El sentido de la vida

Nacer, crecer, reproducirse y morir: esa es la vida de una planta o de un animal.

La mayoría de los seres humanos han añadido dos actividades más: estudiar y trabajar.

¿Es esto suficiente para marcar la diferencia?

Muchos hacen la primera actividad -estudiar-, no tanto por gusto, sino más bien para acceder a labores de mejor rentabilidad o de mayor retribución económica, es decir, lo hacen para mejorar el provecho de la segunda actividad: el trabajo; pero, según las estadísticas, el trabajo tiene descontentos a cerca del 90% de los seres humanos: de cada 10 personas, solo una está a gusto con lo que hace.

Por eso, la mayoría usa sus ingresos para realizar otras actividades: distraerse, mejorar su nivel material de vida, divertirse… Y para ello se agotan tratando de procurar mayores ingresos. Y así se forma un círculo vicioso: trabajo agotador, descanso, distracción, diversión, trabajo agotador…

¿Es esta la finalidad de la vida humana? ¿No hay nada más? ¿De dónde vinimos?, ¿para dónde vamos? ¿A qué vinimos? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia? 

Si no respondemos estas preguntas, seremos como las plantas o los animales: seres inconscientes.

 

 

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