Al entender la diferencia entre sexualidad y genitalidad, se puede deducir que todos los profesores enseñan sexualidad todos los días, en todas sus clases, en los recreos, durante el almuerzo y en el bus…
He aquí la conveniencia de suscitar una elección del profesorado basada, no sólo en su probidad profesional, sino en la calidad humana y en el ejemplo que pueda dar a los alumnos. De no ser así, algunos profesores influirán negativamente en el desarrollo psicoemocional y humano de los educandos. Por eso se puede afirmar que la calidad de un colegio no la da la infraestructura física —material propiamente dicha—, ni la preparación académica de los docentes, sino sus cualidades como seres humanos.
Si bien todos los profesores deben tener criterios éticos, explicar la sexualidad para que se entienda requiere de alguien aún más especial, quien no solamente debe saberla sino también debe vivirla para que se pueda aprehender.
Consiguientemente, es imperante que el educador sexual sea un hombre o una mujer que pueda probar que su familia es estable, en donde reina el amor por encima de todos los otros aspectos, además de probo y calificado.
Para este propósito, aunque no es absolutamente necesario, se diría que conviene el profesor o la profesora sea casado y que tenga hijos (especialmente si es varón) para que pueda valorar a un niño y a un adolescente en su expresión más valedera: la expresión de un hijo a quien se ama de veras, a quien se le desea lo mejor, y quien, por tanto, es capaz de despertar los sentimientos necesarios en el educador para que se esfuerce siempre y sin descanso (como con un hijo) en la consecución de su fin, cual es su felicidad.
Lograr eso es imposible con un profesor al que se le note algún asomo, por pequeño que sea, de las tres causas de los daños producidos en las anteriores generaciones, esto es, de machismo, de hedonismo o de mojigatería.
Cualquier indicio de machismo, una sola sospecha de hedonismo o alguna muestra de mojigatería deberán alertar al personal directivo de la institución, bien en el momento de la entrevista para la selección, bien en los meses de prueba, y aun en el transcurso del tiempo que permanezca laborando.
Sobresale, entre todos estos conceptos, la valoración que el postulante tenga de la mujer, no solamente en el caso de los profesores varones, sino también en el de las profesoras. Recuérdese que si la mujer continúa siendo garante del machismo, nunca se acabará con él.
La mojigatería sería tan dañina como el mismo machismo.
El hedonismo de un maestro también acabaría fácilmente con cualquier pretensión de educación integral en la sexualidad de los muchachos.
Por eso conviene seleccionar a los profesores con cautela y encargar la importante y delicada misión de la educación sexual a aquellos maestros que, durante mucho tiempo, han demostrado ser los más idóneos para el cargo.
También ayudará que en las hojas de solicitud de empleo se hagan preguntas alusivas a la situación familiar y, dentro de ella, a la estabilidad individual de cada uno de sus componentes; además, sus gustos y las actividades a las cuales dedica su tiempo libre; una vez elegidos los posibles postulantes al cargo, se revisará con minuciosidad esa hoja.
En otras ocasiones será muy fácil hacer la elección adecuada, lo cual no indica que se deban suspender las periódicas evaluaciones.
Es siempre un error enunciar las virtudes de las que debe hacer gala alguien encargado de una labor importante (entre otras cosas, porque casi nadie las tiene todas), pero ya que el tema es tan trascendental, bien vale la pena destacar las principales: voluntad férrea, mayor inclinación a los valores que al desafuero, sencillez y naturalidad, amor por el hogar y por su cónyuge, generosidad con todos, espíritu de comprensión, veracidad… y, muy especialmente, decoro.
Tomado del libro:
LA EDUCACIÓN SEXUAL. GUÍA PRACTICA PARA PROFESORES Y PADRES. 3ª edición. Bogotá. Colombia. Ediciones San Pablo, 2000.
Este libro se puede adquirir en Editorial San Pablo, Colombia:
http://www.sanpablo.com.co/LIBROS.asp?CodIdioma=ESP