breve en los individuos jóvenes, aumentando progresivamente con la edad.

En cada eyaculación salen alrededor de tres centímetros y medio de semen que contienen entre 400’000.000 y 500’000.000 de espermatozoides.

Un hombre puede eyacular durante toda la vida pero, aproximadamente a la edad que oscila entre los 60 y 75 años, cuando comienza la andropausia -el decrecimiento de la función sexual masculina- puede disminuirse o eliminarse la eyaculación, aunque se han reseñado padres hasta de 90 años.

 

  1. Genitales femeninos

 

  1. Anatomía

Como en el hombre, los genitales femeninos se dividen en internos y externos. Los internos son, de afuera hacia adentro, la vagina, el útero o matriz y, a cada lado, las trompas de Falopio y los ovarios.

Los órganos externos, denominados vulva, tienen unos pliegues llamados labios mayores que son la parte más externa y cubren al resto de la misma, y otros labios menores que tapan virtualmente la entrada a la vagina y al meato urinario. En la parte más superior de la vulva está el clítoris, órgano casi idéntico al pene, del que se diferencia por ser mucho más pequeño, y por no tener uretra ni meato urinario.

La entrada a la vagina está taponada parcialmente por una fina membrana de variadas formas llamada himen. Esta suele romperse durante la primera cópula (perdiéndose así la virginidad), dando lugar -en ocasiones- a una pequeña hemorragia.

Sin embargo, la ausencia de un himen intacto no es garantía de que haya habido penetración al igual que un himen íntegro no equivale a virginidad. Hay que tener en cuenta que la consistencia y el tamaño de esta membrana son variables en cada mujer, existiendo hímenes muy elásticos que permiten la penetración del pene sin rasgarse. Por eso no se puede afirmar que hay mujeres que nazcan sin himen -esto es, no vírgenes-, ya que siempre está presente.

 

  1. Fisiología

En la pubertad de la mujer, también por estímulo de las gonadotropinas, comienza a producirse la maduración, en los ovarios, de uno de los muchos folículos primordiales que tiene, a razón de uno por mes, aproximadamente. En ellos, una de las células se desarrolla y se transforma en óvulo, mientras que las demás dan lugar a la zona granulosa del folículo, que luego forma varias capas, y entre ellas aparece el líquido folicular que rodea al óvulo. El folículo aumenta su contenido líquido y luego se rompe liberando al óvulo, que es recogido por la trompa de Falopio. Esto suele suceder entre el 13º y el 17º día después del comienzo de la menstruación, y coincide con el aumento de la temperatura corporal de 0.3 a 0.5 grados centígrados. Después de la pequeña hemorragia que se presenta, aparece el cuerpo lúteo o cuerpo amarillo, que persiste decreciendo hasta la próxima menstruación y luego se cicatriza.

Este proceso se produce aproximadamente cada 28 días, siendo la variabilidad la norma: puede ser tan breve como 20 días o tan largo como 45. Aun en la misma mujer los ciclos pueden aumentar o disminuir cada mes en horas e incluso días.

La menstruación es el fin del proceso por el cual el endometrio, la parte interna del útero, se “alista” para recibir al niño cada mes: se hinchado y se llena de sustancias nutrientes por si esto sucede. De no ser así, sobreviene la pérdida de sangre.

En un plazo de tres a siete días se eliminan unos 34 centímetros cúbicos de sangre y otros 35 de líquido seroso.

En la pubertad, cada ovario tiene de 300.000 a 400.000 folículos primordiales, de los cuales, sólo unos cuatrocientos a cuatrocientos cincuenta maduran durante la etapa fértil de la vida de la mujer, esto es, desde la menarquia -la aparición de la primera menstruación-, que se presenta en una edad que oscila entre los 11 y los 15 años, hasta la menopausia, fin del proceso de las ovulaciones, el cual se da alrededor de los 50 años, pudiendo ser normal diez o más años antes o después. Sin embargo, muchas jóvenes tienen ciclos anovulatorios -esto significa que tienen la menstruación pero no ovulan- hasta los 16 o 17 años sin que ello suponga la existencia de una alteración de los ovarios, y sólo si estos ciclos persisten durante la edad adulta se requiere tratamiento.

Las hormonas femeninas son los progestágenos, de los cuales el más importante es la progesterona o gestágeno, que facultan al útero para el embarazo, facilitan la secreción de las trompas de Falopio (para la nutrición del huevo fecundado) y preparan a las mamas para la lactancia. Es decir, son las que permiten que la mujer pueda procrear. Las otras hormonas son los estrógenos, (estradiol es el más relevante) que se encargan de mantener los órganos genitales y de producir y mantener los caracteres sexuales secundarios femeninos.

Los caracteres sexuales secundarios son principalmente: desarrollo de las glándulas mamarias o mamas, mal llamadas “senos”; textura blanda y lisa de la piel, distribución femenina de la grasa en todo el cuerpo, que le da esa armonía característica; disposición del vello pubiano en forma de “V”, con vértice inferior; voz aguda; impulso al sexo opuesto; y sentimiento maternal.

Las hormonas sexuales femeninas son responsables, además, del ciclo menstrual, de la preparación del útero para la preñez y el desarrollo de la placenta y, por último, del desarrollo de la glándula mamaria y su preparación para la secreción láctea.

En la mujer, durante el acto conyugal, se producen procesos muy similares a los del hombre -aunque suelen ser más lentos- y, como en él, son de naturaleza refleja; estos reflejos son producidos generalmente por estímulos cutáneos, especialmente en el clítoris y los bulbos vestibulares, trabeculado venoso ubicado a los lados de la entrada vaginal. Las zonas erógenas de la mujer son: el resto de sus órganos genitales, los labios de la boca, la parte interna de los muslos, los pezones y aréolas, el cuello (la parte posterior a la oreja), la piel de la parte baja de la espalda y otras, que irá descubriendo también su pareja; como en el hombre, se afirma que cualquier zona de la piel o de las mucosas, estimulada de forma adecuada, puede llegar a ser erógena.

Del mismo modo, la corteza cerebral interviene en forma preponderante reforzando o inhibiendo esos reflejos, y los órganos de los sentidos constituyen una fuente importante de impulsos aferentes. Es conocida la importancia de las influencias psíquicas en el acto conyugal. Aquí, es conveniente informar que la psicología de la mujer es distinta de la del hombre: ella se suele excitar más fácilmente a través de las palabras amorosas de su esposo que de lo que el sentido de la vista la estimule, hecho que suele ser en él más preponderante; y la estimulación de las zonas erógenas secundarias es más importante para ella, inicialmente, antes que la de las principales. Es conveniente que los muchachos sepan esto para ir desarrollando su sentido de generosidad, antes del matrimonio.

En muchos aspectos, los cambios que experimenta la mujer durante el acto conyugal son muy similares a los de su cónyuge. He aquí la secuencia:

En la fase de excitación se verifica la erección de los pezones -por contracción de los minúsculos músculos de la capa inferior de la piel- y un ligero incremento del tamaño de las mamas. Las venas que cruzan las mamas se hacen normalmente más prominentes debido al aumento en la circulación sanguínea.

Más adelante, en la fase de meseta, menos definida que la del hombre, la piel se oscurece como consecuencia de la vasoconstricción. Los labios menores y el clítoris aumentan de tamaño y, a veces, también de tonalidad. Los labios mayores se retraen dando así acceso a la vagina, y lo más importante de todo, las paredes de ésta, y especialmente las glándulas de Bartholín situadas en el orificio vaginal, producen una emulsión lubrificante, sin la cual el acto conyugal sería doloroso.

Una vez que se han producido todos estos fenómenos (y sólo entonces) los órganos genitales de la mujer se encuentran preparados para la penetración. Durante las fases de excitación y de meseta la vagina se dilata considerablemente para lograr ese objetivo y el útero se retrae ligeramente, dejando más espacio. Por último, el clítoris se retrae y oculta hasta después del clímax.

Las sensaciones voluptuosas en la mujer se denominan también orgasmo, que va acompañado siempre por una serie de reacciones corporales bastante similares a las del varón: los músculos se ponen en tensión, el cuerpo se arquea -igual que en el hombre- y los dedos de los pies se contraen; pero en determinadas ocasiones el orgasmo femenino puede llegar a provocar, incluso, la pérdida de la conciencia durante un corto intervalo de tiempo.

En el orgasmo femenino se producen contracciones de los músculos lisos de la vagina desde su parte más baja hacia arriba hasta el útero, el cual también se contrae, como queriendo atraer hacia sí el semen; de hecho, se sabe que si esto se produce, los espermatozoides estarán cerca del óvulo en un lapso de 5 a 10 minutos. De hecho, la mujer es algo más fértil cuando es inseminada por un acto sexual normal que cuando lo es por métodos artificiales, lo cual indica la importancia funcional del orgasmo femenino. También es posible que los mismos reflejos aumenten la motilidad del útero y de las trompas de Falopio ayudando a transportar el esperma hacia el óvulo. Además, el orgasmo parece producir dilatación del cuello del útero durante cerca de media hora, con lo que permite el fácil transporte de los espermatozoides. En pocas palabras, todo facilita la fecundación.

La fase de resolución puede ser más corta en la mujer, y tras ella puede producirse un nuevo orgasmo.

 

  1. La procreación

Todo lo anterior hace concluir varios aspectos naturales frecuentemente olvidados, quizá por muy simples:

  1. “Genital” viene del latín “generare”, esto es, generar, procrear, tener hijos. Significa que la genitalidad, como se había dicho anteriormente, es única y exclusivamente para procrear; no así la sexualidad.
  2. El pene, cuando el hombre está excitado, tiene una forma casi exactamente igual a la de la vagina cuando la mujer se encuentra en la fase de excitación. Por eso se puede decir, aunque suene demasiado obvio, que el pene es para la vagina, y que esta es para aquel.
  3. En el varón, la eyaculación es el final de todo el ciclo excitatorio, como las contracciones vaginales hacia adentro lo son en la mujer.
  4. En cuanto ocurre la ovulación, la pared del útero experimenta ciertas transformaciones encaminadas a que el hijo pueda desarrollarse cuando se implante en ella.

De esto se desprende que la naturaleza prepara minuciosamente el camino para la gestación de un nuevo ser y que por tanto todo el proceso tiene como finalidad la procreación.

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Pero, ¿cómo ocurre la fecundación y el embarazo? ¿qué es lo que sucede después? He aquí la secuencia de eventos:

El semen, con toda esa cantidad de espermatozoides, es dejado al final de la vagina, en frente a la entrada del útero, el cuello uterino. Una vez allí, todos los espermatozoides comienzan a mover su flagelo o cola, con el fin de comenzar a moverse. No se ha descubierto nada que los guíe para llegar al óvulo, se mueven en todas las direcciones. Ese proceso se produce con el gasto de una gran cantidad de energía proveniente de las mitocondrias que el espermatozoide lleva en ese flagelo, unos “almacenes” de energía. Además, esto se ve beneficiado porque en el líquido en el cual están contiene, como se dijo anteriormente, mucho alimento.

Si la mujer está en el período de la ovulación, el cuello uterino no sólo estará más abierto, sino que su moco será más fluido, facilitando así el paso del semen. El endometrio secretará grandes cantidades de elementos nutritivos para ponerlos a disposición del nuevo ser formado a partir de la fecundación.

Muchos de estos espermatozoides morirán en ese camino; en realidad, unos 5.000 penetran en la trompa de Falopio, y sólo alrededor de 1.000 a 3.000 rodearán al óvulo, para que uno solo penetre en él.

Ya que el espermatozoide vive aproximadamente de 24 a 72 horas dentro del cuerpo femenino, y el óvulo cerca de 24, las posibilidades de que haya fecundación son proporcionalmente pocas: esos cuatro días, de cada ciclo de veintiocho, son realmente los que tendrán como final un embarazo.

Una vez que la membrana del óvulo ha sido perforada impedirá el acceso que cualquier otro espermatozoide intente.

Unos segundos después, los 23 cromosomas del espermatozoide -del padre- se conjugarán con el mismo número de cromosomas del óvulo -de la madre- formando un nuevo ser humano, con todas las características genéticas escritas en ellos. A partir de este momento, sólo la muerte podrá detener el proceso intra o extra-uterino de crecimiento y desarrollo de este nuevo ser.

Vale la pena añadir que, desde el punto de vista genético, desde el momento de la fecundación, esta nueva vida humana es única: no existe otra conjugación igual de genes.

La única excepción a esta regla es la del embarazo gemelar. Se dan dos casos: el de los gemelos idénticos, en donde un cigoto se duplica y a partir de estas dos células se forman dos niños con la misma carga genética; y en el otro, el organismo de la madre provee dos o más óvulos en una misma ovulación (más frecuente que el anterior), en el cual cada uno de ellos es fecundado por un espermatozoide, siendo así, genéticamente diferentes.

El síntoma clásico del embarazo es la falta de menstruación, acompañada de un incremento del tamaño de las mamas y, con frecuencia, también de náuseas y vómitos.

Cuando se desea un diagnóstico precoz, puede recurrirse a diversos métodos analíticos sencillos, que permiten detectar la presencia en la orina de una hormona producida en la placenta, de modo muy acertado. O mejor aún, la prueba que se realiza con una pequeña muestra de sangre, examen más sencillo, a la vez que informa del embarazo con mayor anterioridad.

Es importante que la embarazada se someta a controles médicos periódicos. Debe además abstenerse de: consumir productos que puedan perjudicar a su hijo, como el alcohol, el tabaco (cigarrillos), ya que el índice de abortos espontáneos es mayor en las madres fumadoras -y en el mejor de los casos sus hijos nacen con menor peso- y en general, cualquier medicamento que no sea prescrito por el gineco-obstetra.

Su alimentación debe ser rica en proteínas, pero no excesiva en calorías. En la mayoría de los casos conviene incrementar la ingesta de hierro, con el cual se elabora la hemoglobina de los glóbulos rojos del feto.

Por último, es necesario informar al radiólogo antes de la toma de radiografías, para evitar posibles daños al hijo.

El embarazo produce cambios importantes en todas las funciones del organismo materno. La ovulación y la menstruación quedan suspendidas y el útero aumenta progresivamente de tamaño para albergar al feto en crecimiento produciendo la típica prominencia abdominal de las mujeres embarazadas.

Por otro lado, es frecuente encontrar que las hormonas afectan el estado emocional de la mujer embarazada y que por eso conviene que el marido sea prolijo en cuidados y atenciones. Es necesario que los jóvenes se eduquen en este aspecto desde tempranas edades, ya que el varón no es sometido -en toda su vida- a estos cambios hormonales.

Durante el crecimiento y desarrollo dentro del vientre de la madre (intrauterino) y fuera de él, el individuo formado recibe varios nombres: el primer nombre que se le da al ser humano es cigoto, esto es, un ser humano de una célula. Esta célula original comenzará a dividirse en varias más, hasta que adquiere la forma de una mora (con unas 100 células o más) y pasará a llamarse mórula; luego de lo cual, se llenará de líquido en su interior, con lo cual se convierte en blástula o blastocito. En el momento en que se adhiere de la “piel” interna del útero de su madre (el endometrio), pasa a llamarse embrión, y al llegar a los 60 días de formado se convierte en feto, pues ya tiene todo su organismo completo, sólo le falta crecer y desarrollarse, para transformarse, con el nacimiento, en niño, luego en adolescente, en joven, en adulto, en anciano

 

 

III. TRASTORNOS DE LA GENITALIDAD

 

Conocida ya la diferencia entre sexualidad y genitalidad, se pueden definir como trastornos de la genitalidad aquellos que involucran únicamente las fallas genéticas, congénitas y adquiridas de los procesos fisiológicos de los órganos genitales y de los genitales mismos, los cuales se tratarán en este capítulo, mientras que se dejarán para más adelante los trastornos de la sexualidad propiamente dicha, que se refieren más al comportamiento sexual.

 

  1. Hermafroditismo

En el individuo normal los caracteres sexuales primarios y secundarios, reseñados más arriba, se reúnen armoniosamente para formar un ser masculino o femenino. Cuando esto no sucede se habla de hermafroditismo.

El hermafroditismo propiamente dicho consiste en la mezcla de tejido ovárico y testicular en las gónadas (testículo u ovario), o bien, cuando el individuo posee un ovario y un testículo. Este trastorno es excesivamente raro.

El seudohermafroditismo, mejor conocido como estado intersexual, es, en la mujer, un exceso de producción de hormonas masculinas por parte de las glándulas suprarrenales, mientras que en el hombre obedece a un defecto en la producción de hormonas masculinas o a una falla en el metabolismo que impide que la secreción de testosterona ejerza su influencia sobre las células del cuerpo. Este trastorno, aunque se ve más que el hermafroditismo, es también bastante raro, si se lo compara con la homosexualidad, que se tratará en el próximo capítulo.

Ambas patologías se corrigen con cirugías, con el fin de mejorar la apariencia y el funcionamiento de los genitales externos e internos y/o con la administración de hormonas que favorece la adecuación de los genitales y el aspecto físico general del afectado al sexo que le corresponde.

 

  1. Malformaciones congénitas

Los órganos genitales masculinos pueden tener, entre otras menos comunes, las siguientes malformaciones congénitas: que el pene esté incurvado, que el orificio externo de la uretra esté en la parte ventral (por debajo) del pene o en la dorsal (por encima), que los testículos se queden en el abdomen (allí se forman y no bajan) o que desciendan a otro sitio, que se acumule líquido alrededor del testículo y que no se desarrollen las vesículas seminales o los conductos deferentes.

En la mujer, las fallas congénitas más frecuentes son la tabicación (formación de tabiques o separaciones de paredes delgadas) de la matriz o la duplicación del útero, de la vagina o de ambos, y la carencia de orificios en el himen.

Como es obvio, casi todas estas patologías requieren tratamiento quirúrgico, algunas una ayuda de carácter farmacológico, y otras, también, observación continua.

Como en el hermafroditismo, entre más temprano se haga el diagnóstico de estas enfermedades, más posibilidades de recuperación, reparación y/o curación hay.

 

  1. Esterilidad

Desde el punto de vista de la reproducción, la esterilidad es la incapacidad para engendrar hijos.

Se considera que una pareja es estéril cuando no se ha conseguido ningún embarazo después de mantener relaciones genitales durante un par de años sin emplear métodos anticonceptivos. Según las estadísticas, aproximadamente el 10% de las parejas son estériles.

Las causas de la esterilidad son múltiples, puesto que el proceso de la fecundación es complejo. Cualquier falla en este puede implicar esterilidad.

Durante muchos años se pensó que los problemas de esterilidad se debían principalmente a deficiencias en los genitales femeninos. Sin embargo, se ha comprobado que esto sólo es cierto en un 40% a 60% de los casos; en el resto de ellos se asume que la causa se encuentra en el organismo del hombre, si bien en el 10% al 20% de los casos no está establecida su etiología.

El diagnóstico de las alteraciones que producen la esterilidad es muy arduo, pero, mediante las técnicas actuales, aquellas se pueden identificar aproximadamente en un 90% de los casos.

El tratamiento de la esterilidad depende de la alteración que la origina: a veces deben administrarse medicamentos tales como hormonas, antibacterianos o antiinflamatorios; en otras ocasiones es necesario recurrir a técnicas quirúrgicas.

He aquí las alteraciones más comunes que causan esterilidad:

En el hombre:

  1. Criptorquidia o falta de descenso de los testículos desde la cavidad abdominal hasta el escroto. Esto produce destrucción de las células germinativas testiculares.
  2. Trauma: golpes directos, bruscos o repetidos en la región del escroto, que lesionan u obstruyen los conductos espermáticos.
  3. Infecciones venéreas, especialmente sífilis o gonorrea que se transmiten por medio del acto genital inflamando y obstruyendo los conductos espermáticos.
  4. Impotencia (se tratará más adelante).
  5. Prostatitis o inflamación de las glándulas prostáticas que disminuye la motilidad de los espermatozoides.
  6. Orquitis o inflamación de los testículos, que generalmente se produce por el virus de la parotiditis (paperas) o por brucelosis. En este caso falla la producción de espermatozoides.
  7. Varicocele o dilatación de las venas del cordón espermático, que a veces disminuye la producción de espermatozoides.

En la mujer:

  1. Cervicitis o inflamación del cuello uterino, generalmente a causa de infecciones, que destruye los espermatozoides al pasar por el cuello uterino.
  2. Endometriosis o aparición de tejido endometrial en regiones anormales, como trompas u ovarios, que produce obstrucción tuvárica o falta de ovulación.
  3. Endometritis o inflamación del endometrio debido a infecciones bacterianas que imposibilita la implantación del óvulo fecundado.
  4. Deficiencias hormonales por afecciones en hipotálamo, hipófisis u otros, lo que hace que no se produzca la ovulación y que los órganos genitales no se modifiquen para recibir al niño.
  5. Salpingitis o inflamación de las trompas de Falopio, producida por gonorrea, tuberculosis, sífilis…, creando obstrucción de las trompas que impide la llegada de los espermatozoides hasta el óvulo.

Y en ambos:

Alteraciones inmunológicas (alérgicas) o producción de anticuerpos contra los espermatozoides, lo cual los inmoviliza, de modo que no llegan hasta el óvulo.

 

  1. Sida y otras enfermedades

Al buscar las palabras “venéreo” y “venérea”, en el Diccionario de la Lengua Española, se encuentra la siguiente definición: “Patología. Dícese de la enfermedad contagiosa que ordinariamente se contrae por el trato sexual”.

Sin embargo, debido a algunos prejuicios en contra de lo religioso (por venéreo se entiende inexplicablemente algo pecaminoso), en el argot de algunos sexólogos se ha dejado de lado este término para sustituirlo por el de “Enfermedades de Transmisión Sexual” o E.T.S.

Si se acoge la idea de que lo sexual es toda relación entre seres de diferente sexo mientras que lo genital son los actos encaminados a la procreación, como reiteradamente se ha apuntado en estos escritos, y si se tiene en cuenta que casi todas las enfermedades descritas a continuación provienen de contactos genitales, más que de otro tipo de contactos (de piel, mucosas, saliva…, como los besos, las caricias, etc.), habríamos de decir que ambos conceptos (E.T.S. o venéreas) son al menos inexactos. Pero si se asume que es posible el contagio de estas enfermedades sin la relación genital -como a veces sucede- cualquiera de los dos términos es correcto.

Por esa razón, el presente subcapítulo se intitula simplemente como sida y otras enfermedades, de las que se tratarán únicamente las más frecuentes e importantes.

 

  1. Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida)

El sida es una enfermedad progresiva y mortal y, por ahora, incurable.

Esta patología provoca la inoperancia de los sistemas inmunitarios del organismo y así la persona afectada se vuelve muy susceptible a todo tipo de infecciones, las cuales adquieren en él una inusitada gravedad. Dicho de otro modo, el paciente, al perder las “defensas”, comienza a enfermarse de una gran cantidad de enfermedades. Al fin, alguna de ellas se hará tan grave que el paciente morirá. Se podría decir también que es la manifestación de un amplio grupo de enfermedades que se producen como resultado del ataque del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Este virus afecta gravemente al sistema inmune que es el que defiende al organismo de agentes extraños y, como consecuencia, se favorece el desarrollo de serias infecciones, algunos tipos de tumores malignos (cáncer) y otras manifestaciones que tienen como resultado final el deceso del paciente.

Inicialmente se presentan alteraciones diversas tales como fatiga, pérdida de peso, fiebre inespecífica, diarreas, resfriados repetidos, herpes, hinchazón de glándulas, manchas cutáneas y dolores generalizados. En los casos más graves sobrevienen neumonías atípicas (como la producida por el germen neumocistis carinii), un cáncer de piel denominado sarcoma de Kaposi, y otras muchas enfermedades.

Es importante conocer el argot aprobado para esta enfermedad, ya que existe mucha disparidad al respecto:

Frecuentemente se confunden y se mezclan los vocablos “contagio” e “infección”: el contagio se realiza a través de agujas, jeringas, instrumentos quirúrgicos, odontológicos, de peluquería, etc.; mientras que la infección es la que se presenta únicamente a través de la cópula sexual.

Otra confusión nace de no diferenciar el paciente que tiene sida y el paciente que tiene el virus en su interior, siendo portador de él, pero sano por ahora. A este último, se le debe nombrar paciente VIH positivo. Se trata de un paciente que no ha desarrollado la enfermedad, pero que lo hará tarde o temprano. Y, hasta ahora, quien es VIH positivo tendrá sida y está también condenado a morir.

Existe una gran cantidad de seres humanos en el mundo que están lejos de conocer la incidencia de esta terrible enfermedad: no se trata de una endemia, lo que significa: “enfermedad que reina constantemente en épocas fijas en ciertos países por influencias de una causa local especial”. Tampoco se trata de una epidemia: “enfermedad accidental, transitoria que ataca al mismo tiempo y en el mismo país o región a gran número de personas”. El sida es una pandemia, ya que consiste en “una epidemia extendida a muchos países”.

Y el crecimiento de esta enfermedad es geométrico, no aritmético: en menos de 18 años, de unos pocos seres infectados o contagiados este número se disparó a 15’000.000 (OMS, 1993).

Angustiados por la magnitud del problema, los científicos se ven impotentes buscando un tratamiento terapéutico.

Hasta este momento, tres medicamentos emergen como alternativas de tratamiento: la Zidovudina, la Dideoxiinosina (DDI) y la Dideoxicitidina (DCC). Infortunadamente “Con ninguno de los medicamentos comercializados en la actualidad para tratar el VIH se ha podido curar la infección; todos ellos deben considerarse paliativos”, es decir, atenuantes (The Medical Letter, vol. 33, Nº 855 del 19 de octubre de 1991). Agravando el problema, con su uso, en muchos pacientes surgen abundantes efectos adversos: cuando el paciente es tratado con Zidovudina se presentan anemias, neutropenias, náuseas, vómitos, cefalea, fatiga, confusión, malestar, miopatías (enfermedades de los músculos); cuando se ha elegido el DDI se observan cólicos abdominales, diarrea, neuropatía periférica dolorosa, pancreatitis, insuficiencia hepática; y con el uso del DDC se reportan erupciones cutáneas, estomatitis, fiebre y neuropatías periféricas.

La vacuna con la cual se lograría prevenir el problema está siendo desarrollada en muchos países, pero el resultado de esas investigaciones está muy lejano en el horizonte, aunque los medios de comunicación despiertan intermitentemente la esperanza de resultados a corto plazo, para luego desencantar al público dejándolo sin más información.

Ante la perspectiva presente, otros han encaminado sus esfuerzos para ofrecer, por lo menos, un mecanismo de prevención que fuera realmente eficaz. Fue cuando apareció el preservativo o condón, ya no como medio anticonceptivo, sino para evitar la infección por el VIH.

Apoyados por la enérgica publicidad de los productores, se inició la que hoy han atinado en llamar “la era del látex”: guantes que se utilizan en toda actividad que pueda tener riesgo de contagio como en cirugía, odontología, enfermería, bacteriología… en fin, en las áreas de la salud.

La preocupación ha hecho que su uso se propague hasta en otras muchas actividades cuyo mejor ejemplo son las peleas de boxeo, en donde los árbitros se “cuidan” sus manos de posibles gotas de sangre de los adversarios, que acabarían contagiando el VIH, y con él, la mortal enfermedad.

Ahora el peluquero y la manicurista se ven rutinariamente asediados con la pregunta sobre si limpiaron y esterilizaron sus instrumentos y cuchillas.

En el ámbito médico, el tema ha sido tratado muy ampliamente: las revistas científicas y gremiales reiteradamente informan sobre el riesgo de contagio del profesional y sobre las precauciones que se debe tener al atender un paciente con la enfermedad o cuyo resultado haya sido positivo y, por lo tanto, sea un portador sano. En odontología, por ejemplo, ha quedado establecido que, si bien algunos estudios muestran el virus en la saliva, esta no ofrece posibilidad de contagio. No ocurre lo mismo con la sangre: si una gota de sangre infectada entra en contacto con cualquier erosión de la piel o de las mucosas de la boca, nariz u ojos del profesional, lo expone grandemente. De ahí que siempre que se entra a un consultorio odontológico, se le ve con guantes, tapabocas y gafas. Parece que con estas precauciones fuera difícil el contagio del profesional, sobretodo, teniendo en cuenta que es poco probable que se sumen las tres condiciones para que se establezca el contagio: que el paciente sea un portador sano o sufra de sida, que salga sangre en el acto operatorio y que vaya a caer precisamente en el sitio de la excoriación, si es que la tiene. Sin embargo, algunos autores recomiendan a los odontólogos el uso de doble guante.

Y en el campo del comportamiento sexual, el preservativo se erige como la panacea de la prevención del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida:

-“¿Es Ud. homosexual? ¿Es Ud. bisexual? ¿No vive Ud. la monogamia con su cónyuge? [Estos son los renglones donde se presenta mayor índice de incidencia de la enfermedad].

-Use el condón y tendrá la mejor prevención.”

Es la campaña que hoy se conoce como “sexo seguro”.

Sin embargo, en el aspecto de la cópula sexual, el trauma sobre las mucosas es sin temor a equivocaciones mucho mayor: después de cada acto genital, en la mucosa del pene y de la vagina se presentan erosiones o excoriaciones, producto del fuerte roce o trauma normal. En este caso se pierde tejido epitelial de la mucosa, facilitando así el ingreso del virus al torrente circulatorio y, por lo tanto, de adquirir el virus y/o de desarrollar la enfermedad.

Si se considera que la mucosa del ano y del recto está completamente exentas de un moco capaz de lubricar, tal como lo hace la vagina en la cópula sexual, aparecerá un porcentaje mucho mayor de excoriaciones en las relaciones homosexuales entre hombres, o en las de pareja, cuando el coito es anal. Completamente desatinado es creer que aquellos condones que tienen glicerina van a suplir en su función lubricante a la vagina, pues esta lo hace durante todo el acto, mientras que la glicerina está destinada a lograr únicamente más facilidad de penetración al inicio de la relación.

En ese sentido, expertos suizos, como los doctores Scheriner y April desde 1990, se han referido al tema diciendo: “no hay pruebas rigurosas de que [el preservativo] sea eficaz […] es una peligrosa ilusión”. En el Centro de Enfermedades de Atlanta, también desde hace bastante tiempo, expresaron que el preservativo “puede reducir, pero no eliminar el riesgo” (Morbidity and Mortality Weekly Report, 1987).

Aunado a estos aspectos, ha de tenerse en cuenta la información recopilada por el Dr. Aquilino Polaino-Lorente, catedrático de medicina en la edición de julio/septiembre de 1992 de la revista española Atlántida, donde se afirma que los preservativos, como anticonceptivos, tienen un fracaso que oscila entre el 5% y el 20%. Entre sus diversas causas se ha establecido que el tamaño del espermatozoide juega un papel muy importante, ya que puede atravesar los poros del condón de látex, falla que intentan mejorar todos los productores con novedosas adiciones químicas y físicas, pero que encarecen el costo de los mismos y que, hasta ahora, dan resultados poco satisfactorios.

El Dr. Sgreccia, en sus Actas de la IV Conferencia Internacional sobre sida: “Sida y procreación responsable”, llama la atención sobre el hecho de que la partícula del VIH es 500 veces más pequeña que el espermatozoide, lo cual hace más fácil su filtración y aumenta el porcentaje de transmisión.

Si la política gubernamental es entregar a los drogadictos jeringas desechables o donar preservativos a todo nivel, como dijera el director del Departamento de Epidemiología viral de Veteada, en EE.UU., el Dr. Blattner, se logrará un aumento del abuso de drogas y un incremento en la promiscuidad sexual y, por ende, el aumento de las conductas arriesgadas.

Aquí vale la pena reevaluar las políticas estatales: la “seguridad” que dicen ofrecer los preservativos disparará la actividad sexual de homosexuales y de heterosexuales a niveles donde el porcentaje de infección -obviamente- crecerá proporcionalmente: no es lo mismo el porcentaje de sida de un número bajo de relaciones genitales que el de uno alto que provenga, especialmente, de la promiscuidad.

El incremento de esas conductas arriesgadas irá -paradójicamente- en contra de la finalidad de toda política gubernamental que pretenda disminuir la incidencia de la infección.

Un aspecto del que no se puede hacer caso omiso y que quizás explique -por lo menos en parte- la actitud de los gobiernos, es la manipulación de que son objeto por parte de los productores del látex. Convencidos, como están, de que sus ganancias seguirán multiplicándose si todos se persuaden de que el único camino para la detención de esta pandemia es el uso del preservativo, impulsan y apoyan con todos los medios a su alcance toda iniciativa publicitaria que el gobierno pretenda realizar en pro de su único interés: el lucro.

La palabra clave es, entonces, prevención. Una manera de frenar la propagación de este mal.

Ya que todavía no se dispone de vacuna que prevenga la infección y teniendo en cuenta que la enfermedad no depende tanto de factores ambientales como sucede con el cólera u otra patología producida por virus, caso en el cual la estrategia iría encaminada a su control (agua, alimentos… etc.), como de comportamientos personales libres y voluntarios, no queda alternativa diferente a encaminar todos los esfuerzos para que el pueblo dirija sus actitudes sexuales de una manera racional, no solamente desde un punto de vista frívolo y hedonista.

El modelo de prevención, entonces, será completamente diferente a los acostumbrados en estos casos. Bastará contemplar los grupos de riesgo y los grupos en los que no lo hay o está disminuido, ya que éstos son bien conocidos por la constante información que imparten los medios de comunicación.

En este camino, el primer aspecto que debe replantearse es el aspecto del comportamiento sexual y el segundo es el comportamiento frente al uso de drogas. Para erradicar el sida o, por lo menos, para disminuir el número de infecciones y de enfermos la llave está en modificar esos comportamientos y no tanto en marginar injustamente a los grupos en que es mayor la probabilidad de que aparezca la enfermedad. Por esa razón, es más exacto hablar de conductas de riesgo, en vez de “grupos de riesgo”.

Conductas de riesgo:

  1. Homosexualidad o cópulas sexuales entre personas del mismo sexo (hombres, casi siempre). El índice está alrededor del 43% de los afectados en el mundo entero.
  2. Promiscuidad heterosexual o cópulas sexuales con diferentes personas del sexo opuesto. Aproximadamente el 28% de los que tienen el VIH.
  3. Bisexualidad o cópulas sexuales con seres del otro y del mismo sexo. Cerca del 22%.
  4. Drogadicción o uso de fármacos que producen adicción y que se administren por vía parenteral (inyectados).

(Deben adicionarse, ya no como conductas de riesgo sino como grupo de riesgo los pacientes hemofílicos, los hijos de madres infectadas portadoras sanas o no y algunos profesionales de la salud.)

Casi completamente exento de riesgo, como se sabe, están los componentes de las parejas estables, monogámicas (un solo hombre con una sola mujer) no toxicodependientes.

Es de notar que los índices de contagio nunca han superado el 1% (están cerca del 0.8%), esto significa que las transmisiones hechas sin relaciones puramente genitales son muy pocas, comparadas con el total (de cada 200 personas afectadas, sólo una o dos); sin embargo, son los que más popularidad tienen en los medios de comunicación.

Si el gobierno y los productores hubiesen dedicado todos sus esfuerzos -y los dineros gastados en difundir el uso del preservativo- para educar al ciudadano en los aspectos relacionados con la verdadera prevención, de manera que aprendieran a establecer relaciones genitales sólo con una y la misma persona y a dejar de consumir drogas, ya se estarían observando los resultados de sus campañas en la disminución de la incidencia y de la incidencia de esta terrible enfermedad; además, la amenaza que se cierne sobre gente inocente estaría también dramáticamente disminuida.

En muchos casos, aparece velado un intento de imponer una cultura que trivializa la sexualidad humana colocándola en un plano mucho menor del que posee per se: el plano donde todo está permitido, donde se separa el sexo del amor y de la fidelidad, donde el cónyuge se convierte en un objeto de utilización sexual, ya que lo único valedero, lo único que importa, el fin principal, es el placer.

Los estados deben asumir un compromiso cultural y educador, compromiso que están bastante alejados de la actual realidad que hace crear ilusiones vanas y falsas en un “sexo seguro” y propende a la irresponsabilidad sexual y no a la dignidad del hombre y al orden social.

Otro tanto deben hacer los medios de comunicación. ¿Cuándo asumirán la idea de que su responsabilidad es mayor que la que tienen como simples ciudadanos? En sus manos está una gran capacidad de influencia sobre la moral y las costumbres. ¿Por qué no aprovecharla en beneficio de un bien común?

El descubridor del sida y presidente de la Fundación Mundial de Investigación y Prevención del Sida, Luc Montagner, dijo, en el marco del seminario “El niño y el futuro de la sociedad”, que los tres métodos para la prevención del sida son: la fidelidad conyugal, la abstinencia sexual de los solteros y el uso del preservativo. Estas palabras de tan eminente científico hacen pensar que las políticas gubernamentales olvidan los dos primeros puntos, ya que, sistemáticamente erigen al preservativo como la panacea de la prevención del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida cada vez que dicen: “Si decides tener relaciones sexuales, usa siempre condón.”

Todo lo precedente parece ser también confirmado por las palabras del mismo doctor Montagner, quien puntualizó que la rápida difusión del sida ha de atribuirse en parte a la disociación entre sexo y procreación.

Esa es la explicación para que de los 800 sexólogos presentes en el Congreso Mundial de Sexología, que tuvo lugar en Heidelberg, Alemania, ni un solo experto contestó afirmativamente cuando se les preguntó si tendrían relaciones sexuales con algún enfermo de sida o con un VIH positivo, utilizando un preservativo.

“La Organización Mundial de la Salud quiere que se sepa que sólo la abstinencia sexual o la absoluta fidelidad eliminan el riesgo de infección” (EB 89. R 19, del 28 de enero de 1992).

Aún estamos a tiempo.

 

  1. Sífilis

Es esta una enfermedad infecciosa, generalizada desde su comienzo, que se trasmite por medio de la piel o de las mucosas, y que es capaz de afectar a cualquier órgano o estructura corporales. La sífilis es una de las más graves enfermedades de este grupo.

No está excluida ninguna edad de esta enfermedad pero, lógicamente, se da con mayor frecuencia entre los 15 y los 45 años, período en el que, normalmente, se mantiene una mayor actividad genital. Aunque afecta por igual a ambos sexos, se diagnostica con mayor facilidad en el masculino.

Esta afección la produce el microorganismo Treponema Pálido, que tiene forma de espiral. Por medio del microscopio es posible observarlo en las lesiones originadas por la infección.

Se divide en dos grupos: sífilis precoz y sífilis tardía. En el primer grupo se incluyen las llamadas sífilis primaria y secundaria; en el segundo, la sífilis terciaria. Entre la dolencia precoz y la tardía existe un período, denominado sífilis latente, en el que la enfermedad no produce síntomas. En el período primario se manifiesta, ante todo, por una úlcera indolora en el mismo lugar en que se ha producido el contacto, por lo general en el pene o en la vulva. Esta úlcera, denominada chancro, siempre se acompaña de la inflamación de uno o de más ganglios cercanos. Entre los 10 y 15 días siguientes, la lesión desaparece y, si no se ha aplicado el oportuno tratamiento, en un período que varía entre los 20 y los 60 días aparece la sífilis secundaria, que se caracteriza por una roséola que se extiende casi siempre en toda la superficie corporal, pápulas en las palmas de las manos y en las plantas de los pies, caída del cabello, verrugas en la región genital y otros signos, si bien algunas pueden no estar presentes. Si tampoco se hace tratamiento, las lesiones desaparecen paulatinamente y al cabo de 15 a 20 años reaparecen, ya con características mucho más graves. Se trata de la sífilis tardía, que afecta a diversos órganos y al sistema nervioso. En este estadio es mucho más difícil el tratamiento y con frecuencia fracasa.

Mediante antibacterianos, entre los cuales el más eficaz es la penicilina, se hace el tratamiento, el cual debe realizarse bajo la supervisión médica.

Es conveniente saber que los homosexuales están más expuestos a sufrir enfermedades venéreas que el resto de la población, en especial porque suelen tener numerosas parejas sexuales, con lo que se incrementa el riesgo de este tipo de afecciones. Por otra parte, pueden quedar infectados por la sífilis sin advertirlo, si la primera lesión que produce esta dolencia, el chancro, se sitúa en los alrededores del ano, donde es poco visible. Por todo ello, algunos departamentos médicos en muchos países se les ha recomendado que se sometan a la prueba diagnóstica de sífilis aproximadamente cada uno o dos años.

 

  1. Gonorrea o blenorragia

Esta enfermedad es infecciosa y por lo general afecta a los conductos genitales y, en casos más raros, a la faringe o al recto. Está causada por la bacteria Neisseria Gonorrhoeæ o gonococo, y se contagia casi exclusivamente por medio de la cópula sexual con una persona infectada.

En los varones el síntoma más típico es una secreción amarillenta que aparece en el meato urinario. Con frecuencia se acompaña de una necesidad de orinar más veces que de costumbre y de ardor al evacuar la orina.

En las mujeres los síntomas son mucho menos claros: lo más común es que se tenga una sensación muy ligera de picor en los genitales externos y que exista un discreto flujo vaginal, de color blanquecino o amarillento.

El tratamiento se hace con antibacterianos, incluyendo siempre al cónyuge en esta terapia.

 

  1. Otras

Una de las enfermedades que ha ido en aumento en los últimos días es el Herpes Simple, infección crónica de las mucosas genitales, que consiste en la formación de pequeñas vesículas que suelen agruparse en forma de ramillete. El virus que la produce -del mismo nombre de la enfermedad- es el tipo 2. Desafortunadamente hoy no hay tratamiento realmente eficaz, de manera que sólo pueden combatirse los síntomas y prevenir la sobreinfección.

Las infecciones de las vías genitales por hongos, que suelen ser causadas por Cándida Albicans, se conocen con el nombre de Candidiasis Genital, y son cada día más frecuentes sobretodo en mujeres. Suelen producirse por contacto genital, pero también pueden proceder del intestino. El aumento de su frecuencia se debe, en parte, al uso indiscriminado de antibacterianos y al gran número de mujeres que toman píldoras anticonceptivas. Las mujeres suelen presentar irritación vulvar y exudado vaginal. Con frecuencia, la irritación es intensa y el exudado escaso. La vulva puede estar enrojecida y tumefacta, con excoriación y fisuras, y la pared vaginal cubierta de un material caseoso blanco, aunque a veces de aspecto normal. El tratamiento se realiza con antifúngicos (antimicóticos) locales y generales.

Otras enfermedades de menor incidencia son: tricomoniasis, balanopostitis y balanitis, proctitis, chancroide, linfogranuloma venéreo, granuloma inguinal, verrugas genitales y otras infecciones inespecíficas.

 

  1. Trastornos por falla en el aseo de los genitales

En cuanto se refiere al aseo personal, emerge como capítulo de primordial importancia que el niño aprenda, desde temprana edad, a lavarse muy bien el glande y el prepucio, levantando este último. De no hacerse esto, pueden aparecer unas pequeñas formaciones blancas en el surco balano-prepucial, surco que como lo dice su mismo nombre, divide la base del prepucio y el glande (o balano). Esas formaciones, conocidas con el nombre de esmegma, resultarán desfavorables para la mujer que tenga contacto genital con él, pues se consideran precancerosas: tienen el riesgo potencial de facilitar el aparecimiento de carcinoma (cáncer) de cuello uterino. Además, el cáncer de pene es más frecuente en varones no circuncidados que tienen poca higiene local.

Es importante acotar que la circuncisión (operación que recorta el prepucio) debe realizarse una vez que, pasados los seis años de edad, el médico pediatra conceptúa que el espacio es estrecho.

Así mismo, a las niñas conviene enseñarlas tempranamente a asearse los espacios existentes entre los labios mayores y menores, y entre los labios menores entre sí, ya que de no hacerlo se acumularán deshechos fácilmente y propiciarán infecciones bacterianas y micóticas (de hongos). Para el efecto, es necesario que sean instruidas para asearse de adelante hacia atrás, con el fin de evitar infecciones procedentes del ano, no poco comunes.

En ambos casos es preciso enseñar a eliminar todo residuo de jabón, que resultaría irritante, especialmente en los tejidos mucosos femeninos, por ser más delicados y sensibles.

Un caso que debe ser conocido por los padres, para no alarmarse innecesariamente, es el de las niñas recién nacidas: ellas pueden tener flujo vaginal desde el primer día de nacidas hasta el décimo, como consecuencia de la estimulación del útero infantil y de la vagina debida a los elevados niveles de estrógenos maternos durante los últimos meses del embarazo. Este fenómeno se corrige por sí mismo y no requiere ningún tratamiento.

 

  1. Cáncer

Los tumores, conocidos también como neoplasias, son formaciones nuevas (neoformación) de tejido, en el que la multiplicación de las células no está totalmente controlada por los sistemas reguladores del organismo y que a veces tiene un carácter progresivo. Casi todos los tejidos del organismo pueden presentar tumores, aunque en algunos lugares son más frecuentes.

Los hay de dos formas:

El benigno, en el que las células de la neoformación se parecen mucho al tejido normal del que han derivado (de donde se han formado) en su estructura celular y actividad funcional. Es generalmente encapsulado, limitado y su acción nociva se reduce a compresión de las partes próximas.

El maligno, en cambio, es de crecimiento periférico, rápido, desorganiza las partes en que se implanta, a veces recidiva (vuelve a formarse) después de extirpado y tiende a propagarse por metástasis, esto es, aparición de uno o más focos del tumor en zonas no cercanas al tumor original. Todo esto hace que su tratamiento sea más complejo y frecuentemente se torna mortal, especialmente si no ha sido descubierto a tiempo. A estas neoplasias malignas se les denomina comúnmente cáncer.

Los órganos genitales no están exentos de estas neoplasias. He aquí las más frecuentes:

 

  1. De mama

Tumor maligno localizado en la mama. Puede afectar a las dos mamas a la vez o solo a una, aunque en este último caso existe el riesgo de sufrirse en la otra. Es el cáncer más frecuente entre las mujeres: aproximadamente un 5% de ellas lo padecen; suele aparecer hacia los 50 años de edad.

El primer síntoma es casi siempre un pequeño bulto del tamaño de una aceituna o de una nuez, de consistencia firme, no doloroso y que en ocasiones retrae la piel de la mama.

Si se trata a tiempo, el pronóstico es más favorable. Si no, puede ser tratado con extirpación de la mama y de los ganglios linfáticos. Como todos los cánceres, puede ser mortal: el 50% de las pacientes viven más de 5 años, y el 25% más de 10 años.

Por eso es muy importante que todas las mujeres aprendan y practiquen el autoexamen mamario. Este examen debe realizarse preferiblemente después de la menstruación, ya que las mamas están menos hinchadas:

  1. Sitúese frente a un espejo y compruebe si ambas mamas tienen la forma y el volumen habitual, y si hay asimetría. Tenga en cuenta que, normalmente, la mama izquierda está un poco más desarrollada que la derecha.
  2. Con las manos en la cintura, contraiga los músculos echando los hombros hacia atrás y observe si el pecho se eleva y si se aprecia alguna alteración en su contorno.
  3. Tumbada boca-arriba, levante un brazo y póngalo detrás de la cabeza. Con los dedos de la mano contraria palpe en profundidad la axila correspondiente al brazo levantado y asegúrese de que no haya ningún ganglio inflamado.
  4. Con las yemas de los dedos pince con cuidado el pezón y compruebe si está situado en el centro de la mama, si se encuentra encogido, si segrega algún líquido o si presenta algún punto doloroso, fuera de lo normal.
  5. Siga suavemente todo el contorno mamario de afuera hacia adentro con la mano del lado contrario al del pecho explorado. Conviene observar la presencia de posibles hoyuelos, durezas o bultos, y si la piel se halla encogida.
  6. Presione el pecho con los dedos haciendo círculos concéntricos hacia el pezón para detectar si hay alguna zona dolorosa.
  7. Ante cualquier señal detectada acuda de inmediato al ginecólogo.

Debe advertirse que el uso de la píldora anticonceptiva favorece la tensión de las mamas y el dolor a la palpación, especialmente si son altas las dosis de hormonas que contienen.

 

  1. De cuello uterino

Es un tumor maligno que se localiza en los tejidos del útero. Este órgano resulta afectado principalmente por dos tipos de cáncer: el cáncer de cuello uterino y el de endometrio.

El primero es uno de los más frecuentes en las mujeres, siendo superado tan sólo por el cáncer de mama y el de piel. Se presenta más frecuentemente después de los 40 años de edad.

La aparición de flujos y de hemorragias anormales suelen ser los primeros síntomas, junto con la pérdida de sangre tras el coito. Otros son el dolor en la espalda o en el bajo vientre, la pérdida de peso y la anemia.

El cáncer de útero, si no recibe ningún tratamiento, evoluciona diseminándose a otros órganos, tanto por invasión de las estructuras vecinas, como por propagación a través de la circulación sanguínea y linfática (metástasis).

Si el tratamiento se instaura antes de la diseminación, el pronóstico es más favorable para la paciente.

Para el diagnóstico precoz es necesaria la citología:

Desde la adolescencia hasta los 20 o 25 años conviene someterse a un examen ginecológico cada 2 o 3 años. En él se comprueba la normalidad de los órganos genitales y de la función hormonal de los ovarios. A partir de esa edad es recomendable efectuar la exploración anualmente, con el fin de detectar cualquier posible enfermedad.

Una prueba esencial en estas visitas es el frotis de Papanicolau, gracias al cual puede diagnosticarse el cáncer de útero en una fase en la que todavía es posible tratarlo con éxito. Lo que el ginecólogo examina con esta prueba son las células que se desprenden de las paredes de la vagina y del cuello del útero, las cuales se encuentran mezcladas con las secreciones glandulares de esa zona. Gracias a dicha prueba es posible diagnosticar el carcinoma de útero en un estado precoz de su desarrollo.

La curación consiste en la extirpación parcial o total del útero, junto con radioterapia y quimioterapia.

 

  1. De próstata

El cáncer de próstata es un tumor maligno que afecta a la glándula prostática. Pero debe distinguirse del adenoma de próstata, el cual es de carácter benigno que afecta a un número mucho mayor de varones que el cáncer. Su incidencia aumenta rápidamente a partir del séptimo decenio de la vida.

No suele ocasionar ningún síntoma en las etapas tempranas, pero luego se presentan trastornos en la micción, tales como deseos frecuentes de orinar, acompañados de dificultades en la evacuación de la orina, e incluso, dolores en los huesos cercanos a la próstata.

El tacto rectal es, por tanto, un examen que debe realizarse todo hombre después los 50 años de edad.

 

  1. Otros.

Ya de menor incidencia, en el hombre, el cáncer se puede presentar en el pene, en los testículos y en la uretra

En la mujer, se pueden presentar: el de ovario, el de vulva, el vaginal, el de trompa de Falopio y la enfermedad trofoblástica.

 

  1. Impotencia y frigidez orgánicas

La impotencia orgánica es la más rara de las impotencias (ver más adelante, en trastornos de la sexualidad), y puede producirse por lesiones espinales, por ejemplo en las tabes, en que se interrumpe el arco reflejo de la erección y la eyaculación; lesiones de los genitales, prostatitis, fimosis e hipogonadismo: Otra causa de esta rara afección es el alcoholismo.

Los arcos reflejos citados son influidos por la secreción interna del testículo, por lo que su insuficiencia puede perturbar el acto sexual.

En la diabetes, la impotencia puede deberse a: lesiones arteriales (los genitales requieren de una buena irrigación para la erección) y neuríticas (del sistema simpático).

La frigidez orgánica, también rarísima, suele aparecer después de accidentes o de intervenciones quirúrgicas que afecten los nervios motores o aun sensitivos del área. Las causas físicas también incluyen enfermedades localizadas (endometriosis, cistitis, vaginitis), afecciones sistémicas (generalizadas), trastornos en el sistema nervioso, afecciones musculares, drogas (como los anticonceptivos orales, entre otros).

Consiste en la inhibición de la excitación sexual de la mujer, como se explicará más adelante.

Pero como es bien sabido, tanto la impotencia como la frigidez orgánicas son excesivamente raras frente a las provenientes del aspecto psicológico como se pasa a considerar en el capítulo siguiente.

 

 

  1. TRASTORNOS DE LA SEXUALIDAD

 

Uno de los aspectos más importantes de la sexualidad es el comportamiento. Las relaciones interpersonales entre seres de distinto sexo son diferentes a las que hay entre quienes tienen el mismo: como se estudió, sexo significa división, sección, “mitad en busca de otra mitad”; y esto es, precisamente, lo que hace la diferencia. La persona del otro sexo es, potencialmente, el complemento.

En la búsqueda por el complemento, se encuentra una cantidad asombrosa de errores, producto de la mala comprensión de la sexualidad. En ese contexto, sobresale, por su incidencia en el mundo entero y por la cantidad de daños que produce en la relación de pareja, el machismo.

El machismo sería difícil de definir si no se tuviesen claros los conceptos de sexualidad y de dignidad, más especialmente la de la mujer. El Diccionario de la Lengua Española define el machismo como la actitud de prepotencia en los varones respecto de las mujeres.

Son características de la forma de pensar del machista las siguientes:

– Ella debe ser quien lo complace en todo, incluidos los comportamientos genitales.

– Ella, y únicamente ella, debe ser quien se encarga del aseo, orden y buen funcionamiento de la casa; si él lo hace no será suficientemente “macho”.

– Ella, y únicamente ella, debe ser quien atienda las necesidades de los hijos (pañales, teteros, comida, aseo, ropa, baño, colegio, estudios, diversiones, tiempo de esparcimiento…); así mismo, si él lo hace, no se sentirá “macho”.

– Ella, y únicamente ella, debe ser quien cocine o dirija a la empleada en esos menesteres.

– El, y sólo él, tiene derecho a estar cansado.

– Ella debe ser quien comprenda todo, aun el mal comportamiento de su marido.

– Ella debe esperar que su marido llegue de las fiestas y diversiones con sus amigos y amigas, y no participar en ellas.

– Ella, y únicamente ella, es quien debe comportarse bien. Al “macho” se le permite y se le perdonan todos sus errores.

– El puede llegar tarde, e incluso, borracho.

– Ella, y únicamente ella, debe ser fiel.

– Ella no tiene derecho a trabajar ni a tener dinero.

– Ella no tiene derecho a estudiar.

– Si los dos trabajan, ella debe llegar a la casa a encargarse del hogar, de los hijos y de su esposo, mientras él llega a descansar.

– En lo genital, él tiene siempre la iniciativa; si ella intenta algo, el marido la considerará indigna y hasta “prostituta”.

– Si el esposo no “se satisface” en lo genital, puede buscar otra mujer. Por eso ella debe lograr su “satisfacción” (la del marido) y nunca pensar en la propia.

– El tiene siempre el orgasmo, aunque ella no lo consiga.

– El la fuerza a tener relaciones genitales durante la menstruación, durante el embarazo o en un estado de depresión, independientemente de si ella no lo desea en ese momento.

Una sola cualquiera de estas actitudes es machista.

Aquí caben muchas otras maneras de pensar y actitudes propias del machismo, pero sería una exposición muy grande, sin embargo, todo esto se puede resumir así:

El no la valora como ser humano, como mujer, sino como un objeto de placer y de comodidad. De ahí se desprende, para él, la bondad o maldad de una mujer: si le brinda placer y bienestar es buena, si no, no.

Lo peligroso de estas actitudes es que pueden irse incrementando -y de hecho lo hacen- hasta propiciar el maltrato psicológico y hasta físico, incluyendo los golpes deformantes y hasta fatales.

Más aún, se puede llegar a extremos como el de la extirpación del clítoris de las recién nacidas para “eliminar” en ellas el placer -como sucede en algunas tribus africanas- o, más conocido, al de la poligamia, donde la mujer es solo una más, a quien le corresponde determinado turno. Muchas de las investigaciones que se han podido realizar en aquellas culturas que viven la poligamia muestran un estado psicológico deplorable en las mujeres examinadas. De hecho, su autoestima es mínima. Esa situación es siempre traumática, ya que la dignidad de la mujer es pisoteada, pues pasa a ser objeto de placer en una lista.

Es fácil y obvio concluir que todo machismo es simplemente egoísmo -disfrazado o no- que hace del hombre un ser sin dignidad. Parecido es el significado de algunas acepciones de la palabra “macho”: hombre necio o animal irracional de sexo masculino.

Hasta aquí los análisis sobre el machismo considerado de una manera aislada.

Pero al machismo se suma, en unos casos, la exaltación del “amor físico” o el “amor sensual”, es decir, el erotismo y, en otros, la pornografía (definida en su primera acepción como tratado acerca de la prostitución), que consiste en el carácter obsceno de obras literarias o artísticas, que han producido en los seres humanos de toda la historia, pero hoy más que siempre, una distorsión gigante de la sexualidad y de las cosas que a ella están unidas.

La televisión, el cine, la prensa escrita, la radio, etc., con el fin de conseguir el lucro que los mantiene, al aceptar propagandas encaminadas a promocionar los productos que venden sus patrocinadores, con mucha frecuencia (y cada vez más) no tienen cuidado de elegir las que mejoren la dignidad humana, las que propendan a un bienestar familiar y social, sino que escogen las que mayor aporte económico les produce.

Es así como aparece veladamente el hedonismo, doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida. Muchos mensajes comerciales adolecen de esa falla: subliminalmente van dejando en los televidentes, lectores, oyentes y cinéfilos la idea de que la felicidad es todo lo que produce placer, comodidad, diversión… y erigen al dinero y al poder (que pueden conseguir todo esto) como los fines del hombre de hoy.

De hecho casi todas las propagandas de la televisión o del cine son realizadas por actores jóvenes, “triunfadores” (“triunfar” significa para ellos únicamente tener dinero y el reconocimiento de los demás), atléticos, bien parecidos y con cuerpos esculturales; es muy raro el comercial que presenta ancianos o personas poco atractivas o el que habla de seres fracasados. Por eso, en ellos, reiteradamente la mujer -con su cuerpo- “incita” a comprar todo tipo de artículos o servicios. A veces semidesnuda, otras sin ropa, pero siempre insinuante, este ser humano, en quien habita la potestad de la maternidad, se convierte simplemente en un medio para hacer propaganda con el detrimento de su dignidad; su valor intrínseco queda herido, propiciando el machismo, del que ya se vio su injusticia y su capacidad destructiva.

Casi todos los medios de comunicación se han convertido, en lo que se refiere a estos aspectos, en una lluvia de proyectiles que llegan a los ojos y oídos de los jóvenes todavía en proceso formación, penetran en su alma y en su cuerpo e incitan a colocar en grado sumo el valor de la sensualidad y del goce eminentemente biológico o, cuando más, humedecido por lo psicológico- hasta hacer desordenar el orden cosmológico del que se habló en profundidad en el capítulo primero y sin el cual es imposible entender el presente. Con sus hormonas despertando su atracción hacia el otro sexo, condición propia de la pubertad y de la adolescencia, en medio de un mundo nuevo para ellos y por tanto desconocido, más vulnerables a cualquier estímulo, sentirán una fuerte atracción hacia lo genital propiamente dicho haciendo abstracción de los otros planos en los que la vida del hombre se mueve normalmente, fomentando así la tendencia a esclavizarse con las pasiones hasta llegar a afirmar que son necesidades orgánicas. En estas condiciones será muy fácil el florecimiento del machismo.

Pero además del machismo y el hedonismo, otra enfermedad se cierne sobre el mundo, para agravar aún más el daño sobre los comportamientos sexuales: la mojigatería.

La mojigatería es la exagerada escrupulosidad en el proceder, más específicamente aplicada en estas líneas a considerar todo lo genital pecaminoso.

Para una mejor comprensión de este vocablo en su acepción sexual, puede servir como ejemplo la actitud de un escolar que pedía a sus compañeros lo golpearan con correas para excitarse y así poder masturbarse. Luego de las pesquisas psicológicas pertinentes, se descubrió que la madre, cuando se enteró de que su hijo tuvo la primera eyaculación nocturna, acto completamente fisiológico y por tanto normal, lo “castigó” dándole muchos golpes con una correa. De ahí en adelante, cada vez que esto ocurrió de nuevo, volvió a repetir su acción, hasta que el muchacho asoció el dolor al placer genital.

Fuera de este real ejemplo, son muchos los errores en la concepción de las conductas sexuales por parte de quienes tienen actitudes mojigatas.

A continuación se exponen las consecuencias del machismo, del hedonismo y de la mojigatería.

 

  1. Impotencia

La impotencia sexual consiste en la incapacidad de obtener o mantener una erección del pene de firmeza suficiente como para iniciar o completar el coito. Cada vez se tiende más a hablar de trastornos de la erección en lugar de impotencia, puesto que este término, poco satisfactorio para definir las características del problema desde un punto de vista médico, tiene cierto matiz peyorativo.

Cuando las dificultades en la erección han existido desde las primeras relaciones genitales, se habla de impotencia primaria. Por el contrario, cuando las dificultades en la erección sobrevienen después de un período más o menos largo de relaciones genitales normales, se dice entonces que la impotencia es secundaria.

La impotencia o incapacidad del hombre para realizar el acto sexual es de dos tipos: orgánica y psíquica. Pero la mayor parte de los trastornos de la erección se deben a factores de tipo psicológico que pueden ser de índole personal, la mayor parte de las veces, o bien, estar relacionadas con dificultades en la relación sexual con su pareja (entiéndase, de nuevo, relación sexual, no genital).

Pero casi siempre la impotencia psíquica o psicógena se presenta especialmente en personas jóvenes y se debe a estados emotivos, resultado de la educación machista que hace pensar a los hombres que la erección del pene es signo de virilidad, mientras que la impotencia lo es de ausencia o disminución de la misma. Por eso, muchos señores, al llegar a la edad de 50 años o al acercarse a ella, se angustian tanto con su posible presencia que, paradójicamente, caen en ella.

Aunque suene reiterativo, la impotencia obedece a estos estados emotivos y a otros -depresión nerviosa, miedo, repulsión, sensación de inferioridad, resentimiento, etc.- y no a la insuficiencia testicular. Una prueba de esto son los casos de impotencia en los que se mantiene la capacidad eréctil del pene durante el sueño, mientras que de día son difíciles o imposibles, los cuales son siempre causados por factores de origen psíquico, pues los mecanismos nerviosos que controlan la erección se hallan totalmente intactos. Durante el sueño, la ansiedad o los temores que bloquean la erección no actúan, y esta se ve libre de interferencias.

Su tratamiento esencial se ubicará, obviamente en la causa que la produce. Si una racionalización por parte del paciente es insuficiente, se acudirá a la psicoterapia.

 

  1. Eyaculación precoz

La eyaculación precoz, desde el punto de vista estadístico, es la incapacidad del varón de controlar la eyaculación durante el tiempo necesario para que la mujer llegue al orgasmo, cuando menos en la mitad de los coitos.

Sin embargo hay varios grados: el de quien eyacula antes de la penetración, quien lo hace recién se ha logrado esta y hasta la del que eyacula pasado un tiempo sin que la esposa esté completamente excitada para lograr el orgasmo simultáneamente.

En un altísimo porcentaje de los casos, el trastorno es psicológico:

El varón está ansioso porque piensa que un “macho” debe satisfacer a la mujer siempre, y esta ansiedad le hace fracasar en su empeño.

Otras veces la causa se encuentra en una educación mojigata que presenta a la genitalidad como un acto pecaminoso y, por ende, culpable.

Pero la mayoría de las ocasiones, este trastorno obedece a la sobreestimulación provocada en los jóvenes por los diferentes medios de comunicación, como se dijo anteriormente, en los que se utiliza a la mujer para sus propagandas comerciales aun en productos completamente exentos de uso genital. En efecto, el grupo más grande de varones con eyaculación precoz es el de aquellos que sólo la presentan en las primeras relaciones genitales y está relacionada con la intranquilidad que a menudo se da en esos momentos.

A veces, este problema se resuelve simplemente indicándole al paciente el mecanismo por el que se genera, y dándole unas pocas explicaciones acerca de la conducta sexual normal. Pero otras veces es necesario que asista a la consulta de un sexólogo clínico.

 

  1. Frigidez, dispareunia y “vaginismo”

La frigidez es la disminución de la libido, esto es, del apetito o deseo de goce genital. Resulta poco obvio deducir que la sobreestimulación, así como puede incitar a la eyaculación prematura en el hombre -y como se verá, al furor uterino (ninfomanía) en las mujeres-, también puede generar el efecto contrario, pero así es: uno de los trastornos de la sexualidad de mayor incidencia, como también una de las causas por las que se consulta más al sexólogo, es la frigidez.

El siguiente relato -verídico- puede dar una muestra aproximada de las más frecuentes quejas por parte de las mujeres:

-“Doctor, quiero contarle que me siento muy mal. Mi esposo es bueno, creo que es fiel y aporta el dinero necesario para el hogar. Pero no sé qué pasa: si yo coloco unas flores en el florero, si arreglo la sala de un modo diferente al usual, si me arreglo el cabello o si compro un nuevo vestido y me lo pongo para recibirlo en la casa, él no lo nota. Frecuentemente intento comunicarme con él preguntándole cómo le va en el trabajo y me contesta con monosílabos o me dice simplemente que bien. Cuando quiero comentarle algo acerca de nuestros hijos, de la familia, de mis amigas, no me pone atención o se muestra indiferente. Yo me casé con la ilusión de compartir toda la vida con un ser que amaba mucho y ahora me siento muy triste. En los únicos momentos en que se muestra cariñoso es cuando quiere tener relaciones íntimas. Pero eso me está cansando… ya no siento lo mismo que antes. Mejor dicho, ya no siento nada”.

El autor de este libro ha oído innumerables veces relatos casi idénticos de parte de mujeres que sufren mucho y ya casi sin esperanzas, que se preguntan dónde está la falla o qué causó semejante “cambio” de actitud por parte del marido.

Una causa muy común es la siguiente: teniendo en cuenta la sobreestimulación en la que vive el hombre de hoy, si una muchacha pretende conquistar a un joven a través de incitaciones a lo genital, (como por ejemplo, usando minifaldas altas, pantalones ajustados a su cuerpo, escotes que dejan ver parte de las mamas, etc.), lo inducirá indirectamente a que se sienta atraído hacia eso, no hacia ella. Después, de hecho, será más difícil que, una vez casados, ella pretenda mutar los sentimientos de sus esposos por otros aspectos -iguales o más importantes en la relación de pareja-, como el psicológico y el espiritual.

Es necesario entonces que la hermosa y femenina coquetería sea siempre dirigida por la perspicacia, el ingenio propio de las mujeres, para que el hombre la mire a los ojos, a su alma, y así se enamore de ella y no de su cuerpo; o peor, de una parte de su cuerpo, como suele suceder.

Otras consecuencias de errores como el machismo, el hedonismo generalizado y aun de la mojigatería son la dispareunia y el vaginismo.

La dispareunia es el coito difícil o doloroso, y generalmente aparece durante los intentos iniciales de penetración, llamándose entonces primaria. La causa, en la mayoría de los casos, es psicógena, aunque en un porcentaje menor también puede deberse a traumatismos y a otras causas dispares. La secundaria no se relaciona con el primer coito y en la mayoría de los casos obedece, como se vio, al cansancio femenino en la relación de pareja cuando esta no es sincera por parte del hombre, y puede llegar a convertirse en vaginismo.

El vocablo “vaginismo” no está aceptado aún por la Academia de la Lengua, pero es frecuente encontrarlo en los diccionarios médicos y en todos los libros que tratan sobre sexualidad. Consiste en un espasmo doloroso de la vagina debido a una hipersensibilidad que impide o dificulta la penetración del pene o, en ocasiones, a la aversión extrema de la mujer a la penetración asociada a la contracción de la vagina cuando se intenta.

Los trastornos psíquicos y las preocupaciones, consecuencias de los yerros ya referidos, así como también -algunas veces- una completa insatisfacción sexual, suelen provocar que la mujer contraiga involuntariamente la musculatura de la vagina durante el coito, dificultando la penetración.

En la mayoría de los casos se trata de un problema de comportamiento, sin ninguna lesión orgánica que lo justifique, y es conveniente la discusión con el esposo para que este entienda la dimensión generosa del amor verdadero y procure realizar el acto genital con mayor cuidado y especialmente cuando la mujer haya lubrificado la vagina. Esta información al marido casi siempre es suficiente. Si el vaginismo persiste, la consulta a un especialista que indague cuáles son los factores determinantes y aconseje sobre el mejor modo de solucionarlo, suele solventar el problema.

 

  1. Libídine: desafuero genital y furor uterino (ninfomanía)

Antes de entrar en este tema, conviene revisar las razones por las que la naturaleza dotó al ser humano de ciertos placeres.

Un ejemplo muy útil es el apetito, el deseo de comer.

Aquí vale la pena hacer un análisis: la finalidad del placer puesto por la naturaleza en las papilas gustativas de la lengua, en el paladar y hasta en las mucosas de la boca, es mantener vivo al individuo, lo mismo que el placer que produce el ingerir alimentos cuando se siente hambre. Si estos placeres no existieran, el hombre moriría; se requeriría que hiciera una abstracción mental para comprender que el alimento es necesario para mantener la vida y se diera unos minutos diarios al día para dedicarse a nutrir su cuerpo.

No es fácil olvidar lo que hacían algunos romanos del siglo primero en sus orgías, verdaderas bacanales: como sus viandas eran tan apetitosas, tenían destinados unos lugares ligeramente alejados a los cuales iban de cuando en cuando a vomitar lo ingerido, para regresar a seguir disfrutando de su festín.

A todos le repugna esta descripción, pero conviene mucho sopesar esta acción:

  1. El instinto es un medio (en este caso el apetito es un medio para la subsistencia), pero en las acciones de estos romanos se puso como fin al instinto.
  2. El hombre se diferencia de las bestias por su capacidad de raciocinio y por su voluntad, las cuales deben gobernar a los instintos.
  3. Solo la ausencia de racionalización puede llevar a este desorden de la naturaleza en el que los actos no cumplen su finalidad natural.
  4. Cuando el instinto se convierte en el fin aparece la perversión.

Así mismo, a cualquiera puede parecerle grotesco realizar la cópula sexual si esta no produjera placer.

Es fácil deducir entonces que la naturaleza dotó también de satisfacción al acto que haría que la raza humana no se acabase.

Por tanto, el placer que depara la genitalidad es un medio para la permanencia de hombre sobre la tierra y sería simplemente absurdo no concluir que nunca es un fin para el ser humano.

Pero así es:

Tanto en los hombres como en las mujeres, de nuevo por el influjo del machismo y por la generalización del hedonismo, se puede presentar el deseo urente de genitalidad, hasta de una genitalidad desaforada, cuando se ha mutado el orden cosmológico para buscar únicamente el placer, el goce puramente biológico, dejando a un lado los otros aspectos de la sexualidad humana y convirtiendo al hombre en un ser que lo único que busca es satisfacer sus debilidades, haciendo de sí mismo un esclavo de las pasiones y no un hombre con libertad, ya que cada día tendrá que buscar nuevas fuentes de placer para tratar de llenar el vacío que le produce la constante insatisfacción, cerrando así un círculo vicioso sin fin.

Los planos en los que se mueve el hombre (biológico, psicológico y espiritual) no pueden convertirse en fuentes de esclavitud, no pueden condicionarlo; sin embargo, a veces se habla de “necesidades” genitales.

Así nunca se podría hablar de dignidad humana ni de virtudes o defectos: todos harían lo que los impulsos indicaran.

Cuando el amor se subordina al placer comienzan las dependencias de las pasiones y de las emociones, y aparece la esclavitud.

En eso consiste la libídine: el desafuero genital de los hombres y el furor uterino de las mujeres, llamado más popularmente ninfomanía. La libídine tiene como sinónimos la lascivia y la lujuria, y es la consecuencia más común de los tres males citados al comenzar este capítulo: el machismo, el hedonismo y la mojigatería. Aquí es necesario completar la idea con una alusión a este último: la mojigatería, el pensar que todo es pecaminoso, hace que los educandos (llámense escolares o simplemente hijos), en el momento en que se sienten “libres” de todo peso de sus profesores, tutores o padres, caen en el desafuero en los aspectos genitales con más facilidad que quienes no sufrieron ese oprobio. Por eso es tan errado educar con excesivo recato como con desenfreno. El justo medio, como en todo, es lo ideal.

De la libídine pueden nacer una gran cantidad de desórdenes, los cuales aparecen reseñados en muchos de los libros y revistas que dicen tratar acerca de la sexualidad, libros y revistas que parecen estar dedicados a ella (a la lascivia), y que por lo demás, serán sus propulsores.

Estos desórdenes van, desde el exhibicionismo (impulso a mostrar los órganos genitales), el llamado “travestismo” (el que acostumbra a vestir ropa del sexo contrario) -pasando por las relaciones en las que se tiene el orgasmo por medio de la masturbación o a través de contactos orogenitales- hasta las siguientes: el sadismo (perversión del que provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona), el masoquismo (el que goza genitalmente con verse humillado o maltratado por otra persona), el bestialismo (buscar y encontrar gozo genital con animales), el incesto (relación carnal entre familiares muy cercanos), el complejo de Edipo o de Electra (inclinación sexual del hijo o de la hija, respectivamente, al progenitor del sexo contrario, acompañado de hostilidad hacia el del mismo sexo), la pederastia (abuso deshonesto contra los niños o entre personas del mismo sexo), y otros muchos actos desordenados.

Además, pueden ser la fuente, en algunos casos, de la prostitución masculina o femenina (mantener relaciones genitales con otros a cambio de dinero) e incluso, a veces, aunque a continuación se explica mejor la sodomía (concúbito entre varones).

 

  1. Homosexualidad

Definida como la inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo y la práctica de dicha relación, la homosexualidad, en sentido amplio, abarca a ambos sexos, aunque se usa más para designar este trato erótico entre varones, mientras que el término amor lesbiano (lesbianismo) designa más frecuentemente esa tendencia en las mujeres.

Una de las creencias populares es pensar que la homosexualidad masculina o femenina es de origen genético, ya que de los cromosomas depende también la formación de los órganos genitales y de los caracteres sexuales secundarios. Sin embargo, el homosexual que dirige sus afectos hacia un ser humano de su mismo sexo tiene idénticos órganos genitales y sus células muestran también los mismos cromosomas “X” y “Y” de un hombre, y la mujer homosexual tiene, en todas las células de su cuerpo, dos cromosomas “X”.

¿Qué sucede entonces en estos seres humanos?

Desafortunadamente nadie lo sabe con certeza hasta ahora. Pero hay algunas luces al respecto.

Los siguientes son factores que se cree coadyuvan -que facilitan- el hecho de que un hijo se incline hacia la homosexualidad:

  1. El uso de la píldora anticonceptiva.

Las hormonas sexuales femeninas, estrógenos y progesterona, presentes siempre en la píldora anticonceptiva permiten de vez en cuando -en un valor cercano al 1%- la ovulación y, por tanto, el embarazo. De hecho, ése es el porcentaje de fracasos (llámese “embarazos”) de los anticonceptivos orales. En esas ocasiones, la mujer continúa tomando el medicamento hasta que se da cuenta que está esperando un hijo.

Durante esa temporada es muy probable -lo están investigando los científicos dedicados a esta área- que las hormonas sexuales femeninas sean llevadas al nuevo ser humano que está desarrollándose y evolucionando dentro de unos parámetros bastante lábiles. Cualquier incidencia que les llega a través de los líquidos que atraviesan la placenta puede afectarlos positiva o negativamente. Esa es la misma razón por la que está contraindicado el uso de medicamentos durante el embarazo, a no ser que la balanza riesgo-beneficio haga que el obstetra determine, en ocasiones especiales, formularlos a la paciente asumiendo el riesgo de daño en el embrión o en el feto.

Pues bien, los índices preliminares parecen mostrar que hay más homosexuales en los matrimonios que utilizan la píldora como método anticonceptivo.

Si se tiene en cuenta que el levonorgestrel, aquella hormona que se “implanta” bajo la piel del brazo, uno de cuyos nombres comerciales es el Norplant, actúa con el mismo mecanismo, ha de temerse el mismo resultado.

  1. La educación.

Pero esta circunstancia (el hecho de que la madre use estos anticonceptivos y que ello facilite una tendencia hacia la conducta homosexual) debe tener otros ingredientes. De hecho, se cree imposible sin que, además, exista cierto grado de inestabilidad familiar. Cuando el aspecto psicológico del niño es afectado, muy especialmente por el trato paterno, según los últimos análisis psicológicos realizados en estos pacientes, la alteración provocada por un padre excesivamente distante, hostil, enérgico y duro (y hasta violento), o bien, alejado y frío en sus relaciones con sus hijos, circunstancias ambas bastante más frecuentes de lo que parece en las sociedades eminentemente machistas como la nuestra, como también una madre seductora que domina y minimiza a su marido pueden impulsar a esta propensión.

Si a esto se añade que en los centros educativos mixtos hay mayor incidencia de homosexualidad que en los demás, aunque es completamente erróneo afirmar que serán homosexuales quienes estudien en estos establecimientos, éste se convertirá también en uno de los factores coadyuvantes, si se presentan las otras condiciones y circunstancias. Nadie sabe qué lo facilita. Se ha conjeturado que, ya que el desarrollo intelectual de la mujer es más rápido que el del hombre, el muchacho se verá inclinado a “refugiarse” en sus compañeros del mismo sexo y condición intelectual, quizá intentando reemplazar al padre que, desde el punto de vista psicológico, nunca tuvo. Aunque no se ha visto asociado a esto, no cabe duda de que entre los homosexuales se dan con mayor frecuencia perturbaciones psicológicas.

Por último, y ya que la psicología propia de cada ser sexuado se desarrolla más fácilmente si hay más hermanitos del mismo sexo, si a todo lo precedente se añade que los padres no tienen más que dos hijos -la pareja-, otro sumando se asociará para facilitar este desorden de la naturaleza, en personas que, la mayoría de las veces, no tienen la culpa.

Si la ciencia no da pronto más indicios, estas y algunas otras lógicas conjeturas con ligero soporte científico son las únicas herramientas con las que se puede contar al analizar la tendencia homosexual.

Lo que no se puede seguir afirmando es que se haya comprobado que el factor hereditario o el genético jueguen algún papel.

Al homosexual, como se deduce, nunca se le puede tachar de malo. Sin embargo, a causa del desconocimiento que hay por la mojigatería -de nuevo-, las críticas continuas y especialmente la segregación que se les hace son muy grandes; estas actitudes son frecuentes en el mundo entero y producen mucho más daño que beneficio a la sociedad: todo grupo de personas que se ve afectado por injusticias tales se apartan paulatinamente de quienes pueden prestarles un servicio y comienzan a experimentar que no son miembros verdaderos de la sociedad a la que pertenecen.

Es menester que la comprensión sea el medio inicial para asistir a estos seres humanos sin menoscabo de su dignidad como tales.

Del análisis racional y minucioso de las circunstancias y de la educación que recibieron, como también de los atenuantes que existen, nacerá un diagnóstico acertado y, por ende, un plan de tratamiento objetivo que, llevado a cabo, como se observa en la actualidad, surtirá un efecto positivo en ellos, en quienes los rodean cercanamente y en la comunidad toda.

Se puede afirmar, sin temor a equivocaciones, que el homosexual tiene exactamente la misma dignidad de los otros seres humanos y que así debe ser tratado. Sin embargo, al profundizar en otros aspectos de relevancia, tampoco habrá empacho al decir que la homosexualidad es un desorden de la naturaleza:

Se había dejado sentado en el primer capítulo que para que una relación genital estuviera dentro del orden cosmológico no podría violar el postulado de que el pene está destinado para introducirse en la vagina y esta para ser penetrada por aquel.

A eso debe añadirse, en el caso de los homosexuales varones, el hecho de que tanto el ano como el recto no tienen la capacidad lubrificante de la vagina y que, por tanto, esta relación es completamente antifisiológica, es decir, contradice las leyes de la fisiología. Y en las mujeres es más obvio: o no hay miembro penetrante o se utilizan otras partes del cuerpo o instrumentos.

En ambos casos, el instinto se pone por encima de la finalidad del acto genital -la regla esencial e indispensable está ausente- y, por tanto, este es un acto desordenado.

 

  1. Violación

Cuando acaece una violación, la situación psicológica de la gran mayoría de las mujeres se ve afectada de una manera generalmente grave, llegando a presentarse casos de desquiciamiento total.

Es verdaderamente una injusticia ante la que hay que reaccionar.

En primer lugar, es necesario encontrar la causa de semejante atropello. Parte del problema tiene su origen en la educación sexual del ciudadano, pues recibe una instrucción colegial superficial en donde no se compromete el amor con la sexualidad humana y está sometido, como se vio, a la avalancha de mensajes comerciales, lecturas, programas radiales, televisivos y de cine que invitan a la irresponsabilidad sexual y al deterioro de los valores humanos fuertes que, en situaciones de inestabilidad emocional desencadenan la violencia sexual. Sirve de confirmación de ello que en la guerra o en tragedias naturales, muchos hombres se convierten casi en animales y violan a gente inocente, en su cuerpo, en su derecho a la libertad y en su intimidad.

He aquí una loable meta a lograr por parte del gobierno: la de educación en la moral y en las buenas costumbres de los futuros ciudadanos.

Sin embargo, con respecto a la decisión de abortar que surge a veces, es bueno refrescar las estadísticas: en el “Manual sobre el Aborto” se informa que en Checoeslovaquia, de 86.000 abortos provocados, sólo 22 fueron embarazos producidos por violación y que en un estudio realizado en Minneápolis sobre 3.500 casos de violación, dados en diez años, no se registró caso alguno de embarazo.

Una de las razones para que esto sea una realidad es que durante ese acto violento, por acción de la adrenalina, sustancia que alista al ser humano para defenderse o para huir, el cuello del útero se cierra y su mucosidad se hace más espesa, previniendo así los embarazos no deseados en la mayoría de los casos.

Hoy esta situación es aún menos grave para las mujeres que reciben tal oprobio, ya que se puede eliminar al espermatozoide de la vagina y del cuello uterino con el fin de descartar la posibilidad de la fecundación. Basta que la paciente acuda rápidamente a un centro médico donde le practicarán un “lavado” que impide que el espermatozoide viaje a la trompa a encontrarse con el óvulo y se forme el cigoto.

¿Qué hacer entonces ante el caso del embarazo por violación? ¿Se debe castigar con la muerte al niño inocente? Es verdad que la violación es una injusticia pero, ¿se añadirá un asesinato a la injusticia social? Esto, además, sería hacer más aceptable una situación ya de por sí inaceptable.

Psicólogos nombrados por el Dr. Jêróme Lejeune, Biólogo especializado en genética, afirman que no siempre un embarazo indeseado implica un nacimiento no deseado: en el curso de los nueve meses, la actitud de la madre, incluso si ha sido violada, puede cambiar por completo.

Además, para las madres que no se sientan capaces de hacerlo, quedará siempre la noble opción de la entrega del hijo en adopción: que otros seres humanos puedan encargarse del niño para darle la oportunidad de vivir y de gestarse su propio destino.

Pero no siempre es un extraño el violador: una vez que han adquirido confianza con su ginecólogo o con el sexólogo -más frecuentemente de lo que se cree- algunas pacientes que sufren por sus relaciones con su esposo le comentan que su esposo las fuerza con frecuencia a tener relaciones genitales.

La violación por parte del esposo es uno de los actos que más denigran a la dignidad de una mujer: ya no sólo es el objeto de placer genital, sino que pasa a convertirse en un ser insignificante y bajo, absolutamente esclavizado por quien le prometiera alguna vez amor eterno (!?)…

Esta situación la hace incapaz, por supuesto, de realizar de manera óptima sus funciones como madre, haciendo así de este mal un daño para toda la familia y, por ende, para la sociedad de la que es su célula, como se verá más adelante.

De nuevo, conviene aquí insistir en una educación que impulse a establecer el verdadero valor de la mujer en los muchachos en formación, para lo cual se impone una lucha frontal contra los principales males causantes, como lo son el hedonismo silencioso y el machismo, lucha que, tristemente, todavía no tiene el vigor que debiera, sobretodo viendo las consecuencias desastrosas que conlleva. De la manera como se debe implantar esta lucha se tratará en los capítulos sobre el proceso de la educación sexual.

 

 

  1. TABUES Y EQUIVOCOS

 

Consecuencia especialmente de la mojigatería -que se asienta en la ignorancia- son los innumerables yerros acerca de la sexualidad en general y de la genitalidad propiamente dicha. Muchos de ellos son más frecuentes en determinados estratos socio-culturales.

Los siguientes son los más populares:

 

  1. Fertilidad

 

  1. Días no fecundos al mes

Quizá la mayor fuente de errores con respecto a la fertilidad sea el hecho de que pocos saben que, en promedio, de un ciclo menstrual de 28 días, hay aproximadamente 17 días en los cuales no puede haber fecundación. Si el ciclo es más o menos variable o si el promedio de duración del ciclo es mayor o menor, este número variará, adaptándose a cada caso.

 

  1. Embarazo

Se ha creído siempre que el hecho de estar amamantando asegura la infertilidad de la mujer. Esto será cierto sólo en el caso en el cual el único alimento que reciba el(los) hijo(s) sea la leche materna y que se dé de manera ordenada, esto es, a las mismas horas. Efectivamente: durante este período se ha observado una esterilidad aproximada del 98%, es decir será bastante difícil la concepción.

Otro error que parecerá absurdo al lector después de haber estudiado la genitalidad es saber que hay muchas mujeres que creen que, si no tienen el orgasmo no quedarán embarazadas, pero así es. Desafortunadamente este error es mucho más extendido de lo que pueda parecer.

Lo mismo sucede con las muchachas jóvenes que aceptan las propuestas de sus novios para acariciarse mutuamente desnudos y permitir, sin que haya penetración, que el joven eyacule en sus genitales externos. Aunque es muy poco probable, se sabe de algunos casos en los cuales los espermatozoides lograron realizar el viaje completo dejando embarazada a la muchacha.

Un yerro que en algunos ambientes resulta hilarante es lo que se escucha a veces: algunos han llegado a creer firmemente que si la mujer orina inmediatamente después de tener la relación genital completa, se asegurará con ello de evitar el embarazo. Se comprende, entonces, que algunas parejas no saben que los conductos urinario y vaginal son distintos, que cada uno de ellos tiene su finalidad específica y que en uno no se puede impedir lo que en el otro se realiza.

Y otro concepto igualmente falaz es el que atribuye las malformaciones congénitas (deformaciones y enfermedades del recién nacido) al hecho de haber tomado algunas copas de licor o aun estar embriagado.

 

  1. La cópula sexual

 

  1. El tamaño del pene

Otra de las características del machista, de la que deliberadamente no se habló anteriormente, es “sentir” que puede lograr siempre satisfacer el placer biológico de la mujer. Se ha llegado a afirmar que esa es una de las “medidas” para catalogar qué tan “macho” se es e, incluso, se alardea de eso.

Por eso y por ignorancia, el tamaño del pene es algo que preocupa a muchos hombres con educación machista, pues estos suponen que cuanto más grande se tiene el miembro viril, más eficaz se es durante el coito.

Esta suposición es falsa, puesto que la capacidad de satisfacer sexualmente a la esposa depende esencialmente de factores psíquicos, y no anatómicos; además, como se vio, las zonas erógenas principales -el clítoris y los bulbos vestibulares- están a la entrada y se estimulan siempre que el coito sea normal.

También es rotundamente falso que el pene se hace más grande cuanto mayor número de cópulas sexuales se tengan, o viceversa.

 

  1. Tener relaciones genitales durante el embarazo

Salvo ciertos casos muy concretos -como el de mujeres que han abortado espontáneamente en forma reiterada o el de aquellas que han sufrido alguna hemorragia por mala situación de la placenta-, las cópulas no tienen por qué sufrir ninguna limitación durante la mayor parte del embarazo.

Tan sólo en el período final del mismo es conveniente abstenerse de practicarlas; como norma general se considera que deben suspenderse unas semanas antes de la fecha prevista para el parto, aunque siempre es aconsejable oír la opinión del ginecólogo para cada caso.

 

  1. Tener relaciones genitales durante la menstruación

Al margen de los gustos personales por la pareja, en principio no es perjudicial. Conviene, sin embargo, tener en cuenta que si las menstruaciones son muy dolorosas, el acto sexual puede desencadenar contracciones que aumentarán las molestias y la pérdida de sangre; por otro lado, la mayor predisposición a adquirir infecciones genitales durante esos días obliga a tomar medidas de higiene más rigurosas que en condiciones normales.

 

  1. Pacientes con problemas cardíacos

Sólo algunas patologías del corazón contraindican la realización de la cópula sexual y suelen ser, generalmente, aquellas que incapacitan al paciente, razón por la cual ni siquiera se intentan. De todos modos, el cardiólogo determinará, en cada caso particular, qué precauciones seguir.

 

  1. Posición

Algunos han dejado que las lecturas de folletos superficiales, sin el más mínimo soporte científico, les hagan creer que la posición adoptada para realizar el acto conyugal determinará el sexo del niño si hay embarazo.

Irracional, obviamente, es el concepto que por extensión se ha difundido de que la posición facilitará el nacimiento de un homosexual.

 

  1. Orgasmo

La ausencia del orgasmo femenino en una cópula es, para algunos hombres educados en un ambiente machista, seguridad absoluta de falta de virilidad. Es necesario enfatizar que esa “medida” es errónea, que la virilidad no es lo más importante en una relación y, principalmente, que a la mujer, a diferencia del hombre machista, a veces le basta unas palabras cariñosas como un “te quiero”, una caricia, un abrazo de amor sincero… Así, es posible que en algunas ocasiones no experimente el orgasmo, pero se sentirá feliz.

Además de eso, el machismo ha hecho los orgasmos múltiples de las mujeres uno de los mitos más populares: se cree que todas las mujeres pueden y deben tenerlos, se cree que si no se logra esto, la virilidad no es suficiente o está decreciendo, etc. Ya se había escrito en estas líneas: solo unas pocas mujeres pueden experimentar varios orgasmos en una relación genital y estas no lo hacen siempre; además, aunque les es placentero, la mayoría realmente no lo consideran una necesidad.

 

  1. Ancianidad

El hecho de que la libido comience a disminuir en ambos sexos en determinada época de la vida, usualmente al final de la vida adulta, ha estimulado la idea de que la sexualidad no es posible en la ancianidad.

¡Cuánto error encierran estos criterios! En primer lugar, la genitalidad es posible hasta bien entrados los años. Lo que sucede es que el hedonismo silencioso del que se ha venido hablando ha hecho pensar a muchos que la felicidad conyugal depende casi exclusivamente de una “potencia” genital, y eso fomenta la idea de que, al no poder “satisfacer” al otro, ya no serán “apetecidos”; y entrando a determinada edad, comienza una ansiedad grande que, paradójicamente, producirá ese efecto.

A esto debe añadirse que la mujer presenta, en algunos casos específicos, de trastornos hormonales durante la menopausia. Efectivamente, aunque algunas pueden experimentar simplemente la cesación de la menstruación, precedido o no por un pequeño desorden de las mismas, otras pueden llegar a tener mareos, malestar, hemorragias profusas, desmayos… y hasta la salida de leche de las mamas, todo esto acompañado a veces de períodos de irritabilidad, depresión, etc.

Pero lo más importante, aunque se haya dicho ya varias veces, es que la sexualidad no es solo genitalidad: todas las células del cuerpo -sexuadas- tienden, con el paso de años de trato y de conocimiento mutuo, al complemento real. Además, en esta época de la vida se madura más en el amor verdadero (del que se hablará a continuación), se incrementa el aspecto espiritual de este y se abre casi pasivamente la puerta a una ternura más asentada, menos dependiente de los vaivenes del día… es decir, a medida que la pasión (y hasta la vehemencia) dejan de producir tanta inestabilidad en las emociones en la relación interpersonal, se consolidan las bases firmes y fuertes de una unión más estable y, sobretodo, madura, desde todos los puntos de vista.

No obstante, para que esto ocurra, será necesario ir abonando el terreno con todos los ingredientes necesarios para el enriquecimiento en el amor, como se pasa a considerar.

 

 

EL AMOR CONYUGAL

 

Una de las épocas más bellas de la vida del ser humano, el noviazgo, termina con el momento culminante y más feliz: el día de la boda.

¿Quieres recibir a fulana como esposa y prometes serle fiel en lo favorable y en lo adverso, con salud o enfermedad, y así amarla todos los días de tu vida?

La pregunta se repite para ella.

Ambos contestan que sí, y es muy posible que lo que se prometen ante Dios se lo estén prometiendo a sí mismos, con el firme propósito de cumplir a cabalidad estas promesas y de hacer todo lo necesario para lograr la felicidad conyugal, por el resto de sus días.

Sin embargo, el índice de fracasos matrimoniales se multiplica cada día más: las separaciones son hoy el pan de cada día y, junto con ellas, el dolor y la inestabilidad emocional de los hijos son el resultado funesto para quienes una vez, ilusionados, emprendían el camino que creían les llevaría por la senda de la dicha sin fin.

Hay otros, por el contrario, que han podido sortear las dificultades del acontecer marital cotidiano, y hoy pueden decir que su unión, antes que disolverse, es más firme que nunca. Son esas parejas que cumplen así 20, 30, 50 y más años queriéndose con un amor creciente: cada día más que el anterior, pero menos que el siguiente. Y además, ejemplo de amor que se proyecta a lo infinito.

¿Dónde está el secreto de estas parejas? ¿Cómo hacer perdurar lo que se sintió en el noviazgo o en la noche de bodas? Son las preguntas indispensables para quien desea ser feliz en ese camino, y para quienes no desean para sus hijos las desventajas de tener a sus padres separados.

 

 

  1. AMOR ES…

 

Cada ser humano tiene, basado primero en las circunstancias sociales en las que nació y creció, y también en las experiencias personales, una propia y casi exclusiva visión personal del amor verdadero.

Una vez que se enuncia la pregunta: “¿Qué es el amor?”, las respuestas son tan numerosas, y a veces tan dispares, que algunos han declinado en la lucha por lograr explicarlo.

Debe concluirse que si todos tenemos una versión propia acerca del amor, muchos serán los equivocados. Aunque obvio, esto no deja de ser sorprendente: aparte de la razón y la voluntad -y aun por encima de ellas- el amor es lo que nos diferencia de los otros seres y esto es, paradójicamente, una de las cosas que menos se conoce.

He aquí el por qué de tantos fracasos matrimoniales.

Sin embargo, algunas de las definiciones tienen, al menos, una dirección similar -algo que es un consenso- basados en lo cual, se puede lograr un acercamiento inicial:

Se ha afirmado con certeza que el amor de una madre es el amor más perfecto que existe y que los hijos nunca logran amar tanto a sus madres. Y así es efectivamente: el amor materno es desinteresado y no busca recompensa.

Analicemos la conducta de las madres:

Una madre es capaz de aguantar los mareos, vómitos y hasta desmayos del primer trimestre del embarazo producidos por el cambio hormonal; una madre es capaz de soportar el peso y las incomodidades de los últimos meses; una madre es capaz de sufrir los dolores del parto o aceptar la cesárea, si es necesaria. Todo a cambio de que su hijo nazca bien y sea sano.

Una madre es tan fuerte, que amamanta a su hijo, so pena de que le muerdan los pezones, muchas veces hasta que aparezcan grietas y aun cuando sangran; una madre es tan fuerte que se levanta todas las veces que considere necesario para verificar que su hijo está bien o para darle de comer; una madre es tan fuerte que le cambia los pañales cada vez que llora por la incomodidad que le produce la humedad, haciendo a un lado el asco de oler y/o untarse…

Si su hijo llega a enfermarse, no repara en gasto de tiempo, sueño, dinero, etc. para que ceda o desaparezca su malestar…

Más adelante, cuando su hijo crezca lo seguirá amando con la misma fuerza y lo defenderá de los demás, si quieren dañarlo física o psicológicamente.

Y, aunque se comporte como un mal hijo, siempre lo perdonará, olvidará con facilidad las veces que la ofenda… lo disculpará ante los demás y hablará siempre muy bien de él…

Sólo una madre puede ser ejemplo del verdadero de amor.

Al hacer un análisis del amor materno, se puede observar que en la mayoría de los casos la madre no solo es capaz de hacer muchas cosas por su hijo, sino de privarse de sus necesidades más esenciales por lograrlo; además, no repara en esfuerzos y, siempre, sin esperar nada a cambio.

¿Se encontrará un amor igual en la tierra? Nadie ama o perdona tanto como una madre (y, efectivamente, nadie hace por su madre todo lo que ella hace por él).

Todo esto es entrega desinteresada. Todo esto es sacrificio. Todo esto es amor.

Por tanto el amor es sacrificio.

No significa sacrificio sino que es sacrificio.

De modo que si se quiere saber cuánto se ama, se debe preguntar cuánto se ha sacrificado por ese ser, objeto del cual es ese posible amor.

En cambio, el medio ambiente social y, muy especialmente, los medios de comunicación, hacen que el hombre actual crea que el amor son otros valores:

Cada vez que en una propaganda se muestra un hombre o una mujer siempre jóvenes, esbeltos, atractivos, con un cuerpo sensual, rodeado de aclamaciones, siempre sonriente, quizá fumando un cigarrillo, quizá comprando una beca para estudiar, tal vez adquiriendo determinado producto, el televidente, el cinéfilo o el lector reciben en el subconsciente la idea de que “gozar” es la felicidad.

En este contexto es imperante analizar la palabra “gozar”: gozar es usar algo y experimentar placer con ello.

Así, el joven en proceso de formación va creando en su interior el concepto claro e irrefutable de que todo lo que le produzca placer es bueno para él, y por tanto, útil en la búsqueda de la felicidad.

En las relaciones interpersonales -y sobretodo teniendo en cuenta el marcado criterio machista de hoy- este modo de pensar hace que el muchacho frecuentemente encuentre a la mujer como “algo” que le pueda producir esa sensación de goce, y no alguien con quien quiera compartir su vida y a quien quiere hacer feliz, es decir, que la vea como un objeto de placer.

En las mujeres se da el mismo caso: si pretenden llenar su vacío de amor -circunstancia más frecuente de lo que pueda parecer-, o intentan simplemente “sentirse amadas” cuando buscan a su novio, estarán usándolo para experimentar ese placer meramente psicológico, y no ser su complemento para viajar juntos en pos de la felicidad.

Esta postura, conocida como el utilitarismo, es tratarse mutuamente como cosas: sólo para utilizarse, buscando así, como lo predica su máxima, el máximo de placer y el mínimo de pena y de dolor en la vida.

Si se analiza con profundidad, el utilitarismo es imposible: en algunas ocasiones tendrá que ser placer para el otro (y no gozará del máximo placer), para que luego ese otro sea su fuente de placer.

Por eso este camino es ilógico: o somos destinatarios de ese placer o somos medios para el placer de otros; debo aceptar ser medio, pues eso considero al otro.

Si la miramos con detenimiento, esta posición es errada ya que el valor intrínseco de la persona -su propia dignidad- no puede subordinarse al valor del placer.

Si se traslada el utilitarismo al plano conyugal, se puede descubrir la razón más frecuente de los fracasos matrimoniales: cuando acaba el provecho común, no quedará nada.

Ante estas dos presentaciones de la felicidad del mundo moderno (el sacrificio como fuente verdadera de amor y el placer como medio para alcanzar la “felicidad”), el muchacho o la niña se ven frecuentemente impulsados a elegir la postura más fácil y la más cómoda: aunque el ejemplo del hogar -de la madre- haya sido de valores humanos y de entrega sin interés, los ojos, los oídos y, en general, los sentidos se irán tras los “dioses” del mundo moderno: el dinero, el placer, la comodidad, el prestigio…, y la felicidad individual de cada uno de los jóvenes, la de la pareja, la de la familia y la de la sociedad no pasarán de ser una ilusión.

En cambio, si la relación se basa en desear para el otro lo mejor, aun a costa de ceder en mis propios intereses, y el otro hace lo mismo, la armonía crecerá en ese hogar, el enriquecimiento con valores humanos no se hará esperar y se tendrán mayores facultades para educar a los hijos en ese mismo camino, lo cual sí hará un cambio paulatino en la sociedad.

Amar, entonces, no puede definirse sino como tender ambos al bien. Si tú eres un bien para mí y yo deseo el bien para ti, la relación ya no será el caminar de dos “yo” juntos, sino el de un “nosotros”. Este amor no morirá con la vejez, la enfermedad, la falta de dinero o la disminución de la libido.

Es por eso que están equivocados quienes colocan el amor conyugal en una mesa cuyas cuatro patas son el amor, el dinero, la salud y la genitalidad, pues en el momento en que falle uno de esos cuatro pilares, tambaleará la relación. Si el amor conyugal se sostiene en un sólo pilar -el amor verdadero- que se abre en abanico para soportar todos los otros aspectos de la vida, que pasarán, obviamente, a un importante pero secundario lugar en sus vidas, el triunfo será más factible: si el dinero falta en ese hogar, no faltará la fuerza del amor para colaborar en su consecución; si la genitalidad de uno es menos fogosa o decrece, la capacidad de entrega generosa del otro la suplirá con su ternura; si aparece la enfermedad, siempre se tendrá quién vele amorosamente por él…; en fin, ante la presencia de cualquier circunstancia negativa -circunstancias que siempre se presentarán-, el amor sostendrá la relación.

Sólo el amor lo puede todo. Sólo con amor se solventarán las dificultades. Sólo la entrega generosa y desinteresada salvará a la familia, célula de la sociedad.

Pero volvamos un poco atrás en el tiempo: al noviazgo. Nada se quiere si no se conoce. Por eso es necesario pasar del atractivo que se siente inicialmente (atractivo hacia la persona, no a una parte) a la amistad, y luego, al cariño, antes de llegar al amor. El noviazgo es la etapa que madura ese amor. Además, el noviazgo inicia y desarrolla el proceso de adaptación que lleva al triunfo en la relación y, por ende, al matrimonio. Al no darse adecuadamente, llevará a la ruptura o a una unión desdichada.

Antes de tomar la determinación de casarse, entonces, es necesario que cada uno pueda valorar el amor que se tienen verificando cuántas veces el uno ha sido generoso con el otro, cuántas veces ha dejado a un lado sus intereses, metas e ilusiones personales en pro del otro; es decir cuántas veces se ha sacrificado por él.

Si ambos han demostrado esa capacidad de sacrificio -amor-, y lo han hecho en muchas ocasiones, podrán dar el salto a la unión definitiva contando con el mejor aliado: la generosidad, esto es ¡de nuevo! el amor.

En ese proceso, es necesario evadir las inclinaciones erróneas más frecuentes de cada sexo: el hombre tiende a pensar que el amor es genitalidad, mientras que la mujer se inclina a creer que el amor es sólo sentimentalismo. Ambos están equivocados, como vimos. El amor marital tiene sentimientos, tiene genitalidad, y tiene otros componentes pero, en esencia, es sacrificio.

Si la relación se sostiene en la genitalidad o en el sentimentalismo, como sucede tantas veces (por no decir siempre que fracasa), tarde o temprano sucumbirá.

Los novios pueden evaluarse personal y mutuamente en eso, en cambio, para los esposos esa evaluación casi siempre llegará tarde, especialmente si ya tienen hijos. He aquí la importancia del examen prematuro.

Es por eso que la entrega parcial y prematura, que se da con las relaciones genitales prematrimoniales puede llevar a la frustración: la entrega, como quedó claro, se debe dar en los tres planos para que sea verdadera y humana: entrega en lo espiritual, en lo psicológico y en lo biológico. Estas relaciones genitales son entrega, como su nombre lo dice, genital -biológica-, y es frecuente que los novios se den también en el aspecto psicológico temporalmente, pero su entrega no es espiritual, ya que está condicionada por el tiempo, y una entrega espiritual es para siempre, como se vio en el primer capítulo. Además, nunca una entrega verdadera tiene condiciones.

La prueba de amor más grande es el sacrificio; en ese contexto, si él espera hasta el matrimonio, estará probando su amor verdadero; no así si se hace como se acostumbra: que ella “pruebe su amor” entregándose en lo genital, convirtiéndose en objeto de manipulación y de placer del otro.

En fin, desear la felicidad del otro es la senda del amor verdadero. Pero desearla con los pensamientos, con los sentimientos, con las palabras y, especialmente, con las obras: trabajando por ella con todo el ahínco, con toda la fuerza de que se es capaz. Si la voluntad no cede a lo que no atrae más que a los sentidos y a los sentimientos, su propia aportación creadora en el amor no puede aparecer.

Por tanto, la formación de los jóvenes es fundamental: quienes tiendan a una entrega total tendrán más posibilidades de ser felices.

Debe enfatizarse sin cansancio lo que puede servir de resumen de estas líneas dedicadas al aspecto más humano del hombre: el amor: el amor verdadero implica una mutua entrega.

Llegamos así al final de este capítulo agregando tres características del amor verdadero:

  1. El amor real es creciente, ya que está en una pendiente, no puede estancarse, pues rodará. Aquel que note que su amor no crece, que sepa que está disminuyendo.
  2. El amor no espera, es afanado. Quien ama de veras quiere la unión lo más pronto posible. Los noviazgos largos son prueba, casi siempre, de que el amor no es verdadero, o mejor, de que sencillamente no hay amor.
  3. El amor verdadero se hace extensivo a cada vez más personas: si se aprende a amar a una persona, se notará que cada vez se ensancha más el corazón para que quepan más y más personas a quienes querremos también con hechos.

 

 

VII. LA ENTREGA

 

El amor matrimonial difiere de todos los otros modos de vivir el amor: consiste en el don total de la persona. Su esencia es el don de sí mismo, de su propio “yo”. Todos los modos de salir de sí mismo para ir hacia otra persona poniendo la mira en el bien de ella no van tan lejos como en el amor matrimonial. “Darse” es más que “querer el bien”.

Una vez que se ha afirmado el valor -la dignidad- de la otra persona, viene la pertenencia recíproca de ambos, comprometiéndose así mutuamente su libertad. Y este compromiso, paradójicamente, es libre.

Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión (común unión) de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal para la generación y educación de nuevas vidas: ese “nosotros” caminando hacia el enriquecimiento personal y la procreación, evidencia palpable y hermosísima de su amor y continuación de sus propios seres.

Esta entrega tiene cuatro características:

  1. Es humana, es decir, es sensible y espiritual, lo que significa que la voluntad y la razón gobernarán a los instintos.
  2. Es total, esto es sin condicionamientos o reservas.
  3. Es fiel y exclusiva hasta la muerte, dicho de un modo más sencillo, es de uno con una y para siempre.
  4. Por último, es fecunda, no se agota en la comunión de los esposos, sino que está destinada a propagarse suscitando nuevas vidas

Todo esto significa más que lo que puede parecer:

Con el concepto claro acerca de los tres planos en los que se manifiesta el amor, se puede afirmar con certeza que la entrega debe ser total e incondicionada en lo biológico, total e incondicionada en lo psicológico y total e incondicionada en lo espiritual. Sólo así se hablará de amor verdadero.

La entrega del ser humano, de acuerdo con su propia dignidad -espiritual-, debe ser total, sin reservas egoístas.

Cuando el acto está condicionado, este amor no existe: por ejemplo, cuando un hombre va a una película pornográfica, se éxito genitalmente y llega a su casa a obtener satisfacción de esos instintos con su esposa, simplemente la está usando como objeto de placer; del mismo modo, si ella se siente apenada, por ejemplo, porque tuvo un disgusto con su madre y busca un “sentirse amada” pidiendo a su marido que tengan una relación genital, estará usándolo como objeto en lo psicológico…

La afectividad más en la mujer que en el hombre y la sensualidad en este pueden hacer que se equivoque el concepto acertado de entrega. La afectividad pura (las percepciones y las emociones que se experimentan en el trato) no puede sostener una relación y creer que esa afectividad es amor es causa de muchas decepciones. Al igual, después de un tiempo, cuando se desvela la pasión que guió la entrega, no quedará nada sólido. Y todo esto ocurre porque la entrega no fue total, se entregó parte (la afectividad o la sensualidad), no la totalidad de la persona.

Otro tanto ocurrirá si a la entrega se le ponen condiciones.

Para que un acto no esté condicionado, es necesario que, al darse, el ser humano asuma las consecuencias que con ello vengan, sin violar las leyes de la naturaleza, sin destruir el orden cosmológico: la biología seguirá su curso y ese acto tendrá sus consecuencias: el nacimiento, en los días fértiles, de un hijo.

Es así como el amor conyugal verdadero se va convirtiendo, sin perder su valor, sino más bien incrementándolo, en amor paternal y amor maternal.

Se puede ir concluyendo que, cuando la entrega conyugal es verdadera, siempre estará orientada hacia la preservación de la dignidad humana, no a la utilización del otro, y que estará también encaminada hacia la finalidad de la genitalidad: la procreación. Con esto, se logrará paulatinamente la maduración de cada uno de los componentes de la pareja y, lo que es igualmente valioso, la integración sexual de la totalidad de la personalidad de ambos.

El acto conyugal, entonces, tiene dos significados: el unitivo (que une a la pareja) y el paternal.

Por otro lado, esta transmutación gradual y enriquecedora de amor conyugal a amor paternal y maternal propiciará el bien de la comunidad, ya que la célula de la sociedad es la familia.

Un ejemplo didáctico de esto es cualquier enfermedad: cuando un órgano está afectado, como el hígado o el ojo, son sus células (los hepatocitos o los conos y bastones del ojo, respectivamente) las que tienen algún daño en su membrana, en su citoplasma o en su núcleo. En cambio, si las células están sanas, el órgano gozará de salud. De la misma forma, la sociedad siempre se verá afectada por la moralidad de sus familias. Una vez se establezcan la salvaguarda y la estabilidad de la familia, habrá salvaguarda y estabilidad en la comunidad.

En cambio, si la entrega no es total o está condicionada -y por tanto no es verdadera- los esposos estarán a la merced de las veleidades y de los vaivenes de las pasiones, y un sentimentalismo irracional e inestable será, la mayor parte de las veces, su móvil. En esas condiciones será casi imposible hablar de sinceridad en la relación, y la seguridad de la fidelidad -requisito del amor- no existirá sostén. Es seguro, como se vio, que en estas circunstancias, el ego es el móvil de la relación, lo cual es casi siempre premonitorio del fracaso total.

 

 

VIII. ¿CUAL ANTICONCEPTIVO?

 

Si ya son suficientes los hijos, ¿cuál anticonceptivo usar?

 

  1. La píldora

En el año 1953, los doctores Pincus y Chang descubrieron la píldora anticonceptiva. Hoy muchas mujeres toman la píldora.

La base del tratamiento reside en suministrar al organismo una cantidad de hormonas sexuales femeninas que intentan frenar la liberación de las gonadotropinas de la hipófisis, de manera que no se produzca la maduración de los folículos ováricos ni la ovulación.

Pero parece que la información científica que los esposos tienen sobre los anticonceptivos es muy errada:

La píldora es el medicamento más “seguro” en las estadísticas (menos del 1% de “fracasos”).

Se presenta en pastillas de toma diaria, en inyecciones cada cierto tiempo y en forma subcutánea. Están compuestas por estrógenos y progesterona, ambas hormonas sexuales femeninas, que intentan evitar la ovulación y mudan el estado del endometrio (parte interna del útero) para que el huevo fecundado no anide, no se adhiera a su madre.

Lo que poco se publica es que estos medicamentos producen muchos efectos secundarios, principalmente trastornos vasculares: tromboflebitis y flebotrombosis, razón por la que muchas pacientes se encuentran en hospitales por infartos de miocardio y trombosis cerebral; además se reportan casos de hipertensión. Fuera de estos, los libros y revistas científicos informan sobre alteraciones del ciclo menstrual, problemas digestivos, nerviosos y hepáticos, alteraciones mamarias, trastornos metabólicos y cutáneos, todos estos de larga descripción y por ello, imposible de reseñar completamente.

Los síntomas son dolores de cabeza o náuseas, pero hay otros de menor incidencia, como el aumento de peso, que se presenta sobretodo en aquellas mujeres que tienen cierta predisposición a la obesidad. Para contrarrestar estos efectos adversos se ha optado por disminuir las dosis de hormonas contenidas en las pastillas anticonceptivas.

Algunas veces, al dejar la píldora después de haberla tomado largo tiempo, aparece una amenorrea transitoria. Esto sucede porque el organismo se habitúa a las hormonas que contiene la píldora y, al faltar esta, necesita tiempo para recobrar su ritmo hormonal normal.

Pero lo peor de todo es que se ha probado que, ya que falla con alguna frecuencia como anovulatorio, actúa como abortivo: el medicamento mata al nuevo ser humano. He aquí la explicación:

De acuerdo con los últimos descubrimientos científicos en genética, el nuevo ser humano aparece con la fecundación: los 46 genes que ya posee el óvulo fecundado (23 de la madre y 23 del padre) hacen de él un ser único espiritual y biológicamente: son ellos los que guían la construcción del cerebro, establecen el color de los ojos, de la piel y de los cabellos, el sexo, las huellas digitales, la talla aproximada, algunos rasgos de la personalidad, etc.

Sin embargo, como se vio, los anticonceptivos orales permiten la ovulación: un óvulo sale a la trompa de Falopio, donde puede ser fecundado por un espermatozoide. La pareja continúa tranquila sus cópulas sexuales, pues la paciente sigue tomando el medicamento.

En un estadio del ciclo, los estrógenos que se encuentran en los anticonceptivos orales aumentan la movilidad del nuevo ser humano -óvulo fecundado- y hacen que llegue al útero muy joven (antes de estar preparado para asentarse en él) y muera.

La progesterona, por el contrario, disminuye su movilidad, haciendo que el óvulo fecundado llegue tarde al útero, cuando ya está muerto, por falta de nutrición.

Así mismo, el anticonceptivo actúa sobre la mucosa del útero, impidiendo que el endometrio o pared interna de la matriz quede dispuesto para recibir el óvulo fecundado.

Al disminuir las dosis de hormonas contenidas en las pastillas anticonceptivas para corregir los efectos adversos, como se dijo anteriormente, se corre aún más riesgo.

Con esto se concluye que los anticonceptivos orales o “píldoras” matan a ese

nuevo ser humano, es decir, actúan como abortivos.

Desde hace tiempo se conocen estos mecanismos abortivos de la famosa “píldora”, pero se han ocultado sistemáticamente.

Así, hoy es imposible estar de acuerdo con el uso los anticonceptivos orales, sin estar de acuerdo con el homicidio de inocentes.

Por otra parte, se ha probado que este, que es el método más utilizado -la píldora- afecta, por las hormonas que contiene, a la mujer, haciendo que esté agresiva, que se disminuya su libido (apetito sexual) y otras consecuencias como trastornos emocionales, ya que las hormonas cambian su patrón psicológico, así como lo hacen durante el embarazo y, a veces, en los días que preceden a la menstruación.

 

  1. El dispositivo intrauterino (DIU)

Con mayor índice de “fracasos” (cercano al 4%), y por eso mucho menos utilizado, el dispositivo intrauterino (DIU) es el tercer anticonceptivo más popular después de la píldora y el preservativo.

Es una pieza de plástico pequeña y flexible, de entre 2 y 4 centímetros de longitud, que se coloca en el útero. Actualmente los hay de varias formas y tamaños. Algunos tienen una envoltura de cobre que rodea al plástico y que va cayendo en el útero en pequeñas cantidades. Esta clase de DIU tiene que ser cambiado cada dos años más o menos, mientras que los que no llevan cobre pueden usarse indefinidamente. Todos ellos tienen unos hilos que cuelgan de la vagina, de modo que pueden extraerse fácilmente

El mecanismo de funcionamiento consiste en la producción de cambios en las células del revestimiento del útero o invirtiendo las contracciones uterinas. Ello dificulta la adherencia en el mismo de un óvulo fertilizado. Así ha probado también ser abortivo: como su nombre lo dice, está dentro (intra) del útero (uterino); allí mata al nuevo ser humano que, con seis o siete días de vida, llega buscando posarse en el endometrio. Fuera de eso, si un óvulo fecundado consiguiese implantarse allí, la presencia del DIU le impedirá proseguir su desarrollo.

No se sabe exactamente cómo se producen estos cambios, pero sí que cualquier cuerpo extraño introducido en el útero provoca la misma respuesta que una infección. La producción de células que atacan a los organismos invasores se incrementa y es posible que sean estas células las que hacen al endometrio inapropiado para el nuevo ser humano. El cobre que se emplea en algunos se utiliza porque se cree que tiene un efecto adicional en la acumulación de dichas células.

El DIU también puede provocar cambios en las paredes de las trompas de Falopio, haciendo que el óvulo descienda por ellas más de prisa y que no llegue en el momento adecuado.

Finalmente, se sabe de casos en los que el niño nace con el dispositivo atravesando su oreja o cualquier otra zona de la piel, lo cual induce a pensar que una muerte posterior también es posible.

Aunado a todo esto, los dispositivos intrauterinos favorecen a veces la formación de infecciones en el útero. Dichas infecciones, que se manifiestan con abundante flujo vaginal, pueden ser debidas a la irritación de la mucosa uterina originada por la implantación del DIU, o bien a la entrada de gérmenes procedentes de la vagina a través del cordón que asoma por el cuello del útero y que sirve también para comprobar la colocación correcta del aparato. En algunos casos las infecciones persisten a pesar del tratamiento, por lo cual es conveniente retirar el DIU.

Además, se presentan trastornos o inflamaciones dolorosas en el bajo vientre materno, con o sin procesos hemorrágicos graves, y hasta se han reportado casos de contracciones uterinas que lo expulsan.

Por último, el DIU favorece el embarazo ectópico (fuera del útero, generalmente en las trompas de Falopio) en el caso de que se haya producido una fecundación por falla en su mecanismo anticonceptivo. Este dispositivo altera los movimientos de los cilios (filamentos) del interior de las trompas, impidiendo con ello la progresión del óvulo fecundado hacia el útero.

 

  1. El preservativo o condón de látex

Con un índice de embarazos que oscila entre el 5 y el 20 %, desplazó al obsoleto condón de membrana, que fracasaba más todavía.

El condón es una especie de funda que se coloca sobre el pene en erección para recoger el semen de la eyaculación del hombre. Casi siempre tiene un extremo en forma de tetilla para contener el semen, de manera que no se filtre por los lados o haga que el preservativo se filtre por los lados. Los hay para mujeres también; en este caso se colocan en la vagina antes de la penetración.

Es este uno de los métodos “de barrera”, junto con los diafragmas, y es el que se utiliza desde hace más tiempo. De hecho, antes del advenimiento de la píldora, era el anticonceptivo más popular.

El uso del preservativos no produce efectos orgánicos, pero se han reportado efectos psicológicos, especialmente en el hombre: algunos se sienten incómodos al colocárselo o al retirárselo. Además, tanto en ellos como en las mujeres se presenta con frecuencia la queja de disminución de la sensibilidad.

Por el índice de fracasos tan alto, algunos trabajadores en la planificación familiar recomiendan el uso adicional de un espermaticida, una sustancia química que mata a los espermatozoides (a veces esta sustancia viene recubriendo el condón), para tener una mayor protección. Así mismo, recomiendan lubricar el condón con una sustancia -además del lubricante con el que ahora vienen-, con el fin de disminuir el riesgo de rotura, y especialmente para impedir que la mujer sienta dolor debido a la fricción del caucho. Se añade que no se use vaselina o cierto tipo de cremas que puedan estropear el látex, disminuir sus características o producir sequedad de la lubricación natural de la vagina. Las precauciones incluyen no “herirlo” con las uñas, el adecuado desenrollado, comprobar la fecha de envoltura, no exponerlo al calor y otros cuidados adicionales que son los que hacen que el índice de fracasos sea tan variado.

Aun en el caso de que se sigan todas esas instrucciones, en el mejor de los casos, el índice de embarazos no baja del 5%. Por ese fracaso tan alto como anticonceptivo, hoy se usa más como profiláctico de enfermedades de transmisión sexual y, en forma errónea, como se comprobó científicamente en el III capítulo, para prevenir la infección del sida (ver: “D. Sida y otras enfermedades”).

 

  1. Óvulos, cremas espermicidas, diafragmas, esponjas y otros

Realmente despreciables desde el punto de vista eficacia (el índice de embarazos es muy alto), estas técnicas se han ido dejando de lado.

 

  1. Cirugías: vasectomía y ligadura de trompas

La vasectomía (corte y ligadura del conducto deferente) en los hombres impide el paso de los espermatozoides desde los testículos a la uretra. El hombre que se ha sometido a esta intervención no dispone de espermatozoides en su semen, por lo que es incapaz de fecundar. Sin embargo, seguirá teniendo eyaculaciones normales, expulsando la secreción elaborada en las vesículas seminales y en la próstata.

La persona que se somete a una vasectomía debería considerar que este medio de esterilización es irreversible. Algunas veces, es posible intentar unir de nuevo los extremos del conducto deferente que se seccionó. Si el tubo se permeabiliza, los espermatozoides vuelven a poder atravesarlo, aunque no hay la seguridad de que tal cosa ocurra. También cabe que, en el transcurso de la vasectomía, algunos espermatozoides salgan del conducto seccionado y entren en contacto con el tejido interno. En tal caso se formarán anticuerpos contra los espermatozoides, que los dañarían si se unen de nuevo los conductos.

En la mujer se hace la ligadura de trompas (las trompas de Falopio, que comunican al ovario con el útero). Además de los riesgos que conlleva este tipo de intervenciones quirúrgicas, dejan al paciente sin la posibilidad de engendrar nuevos hijos en caso de que en el futuro así lo deseen.

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Hasta aquí los análisis de los anticonceptivos artificiales desde el punto de vista eminentemente científico, por supuesto, menos importantes siempre que el humano, del que se puede decir lo siguiente:

Los anticonceptivos artificiales destruyen el orden cosmológico del que ya se ha escrito suficiente, ya que con ellos se hace a un lado el aspecto natural de la concepción (resultado final de la cópula en los períodos fértiles), se rompe la unidad biología-psicología-espiritualidad, propia del ser humano, desordenando así la esencia de la relación marital.

Si alguien busca en una relación únicamente el placer que le depara, estará dejando de lado partes esenciales de su condición humana, como son el aspecto psicológico y el aspecto espiritual, y su acción será meramente carnal. Así mismo, si lo que busca con esa acción es satisfacer la necesidad de sentirse deseado o incluso “amado” (si a esto se le puede llamar amor verdadero) estará mutando también la finalidad del acto y denigrándose a sí mismo.

Por esa razón, en ambas circunstancias, el hombre descubre un alto grado de insatisfacción que nace de la sensación de haber utilizado al otro o haber sido utilizado. Aunque esta sensación quiera ser considerada fútil, intrascendente o de poca importancia, siempre quedará ese sabor amargo de la entrega parcial, que es uno de los aspectos que dan explicación a la gran inestabilidad matrimonial de nuestros días.

La entrega con condiciones hace de los cónyuges un par de cómplices de una acción utilitarista, aun cuando se haya hecho de común acuerdo, ya que ambos se estarían utilizando recíprocamente; además, esta es una entrega parcial y, por lo tanto, no sincera, un acto que destruye la estabilidad de cada uno de los individuos y de la pareja, dando al traste con una de las principales finalidades de la unión matrimonial, la educación de la prole, quienes frecuentemente no podrán desarrollarse desde el punto de vista psicológico y espiritual sin asistencia profesional especializada.

Como se comprenderá, la trascendencia de esta circunstancia en la sociedad se observa hoy: muchos de los niños que mañana serán los motores del mundo están creciendo sin uno de sus padres y en una situación precaria de educación humana integral (emocional, espiritual, cultural y de conocimientos) que culminará en un retroceso en la moral de muchas naciones, con el consiguiente deterioro de la calidad de vida de los hombres y de su relación con los demás.

Además, con el uso de los anticonceptivos artificiales se abrió un camino fácil y amplio para la infidelidad conyugal y se impulsó aún más la pérdida del respeto por la mujer.

Uno de los acontecimientos que impulsó la creación de los anticonceptivos fue que en 1798 Thomas Robert Malthus dijo que “el poder de la población es infinitamente más grande que el poder de la tierra para producir subsistencia para el hombre”. Pero Malthus olvidó que el poder de la inteligencia y de la fuerza de voluntad, actitudes que distinguen al hombre de los seres irracionales, da siempre paso a nuevas opciones, uno de cuyos ejemplos de las cuales son los cultivos hidropónicos, donde se multiplican los sembrados, fuera de la tierra.

Si, en cambio, los padres conocen los últimos avances científicos sobre métodos anticonceptivos naturales, los cuales han demostrado gran eficacia, podrán decidir con responsabilidad no tener más hijos, sin detrimento de su salud corporal, psicológica y/o espiritual.

Como se explicó anteriormente, sólo 4 días de un ciclo promedio de 28 son fértiles. Si se tiene en cuenta que la variabilidad biológica es grande, este lapso debe aumentarse para tener absoluta seguridad en el control de la natalidad. Por eso se habla de 11 días fértiles.

Pero esos once días se pueden reducir con estos métodos.

(Como se verá, conocer estos tiempos son el mejor método para lograr la concepción, en los casos en los que esta ha sido difícil.)

No se tratará aquí del método llamado del “ritmo” o de Ogino, ya que este método se considera hoy la historia de los métodos naturales.

 

  1. El método del moco cervical, de la ovulación o Billings

Este método, desarrollado por el doctor Billings, médico australiano, enseña a las mujeres a examinar sus secreciones vaginales diarias para detectar cambios en la cantidad y calidad del fluido del cuello uterino, o moco cervical. Hasta la fecha es el mejor método para predecir cuándo se va a producir la ovulación.

A medida que el ciclo menstrual de la mujer avanza, la cantidad, color y consistencia de las secreciones mucosas del cuello del útero van cambiando probablemente como resultado de los cambios en lo niveles de estrógenos y progesterona del cuerpo. Al principio del mes (es decir, el primer día de la menstruación) hay más estrógeno circulando por la sangre y después de la ovulación, más progesterona.

En las fases iniciales del ciclo, inmediatamente después de la menstruación, puede haber uno o dos días “secos” con muy poca secreción evidente. La mucosidad normal es espesa y pegajosa durante estos días y forma una especie de tapón en el cuello uterino que impide el paso del esperma.

A medida que se acerca la ovulación, la mucosidad aumenta en cantidad y se vuelve viscosa y elástica -su textura es parecida a la de una clara de huevo-. En este momento, la mujer puede experimentar una sensación de humedad y “apertura” en su zona vaginal y puede observar esa mucosidad muy fácilmente. Fue sorprendente para muchos ginecólogos enterarse de qué tan bien puede la mujer identificar ese tipo de flujo. Es suficiente entonces explicarles eso y enseñarles a aplicar el método.

Esa secreción más clara y menos espesa permite el paso de los espermatozoides en dirección al óvulo y va aumentando en cantidad hasta el último día o día cumbre, lo que indica que la ovulación es inminente, antes de adoptar de nuevo una consistencia más turbia y espesa que precede a la sequedad de la siguiente fase.

Tan pronto como la paciente detecte el menor indicio de este moco más claro y elástico debe abstenerse de practicar el coito hasta 4 días después del último día en que la paciente puede detectar la menor evidencia de la misma, no importa cuál sea su cantidad.

Desde el cuarto día después del día cumbre hasta la menstruación (en un ciclo promedio de 28 días, esto representa aproximadamente unos 10 días) se puede considerar que la mujer no es fértil.

Aunque no es imprescindible, conviene espaciar las relaciones genitales cada dos días, para obviar la presencia del semen que podría, eventualmente, confundirse con la mucosidad vaginal.

Se han hecho pruebas que demuestran que muchas mujeres pueden identificar perfectamente los síntomas de sus mucosidades, lo cual permite que ellas puedan distinguirlas de las que se producen por aumentos patológicos.

Su fiabilidad está cerca al 98.5%, según datos de la Organización Mundial de la Salud y, según las investigaciones llevadas a cabo por el doctor Billings, al 99.2%.

 

  1. El control de la temperatura basal

El fundamento del método de control de la temperatura basal reside en el aumento que experimenta la temperatura corporal inmediatamente después de la ovulación. El incremento de la temperatura se debe al efecto de la progesterona, cuya presencia en el torrente circulatorio es mayor durante y después de la ovulación.

El término “temperatura basal” se refiere a la temperatura del cuerpo en completo reposo. Por lo tanto, debe tomarse diariamente por la mañana, en el momento de despertarse, en ayunas y antes de levantarse de la cama. Se utiliza un termómetro corriente, que puede aplicarse en cualquiera de las cavidades del cuerpo (boca, vagina o recto), si bien es necesario que sea siempre la misma. Si se desea hay termómetros especiales marcados con décimas de grado que pueden ser más útiles para ese fin. El resultado ha de observarse transcurridos 5 minutos desde la postura del termómetro.

En la primera parte del ciclo, la temperatura de la mujer, en circunstancias normales, se encuentra entre los 35,5 y los 36,5 grados centígrados. A causa de los antes aludidos cambios hormonales hay un aumento de temperatura que oscila entre 0,2 y 0,5 grados centígrados. Si se detecta esta fase es posible determinar, no sólo el período fértil de la mujer para casos de infertilidad, sino todos los días infértiles de cada ciclo, con el fin de espaciar o evitar el nacimiento de nuevos hijos. De este modo, se calcula que el tiempo de infecundidad segura va desde el tercer o cuarto día hasta los primeros días que siguen a la menstruación próxima.

 

  1. El método síntomo-térmico, de la doble verificación o muco-térmico

Este método combina tres sistemas diferentes con el objeto de aumentar la efectividad y predecir más exactamente en número de días fértiles. Por ejemplo, combinando el método Billings y el de la temperatura, se pueden predecir el inicio de su período fértil observando sus mucosidades y anotando los aumentos de temperatura y los cambios posteriores en la secreción mucosa.

Con un poco de entrenamiento y observación también se puede aprender a detectar los diversos síntomas que indican la ovulación en un gran número de mujeres. Por ejemplo, algunas mujeres pueden detectar un leve dolor punzante en la parte baja y posterior del abdomen acompañado de una sensación de calambre. Esto se conoce como mittelschmerz. También se puede observar una ligera pérdida de sangre, fenómeno conocido como “punteo”. Malestar en el pecho, dolores de cabeza, depresiones recurrentes en momentos determinados del ciclo, también pueden ser indicios de que se está apunto de ovular. Algunos de estos cambios pueden ser muy sutiles y naturalmente varían mucho en cada caso, por eso, si se practica este método es bueno fijarse bien en los cambios que se produzcan en su cuerpo, pues no hay reglas generales aplicables a todas las mujeres. No obstante, casi todas las mujeres tienen una facilidad inmensa para observar y “sentir” los cambios propios de su cuerpo y de su funcionamiento fisiológico.

Vale la pena añadir que aunque todos estos métodos son buenos (bien manejados alcanzan un promedio del 98% de eficacia) es muy importante que la paciente, con ayuda de su esposo, elija el que mejor se adecue a su fisiología y a su personalidad.

 

  1. El PG 56

Ahora se dispone de un sistema llamado PG 56, que consiste en un lente con el que se observa el moco: en el caso de que este se trate de un moco ovulatorio, se podrá ver una estructura parecida a la de un helecho. Si esto es así se sabrá, con certeza, que se está produciendo la ovulación y, por tanto, que no se deben tener relaciones genitales si no se desean tener hijos.

Su precio es bastante bajo, teniendo en cuenta que puede servir durante muchos años, e incluso de por vida.

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Si un hombre no es capaz de esperar a que pase la menstruación de su esposa para tener relaciones genitales, simplemente porque a ella le disgusta hacerlo durante esos días, se podrá verificar qué tan poco la ama, qué tan importante para él es lo genital en la relación y tal vez qué era lo que buscaba.

¿Qué pensar entonces de otro que no pueda esperar unos días por amor y por decisión mutua? Se trata simplemente de dominar las energías de la naturaleza y orientarlas al bien personal, conyugal, familiar y social: la ganancia es muy grande comparada con el esfuerzo que se realiza:

Estos métodos no agreden a ninguno de los cónyuges, ni química, ni mecánicamente. Son métodos reversibles. Pueden ser usados por cualquier pareja. Se acomodan a cualquier irregularidad menstrual, por grande que sea. Y son gratuitos.

Además, los métodos artificiales comprometen, casi siempre, a la mujer, y algunas veces -si se usa el condón- al hombre, lo cual hace injusta la relación: se le da la responsabilidad a uno sólo de los cónyuges. En cambio, con los métodos naturales se comprometen ambos en pro del bien común.

Todos estos métodos siguen los lineamientos de la naturaleza -no rompen el orden cosmológico- y, al requerir cierta dosis de dominio de la razón sobre los instintos, están a la altura de la dignidad del ser humano y lo engrandecen, ya que ese espíritu de sacrificio -es decir, amor verdadero (del que se habló bastante en el capítulo anterior)- los probará cada cierto tiempo y hará de su matrimonio una unión tan fuerte que nada ni nadie podrá destruir. La experiencia personal de muchas parejas -incluyendo la del autor de estas líneas, quien quiere participarlo a todos para que se amen con la misma fuerza- es prueba evidente de ello.

Todos los que se han animado a utilizar estos métodos naturales desean gritar al mundo entero que esta vía es una cadena de aspectos positivos que llevan a la felicidad conyugal: al disminuir la esclavitud de las pasiones, crece cierto instinto espiritual, ese enriquecimiento con valores espirituales hace que la lucha contra el egoísmo -cuna del desamor- sea mayor y más expedita y, lo que es mejor, se incrementa la capacidad para educar a los hijos, ya que el espíritu de sacrificio entrena a los cónyuges para crecer en ese amor, el cual, con el ejemplo, edificará un hogar compuesto por seres que saben anteponer la felicidad del otro a su egoísmo. Con este ambiente “en el aire” los hijos respirarán la alegría de dar, única capaz de granjearles la verdadera felicidad.

Ahora sí se puede hablar de paternidad responsable. Responsable viene del latín “responsum”, supino de “respondêre”, responder. Responder a los actos que libremente realizamos, es decir, saber respetar el orden cosmológico, no violarlo para destruirnos; saber que los genitales, como su nombre lo dice están en el cuerpo para generar nuevas vidas; saber que sólo somos libres cuando los instintos son dominados por la voluntad, guiada por la inteligencia; saber que lo que más diferencia al ser humano de las bestias es el amor…

 

 

EL PROCESO DE LA EDUCACION SEXUAL

 

Hasta ahora se ha visto qué se debe enseñar. A continuación se pasará a describir cómo se debe educar y en qué momento debe hacerse.

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-Doctor, ¿cuándo debe iniciarse la educación sexual?

-Desde la edad más temprana.

-¿Cómo así? ¿No sería prematuro y por lo tanto contraproducente?

-La sexualidad se inicia desde el momento en que se forma el niño. La educación en la genitalidad debe dejarse, como Ud. dice, para más adelante.

Esta conversación puede reubicar al lector en el enunciado principal de este libro, repetido ya varias veces: no es lo mismo sexualidad que genitalidad.

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La responsabilidad de la educación sexual, así como el derecho a esta, recae y es potestad de los padres que procrearon ese hijo. Nadie puede suplirlos en su totalidad, nadie lo hará mejor y es un derecho inalienable.

Otra cosa es que los padres, libremente, decidan contar con una ayuda en el establecimiento educativo; en este caso, es indispensable que los padres sepan exactamente como será esta educación, antes de utilizar este recurso.

 

 

  1. EL JUSTO MEDIO

 

Todos los padres deseamos que nuestros hijos e hijas no tengan hijos prematuramente y que no adquieran sida o enfermedades venéreas,

Nadie desea que su hija sea violada. Tampoco que sufra de frigidez o sea ninfomaníaca.

Todos deseamos que nuestros hijos no tengan relaciones con prostitutas ni que, mucho menos, se prostituyan. Ni que sufran de eyaculación precoz o de impotencia. Ni tampoco que sean promiscuos.

Adicionalmente, ningún padre desea que alguno de sus hijos sea homosexual. Es sorprendente saber que ni siquiera lo desean los padres homosexuales.

Todos los padres queremos que nuestros hijos sean felices, que lleguen con dignidad al matrimonio y que, ya en él, la mantengan.

De manera pues, que aunque es muy importante poder curar, es preciso y siempre mejor prevenir.

(En esto consiste todo lo que viene a continuación, y es imposible entenderlo sin haber leído en orden el libro y, por ende, su aplicación práctica).

Para lograr estos deseos, es necesario estar en el justo medio:

Lo más ecuánime, pero también lo más difícil, es lograr el punto intermedio entre dos extremos. Así, la cobardía y la temeridad son el defecto y el exceso (los dos extremos) en el comportamiento frente a una situación específica.

Un ejemplo del defecto es que un hombre no defienda a su esposa de un intento de violación, si puede hacerlo. Esto es cobardía.

El exceso -la temeridad- podría ser el de aquel que se cree capaz de vencer a 10 adversarios armados porque practica Kung-fu.

En cambio, la valentía es el justo medio entre la cobardía y la temeridad.

Todas las virtudes son el justo medio entre dos errores.

Trasladar este concepto del justo medio al plano de la sexualidad es lo ideal en la educación sexual, pero implica mucho más de lo que se puede aplicar en otros aspectos:

En contraposición al antiguo y mojigato concepto de que toda información podía estimular la libido, hoy es constante en algunos sexólogos la idea de que los problemas que se presentan en los jóvenes provienen de la falta de información acerca de los temas genitales.

Por esa razón se ha creído necesario “llenar” al adolescente de datos estadísticos y científicos en lo que se refiere a evitar el embarazo y las enfermedades como el sida.

Los descritos son los dos extremos: ignorancia absoluta o relativa y superinformación.

Pero el error generalmente lo produce la falta de voluntad, de formación, no de información; el punto intermedio -el justo medio- de estos dos extremos es educar.

Como se vislumbró a través de los capítulos precedentes, existe una gran diferencia entre “informar” y “formar”: con lo primero no se logra inducir el comportamiento hacia el bienestar propio de cada educando, sino que se le crea una cantidad grande de prevenciones que no lo encaminarán hacia el enriquecimiento personal integral, sino que, por el contrario, le dirán simplemente hasta dónde pueden llegar sus instintos con el mínimo riesgo de enfermedad o de embarazo. Al formar, en cambio se crea un ser capaz de entregarse sin reservas egoístas y, por tanto, de tomar decisiones desesclavizado de las pasiones, es decir, libre.

Contra el vicio, el egoísmo, la rutina y la comodidad -que impelen, por el conformismo, al divorcio-, la educación da un entrenamiento en el dominio de sí mismo, forma el carácter e incentiva el espíritu de sacrificio. Esto llevará de la mano a la estabilidad conyugal.

Otro mito que existía, el mantener todo escondido, hizo que, por reacción de rebote, muchos se inclinasen por intentar destapar todo. Resultado de esto fue, como se pretendía, la desmitificación de muchos errores, pero también, el hedonismo del que ya se trató bastante y su consecuencia obvia, la denigración general de la moralidad y del valor que se le tiene a la mujer.

Esos, de nuevo, son los extremos.

El justo medio es lo natural.

Tampoco debe tratar de vivirse la sexualidad en los extremos: ni “todo es pecaminoso”, ni “todo es correcto”. Ni seguir como los animales el instinto, ni tratar de dominarlo maniqueísticamente, pensando que lo genital es malo.

Otra vez, el justo medio es lo natural: ni mito, ni pudor excesivo.

En fin, el amor verdadero es el punto intermedio entre la pasión desenfrenada y el sentimentalismo irracional, como se concluyó en los capítulos VI y VII al hablar del amor conyugal.

Por último, el justo medio tiene que estar también presente en el sistema educativo: la información gradual, adecuada a la edad y coherente con la dignidad del ser humano será la medida para producir únicamente beneficios en los jóvenes.

 

 

  1. LAS 7 REGLAS DE ORO DE LA EDUCACION SEXUAL

 

La procreación no termina, como en la mayoría de los animales, con el parto, la alimentación y protección durante los primeros días. En la raza humana, por la existencia de la inteligencia, la voluntad el amor, es necesario completar la labor con la educación en todos los aspectos de sus vidas: la cultura, el bagaje de conocimientos, el aprecio de los bienes materiales, el amor, el comportamiento, las virtudes… todo lo que les pueda granjear su bienestar biológico, psicológico y espiritual.

Para lograr el justo medio entre la mojigatería y el libertinaje, como se acaba de describir, y así dejar un legado útil a los hijos con el que se encaminen hacia su felicidad, es necesario asentar la educación sexual en sus pilares fundamentales: el ejemplo, la confianza, la naturalidad, la verdad, la prevención, la prudencia y el decoro.

 

  1. El ejemplo

Los niños están atentos a lo que Ud. hace y querrán hacerlo también, más si la relación padre-hijo o madre-hija es armónica.

Los adolescentes seguirán las pautas de coquetería y conquista que han visto en sus progenitores, cuando inicien su vida afectiva con sus amigas y amigos de distinto sexo.

Los jóvenes, aun en medio de la rebeldía propia de su edad, desarrollarán su personalidad individual en los cauces dejados por el ejemplo de los padres.

Y los adultos, pasada la etapa del conflicto generacional, retornarán para vivir indefectiblemente como los padres encaminaron su vida de relaciones interpersonales y de pareja, especialmente si llegan a faltar.

Casi ninguno escapa de esta “ley” de la vida. Es impresionante ver cómo se repite una y otra vez el viraje de rebeldía y, tras él, el retorno a las mismas costumbres que se vivieron en el primer hogar: de padres machistas, muchas veces se formarán hijos machistas; las hijas de las madres maltratadas, por un extraño concepto de similitud, casi siempre, y aunque manifiesten lo contrario, buscan esposos que, aunque las hagan sufrir, se parezcan a su padre. Así mismo, los hijos e hijas de padres y madres nobles y llenos de virtudes tienden a encontrar en sus novias y novios esas cualidades; algunas veces fallan en hallarlos y aparece el dolor.

Pero, generalmente, sólo el estudio de estos aspectos unido a una profunda perspicacia por parte de hijos ya maduros puede romper esta cadena. Por eso, el aspecto más relevante en la educación sexual, la principal regla de oro, es el ejemplo.

Aunado a esto, la fuerza de la educación reside principalmente en la vivencia personal. Sólo un padre fiel puede pretender, por ejemplo, que su hijo no se arriesgue a infectarse con el virus del sida o que su hija no quede embarazada durante la etapa escolar.

¿Cómo es posible enseñar principios morales si Ud. no los tiene? Si su hijo ve que Ud. los vive, le será más fácil seguir el ejemplo; igualmente, si Ud. tiene naturalidad, dice siempre la verdad, es decoroso, etc., obtendrá eficacia en la educación de sus hijos.

 

  1. La confianza

¿Cómo lograr que sus hijos acudan a Ud. en caso de duda?

Esto no sucederá si Ud. no escucha con atención lo que su hijo le cuenta acerca de sus cosas, lo rechaza o simplemente si lo ignora, buscando la conversación con otros adultos. Tampoco será posible si, ante cualquier tema un poco “delicado” Ud. se escandaliza.

Para adquirir esa deseable confianza es necesario, primero, el diálogo: hable con su hijo, que su hijo sepa que puede hablar con Ud. de cualquier tema, que tenga la confianza de hablar cuando algo le preocupe. Esto es imposible si los temas que a su hijo le gusta tratar son vanos y superficiales para Ud.; en cambio, si Ud. les da la misma o más importancia a sus cosas que a las propias, encontrará un amigo en Ud. Eso lo llevará a explayarse siempre contándole todo, incluyendo los temas escabrosos, que ya no lo serán.

Es imperante insistir sin descanso en la calidad del trato con los hijos: así como se vio en el capítulo del amor conyugal, el amor paternal y maternal también son sacrificio. ¿Se ha preguntado Ud. cuánto se “sacrifica” escuchando las cosas que sus hijos quieren contarle? ¿le parecen superfluas, intransigentes? Pues a ellos no. Póngase en sus circunstancias: acuérdese de cuando Ud. era niño y quería que sus padres lo atendieran y vivieran con Ud. las emociones de cada descubrimiento, de cada logro, de cada alegría… Si lo hace, ellos podrán contar con Ud. como amigo y Ud. podrá ayudarlos como tal y como padre.

¿Se da cuenta de lo tanto que gana un amor así? Pocos consejos se quedan tan grabados en la memoria de su hijo como cuando hay confianza y, lo que es mejor, la labor educativa no resultará cansona para ninguno de los dos.

Para seguir cultivando esa amistad qué bueno es elogiar los esfuerzos de sus hijos, no sólo los triunfos. A veces los padres pecamos en ese sentido: si el muchacho o la muchacha lucha denodadamente por lograr algo y no lo hace, se sentirá frustrado cada vez que fracase, en cambio, si se le estimula, cada fracaso lo impulsará a seguir luchando, y es probable que por eso sea luego un triunfador. Así que anime en esa lucha, así disminuirá los altibajos, propios de esas edades y lo encaminará rápido a la madurez.

Un muro que a menudo se forma entre padres e hijos es el orgullo de los primeros: cuando un padre cree que el respeto es más importante que el amor y la comprensión, la comunicación se rompe y el trato se basa, a partir de ese momento, en el miedo. Acepte los propios errores: eso le hará ganar confianza, no sólo para que le comunique los suyos a Ud. sin temores, sino para que nunca se sienta desanimado en la lucha, pues sabrá que puede caer como Ud., y como Ud. levantarse.

Calma: el acaloramiento no lleva al bien del hijo, este casi nunca lo acepta y se resquebraja la relación. Si lo llega a hacer aprenda a pedir perdón. Sí, hay que repetirlo muchas veces (esta es otra forma de machismo), él es un ser humano, con una dignidad grande, como la suya.

Nunca critique a sus hijos, critique sus actuaciones, si es menester. Es muy distinto decir: “Qué estúpido eres”, que: “Lo que estás haciendo está mal”, o mejor aun: “estás equivocado”. Lo que más separa a un hijo de su padre es que este no sepa distinguir entre la ofensa y el ofensor: es bueno criticar la acción, es malo criticar a su hijo.

Y otra actitud que ayuda mucho a no romper el hilo filial y paternal es crear lazos de servicio y de responsabilidad: que los hijos sepan que están haciendo una contribución a la familia, que se sientan importantes, casi indispensables.

 

  1. La naturalidad

Para obtener toda la confianza de un hijo, para que haga sus preguntas sobre sexualidad y aun sobre genitalidad a sus padres, es importante subrayarles que las preguntas sobre estos temas son, para los niños, tan normales como las que puede hacer a propósito del día y la noche, de la luz y de la sombra, o cualquier otro tema, puesto que este es un tópico natural, aunque, a veces, los adultos no lo vean así. Y aunque parezca excesivo lo que viene a continuación, no hay mejor manera que contestar a esas preguntas de la misma forma como se hace cuando las preguntas son acerca del día y la noche, de la luz y de la sombra o de cualquier otro tema considerado fatuo o intrascendente, obviamente, con la prudencia de contestar, como se verá en el subcapítulo “F”, adecuándose a la edad, a las circunstancias y al momento.

Lo que no puede olvidarse es que si el tono de la voz o la actitud cambian, si, por ejemplo, ahora sí se le pone atención o si se da una evasiva a la respuesta, se creará en el subconsciente del niño o del joven una sensación de que “algo está mal”, de que “esto tiene cosas escondidas, secretos” o, lo que es peor, pero más frecuente, “esto no lo vuelvo a preguntar a papá o a mamá, sino a mis amigos”.

 

  1. La verdad

Nunca, nunca, pero nunca mienta a su hijo.

En este libro se han descrito someramente todas las respuestas que se deben dar, en forma clara y completa. Delas así: con claridad y con sencillez. Bastará que Ud. lea concienzudamente el contenido para estar listo a contestar sus preguntas, siempre pensando en el bienestar de su hijo.

Tal vez el único tema que no se trató anteriormente, pues no cabía, es el tema de la masturbación, para el cual es necesario, si no se los recuerda, releer antes a los capítulos referentes a los trastornos de la sexualidad.

Se entiende por masturbación cualquier forma de autoestímulo dirigido a obtener excitación sexual, se alcance o no el orgasmo.

El término masturbación, si bien en su origen alude al estímulo manual (de “manus”, mano y “stuprare”, violar), abarca diferentes formas e instrumentos para estimular los genitales.

Algunos postulan que la masturbación es buena, antes de tener relaciones maritales, ya que los espermatozoides “buscan una salida”; de ahí, dicen ellos, las poluciones nocturnas.

En efecto, desde la adolescencia, y a lo largo de toda la vida, se forman en los testículos millones y millones de espermatozoides. En los canales seminíferos que llenan los compartimientos del testículo, los espermatozoides sufren un constante proceso de multiplicación, hasta el punto de que cada mes se crean entre 10 y 30 billones, que, por el canal seminífero, llegan hasta el epidídimo, donde maduran durante unas 72 horas, hasta que ya son adultos para fertilizar. En el epidídimo, por así decirlo, se “almacenan” y quedan en disposición de ser eyaculados. En unas doce horas, aproximadamente, se juntan espermatozoides para tres o cuatro eyaculaciones.

Lo que frecuentemente se desconoce es que cuando el hombre no tiene relaciones genitales, los espermatozoides se desintegran y reabsorben, de modo que el proceso de creación de estos no llega a detenerse nunca, aunque se destruya el excedente.

La masturbación, de hecho, no comporta ningún peligro para la salud biológica del adolescente, pero ya se había visto en los primeros capítulos que el pene es para la vagina y esta para aquel. Significa esto que la masturbación no es natural, es destructora del orden cosmológico y, por ende, de la felicidad personal de quien la realiza, ya que la finalidad de la facultad genital es dejada a un lado para reemplazarla por el goce genital. En este caso, los aspectos psicológico y espiritual no participan de esa acción, dejando así de ser humana.

Por otra parte, la costumbre de masturbarse produce la sensación de que lo genital es únicamente para gozar del placer y, luego, obviamente será más fácil el desarrollo de un machista que elige esposa -si lo hace- para lo mismo: utilizarla como objeto de manipulación y de placer: se han llegado a dar casos de esposos que exigen que ella los masturbe, en vez de tener la relación en forma normal.

Se ha afirmado, con incontables estadísticas, que pasan del 50% los muchachos que se masturban alguna vez en la vida (los índices varían mucho, pero ese es el promedio) y que las muchachas que confiesan haberlo hecho están en un porcentaje cercano al 35%. Con estos datos se aduce que la masturbación es “normal”. En este sentido, es muy importante saber distinguir entre los vocablos “normal” y “común”: las estadísticas no muestran la moralidad de un acto determinado, sino el nivel de degradación de la población estudiada. Baste recordar la historia de las ciudades de Sodoma y Gomorra, en las que lo común eran las relaciones anormales entre personas del mismo y de distinto sexo.

Sin embargo, para la fertilización in vitro y para hacer realidad las madres substitutas, es necesario -al menos por ahora- que el hombre se masturbe (!).

 

  1. La prevención

Con el ejemplo diario, la confianza ganada, una naturalidad a flor de piel y siempre con la verdad, se podrá prevenir en los hijos todos los daños que conllevan los errores de una sexualidad mal llevada: el sida, las otras enfermedades venéreas, los trastornos por falla en el aseo de los genitales, la impotencia y la eyaculación precoz en los varones, la frigidez, la dispaurenia y el “vaginismo” en las mujeres, los desórdenes producidos por el desafuero genital -tan graves-, la homosexualidad, la violación y hasta la prostitución.

Los niños y los jóvenes están siendo objeto de un bombardeo gigante en contra de la labor paterna y materna por parte, no sólo de los medios de comunicación y de publicidad, sino de escritos y conversaciones de muchas fuentes, incitándolos a que violen los principios que los guiarían hacia su propio concepto -valioso- de dignidad individual y a unas relaciones interpersonales verdaderamente humanas. Es por eso que todo lo que Ud. les informe de primera mano -con muchísima naturalidad-, cada vez que se presente la oportunidad será beneficioso en sumo grado para ellos. Piense que en el peor de los casos estará “haciendo contrapeso” a la información muchas veces errónea y denigrante que le llega por otros medios.

En ese sentido, desde la más tierna edad, acostúmbrelos -con delicadeza y amor- a pensar que no todo lo que se presenta en la televisión es bueno. Es verdad que el cine, la prensa escrita y aun la radio influyen también, pero esa “compañía”, ese “amigo” dentro del hogar, es capaz de lograr mucho enriquecimiento personal mucho daño. Son innumerables los estudios que, en forma seria y carente de todo interés, han mostrado el poder destructivo de este pequeño aparato: un gran porcentaje de asiduos televidentes infantiles se convierten en seres perezosos, abúlicos, y lo que es peor, prestos a la promiscuidad sexual y a la violencia. Sería interminable hacer una lista de todos los aspectos en los cuales la televisión “suple” a los padres en la educación, arrebatándoles, sin que se den cuenta, ese derecho y ese deber.

Tampoco todas las amistades son buenas. Las costumbres y el criterio de moralidad de los amigos deben ser lo más parecidos a los que se les quiere infundir a los hijos. En verdad esto a veces es difícil de evaluar, pero una pequeña conversación inicial con ellos dará una pauta, al conocer sus costumbres y sus ideas. Más adelante, al irlos conociendo mejor, se podrá decidir sobre la conveniencia o inconveniencia de la amistad con ellos. Para esto se necesitan dos cosas: tener tiempo disponible e invitarlos a la casa. Alguno dirá que eso es mucho, pero la educación de los hijos exige tiempo y dedicación, es decir, una pequeña cuota de sacrifico, o lo que es lo mismo, amor.

De otro modo, las amistades inconvenientes podrán influir negativamente en los fines que los padres se han propuesto, antes que aumentar su “cultura”, como algunos creen, en un exceso de “amplitud”, siempre mal entendido.

En ese sentido, los compañeritos bruscos, sin modales, que usan malas palabras en su lenguaje diario, que no saludan a los mayores, que no tienen cuidado con los juguetes o que no agradecen las atenciones, son los que probablemente influirán negativamente a sus hijos. Entre los mayores, los que tienen vicios, a los que les gusta trasnochar, el licor, las drogas, las películas pornográficas… deben estar, obviamente, fuera de la lista de los futuros amigos de sus hijos.

 

  1. La prudencia

Todo intento por educar debe estar a la altura de los jóvenes: que se adecue a la edad, a las circunstancias y al momento.

Cada una de las etapas de crecimiento y maduración tiene sus propias peculiaridades aunque, como en la biología, hay mucha disparidad entre los muchachos de la misma edad, entre las generaciones y de acuerdo con las experiencias vividas por cada uno de ellos.

En rasgos generales, extractados de todo el bagaje de conocimientos de la psicología evolutiva, estos son los aspectos de la sexualidad en los que debe estar preparado todo padre con antelación:

 

  1. Etapa del nacimiento a los 5 años de edad

Si la presencia de la madre es importante desde los primeros meses de vida hasta después de la adolescencia, lo es de modo muy particular durante el segundo año. Así se desarrollarán sus relaciones afectivas con quien cuida de él. Este trato asiduo le dará la imagen materna y, a la vez, femenina.

Esta etapa de la vida es crucial para el desarrollo psicológico del niño: las estadísticas prueban que de la ausencia de la madre pueden surgir las inclinaciones a una vida anormal.

A los tres años, aproximadamente, aparte de ser la etapa del egocentrismo (se está conociendo a sí mismo, antes de “salir” de sí para conocer a los demás), se inicia el autoconocimiento de sus genitales y el de los niños del otro sexo. Por fin, el desnudo adquiere importancia y aparecen la natural curiosidad y algunas sencillas preguntas que requerirán respuestas sencillas.

Al mismo tiempo la manipulación de los genitales -especialmente en el hombre, por ser más protuberantes- será un gesto normal (nunca se le debe llamar masturbación, aunque genere cierta erección producida por unos valores mínimos de testosterona presentes en el torrente circulatorio), al que no debe dársele relevancia. Dado el caso de que se le encuentre accidentalmente manipulando sus genitales, bastará con que se le hagan juegos o cosquillas que distraigan su atención. Pero para lograr un mejor control de esta actitud y no se convierta en hábito, conviene que los niños permanezcan con sus calzoncillos puestos aun cuando esté empijamado y que estos sean de los que se ajustan a su cuerpo. De nuevo, recuerde los conceptos de naturalidad y de confianza.

No se sorprenda si encuentra que, alrededor de los 3 años, haya un poco más de afinidad de los niños con su mamá y de las niñas con su papá e, incluso, que en sus juegos, a veces uno haga de papá y otras de mamá: es, por el contrario, la conducta regular.

Hacia los 3 años es, precisamente, cuando la imagen del padre se fortalece. Con respecto a la formación, si durante toda la vida la presencia del padre es importante, lo es más en esta etapa: el incipiente concepto de feminidad (y de maternidad) ya someramente asentado se refuerza ahora con la presencia del otro sexo, a quien comenzará a distinguir. La imitación, feliz coincidencia, se inicia también en esta etapa; así que la identidad de los niños varones será más fácil. En la niña también sucederá esto, pero hacia la madre, a quien ya identificó un año antes, como se acaba de decir.

El apego a las personas se hace más evidente por estas épocas, y el ambiente que lo circunda se encarga de producir para siempre una marca en ese sentido. Es en este momento cuando la participación en sus juegos y pequeños intereses crea lazos de unión definitivos en la vida afectiva de los niños que podrán ser utilizados desde ya en su proceso educativo, pero que cada día que pasa se harán más y más importantes. No puede dejarse de lado el cariño que los padres den por medio de caricias y frases cariñosas. También los caprichos suelen incrementarse y por eso conviene no dejarse manipular por ellos.

El quinto año está marcado por la sociabilidad con sus amiguitos y esta dejará una huella indeleble en sus relaciones interpersonales. Otra vez es importante la presencia de uno de los padres, para colaborar en sus juegos y encauzar sus molestias pasajeras. Al mismo tiempo, aparecen los primeros rasgos de moralidad: mentiras, secretos, conciencia de propiedad, etc.

En resumen, se puede afirmar sin temor a equivocaciones que los primeros 5 años son básicos: todo lo que Ud., como educador de sus hijos, siembre durante esta etapa quedará como semilla fértil para toda la vida. Por eso adquiere una importancia

 

  1. Desde los 6 años hasta antes de la pubertad

Este período es variable y comprende unos 6 ó 7 años, aproximadamente. La pubertad, como se dejó claro en el capítulo II, se inicia a los 11 ó 12 años de edad, aunque puede haber variaciones grandes y aparecer desde los 9 hasta los 15 años. Por eso este período no puede quedar encasillado por un guarismo.

Estas épocas se caracterizan por una relativa calma en los instintos mientras que la curiosidad sobre los temas genitales, aunque decrece algo, permanece latente.

Es preciosa la oportunidad para formar a los hijos en todos estos aspectos, especialmente durante los últimos años, en la llamada prepubertad, antes de que irrumpan las hormonas. Conviene que, sin forzar las situaciones, el niño reciba la mayor cantidad posible de información de los padres durante esta época. Aquí es necesario recordar todos los criterios que, a propósito del dominio de la razón y la voluntad sobre los instintos, se dieron en este libro con antelación, porque es el momento en que se deben hacer explícitos: dentro de poco se sentirán con fuerza esos instintos y es necesario, para su propio bien -hay que recalcárselo-, que puedan dominarlos.

Los miramientos y tocamientos entre niños de distinto sexo, el jugar al “doctor” serán raros o inexistentes en estas edades si la presencia de la madre y del padre es patente: un padre que los ama y se los demuestra, y que a la vez piensa y actúa varonilmente, y una madre que también está presente en la vida de sus hijos con el cariño vívido -y no teórico- y que sea suave y femenina sirven más que cualquier explicación sobre la forma correcta de una sexualidad sana.

Ahora, si se llegasen a presentar esos miramientos y tocamientos, no los desapruebe: ¡aprovéchelos para educar! es el momento más adecuado.

La medida exacta para saber que ya se puede hablar de prepubertad son los cambios psicológicos: para hacer más evidente su aspiración a una mayor independencia de juicio y de comportamiento, los muchachos adoptan una actitud crítica respecto a sus padres y hay una oposición más o menos abierta a la autoridad: es ahora cuando dejan de ser infalibles los padres, aparecen la desenvoltura en el trato con ellos y la independencia. Les parece muy bueno hacer lo contrario a lo que ellos recomiendan. Son signos normales de esta etapa -tampoco deben alarmar- la poca socialbilidad, la incapacidad para buscar compañía y para gozar de las diversiones que los padres creen normales para esa edad.

Esta rebeldía se hará cada vez mayor hasta no querer aceptar razones.

Los padres deben adecuarse a esos cambios y ser un poco tolerantes para no perder, ni ahora ni más adelante, las riendas de la educación. La serenidad es la palabra clave: si el padre logra superar con éxito esta etapa, el esfuerzo del muchacho le servirá de entrenamiento para las “luchas” posteriores, más difíciles.

La atención que prestan a los padres en el tema de la sexualidad, dada su innata, sana y sencilla curiosidad, seguirá siendo grande si se ha establecido confianza, como se expresó en el subcapítulo “B”. En ese contexto, todavía no se le ha dado la suficiente importancia al deporte en familia: compartir la distracción, el solaz y hasta la competencia con los padres estimulará no sólo la confianza que se tenga con ellos, sino que hará que las energías se aprendan a encaminar adecuadamente. Además, la alegría y el esparcimiento favorecerán un clima propicio para el diálogo espontáneo.

No añadir a esto que la alegría familiar es fundamental, sería dejar a un lado el mejor aliado de los padres: si desde la prepubertad el niño asocia la compañía de los padres con la alegría, siempre tenderá a estar junto a ellos y esto será lo mejor para él en las etapas siguientes, la pubertad y la adolescencia.

 

  1. La pubertad

La pubertad es, por definición, la primera fase de la adolescencia en la cual se producen las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta.

Durante esta etapa se presentan cambios orgánicos ya suficientemente descritos que implican a su vez cambios psicológicos, y es la época de la vida en la que las relaciones humanas, es decir, la sexualidad propiamente dicha se desarrolla.

Al muchacho y a la muchacha les sucederá todo lo que se vio en la prepubertad, pero de un modo más intenso. Para ellos todo es nuevo y más difícil, se hace patente el conflicto generacional, aparece la libido y con ella, todos los riesgos de los que se ha hablado.

Si el joven ha aprendido a seguir ciertos parámetros -como el que se diera para la televisión y para los amigos-, si ha aprendido que la voluntad y la razón, en el ser humano, son las que gobiernan los instintos, si la verdad y la confianza han guiado las relaciones familiares, si el amor es el valor más importante de la familia, todo será más fácil. Ahora, por ejemplo, comienza el riesgo de la masturbación y de las relaciones prematrimoniales, dañinas para él, para su pareja, para la concepción que vaya a tener sobre la mujer, pero sobretodo para su identidad psicológica, ya que él debe madurar primero, enriquecerse, y así pueda darse a una persona, ya que no es posible dar lo que no se tiene.

Cabe aquí hacer un llamado de atención sobre la creencia infundada de que los colegios mixtos proporcionan mayor capacidad de maduración personal a los muchachos por la relaciones interpersonales que se pueden tener con personas de distinto sexo: es verdad que la timidez es frecuente en los que crecieron en colegios de jóvenes del mismo sexo cuando ingresan a la universidad o empiezan a laborar, pero también lo es el hecho de que antes de salir de sí mismo, es necesario madurar primero: así como el chiquillo de 3 años (ver atrás) es egocentrista porque se está descubriendo, el adolescente suele estar buscando su identidad, produciendo con ello los errores y fracasos propios de esa edad; esto hace que la capacidad de relacionarse con personas de distinto sexo esté muy inmadura y que en ella se cometan aún más fallos que en otros campos. De hecho, las investigaciones estadísticas con sólido método científico muestran un índice mayor de homosexualidad y de abortos en los colegios mixtos. Esto no quiere decir que tener los hijos en colegios mixtos sea malo: en ellos hay muchos niños y jóvenes buenos y sanos. Pero si se tiene la oportunidad y se puede elegir con facilidad uno que sea unisexo, mejor.

La pubertad marca para los educadores y padres la fecha en la que se deben tratar los temas sobre paternidad responsable, sida y otras enfermedades, anticoncepción, afectividad y homosexualidad. Recuerde que hablar antes siempre es mejor y que, dependiendo de quién habla primero, habrá mejores resultados y la felicidad del joven será más expedita.

 

  1. La adolescencia:

Definida como la edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo, la adolescencia, es todo el proceso de maduración sexual.

Todos los experimentos científicos han aportado datos que concluyen que el desarrollo intelectual es el rasgo característico de la etapa que sigue a la pubertad. Conjuntamente, la vida afectiva e imaginativa tienen su mayor crecimiento. El muchacho descubre la comunidad, su psicosexualidad se desarrolla, aparece en su ámbito la vida sentimental -todo esto de acuerdo a cada sexo- y las preguntas trascendentales se convierten en el tema principal de su vida: ¿De dónde vengo, para dónde voy y qué he venido a hacer en esta tierra? Si estas respuestas no son contestadas, dentro de pocos años se tendrá un hijo al cual la vida se lo ha llevado “por delante”: estará enfrascado en la rutina diaria y el afán por el dinero y, en general, por lo material habrán hecho de él un robot sin destino y sin ilusiones. Concomitantemente la libertad es otro tema que le apasiona y del que pueden conversar progenitores para mantener un lazo de unión útil y, por qué no, para aprender también.

La apertura, la espontaneidad, el ser confiados e idealistas, marcan este período de maduración que, sin embargo, es un proceso de acomodación que deja una huella muy profunda en la personalidad del individuo. Consecuentemente, los fracasos serán más comunes que en cualquier otra época de la vida y es entonces cuando el apoyo discreto del padre del mismo sexo se convertirá en “acicate” para su desarrollo armónico.

Por esta época, el joven es más sugestionable y dado a la fantasía. Esto, bien encauzado, será de mucha utilidad en ese “encontrarse a sí mismo”. ¡Cuánto le puede ayudar el padre, si se siguieron los consejos descritos arriba! Pero si no, se convierte en el ser más extraño para su vida. Desgraciadamente esto es así con mucha más frecuencia de lo que parece.

En el campo del descubrimiento de la propia identidad psicológica y emocional es menester que los padres se “alejen” prudentemente dejando de lado los consejos y las súplicas para que sea mejor en determinado aspecto: lo que Ud. no le enseñó antes, ya no se podrá hacer ahora. Si intenta persuadir al muchacho, estando más a flor de piel su inestabilidad y su “rebeldía”, encontrará más rechazo y cada vez será más poco lo que pueda ayudar. En cambio, la sensación que nace de ese “alejamiento”, entre comillas, porque Ud. estará al tanto para ayudarle con preguntas y con cuestionamientos personales, como se hace con un adulto, es para el joven un aliciente muy grande en el trato con sus padres: “mi papá (o mi mamá) me valora”, “ya no soy un niño” y “qué bello contar con el respeto de mi papá (o de mi mamá)”. Creando ese ambiente y con prudencia ¡cuánta labor se puede realizar!

 

  1. Siempre

Si el tema correspondiente a cada etapa no se ha tocado al ir finalizando la misma, convendrá que se propicie la conversación libre con el hijo.

Las circunstancias podrán hacer variar también los momentos en los cuales conviene hablar de algún tema específico. Por ejemplo, si uno de sus hijos está en la etapa de noviazgo, en un momento oportuno, con cariño evidente y sin forzar la conversación (por ejemplo cuando se hable de la novia o del novio), además de lo que se dijo en los capítulos del amor y de la entrega, se puede inducir una conservación sobre la dignidad personal, sobre la entrega total y verdadera en el matrimonio, de cómo evitar las ocasiones con prudencia, diciendo por ejemplo que si un hombre y una mujer se aman verdaderamente, sería tonto permanecer solos en un lugar, pues se arriesgarán a perder esa felicidad que buscan, por un deleite pasajero (recuérdese lo que se dijo acerca de las relaciones prematrimoniales).

En el caso de encontrar pastillas anticonceptivas en el bolso de una hija de 16 años o menos, es conveniente que los padres hablen con ella no para recriminarle su conducta, sino para conocer su postura ante la sexualidad y las razones que tiene para tomar anticonceptivos. Con una prohibición tajante no se suelen conseguir buenos resultados y, por el contrario, se induce a seguir actuando como antes, pero con más precaución para no ser descubierta.

Sin embargo, no solamente no es perjudicial, sino que es bueno que los adolescentes tengan noviazgos: sólo así aprenderán más fácilmente lo que es el amor y, además, podrán elegir con más sabiduría, antes de entregarse del todo con quién van a compartir el resto de sus días y a quién van a escoger como la madre o el padre de sus hijos.

Los siguientes son los criterios que hacen humana -no solamente animal- la relación de pareja en los adolescentes:

  1. Disciplina de los sentidos y de la mente.
  2. Prudencia atenta a evitar las ocasiones.
  3. Guarda del decoro (ver enseguida).
  4. Moderación en las diversiones.
  5. Ocupaciones sanas.

En resumen, tratar de hacer felices a los hijos es educar en una voluntad firme y dominio de sí, donde la razón supera al instinto.

 

  1. El decoro

Los hombres quieren ser masculinos: caminar, sentarse, vestirse y hablar como tales, tener sentimientos y gestos de hombre, amar como hombres… y esta actitud es la que gusta a las mujeres.

Del mismo modo, la mujer desea ser femenina: rostro femenino, cuerpo curvilíneo, voz, caminado y gestos finos y delicados, y eso atrae a los hombres.

A la gente le gusta mostrar eso, es decir, le gusta mostrar la sexualidad (no la genitalidad): a través del maquillaje, cremas, ejercicios, dietas, baños de sol, masajes y hasta sauna y baños turcos, las mujeres enriquecen esos atractivos femeninos. Los reinados de belleza son un claro ejemplo de eso. El hombre también hace ejercicio y se siente orgulloso de su masculinidad. El niño o el joven trata de desarrollar la musculatura y de mostrar que es el más fuerte, el más rápido, el más hábil… Entre los adultos existen los concursos de cultura física (“Mister Universo”).

Casi no hay quien no se fascine cuando le dicen que es “sexy”. Un hombre que tiene voz muy fina se siente mal, lo mismo que una mujer con bigote.

Conclusión: los seres humanos gustan de mostrar su sexualidad, pero existe un profundo recato para mostrar la genitalidad. En la playa o en la piscina no hay óbice al mostrar la espalda, las piernas, los brazos… pero nos da pena nuestra desnudez total: los órganos genitales no son distintos de los demás órganos, son parte de nuestra naturaleza, pero hay algo que hace que los cubramos: las mamas de una adolescente son cuidadosamente cubiertas por ella apenas hacen su aparición. Los niños sienten que deben hacer lo propio con sus genitales…

¿Por qué?

La única diferencia que existe es que los órganos genitales no son para nosotros: el corazón bombea sangre oxigenada a través de las arterias a todo el organismo para mantenerlo vivo y también a los pulmones para que se oxigene, el páncreas ayuda, como la vesícula biliar, a la nutrición, los dientes trituran los alimentos para ser deglutidos con facilidad, los músculos nos movilizan y nos permiten hacer lo que queremos, el cerebro piensa gobierna y dirige nuestras acciones, las glándulas producen líquidos útiles para nuestro organismo… todo es para nosotros mismos. Pero los órganos genitales son para entregarlos a otro cuando el amor llega a nuestras vidas y, además, para producir otra vida; hasta las glándulas mamarias son para dar el alimento inicial a esa nueva vida, en fin, lo genital es para otros seres. El hombre tiene tetillas, pero no las cubre ni se siente mal si las muestra, porque no sirven para nada.

Cubrimos nuestros genitales porque los reservamos para alguien muy especial, para el más especial de todos. Son el misterio de esa entrega: la palabra misterio viene del griego “myo”: escondido, oculto, cubierto. Ellos participan de una manera muy especial de la intimidad y son para la donación personal, para la entrega total, incondicionada.

Todo esto es lo que se llama decoro y que tradicionalmente se ha llamado pudor, modestia y otros apelativos.

Y como es tan natural, tan humano, tan propio de nuestros seres, no debemos temerle ni rehuirle: está para proteger nuestro “misterio” y darle la dirección que queramos.

Esa protección que da es algo inconmensurablemente útil en la educación de nuestros hijos: será lo que los proteja para que encaucen su genitalidad y su sexualidad adecuadamente, y así, sean felices.

Para proteger ese tesoro personal, se les explicará, es necesario el dominio propio. Con él se obtendrá la fuerza que les evitará todos esos males, como el embarazo a destiempo, el sida y las otras enfermedades, la esclavitud de las pasiones…

Esta es la mejor forma de hablarles del error que significa asistir a espectáculos de nudismo o a campos nudistas.

Pero esa fuerza les será difícil desarrollarla sin el ejemplo de los padres: si Ud. -padre o madre- tiene que luchar, por ejemplo, siguiendo los métodos naturales del control de la fertilidad, tendrá autoridad para hablarle de fortaleza, que es la única forma de resistir a las presiones. Recuerde: si Ud. sabe decir que no, ellos lo podrán hacer más fácilmente.

Pasando a otro tema colindante, ¿cómo es posible que un muchacho se enamore de una niña, si esta le muestra constantemente sus piernas con minifaldas altas? ¿o las formas de sus nalgas con pantalones ceñidos a su cuerpo? ¿o parte de su pecho con escotes pronunciados? Es seguro que se enamorará de su cuerpo, no de ella. O, como decíamos, de una parte de su cuerpo.

Las mujeres deben aprender a tener la suficiente coquetería para levantarles la mirada a los hombres: que las miren a sus ojos, a su alma… que se enamoren de la persona, para que nunca las dejen cuando acabe la pasión, cuando acabe el placer… cuando acaben los atributos.

Llegará una época, si la mujer quiere, en que el mundo cambiará: de ellas depende que se acabe el machismo, que se acabe el hedonismo… Sólo ellas pueden hacerlo.

También hay que hablarles de los peligros de un mal entendido erotismo artístico y de la pornografía: ¡cuánto bien se haría la humanidad a sí misma si todos los medios de comunicación que tienen tendencias en ese sentido dejaran de comprarse o de encenderse!

Una última aplicación práctica de estos conceptos es lo referente al desnudo en la familia: ni pecar por exceso pensando que es imposible que los hijos vean a sus padres desnudos, ni por defecto creyendo que no debe haber el más mínimo recato. Es decir, no tiene nada de malo que las niñas se bañen con mamá y los hijos con papá, si esto ahorra tiempo o dinero; es más, esto incrementará la inclinación del niño a su propio sexo en un ambiente natural y familiar, exento de todo mito tonto y de desinterés absoluto por el decoro.

 

 

  1. LOS 3 ERRORES MÁS FRECUENTES

 

Se han visto los aspectos positivos en la educación de los hijos, es decir, las virtudes que deben tener padres y educadores. Ahora se hablará de los defectos que más se suelen cometer, esto es, de aquellos casos en los cuales se sabe que hubo alguna falla en la educación del adolescente.

¡Cuántas veces se ha oído de los padres la queja de que ellos no fueron entrenados para educar a sus hijos! Y así es efectivamente. Son muchos los errores que se cometen, y en verdad duelen, porque un yerro cometido contra uno mismo se puede rectificar, pero uno que va a dañar a los seres que más se quiere ataca constantemente la conciencia. Más aún sabiendo que ellos están en proceso de crecimiento personal y que cada error puede significar algo que se perpetúe para toda su vida.

Conocer los defectos más comunes con profundidad dará a los padres uno de los mejores medios para no caer en ellos.

 

  1. El conflicto generacional

Frecuentemente se encuentran padres que dicen tener dificultades en la educación de sus hijos, ya que, según ellos, existe un conflicto generacional que significa, a grandes rasgos, que las dos generaciones tienen muchas diferencias (que parecen irreconciliables), que por eso el diálogo es casi imposible y que “en nuestra época no se veían esos desmanes juveniles”.

Estas afirmaciones no están lejos de la verdad. Pero no se trata ahora de hallar al culpable. Ya sabemos que los muchachos pasan por una época difícil, pues su organismo se está adecuando a las hormonas y a una cantidad inmencionable de novedades psico-emocionales. Además de eso, ya que las preguntas trascendentales -de dónde vengo, para dónde voy, qué hago en esta tierra, etc.- afloran para estos días en sus mentes, el hecho de ver el mundo en tan malas condiciones les hace pensar que la(s) generación(es) anterior(es) es(son) la(s) causantes de ese fracaso y, lo más sorprendente (para los padres), que ellos ahora sí tienen la solución.

Como los padres ya pasaron esas etapas, muy a menudo desprecian sus ideas o las escuchan dándoles poca importancia, máxime si se trata de un padre al cual la vida de trabajo y el apremio por la consecución del sostén diario se no lo “dejaron” seguir pensando en las respuestas correctas a esas trascendentales preguntas.

Conviene entonces buscar los aspectos en los cuales pueden cambiar los padres -al fin y al cabo son más maduros y pueden hacerlo- para ayudar a que ese choque sea menos fuerte o, de ser posible, no exista.

El primero de ellos es que solemos olvidar que, de jóvenes, tuvimos nuestro propio conflicto generacional: recordémoslo para refrescar que, guardadas las proporciones de la época y de las costumbres reinantes, también produjo desasosiego en nuestros padres: cuando éramos jóvenes fuimos también rebeldes –¡como nuestros hijos!– y tuvimos pensamientos similares. La mayoría de las veces no hay mucha diferencia, no nos sigamos engañando. Es una disculpa, casi siempre, creer que “nunca llegamos a esos extremos”: ¿No fueron estas u otras parecidas, alguna vez, las palabras de nuestros progenitores, aun cuando se hablara de nuestro hermano rebelde o de los primos o de los vecinos…? Hoy ¡por fortuna! es más fácil que un joven se exprese libremente, que diga lo que siente, ya que eso abre las puertas del diálogo si se sabe aprovechar la circunstancia.

Entonces, lo primero que debe hacer un padre es aceptar el conflicto, no tenerle miedo y buscar un medio para la comunicación.

Lo segundo que puede ayudar es adaptarse a los tiempos: cada generación, en promedio, dura veinticinco o treinta años. Esto significa que cada siglo hay aproximadamente tres o cuatro generaciones: ¿cuántas diferencias no habrá cada vez? No es para menos. El sólo hecho de que haya nueva tecnología y adelantos científicos crea nuevas costumbres, nuevos modos de ver la vida…

Por otro lado, si se analizan las generaciones, se verá que todo viene y todo vuelve: muchas veces aquellos aspectos contra los cuales lucharon nuestros abuelos son ahora repudiados por nuestros hijos. Las banderas que nosotros enarbolamos para nuestra lucha generacional serán desempolvadas por nuestros nietos para vencer a los supuestos “enemigos” del mundo. Es que en muchos aspectos cada generación joven piensa siempre que el camino adecuado es el contrario al llevado por sus antecesores.

También es bueno que los padres sepan que las maneras de vestir, peinarse, crear y oír música, caminar y en algunos casos de comportarse… son accidentales. Lo trascendental, lo que durará para siempre, será lo que hayamos sembrado con nuestro ejemplo y con nuestra palabra en sus años más mozos hasta la pubertad y, más que en ninguna otra etapa, en los cinco primeros años: cuando hayan terminado sus estudios universitarios, cuando lleguen a la edad adulta, cuando se casen y formen un nuevo hogar, y especialmente cuando tengan hijos, florecerán todas esas plantas que la vida desarrolló en ellos de las semillas que sus progenitores dejaron. Y si los padres llegaran a faltar, esos recuerdos les llegarán tan profundos que los impulsarán más a ser iguales en la moral y en los valores fundamentales.

El tercer punto, y quizá donde hay más fallas por parte de los padres, es algo que ya se dejó escrito en el capítulo anterior: la falta de verdadera amistad y de unión real con el hijo: compartir sus ilusiones y desilusiones, sus triunfos y sus fracasos, sus alegrías y sus tristezas, sus luchas, sus intereses… ¡su vida! Esto es lo que más une y, por tanto, lo que menos conflicto generacional crea. ¡Si al menos se les pusiera la misma atención que a nuestros amigos, vecinos, familiares y conocidos, cuánto habríamos ganado!

Pero eso es necesario ponerlo en práctica desde la niñez.

Cada vez que a cada “Papá” contestamos “Ahora no, hijo…”, debemos hacer de cuenta que pusimos un ladrillo entre él y nosotros. El peligro es que un día los ladrillos no nos dejarán verlo.

En este contexto adquiere relevancia aceptar que el muchacho o la muchacha crecieron: ese es el cuarto punto en que podemos mejorar. En el plano psicológico, durante la adolescencia se presenta una evolución que, a menudo, resulta problemática: aparecen los primeros deseos de independencia y libertad no siempre comprendidos por los padres quienes a veces se resisten a aceptar que su hijo ha dejado de ser un niño. El adolescente busca entonces su seguridad en un grupo formado por personas que están atravesando la misma etapa. Paralelamente descubre la belleza de su propio cuerpo y empieza a interesarse por el sexo opuesto. Muchos adolescentes adoptan una conducta impasible y conformista en unas ocasiones, mientras que en otras se muestran violentos y contestatarios, sin estabilizarse hasta que alcanzan la edad adulta.

El quinto aspecto es la comprensión: la disminución del rendimiento académico, por ejemplo, es, siempre que no se prolongue, un paso normal en la evolución psicológica del adolescente. Como lo habíamos visto, todo muchacho, a medida que va dejando atrás la infancia, se ve asaltado por una serie de vivencias nuevas que, con frecuencia, desenfocan los objetivos que hasta entonces tenía marcados. Es lógico que los estudios se resistan en alguna medida, ya que para el adolescente tiene mayor interés la amiga que conoció en la última fiesta, o la excursión que piensa hacer el próximo domingo, que la escuela y los libros. Es aconsejable que los padres que se enfrentan con este problema adopten una actitud comprensiva -aunque no permisiva- y procuren conocer las preocupaciones e intereses de su hijo.

Por último, aunque ya se habló de ello en el capítulo precedente, no juzgue a sus hijos nunca: si lo hace, sepa que ha puesto entre diez y cien ladrillos entre él y Ud.

Desde el comienzo, juzgue, si conviene para su formación, sus actuaciones, no su ser: él nunca es malo, a lo sumo, está equivocado.

 

  1. La abstracción

Algo que quizá no sepan muchos padres, o que se les olvida, es que la mujer puede hacer más fácilmente abstracción psicológica, mientras que al hombre le es más asequible la intelectual.

Eso significa, en palabras más sencillas, que la mujer es mucho más delicada -tiene mejor “tacto”- para percibir el aspecto psicológico: si, por ejemplo, se cuenta una historia sobre un accidente de aviación, automovilismo o acerca de un tren descarrilado, estará más propensa a “sentir” el dolor de los ocupantes, de los parientes de las víctimas o la angustia de quienes se salvaron heridos, aun cuando se trate de extraños… Es por eso que algunos afirman que la mujer “tiene mejores sentimientos”.

Realmente no es así. No es que uno sea mejor que otro, sino que cada uno tiene las peculiaridades propias de su ser.

Y si el hombre la comprende y ella hace lo propio con él, habrá mayor compenetración.

Así mismo, el hombre abstrae más cómodamente las cosas intelectuales: es frecuente encontrar en las pruebas psicológicas una atracción preponderante en ellos por la forma como funciona una máquina, mientras que a la mujer poco le importa esto, le basta saber para qué sirve, cómo se usa y que funcione.

Otra vez, aunque suene repetitivo, debe comprenderse que esto no hace mejor al hombre que a la mujer: son formas características de cada sexo en el aspecto psicológico. El hecho de que la ciencia y la tecnología cautiven a más hombres no es sólo causado por el aspecto cultural, y si hay hombres que no demuestran sentimientos tan refinados y delicados, o no los tienen, obedece esto en parte de su masculinidad, aunque la educación o el ambiente cultural influyan también.

Esto no puede llevar a afirmar que un hombre delicado y refinado sea menos masculino o que una mujer con tendencias y aptitudes científicas o filosóficas sea menos femenina, sino que, en términos generales, las estadísticas (con excepciones que siempre confirman la regla) muestran características frecuentes en determinado sexo, que no lo definen nunca.

Tampoco se debe comparar: somos distintos, no malos o buenos (o malas o buenas). Por fortuna, todos tenemos defectos y cualidades. Comparar o compararnos dejará siempre la sensación de que hay seres humanos de diferente categoría, con lo cual, el valor de la dignidad humana estaría siempre en entredicho y tanto el alabado como el denigrado empezarán a sustentar su estabilidad psicológica en algo accidental, en algo superficial. En estas condiciones no se tendrá la capacidad de respetar a los demás y nunca habrá paz.

Pasando todos estos pensamientos a la educación de los hijos, los padres deberían pensar unos segundos, antes de cada frase, con quién están hablando: ¿es con una niña o una adolescente? ¡Cuánto le ayudará, especialmente si conoce bien a su hija, recordar lo de la abstracción psicológica! ¿Se trata de un muchacho? A probar su habilidad para racionalizar con él y para adaptarse a su propia psicología. Sonará tonto decirlo -pero qué frecuente es no tenerlo en cuenta- que al padre le resulta más difícil “llegar” a su hija y a la madre “tocar en lo más íntimo” a su hijo varón.

De ahí se desprende la máxima -tan desvalorizada hoy- pero que tanta falta hace a las familias: el mejor amigo de un niño es su papá, y la mejor amiga de una niña será siempre su mamá; sólo así será posible que el mejor amigo de un adolescente sea el padre de sus mismo sexo, para que el proceso de la educación sexual tenga todas las facilidades.

 

  1. La dignidad de la mujer

El machismo, propiciado, como se ha visto, por ambos sexos, ha vilipendiado a la mujer hasta el extremo de usarla como medio de propaganda, ya que al no poder desmembrarla para usar únicamente su cuerpo, se la está utilizando toda ella.

Esto debe acabar.

Es imprescindible iniciar una lucha por formar hacia la dignidad, especialmente la dignidad de la mujer: si la mujer está demeritada, la sociedad estará enferma; si la mujer está prostituida, la sociedad estará destruida; si la mujer se ha dignificado, la sociedad resurgirá, porque su moral se engrandecerá y esas características femeninas reverdecerán el ámbito donde se desenvuelve, haciéndolo más digno.

No sólo el valor de la mujer está minado: lo está también el valor de las madres.

Por su fortaleza, la madre es muchas veces el centro de la agresividad de todos los miembros de la familia, incluido el esposo, y las tensiones externas suelen proyectarse sobre ella. El padre, por el contrario acostumbra a inspirar más respeto y su autoridad se hace notar, en rasgos generales, más que la de la madre.

Debe favorecerse el cambio:

Lo primero que hay que preguntar es cuánto de culpabilidad tiene la misma mujer.

Ya se había dejado postulado cómo un hombre comienza a encapricharse con el cuerpo de su mujer, cómo favorece la mujer este gran error, cómo esa costumbre está tan arraigada en las sociedades más machistas y cómo se la debe combatir.

Pero a eso debe agregarse que todas las frases (generalmente dichas sin cuidado) que aceptan en sí mismas tácitamente el machismo, lo favorecerán.

Si salen de los labios del padre son malas, pero dichas por la mamá son casi un dogma; y la peor de todas estas es la que a veces dicen a sus hijas: “cuando seas grande debes ser igual al hombre, debes luchar para estar a su altura”. Sorprende, ¿no? Parece más bien una frase anti-machista, pero no es así, puesto que sienta el precedente de que la mujer está en un plano inferior.

¿Cuándo se hará consciente la mujer de que su valor y su dignidad son casi infinitas?

Acabamos de decir que no se deben comparar el hombre y la mujer. Pero, ¿y si lo hiciésemos…?

¿Tiene el hombre la potestad de engendrar? ¿lo dotó la naturaleza para darle vida a su hijo durante nueve meses? ¿puede amamantarlo?… Conclusión rápida: la mujer es más que el hombre, desde el punto de vista biológico.

¿Suele tener el hombre la ternura que tienen las madres para cuidarlo? ¿su delicadeza? ¿su fineza por el detalle? ¿su fortaleza para dar? ¿soporta tanto como ella las incomodidades?… Psicológicamente la mujer también es más.

Espiritualmente sí son iguales.

Es un yerro comparar, pero así se ve más claramente el error garrafal del concepto que de sí misma tiene la mujer cuando piensa que es menos que el hombre. Trabajando a su lado, siendo tan profesional como él (o mejor), ganando aun más que él, superándolo en los puestos de trabajo, en la calidad y en la cantidad de su labor… ¡está poniéndose a su altura, que es menor!

Ya era mejor. ¿Por qué descender?

Lo prueban los gerentes de las empresas: sus mejores empleados son mujeres, y más si han sido abandonadas por sus esposos, con sus hijos, obviamente. A propósito: ¿por qué casi nunca el padre se queda con los hijos? ¿por qué casi nunca lucha por encargarse de ellos? No siempre es porque los ame menos, es muy frecuente que sea a causa de su cobardía; en la mayoría de los casos ella, la mujer, que es la valiente, se encargará y los sacará adelante.

¡Cuánta falta hace que la mujer se persuada de que su valor es inconmensurable, casi infinito, tanto en la familia y con respecto a la educación de los hijos!

Y si se es madre, mucho más: ellas creen que no hacen nada siendo madres. ¡Cómo se nota cuando están ausentes! Algunas veces los descuidan para darles cosas materiales y luego se los encuentra por ahí, dando tumbos, queriendo sólo ganar dinero, poder, honra, placer, bienes materiales… sin nada en el interior…

La crisis de la sociedad es una crisis de madres: sólo con ellas se puede dar una educación integral a los hijos, sólo con ellas se formarán buenos ciudadanos, sólo con ellas habrá hijos felices que hagan el bien a sus semejantes, sólo con madres que dan amor -realidad que sí nos diferencia de los animales- se cambiará al mundo.

Pero para eso hace falta tiempo. Tiempo para sus hijos. A veces es necesario ayudar al esposo con las cargas económicas del hogar, pero en otras ocasiones, el bienestar material se pone por encima del bienestar psico-emocional, o mejor, integral de los hijos. A veces una supuesta “realización personal” (no hay mejor realización que ser madre) deja huérfanos de tiempo. A veces, las metas materiales de las madres dejan el vacío de lo más importante para un niño: el amor.

Algunos y algunas se engañan diciéndose que es más importante la calidad del tiempo que se les dedica que la cantidad. Y ellos la necesitan (perdón la redundancia) cuando ellos la necesitan, no cuando ellas “pueden” darles ese tiempo. Cuando el niño regresa del jardín infantil o del colegio, cuando hacen sus tareas escolares, cuando juegan con sus amigos (¿cómo se sabrá qué clase de amiguitos tiene nuestro hijo?), cuando tienen percances o accidentes, cuando, al ir creciendo, se sientan solos o tristes, cuando incluso su padre haya sido un poco duro con ellos…, en fin, siempre que se es hijo, se está creciendo y se puede tener una madre, se la debe tener.

Tener hijos con la intención clara de que no van a tener una madre a su lado es injusto e ilógico: nadie puede suplir a las madres; ni la abuela, ni la tía, ni el mismo esposo (los hombres somos menos cuando estamos solos que ellas sin nosotros), ni mucho menos, por supuesto, “la mejor empleada del mundo”.

¡No hay hombre que pueda tanto como una madre! ¡En sus manos está la resurrección del mundo! ¡Si quisieran salvarnos…!

Hasta ahora nos hemos referido a la actitud de la mujer. Además de ese cambio interior de ella, es imperante que el hombre cambie también: no es imposible, como acabamos de ver, pero sí muy difícil la labor de la mujer en el hogar sin el apoyo, la valoración y la comprensión de su esposo.

Apoyo en todo. La disculpa de llegar cansado del trabajo merece la misma reprobación que se dio a las mujeres que ponen su “realización profesional” o el dinero extra por encima de la educación de los hijos: ¿para qué tener un hijo, si no se le va a terminar de formar con la educación paterna que completa el ciclo? sólo algunos animales terminan su tarea reproductiva con el parto, como vimos anteriormente. O se tiene responsabilidad completa para formarlos, o se piensa mejor si se desean hijos. Apoyo en las tareas educativas y en las del hogar.

Valoración de la mujer y valoración del trabajo de la mujer: que ella sienta siempre que está haciendo lo mejor que puede hacer por su familia, que siempre haya agradecimiento por parte de su esposo (y con ese ejemplo, también de los hijos), no solamente por el esfuerzo que implica la labor educativa, sino por todo lo demás: la comida, el orden y el aseo, el cuidado de la ropa, de los objetos de decoración, etc. Que las palabras de su esposo la hagan sentir constantemente orgullosa de sus realizaciones en pro del hogar entero… esa, para ellas, es la mejor retribución y es lo mínimo que ellos deben hacer.

Y, por último, comprensión: ese ejemplo constante de amor que dan las madres trabajando en el hogar es sacrificio y las cansa. Y un hombre que sabe amar sabrá también comprender que si está un poco susceptible, es porque los muchachos le dieron mucho que hacer o la preocuparon, porque la labor del hogar -muchas veces solitaria- es muy monótona o porque antes de la menstruación o durante el embarazo sus hormonas la hacen más susceptible.

Si se colocó al ejemplo como la primera de las reglas de oro de la educación sexual, ya se puede deducir el beneficio que representarán actitudes maternales y paternales como las que se acaban de describir: madres que saben lo que valen y padres que también se percatan de ello y que lo valoran. Dejarán una huella indeleble en el cerebro y en el corazón de sus hijos y de sus hijas, que irán haciendo de la célula de la sociedad -la familia- un nido de amor y de ejemplo para todos.

Una frase que escribió un poeta del siglo XII, llamado Hugo de Víctor, puede servir, no sólo de resumen a lo dicho en estas últimas líneas, sino para que los padres la enseñen a los hijos:

La mujer no fue sacada del cerebro del hombre pues nunca se pensó que gobernara, ni de sus pies para que fuera su esclava, sino de su costado para que caminara a su lado, de debajo de su brazo para que fuese por él protegida y de cerca a su corazón para que la amase intensamente.

(Un consejo que da el autor a todas las muchachas que le preguntan sobre el amor verdadero es que enseñen esa frase a sus novios. Si ellos no se la aprenden, que no se casen.)

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Poco a poco, y con el trabajo silencioso de cada persona individual y el testimonio valiente de parejas y familias que viven la alegría de una experiencia de amor generoso y abierto a la vida se va construyendo una humanidad nueva, presagio de alegría, paz y felicidad para nuestros hijos.

 

 

XII. EL PERFIL DEL EDUCADOR

 

Teniendo en cuenta todos los aspectos descritos hasta ahora y los riesgos tan grandes que existen, ¿a cuál, de los profesores, encargar de la cátedra de Educación Sexual? ¿al capellán del colegio o al profesor de religión? ¿al profesor de biología? ¿al psicólogo?…

Quizá sea importante el cargo que ocupa, pero su calidad humana es básica para ejercer ese cargo.

De hecho, como se puede deducir al entender la diferencia entre sexualidad y genitalidad, todos los profesores enseñan sexualidad todos los días, en todas sus clases, en los recreos, durante el almuerzo y en el bus…

He aquí la conveniencia de suscitar una elección del profesorado basada, no sólo en su probidad profesional, sino en la calidad humana y en el ejemplo que pueda dar a los alumnos. De no ser así, algunos profesores influirán negativamente en el desarrollo psico-emocional y humano de los educandos. Por eso se puede afirmar que la calidad de un colegio no la da la infraestructura física -material propiamente dicha-, ni tanto la preparación académica de los docentes, sino sus cualidades como seres humanos.

Si bien todos los profesores deben tener criterios éticos, explicar la sexualidad para que se entienda requiere de alguien aún más especial, quien no solamente debe saberla sino también debe vivirla para que se pueda aprehender.

 

  1. El ejemplo de su propia vida

Consiguientemente, es imperante que el educador sexual sea un hombre o una mujer que pueda probar que su familia es estable, en donde reina el amor por encima de todos los otros aspectos, además de probo y calificado.

Para este propósito, aunque no es absolutamente necesario, se diría que conviene el profesor o la profesora sea casado y que tenga hijos (especialmente si es varón) para que pueda valorar a un niño y a un adolescente en su expresión más valedera: la expresión de un hijo a quien se ama de veras, a quien se le desea lo mejor, y quien, por tanto, es capaz de despertar los sentimientos necesarios en el educador para que se esfuerce siempre y sin descanso (como con un hijo) en la consecución de su fin, cual es su felicidad.

Lograr eso es imposible con un profesor al que se le note algún asomo, por pequeño que sea, de las tres causas de los daños producidos en las anteriores generaciones, esto es, de machismo, de hedonismo o de mojigatería (véase el capítulo IV).

Cualquier indicio de machismo, una sola sospecha de hedonismo o la más mínima muestra de mojigatería deberán alertar al personal directivo de la institución, bien en el momento de la entrevista para la selección, bien en los meses de prueba, y aun en el transcurso del tiempo que permanezca laborando (aunque se percaten de esto años después de ingresado, es necesario tomar las decisiones necesarias).

Sobresale, entre todos estos conceptos, la valoración que el postulante tenga de la mujer, no solamente en el caso de los profesores varones, sino también en el de las profesoras. Recuérdese que si la mujer continúa siendo garante del machismo, nunca se acabará con él.

La mojigatería sería tan dañina como el mismo machismo.

El hedonismo de un maestro también acabaría fácilmente con cualquier pretensión de educación integral en la sexualidad de los muchachos.

Por eso conviene seleccionar a los profesores con cautela y encargar la importante y delicada misión de la educación sexual a aquellos maestros que, durante mucho tiempo, han demostrado ser los más idóneos para el cargo.

A veces resultará difícil hacer esta evaluación. Pero será muy útil revisar en la introducción al capítulo IV los trastornos de la sexualidad, para ir en busca de cualquier síntoma de esos tres nefastos males.

También ayudará que en las hojas de solicitud de empleo se hagan preguntas alusivas a la situación familiar y, dentro de ella, a la estabilidad general e individual de cada uno de sus componentes; además, sus gustos y las actividades a las cuales dedica su tiempo libre; una vez elegidos los posibles postulantes al cargo, se revisará con minuciosidad esa hoja.

En otras ocasiones será muy fácil hacer la elección adecuada, lo cual no indica que se deban suspender las periódicas evaluaciones.

Es siempre un error enunciar las virtudes de las que debe hacer gala alguien encargado de una labor importante (entre otras cosas, porque casi nadie las tiene todas), pero ya que el tema es tan trascendental, bien vale la pena destacar las principales: voluntad férrea, mayor inclinación a los valores que al desafuero, sencillez y naturalidad, amor por el hogar y por su cónyuge, generosidad con todos, espíritu de comprensión, veracidad… y, muy especialmente, decoro.

Una vez seguidas estas precauciones, debe evaluarse constantemente la actitud y los resultados de la labor por él o ella llevada a cabo. Parecerá un poco engorroso dedicar un poco de tiempo a este trabajo adicional, pero es de suma importancia -quizá más que otros aspectos a los que se dedica más tiempo y atención- establecer una adecuada guía en materia tan íntima y, sobretodo, tan esencial en el desarrollo psico-emocional y espiritual de los estudiantes. Baste pensar en lo beneficioso que sería para nuestros propios hijos que en los colegios se tuviera una política semejante.

 

  1. Su ética profesional

La ética es la “parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. Aplicado a la profesión, este término implica que el profesor estará llevando rectamente los medios que tiene a su disposición para que el alumno guíe su vida por los caminos descritos en el presente libro. Con ella, el educando aprenderá qué es bueno y qué es malo para él mismo, que es lo más importante.

Si de los profesores en quienes las directivas están pensando para que asuman la cátedra de Educación Sexual, uno es probo y calificado en la función que desempeña y tiene un alto grado de responsabilidad, aunque su área sea la química, las matemáticas o la física, será el más adecuado para el cargo. Necesitará simplemente un entrenamiento en el área.

Es posible que haya otro que esté encargado de la biología o sea psicólogo y aunque todos crean que sabe mucho acerca del tema, ninguno de estos aspectos lo hace mejor si otro lo supera en la ética personal.

Este es el segundo aspecto a evaluar en todos los profesores y, muy especialmente, en los que asumirán la tarea de formar. Recuérdese que no es lo mismo informar que formar, esto es, educar.

 

  1. Su conocimiento acerca de los tres planos de la sexualidad

Como se dejó claramente expuesto en el primer capítulo, de los planos en los cuales se maneja el ser humano(biológico, psicológico y espiritual), en general, todos los hombres han elegido como el mejor el plano espiritual, ya que en él reluce de una manera muy especial el amor humano verdadero: un “amor” meramente carnal no tiene nada en qué competir con un “amor” en el que la entrega se limita a complementarse psicológicamente, siendo uno de los componentes de la pareja apoyo y suplemento del otro; pero aquel y este palidecen frente a una entrega imperecedera, que no piensa en un fin, una entrega que busca trascender, difundirse hacia la eternidad, como lo es el amor en el plano espiritual.

Por eso, y también repitiendo palabras del primer capítulo, la sexualidad nunca podrá manejarse únicamente desde el punto de vista médico, pues sólo se verá lo biológico; tampoco sólo desde el perfil psicológico o quedará incompleto.

Por eso, vale la pena que se profundice en ese aspecto espiritual:

El yo humano histórico es mitad en busca de otra mitad. Como se vio, este es el significado de la palabra “sexo”: seccionado, parcializado, es decir, sexuado; el complemento del hombre es la mujer, y ésta lo es de aquel. Sin embargo, la persona histórica, concreta, jamás encontrará en la creación otra que le sirva de complemento integral, esto es, en los tres aspectos: biológico, psicológico y espiritual; no existe un ser humano que sacie su hambre de relación, que aquiete totalmente su corazón en la búsqueda de la otra mitad que lo termine con otro humano.

Sólo quien lo formó, quien lo creó, puede llenar el corazón del hombre. Es el único que puede complementarlo realmente.

Este ser, llamado en casi todas las culturas Dios, puede ser buscado en el matrimonio, o fuera de él.

Quien se casa, elige a Dios como supremo amor a través del amor a una imagen suya: el hombre o la mujer. La unión matrimonial es signo de la unión con ese ser eterno que, valga la redundancia, es el amor mismo.

El matrimonio no es la realidad. Sólo es signo de la realidad. La realidad suprema es Dios. Todo el amor de un hombre es real cuando, de una forma u otra, termina y descansa en el Creador.

La otra manera de buscar esa felicidad es entregar la genitalidad, ya no a otro ser humano, sino al mismo Dios, absteniéndose de todo goce carnal. Esta forma de vida, como tal, no necesita el matrimonio ya que alcanza la realidad frontalmente. Dios se convierte en el esposo de su yo personal.

Esta voluntaria postura, llamada virginidad, confirma el matrimonio y le da la verdadera dimensión: el matrimonio significa, y la virginidad es lo significado. La virginidad es la realidad definitiva de la persona humana complementada por Dios.

El matrimonio, siendo sólo signo, termina en los límites de esta forma de vida terrestre. El matrimonio es signo de la vida definitiva: Dios y yo.

El matrimonio es signo de la virginidad. Después, cuando acabe la vida terrestre, no habrá signos: sólo la realidad. Para los casados, el matrimonio debe constituirse en un signo eficiente de esa virginidad así entendida, que también ellos deben vivir.

Para ejercer la sexualidad, entonces, basta el encuentro íntimo y sincero del yo personal que trasciende la señal física. Un sacerdote, por ejemplo, puede llegar a vivir su sexualidad mucho mejor que un padre de familia.

Aunque su mayor o menor virtud no depende del estado -soltero o casado- en sí, sino del modo de vivir en ese estado, quien se entrega a Dios en el sacerdocio tiene más cerca de sí la realidad (le es más asequible), y por ende, lo capacita para un juicio más recto acerca de la sexualidad. Por añadidura, está más lejos de las veleidades y de los vaivenes de las pasiones que los casados, y puede mirar “desde la barrera” los aconteceres matrimoniales.

No es sabio, entonces, desdeñar los valiosos consejos y ayudas de los sacerdotes en un matrimonio y, mucho menos, en los programas de educación sexual, en los cuales se guiará al hombre, a la mujer y a los hijos hacia una sexualidad digna del ser humano.

Volviendo a lo anterior, conviene, entonces, que los encargados de dar la orientación a los profesores y a los padres de familia estén formados en los tres planos de la sexualidad, lo cual está muy lejos de ser una realidad; y cuando esto no se pueda conseguir debería legarse esta labor a los conocedores del aspecto más relevante, es decir, a los sacerdotes. Dejarán vacíos en el aspecto biológico, pero no tantos en el psicológico, y muchos menos en el espiritual, realmente el más importante de todos para nuestros hijos.

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Si lo que queremos es la felicidad de nuestros hijos, debemos cambiar nuestra manera de pensar. Eso representará un gran esfuerzo.

Pero es por ellos, por nuestros hijos, la continuación de nuestros seres. ¿No vale la pena?

 

 

GLOSARIO

 

Adquirido(a): Al referirse a las enfermedades, dícese de todas aquellas producidas después del nacimiento y que no son hereditarias.

Adrenalina: Hormona secretada por la glándula suprarrenal (encima del riñón) que actúa en el sistema nervioso simpático.

Amenorrea: Falta de menstruación.

Andropausia: Conjunto de fenómenos que acompañan la cesación de la actividad testicular en el hombre.

Anemia: Disminución del número de glóbulos rojos o del caudal de hemoglobina de la sangre.

Antibacteriano: Conocido más comúnmente como antibiótico, aunque este nombre es erróneo (“anti”=en contra de; y “biótico”=vida). Sustancia medicamentosa natural o sintética que se utiliza para eliminar o disminuir la acción dañina de las bacterias.

Antiinflamatorio: Fármaco que impide la inflamación.

Antimicótico: También se le llama antifúngico. Medicamento que se opone al desarrollo de los hongos.

Aréola: Zona de color oscuro que rodea al pezón.

Balano-: Prefijo que denota relación con el glande.

Blástula o blastocito: Período de desarrollo embrionario constituido por el blastodermo que rodea una cavidad central.

Bolsa o bolsa escrotal: Véase ESCROTO.

Bulbos vestibulares: Malla de arterias y venas pequeñas ubicadas a los lados de la entrada de la vagina. Son estimuladas por la penetración, y constituyen una de las zonas erógenas más importantes en la mujer.

Cigoto: Individuo resultante de la unión de los dos gametos (el espermatozoide y el óvulo).

Clítoris: Órgano pequeño y alargado situado en el ángulo anterior de la vulva. Se puede decir que es homólogo del pene masculino.

Cólera: Enfermedad aguda grave caracterizada por vómitos repetidos y deposiciones numerosas, calambres y poca secreción de orina. Es producida por el Vibrión Colérico, que contamina las aguas potables.

Concepción: Fecundación del óvulo.

Conducto deferente: Conducto que va desde el epidídimo hasta el conducto eyaculador.

Congénito(a): Nacido con el individuo, innato.

Corteza cerebral: Capa exterior del cerebro compuesta principalmente de sustancia gris.

Cuello uterino: Porción inferior y estrecha del útero entre el orificio externo y el cuerpo.

Cuerpos cavernosos: Las dos columnas de vasos sanguíneos del dorso del pene o clítoris.

Cuerpo esponjoso: Masa de tejido eréctil del pene -y del clítoris- compuesta por vasos sanguíneos que rodea la uretra.

Cuerpo amarillo o cuerpo lúteo: Masa amarilla de función endocrina en ovario que ocupa el lugar del folículo una vez se ha desprendido el óvulo. Dura alrededor de 14 días. Perdura varios meses si el óvulo fue fecundado.

Diagnóstico: Parte de la medicina que tiene por objeto identificar una enfermedad fundándose en los síntomas y los signos de esta.

Embarazo ectópico: Desarrollo del cigoto fuera de la cavidad uterina (en el abdomen, cuerno uterino, en la trompa de Falopio, etc.).

Embrión: Individuo resultante de las primeras modificaciones de la blástula.

Endometrio: Mucosa que tapiza la cavidad uterina.

Epidídimo: Pequeño cuerpo oblongo fijo en la parte superior del testículo que se continúa con el conducto deferente.

Erección: Enderezamiento, especialmente de la turgencia y rigidez del pene por el afluencia de sangre a los cuerpos cavernosos. Por extensión, del pezón, de la columna vertebral, de los pelos, etc.

Erosión: Destrucción o ulceración lenta y progresiva de un tejido por fricción, compresión o por la acción se una sustancia corrosiva.

Escroto: Envoltura de piel común a ambos testículos.

Esmegma: Sustancia espesa, caseosa, maloliente, que se encuentra en el surco balanoprepucial y alrededor de los labios menores, producto de la acumulación de células descamadas.

Espasmo: Contracción involuntaria y persistente de un músculo o grupo muscular.

Esperma: Semen o secreción testicular con líquido de las vesículas seminales, prostáticos y secreción de las glándulas de Cowper.

Espermatogénesis: Serie de procesos que acaban con la producción de espermatozoides.

Espermatozoide: Célula reproductora masculina madura o gameto masculino.

Estradiol: Esteroide principal femenino (estrógeno).

Excoriación: Pérdida superficial de sustancia que solo afecta a la epidermis, la capa más externa de la piel o de las mucosas.

Etiología: Parte de la medicina que tiene por objeto el estudio de las causas de las enfermedades.

Eyaculación: Emisión súbita de un líquido, como la del semen.

Fecundación: Impregnación del óvulo maduro por el espermatozoide y fusión de los núcleos masculino y femenino.

Feto: Individuo resultante de la concepción desde el final del segundo mes hasta el parto (antes se consideraba desde el tercer mes).

Fimosis: Estrechez congénita o accidental de la abertura del prepucio, por la que no se puede descubrir el glande.

Fisiología: Ciencia biológica que tiene por objeto el estudio de la dinámica de los cuerpos organizados.

Flagelo: Prolongación de la célula parecida a un látigo que poseen algunas y que les sirve para moverse.

Folículo primordial: Vesículas del ovario que contienen el óvulo inmaduro dentro de un líquido.

Genético(a): Relativo a la genética, ciencia que trata de la reproducción, herencia y problemas acerca de la descendencia.

Gestágeno: Esteroide de acción progestacional.

Glándula de Bartholín: Glándula (órgano que sirve para elaborar cierto tipo de productos de la sangre) ubicada en la parte lateral y profunda de la vulva, encargada de producir la mayor cantidad de moco vaginal para la penetración del pene.

Glándula de Cowper: Cada una de las dos glándulas situadas paralelamente a la poción membranosa de la uretra, delante de la próstata, cuyo conducto excretor sale a ella.

Glándula mamaria: Mama, órgano glandular especial para la secreción de leche materna que se hallan en la región torácica anterosuperior.

Glande: Parte más extrema del pene y del clítoris. Es más abultado. Se le llama también balano, como prefijo.

Glóbulo rojo: Se llama también hematíe o eritrocito. Célula de la sangre que contiene la hemoglobina.

Glúteo: Relativo a las nalgas.

Gónada: El testículo o el ovario son las gónadas, glándulas productoras de gametos (espermatozoides u óvulos).

Gonadotropina: Hormona que se origina en la glándula Hipófisis o Pituitaria que estimula las gónadas.

Hemoglobina: Proteína de color rojo presente en los glóbulos rojos, cuya función principal es transportar oxígeno a los tejidos.

Herpes: Afección inflamatoria de la piel producida por un virus caracterizada por la aparición de pequeñas vesículas transparentes reunidas en grupos rodeados de una areola roja.

Himen: Repliegue membranoso de la mucosa de la vagina que tapa parcialmente la entrada.

Hipogonadismo: Estado de menor desarrollo o actividad genital por insuficiencia de las hormonas masculinas o femeninas.

Labios mayores: Cada uno de los pliegues cutáneos con pelos, a cada lado de la vulva.

Labios menores: Cada uno de los pliegues mucosos debajo de los labios mayores de la vulva.

Lactancia: Alimentación de los niños por medio de la leche en el período en que maman.

Líquido seroso: Líquido que produce o contiene suero.

Mama: Glándula mamaria, órgano glandular especial para la secreción de leche materna que se hallan en la región torácica anterosuperior.

Matriz: Útero, cavidad donde crece el hijo concebido desde que se adhiere hasta el nacimiento.

Meato urinario: Orificio externo de la uretra.

Médula espinal: Porción del sistema nervioso que va dentro de las vértebras desde su salida del cráneo.

Menarquia: Establecimiento o comienzo de la menstruación.

Menopausia: Cesación natural y permanente de la regla.

Menstruación: Pérdida de sangre por la vagina, que viene del útero, que se produce, término medio, cada 28 días en cantidad promedio 60 ml, y dura aproximadamente de 3 a 5 días.

Metabolismo: Conjunto de transformaciones físicas, químicas y biológicas que en los organismos vivos experimenten las sustancias dentro de ellos.

Mitocondria: Organito del citoplasma de las células, que alberga cadenas de enzimas que intervienen en la respiración celular.

Moco: Sustancia líquida o semisólida, viscosa, translúcida, secretada por las glándulas mucosas y compuesta de agua.

Mórula: Ser humano hecho de una masa sólida de células, resultado de la multiplicación del cigoto.

Nervio erector: Nervio que éxito la erección del pene.

Neumonía atípica: Inflamación del tejido pulmonar.

Orgasmo: Grado más alto de excitación y culminación de la cópula sexual.

Ovario: Glándula genital femenina.

Patología: Rama de la medicina que estudia las enfermedades y los trastornos que se producen en el organismo.

Pene: Órgano eréctil masculino situado delante del pubis.

Pezón: Eminencia cónica, cilíndrica, eréctil, en el centro de la mama en la que desembocan los conductos galactóforos (por donde sale la leche materna).

Perineo: Anatómicamente, región romboidal que va del pubis a la punta del coxis.

Prepucio: Pliegue mucocutáneo del pene que cubre el glande. En la mujer, este pliegue es de los labios menores y cubre el clítoris.

Progestágeno: Sustancias que poseen actividad para facilitar la gestación.

Progesterona: Hormona sexual del cuerpo lúteo que prepara el endometrio para la recepción y desarrollo del huevo fecundado.

Próstata: Órgano glandular propio del sexo masculino que secreta un líquido que se mezcla con el esperma en el momento de la eyaculación.

Prostatitis: Inflamación de la glándula prostática.

Quimioterapia: Tratamiento por sustancias químicas.

Radioterapia: Tratamiento de las enfermedades por toda clase de rayos, especialmente los roentgenológicos.

Recto: Ultima porción del intestino grueso que termina en el ano.

Reflejo: El producido por transmisión nerviosa a un centro y, desde aquí, a un nervio secretorio (en una glándula) o motor periférico (en un músculo).

Semen: Líquido blanquecino, espeso, secretado por los testículos, la próstata y la vesícula seminal que contiene espermatozoides.

Sistema inmunitario: Sistema de defensas orgánicas.

Sistemas simpático y parasimpático: Sistema nervioso involuntario de la vida orgánica. Inerva los músculos de fibras lisas y el corazón y tiene relación íntima con las secreciones y movimientos vasculares y procesos nutricionales o tróficos.

Surco balano-prepucial: Hendidura que se encuentra entre el prepucio y el glande.

Tabes: Atrofia (disminución de volumen y peso de un órgano por defecto de nutrición) progresiva.

Tejido epitelial: Capa de células que recubre el exterior y el interior del cuerpo.

Testículo: Glándula seminal -o gónada- masculina.

Testosterona: Hormona sexual masculina.

Trompa de Falopio: Nombre de dos conductos o tubos especiales que van del ángulo uterino al ovario del lado correspondiente. También se le llama oviducto.

Túbulos seminíferos: Canalículos que forman la red testicular de Haller y llenan los compartimientos del testículo. En su revestimiento se producen los espermatozoides.

Tumor maligno: Tumor de crecimiento periférico, es decir, que se disemina hacia afuera, invadiendo y desordenando las partes en que se ubica. Es frecuente que vuelva a formarse después de operado y lo hace a través de los sistemas circulatorios, especialmente del linfático.

Útero: También se le llama matriz. Órgano femenino de la generación destinado a recibir el óvulo fecundado, a conservar y nutrir la nueva vida formada y a expulsarlo en el tiempo oportuno. Es hueco, muscular, en forma de pera, de 7-8 centímetros de longitud, con una parte superior ancha llamada cuerpo y otra inferior estrecha llamada cuello.

Vagina: Conducto membranoso femenino u órgano de la copulación que se extiende de la vulva al útero cuyo cuello abraza.

Vejiga urinaria: Saco músculo-membranoso situado en la pelvis, detrás del pubis y delante del recto, que sirve de reservorio para la orina que fluye constantemente de los uréteres, los cuales la recogen de los riñones.

Vesícula seminal: Vejiga pequeña; órgano en forma de saquito o bolsa ubicada detrás y debajo de la próstata.

Vulva: Parte exterior de los genitales femeninos que comprenden los labios mayores y menores, el clítoris, el vestíbulo vaginal y sus glándulas, y los orificios uretral y vaginal.

Zona erógena: Las áreas del cuerpo que producen excitación genital o son sensibles a ella.

Zona granulosa: Parte del ovario que se llena de “granitos” para convertirse en nutrición del óvulo que madura.

 

 

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¿Somos libres?*

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 6, 2015

«En nuestra época, el ser humano está manejado y dominado, casi como una pequeña ruedecilla de una máquina enorme, destinada a producir para consumir y a consumir para producir, sin saber ya qué ni por qué.»

Carlo María Martini

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