Saber vivir

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Cuando los hijos se van a estudiar

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 29, 2024

       Desde pasada la mitad del siglo pasado empezó a extenderse en el mundo entero la costumbre de enviar a estudiar a los hijos a un lugar diferente de la residencia de los padres.

       Es que al criterio de que a los 18 años termina la adolescencia y comienza la juventud se ha unido el de la creencia de que los jóvenes, así enfrentados a un ambiente distinto del hogar en que nacieron, a personas de diversos orígenes y criterios de vida, se llenarían de toda una gama de riquezas culturales, psicológicas, emocionales y sociales, con el consecuente incremento de miradas sobre la vida, con los que se enriquecerían abundantemente en muchos aspectos, ampliando las horizontes de los jóvenes hasta niveles antes no conseguidos.

       Sin negar esa verdad, es necesario entender que la palabra “adolescente” proviene de “adolecer” y tiene como sinónimos: “carecer, necesitar”, verbos que indican características típicas de esa edad y que dan a entender lo que la psicología tradicional ha enseñado: que la etapa de la adolescencia es similar a la de la infancia, en cuanto que la persona está apenas autoconociéndose.

       Efectivamente, durante la infancia el bebé empieza a reconocer su entorno más cercano: sus propias manos, muñecos, juguetes, etc (1r año); más adelante forma en su cerebro una primera idea de mamá y de mujer (2o año); inmediatamente después, la de papá y varón (3r año); seguida del reconocimiento de sus hermanitos (4o año) y, finalmente, el entorno físico del hogar y los rudimentos de la idea de familia (5o año); de esta manera, el niño aprende a irse correlacionando cada vez más, desde el entorno más cercano hasta el más amplio y desde sus familiares más cercanos hacia los demás individuos de la especie.

       Asimismo, la avalancha de las hormonas sexuales masculina —testosterona— y femeninas —estrógenos y progesterona—, propios de la adolescencia, producen un nuevo proceso de autoconocimiento, primero, y después, del conocimiento de un entorno nuevo, pues la relaciones con personas de distinto sexo se ven de una manera completamente diferente a las iniciales de la infancia: si antes eran simplemente compañeritos de juego o de disputas, ahora aparece la atracción física y un interés completamente nuevo por el otro sexo, que marca de una manera totalmente diferente la relaciones. Asimismo, se da un nuevo reconocimiento del propio cuerpo, ahora con unas características distintas: aparece, por ejemplo, en los hombres, el engrosamiento de la voz, el aumento de su masa muscular, la aparición de vello púbico en ambos sexos, el redondeado de las formas anatómicas del cuerpo femenino producido por la distribución de la grasa corporal y el desarrollo de las mamas…, en fin: todas las características sexuales masculinas y femeninas.

       El entorno en el que se desenvuelven los adolescentes adquiere una nueva perspectiva, lo mismo que sus preguntas fundamentales sobre la vida: de dónde vengo, para donde voy, la finalidad de la vida, la razón de ser del sufrimiento, de la enfermedad, de la muerte; en qué consiste la realización personal, qué sentido debo dar a mi vida personal, familiar, laboral y social. Qué ideales deben mover mi existencia, etc.

       Todos estos interrogantes, más la novedad de la relaciones interpersonales abren horizontes completamente diferentes que van más allá de lo que se veía hasta ese momento y que, por lo tanto, producen en el adolescente precisamente esas carencias que los distinguen. Todo esto es como un nuevo renacer, que los enfrenta a un mundo mucho más complejo. Y esto es lo que ha hecho que se afirme que es como una nueva infancia y que, por lo tanto, se requiere del acompañamiento de los padres para que lleguen a la maduración total con una guía propicia que los prepare para desarrollarse adecuadamente y les impida o al menos disminuya los peligros a los cuales se enfrentan ahora:

       Los altísimos índices de abortos, el incremento desmesurado de enfermedades de transmisión sexual, la inestabilidad en los matrimonios (con la consecuente inestabilidad psicoafectiva y psicoemocional de los hijos) y la insatisfacción generalizada en la relaciones de pareja, son sólo una pequeña muestra del medio ambiente al cual se enfrentan los adolescentes, y por esto merecen estudiarse sus causas.

       Establecer el placer como fin y fundamento de la vida no ha dejado priorizar el principal valor humano y que lo distingue de las demás especies: su capacidad de amar, y principalmente el amor conyugal y familiar.

       Uno de los factores que produce esta enfermedad social tan diseminada es, precisamente, lanzar a adolescentes de 18 años de edad a ese ambiente de desafuero, sin control, sin guía (sin la presencia de los padres), precisamente en el momento en el cual las hormonas todavía no se han estabilizado con la madurez sexual, que no llega sino unos cuantos años más tarde, junto con el autodominio necesario para dirigir su fuerza a la construcción de una vida conyugal sana, en la que lo que prevalece es el amor que busca la felicidad del cónyuge y la de los hijos, y en la que todos se enriquecen con valores, principios morales y virtudes que construyen familias sanas, constituidas por individuos libres para dar lo mejor de sí a los demás, no esclavos del placer, que se enfrascan en su egoísmo.

       Por todo esto, sería mucho más sensato esperar a que el joven muestre su madurez con un título universitario, antes de que se vaya de su hogar sin supervisión paternal y maternal, pues ya no la necesitará.

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Si la Democracia no sirve…

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on June 10, 2021

Como se expresó en este mismo blog, en el artículo: ¿Democracia? (https://wp.me/pgupd-7r), son inmensas las desventajas prácticas de este sistema de gobierno, a pesar de ser la menos mala de las opciones históricas.

Por esto, ante la pregunta que nace: “Entonces, ¿qué alternativa hay?”, debe responderse que el único camino viable es preparar al pueblo para ser gobernado. Esto se expuso hace unos veinticinco años en un artículo intitulado: Una revolución en la educación, publicado en varios diarios y revistas, y que se puede leer también en este blog: https://wp.me/pgupd-1d.

Decía ese artículo, en resumen, que se trata de darles a los jóvenes las herramientas para construir una sociedad sana: basada, no tanto en conocimientos o reglas como en principios y valores, pero que son teóricos e inútiles sin las virtudes, que se forjan a través de una fuerza muy particular, que todos ellos tienen, en mayor o menor grado: la voluntad.

Ojalá fueran cada día más numerosos los educadores que trabajaran para fortalecer la voluntad en los educandos, de modo que se pudieran implantar en ellos esos principios, valores y virtudes, que no son una utopía como la Democracia, pero que sí servirían para que los seres humanos del futuro puedan vivir y ser gobernados en una Democracia.

Lo hermoso es que entonces ya no se requeriría de tantas leyes, decretos y normas, ni tampoco de tantas fuerzas coercitivas como la Policía, el Esmad, etc. Esto traería como consecuencia una auténtica evolución de nuestra especie: disminuirían drásticamente las cárceles, los abogados, los litigios…

Y más adelante también menguarían los ejércitos y la carrera armamentista, cuyos recursos se utilizarían para obras de bien, como la salud, la educación, la alimentación, la vivienda y las demás necesidades del ser humano, de tal modo que viviría una vida más digna, y así se podría dedicar a cambiar este mundo de tantos seres egoístas y solitarios por uno de seres solidarios, comprometidos en la lucha por mejorar la sociedad y dejarla mejor para las siguientes generaciones.

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¿Castigar o educar?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 2, 2020

Cualquier gobierno (estatal, laboral, escolar, familiar), si es represivo -“Te castigo si haces el mal”-, produce individuos que le temen a la Ley o que la consideran subjetiva o negociable o que buscan el modo de evadirla, como se ve tanto en las sociedades actuales.

En cambio, si quien tiene autoridad se concentra en educar -“Si te portas mal, pervertirás el orden a tu alrededor y te harás daño a ti mismo”-, se formarán más fácilmente personas con valores y virtudes, que harán mejor la vida social, laboral, familiar y personal.

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Una alternativa a la democracia

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on April 9, 2018

¿Monarquía? ¿Dictadura? ¿Aristocracia (el gobierno de los mejores)? ¿Plutocracia (gobierno de los más ricos)?, ¿Teocracia (gobierno de Dios o un representante suyo)? ¿Democracia? ¿Cuál sistema político es el mejor para regir una nación?

En la democracia —que es el más aceptado y el que impera en la mayoría de los países del mundo— muchos votantes no poseen un verdadero conocimiento de la vida, obra y propuestas de los candidatos: ¡Cuántas veces se ha evidenciado que los votantes los eligen por razones tan banales como la amistad, la simpatía, la apariencia!, o tan contrarias a la auténtica democracia como la conveniencia.

En muchos casos se compran votos con dinero en efectivo o, para el mismo fin, se reparten comidas y licor a ciudadanos pobres y hambrientos… Presionan empleados, amenazándolos con el despido si no votan por determinado candidato… En fin: no hay libertad para elegir (sin libertad no se puede dar la democracia).

La falta de honestidad y de valores han conducido actualmente a una degeneración de la democracia, llamada demagogia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder y, muchas veces, la masa los sigue tontamente. Los demagogos recurren sistemáticamente a polarizaciones absolutas (el bien o el mal, la democracia o la antidemocracia, el desarrollo o el atraso, la honestidad o la corrupción), o conceptos imprecisos (“el cambio”, “la alegría”, “la seguridad”, “la justicia”, “la paz”, etc.).

De todo esto se desprende que —aun cuando la corrupción y la desigualdad son fruto del obrar humano, no del sistema político que se tenga— la democracia, tal y como fue concebida, es una utopía.

¿Por qué no pensar entonces en otra alternativa que elimine o, por lo menos, disminuya toda esa fuente de errores en la aplicación práctica de la democracia?

A quienes defienden la democracia como la única opción viable y justa, es decir, a la inmensa mayoría de los seres humanos, les parecerá inadmisible esta propuesta:

Hoy es muy frecuente la especialización; en la medicina, por ejemplo, desde hace tiempo existen las subespecializaciones: médicos pediatras, por ejemplo, que son expertos en oncología pediátrica, neumología pediátrica y en muchas otras áreas específicas para niños. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, tener en cuenta el criterio o la opinión de un arquitecto en una junta médica de neurocirujanos, que estudia las opciones de tratamiento que tiene un determinado paciente.

Asimismo, hay personas más conocedoras de la ética, definida como “el conjunto de normas morales que rigen la conducta de las personas en cualquier ámbito de la vida” o como la “parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores”, encaminado a la consecución del bien común. Sería igualmente ilógico pensar que un joven de 18 años recién egresado de la educación secundaria tenga el mismo conocimiento y la capacidad de juicio de un experto en bioética.

La definición de la tecnocracia es: “el gobierno manejado por quienes tienen mayor formación técnica”. Esto significa que quienes deben administrar el país son quienes saben hacerlo, quienes conocen con profundidad el manejo de esta gran empresa llamada el Estado, es decir, a los expertos.

Consecuentemente, ¿no sería también lógico que fueran los expertos en ética quienes eligieran a nuestros representantes? Es evidente que están más capacitados para hacerlo, puesto que se han entrenado para saber quiénes obran acorde con el bien individual y, sobre todo, colectivo.

Se perdería —por supuesto— aquél ideal democrático de que todos tengan derecho a votar, pero se menguarían en grandísima medida los tremendos y abrumadores errores en los que ha caído histórica y reiterativamente la democracia —los reseñados más arriba—, principalmente el que voten tantos que en realidad ignoran lo que están haciendo en las urnas.

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El plebiscito sobre el Acuerdo de paz

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on September 18, 2016

pitagoras“Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres.” Pitágoras escribió esta sabía sentencia 23 siglos antes de la creación de la República de Colombia.

Pero no pusimos en práctica sus palabras y, por eso, vivimos en un conflicto que se perpetúa indefinidamente.

Si le hubiéramos hecho caso a Pitágoras, no tendríamos hoy los problemas que nos aquejan ni nos desgastaríamos en tantos y tan polémicos diálogos de paz.

¿Cuándo vamos a empezar a construir la paz corrigiendo las causas de la guerra? Hagamos medicina preventiva, no sólo curativa: la clave está en educar a los futuros ciudadanos en PRINCIPIOS, VALORES Y VIRTUDES, pues SE RECOGE LO QUE SE SIEMBRA.

Una vez que se propone esto, aparecen voces diciendo:

“De acuerdo: lo que le falta a este país -ante todo- es educación, pero lo pasado, pasado es; infortunadamente, éste es nuestro presente, y hay que empezar a arreglarlo ya.”

Y es precisamente eso lo que desde hace más de sesenta años se ha propuesto: trabajar para arreglar las consecuencias y no las causas del problema; y el problema continúa: se sigue produciendo generación tras generación. Si un proceso de paz logra cierto descenso de la violencia, al poco tiempo llega la nueva generación no educada a reavivar la violencia, destruyendo la pequeña y endeble paz alcanzada.

Mientras no se elimine el desorden social -que nace de la falta de educación y es semilla de violencia-,  brotarán en muchas partes otra vez las consecuencias que se pretenden aplacar con procesos de paz. Y la historia continuará igual.

“Hay que cortar el mal por la raíz”, decían antes.

Suelen proponerse sólo 2 opciones: más guerra o diálogo. Educar es la tercera opción; más demorada, pero eficaz.

Se podría empezar ya, pero casi nadie educa: sólo se piden acuerdos y cese al fuego. Y se posterga perpetuamente la única solución.

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¡Retrógrado!

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on April 12, 2016

Así califican muchos a quienes piensan o tienen conductas que consideran propias de tiempos pasados, contrarias a las innovaciones o cambios: “Es una persona retrógrada”; “Tiene ideas retrógradas”

Pero este adjetivo se usa siempre en forma despectiva, peyorativamente: indicando algo desfavorable. Esto hay que aclararlo, porque hay conductas de tiempos pasados que fueron buenas y hasta mejores que las actuales. Un ejemplo: Hoy, en Colombia, por el supuesto derecho fundamental a la educación, un estudiante de Bachillerato puede matar al rector de la institución educativa a la que asiste: la Ley ordena que se lo debe graduar como a todos los demás, ¡y no se lo penaliza, por ser menor de edad!

Aquí cabe la pregunta: ¿Es esto un avance o un retroceso? O, si se quiere: ¿Se considerará retrógrado a quien pretenda cambiar las normatividad vigente por la anterior?

Otro ejemplo: ¿Defenderíamos como un avance la fabricación de armas más modernas (que matan más seres humanos en menos tiempo y que destruyen mucho más el hábitat que las anteriores) y tacharíamos de retrógrados a quienes se oponen a ello, invocando la sensatez del hombre moderno y procurando la paz?

Hay un fenómeno que ocurre con frecuencia en el ámbito de la medicina: se descubre que medicamentos y tratamientos antiguos logran curaciones más fácilmente, más rápidamente o con efectos colaterales menores que las técnicas más modernas…

Y lo mismo pasa con las ideas supuestamente retrógradas: con criterio objetivo, podemos afirmar que las hay mejores que las actuales.

Pensemos en los valores que se inculcaban antaño en los hogares y en los centros educativos, en las virtudes que se empeñaban en implantar tanto en los hijos como en los educandos, etc.

¡Cuánto nos sorprende escuchar a los abuelos contar aquello de que “En mi época no se hacían contratos ni promesas de compra-venta; se creía en la palabra dada, porque se respetaba.”!

Y nos sorprende porque las personas pícaras y hábiles para engañar  pululan por doquier. ¡Hoy más que antes! Lo que significa que —en este campo de la honestidad— sería mejor ser retrógrado, en el sentido auténtico de la palabra, sin esa connotación peyorativa: ¡a veces tener ideas o costumbres contrarias a las innovaciones o cambios es bueno!

En consecuencia a todo lo dicho, deberíamos eliminar de nuestro léxico la palabra “Retrógrado”; podríamos usar: “Anterior”, “Antiguo”, o cualquier otro adjetivo del gusto de cada uno.

Y esto implicará también evitar el uso indiscriminado de términos como: “Tradicionalista” o “Progresista”, que con frecuencia tienen un uso similar despectivo.

No se quiere decir con esto que todo tiempo pasado fue mejor, como se afirma a veces, sino que no deberíamos permitir que el fanatismo irracional nos esclavice criticando todo lo pasado…, o todo lo futuro o todo lo actual, pues en todo tiempo ha habido y habrá conductas e ideas malas y buenas.

 

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Televisión, ¿para formar?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on June 22, 2008

 

Se realizó este encuentro con la participación del señor Presidente de la República, con un discurso en cuyas palabras se resaltó lo que tanto se ha dirimido en el ámbito educativo desde hace años: ¿con la televisión se pretende simplemente informar (enterar, dar noticia de algunas cosas) o más bien se procura educar, esto es, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos y otros medios?

 

El presidente habló acerca del esfuerzo docente del Ministerio de Educación con estas palabras: “Como un ejemplo de los esfuerzos estatales en esta materia, el Ministerio de Educación viene cumpliendo a través de Señal Colombia con su función docente llevando a cabo el Espacio Maestro, una experiencia única en materia educativa y audiovisual.”

 

Habló también de “posibilitar la reflexión de la sociedad”, de “fomentar una actitud crítica y creativa, así como despertar la práctica investigativa en los niños y jóvenes” e informó a los asistentes que “el Ministerio de Educación y Colciencias vienen adelantando gestiones con algunos canales de televisión educativa en Estados Unidos e Inglaterra como Discovery y ITV para adquisición de material…”

 

Además, compartió con su auditorio las estrategias propuestas en un foro:

1.  Estímulo a la producción de una televisión educativa.

2.  Socializar las experiencias y modelos de educación a través de foros y seminarios

3.  Invitación a la reflexión para conformar mesas de trabajo con maestros, estudiantes, programadores de televisión y líderes empresariales.

4.  Convocar un encuentro latinoamericano sobre el estado del arte de la investigación en materia de televisión y educación.

 

 

 

 

¿Favorecer las facultades y morales del niño o del joven?

 

Fue consenso general que las palabras dichas durante el Encuentro, como las del señor Presidente, versaron casi exclusivamente sobre el enriquecimiento cultural e intelectual de los televidentes, especialmente de los jóvenes.

 

Pero, ¿qué pasó con las facultades morales y las políticas para desarrollarlas?

 

¿Qué ganamos con el hecho de que las nuevas generaciones sepan mucha historia, geografía, anatomía, matemáticas y otras materias, si el país está lleno de asesinatos, secuestros, violaciones, corrupción, impunidad…?

 

La educación que se pretende dar a los jóvenes está llena de conocimientos (Discovery, ITV, Espacio Maestro y otros), pero con frecuencia le faltan valores, principios para la vida. Es poco lo que se les instruye en los campos de la honestidad, del comportamiento, de la urbanidad, de la trascendencia, de las virtudes humanas, del respeto por la mujer, del valor del hogar, que es célula de la sociedad…

 

“Posibilitar la reflexión de la sociedad, fomentar una actitud crítica y creativa, así como despertar la práctica investigativa en los niños y jóvenes” es bueno, es positivo; pero ¿cómo prevenir la destrucción de los hogares colombianos que hace el machismo? ¿la violencia que azota a nuestro país?

 

Pornografía, machismo y violencia

 

Con algunos programas y propagandas de la televisión que ven hoy los “educandos” se está exaltando el erotismo y, en otros casos, la pornografía, que, hoy más que siempre, producen una distorsión gigante de la sexualidad y de las cosas que a ella están unidas.

 

Así aparece veladamente el hedonismo, doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida. Muchos mensajes comerciales adolecen de esa falla: subliminalmente van dejando en los televidentes la idea de que la felicidad es todo lo que produce placer, comodidad, diversión… y erigen al dinero y al poder (que pueden conseguir todo esto) como los fines del hombre de hoy.

 

De hecho casi todas las propagandas de la televisión son realizadas por actores jóvenes, “triunfadores” (“triunfar” significa para ellos únicamente tener dinero y el reconocimiento de los demás), atléticos, bien parecidos y con cuerpos esculturales; es muy raro el comercial que presenta ancianos o personas poco atractivas o el que habla de seres fracasados. Por eso, en ellos, reiteradamente la mujer —con su cuerpo— “incita” a comprar todo tipo de artículos o servicios. A veces semidesnuda, otras sin ropa, pero siempre insinuante, este ser humano, en quien habita la potestad de la maternidad, se convierte simplemente en un medio para hacer propaganda con el detrimento de su dignidad; su valor intrínseco queda herido, propiciando el machismo, del que ya se sabe su injusticia y su capacidad destructiva.

 

La televisión, en lo que se refiere a este aspecto, se ha convertido en una lluvia de proyectiles que llegan a los ojos y oídos de los jóvenes todavía en proceso formación, penetran en su alma y en su cuerpo e incitan a colocar en grado sumo el valor de la sensualidad y del goce eminentemente biológico o, cuando más, humedecido por lo psicológico. Con sus hormonas despertando su atracción hacia el otro sexo, condición propia de la pubertad y de la adolescencia, en medio de un mundo nuevo para ellos y, por tanto, desconocido, más vulnerables a cualquier estímulo, sentirán una fuerte atracción hacia lo genital propiamente dicho haciendo abstracción de los otros planos en los que la vida del hombre se mueve normalmente, fomentando así la tendencia a esclavizarse con las pasiones hasta llegar a afirmar que son necesidades orgánicas.

 

Lo mismo sucede con la violencia televisiva: no es necesario esforzarse mucho para saber de dónde han nacido los guerrilleros, los secuestradores, los homicidas, los narcotraficantes, los violadores de niños, de sus derechos…, en fin, todos los que creen que cualquier cosa se puede lograr a la fuerza.

 

Así también, a los televidentes jóvenes, con frecuencia, se les induce a una subvaloración de la libertad, de la vida, de los valores…

 

El señor Presidente se refirió a las políticas por vincular la televisión a la educación, diciendo que en ellas “ha primado hasta ahora, la idea del cubrimiento poblacional y de la cantidad de información emitida…” Si no nos engañamos, lo que prima es conseguir el lucro que mantiene a la televisión: se aceptan propagandas encaminadas a promocionar los productos que venden sus patrocinadores, y con mucha frecuencia no se tiene cuidado de elegir las que mejoren la dignidad humana, las que propendan a un bienestar familiar y social, sino que escogen las que mayor aporte económico les produce.

 

La voluntad

 

Y ¿qué decir de la voluntad, el libre albedrío o la libre determinación, la verdadera libertad? Solo un hombre libre puede decir que no. Los esclavizados por el sexo, la droga, el licor, la violencia, el placer desaforado, el dinero, la fama, el poder, la corrupción, el atractivo de las ganancias fáciles de vivir al margen de la ley, como en los grupos guerrilleros, el narcotráfico, etcétera, no pueden decir: “no”. Les falta voluntad.

 

Pero la televisión no propone pensar mucho: en menos de cinco segundos ya hay una idea nueva, que hace olvidar la anterior y tres segundos después se cambia a otra. Pocos programas o propagandas hacen pensar, ponen a meditar. Por eso vemos hoy tantos muchachos superficiales para pensar y para vivir…

 

Es que ser libre es ser dueño de sí mismo y, cuando la inteligencia y la voluntad lo indiquen, guiar los actos hacia el bien personal; y si se quiere más libertad, hacia el bien común.

 

Si los que manejan la televisión se lo proponen, la guía para determinar qué programas, qué propagandas, qué películas y qué novelas se emiten, podría ser la moralidad y la formación que darían al televidente infantil y juvenil. Así favorecerían la mejora de la sociedad: habría muchas mujeres y hombres dignos de ese nombre y no únicamente “sabios” que se han desarrollado poco como seres humanos.

 

 

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Los Simpsons

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on June 22, 2008

Mi hijo está viendo, para distraerse, el programa de televisión: «Los Simpsons». Decido acompañarlo para descansar. Los días siguientes hago lo mismo, y empiezo a penetrar el cuadro que esta serie de dibujos animados representa:

 

El jefe del hogar, el señor Homero, tiene un carácter muy peculiar: habla unas veces como idiota y otras, como un niño inmaduro. Sus costumbres son tomar cerveza y ver televisión; en la oficina es un ejemplo de irresponsabilidad y negligencia; no se le nota el más mínimo respeto por su esposa o por su hogar; sus deberes religiosos son, como todo lo demás, algo que se puede tomar o dejar a voluntad; desconoce por completo el significado de educar y, por supuesto, su obligación para con sus hijos en ese sentido… En fin, es la más perfecta exhibición de ausencia de valores y de principios morales.

 

Bart, un verdadero niño–patán, es su hijo mayor. Nada positivo puede rescatarse de su carácter vandálico, incivil y maleducado, salvo —quizá— su iniciativa, la cual pone únicamente al servicio de sus siempre funestos planes…

 

En esa familia, todos comen sin la más mínima finura, eructan con frecuencia, son cochinos en sus costumbres y en sus vestidos, a excepción de la madre, que se limita a emitir un ruido gutural en señal de desaprobación…

 

Fuera de la hija de este matrimonio, ninguno de los personajes de esta familia tiene metas o ilusiones… Son casi autómatas de la sociedad de consumo y parecen también seres que solo desean llenar su deseo de placeres primarios, sin pensar en nada más trascendente.

 

En esa superficialidad de vida no existen ideales por qué luchar, moral qué defender ni religión qué vivir.

 

En el ambiente moderno, gobernado por la abulia (falta de voluntad) para todo, es realmente dramático observar que este dantesco programa tenga tanto éxito y haga que muchas madres digan desprevenidamente: «Mi hijo se está distrayendo viendo Los Simpsons», sin saber la cantidad de veneno que les están inyectando a sus corazones y a sus cerebros en proceso de formación; porque no es lo mismo que un adulto con juicio y capacidad de raciocinio vea estas imágenes esporádicamente a que un chiquillo se «forme» con criterios tan vanos y tan bajos. ¿Qué será de esta generación si es educada por tales normas de conducta?

 

Para completar la desgracia, en el programa se suceden escenas sorprendentes y actitudes excéntricas tan rápidas que impiden el más mínimo análisis, ya que cada exabrupto es seguido de inmediato por otro completamente distinto que hace reír o que desconcentra la atención, induciendo a los niños a ser cada vez más y más superficiales en sus vidas, hasta convertirlos en entes que no piensan ni tienen sentido ni orientación en sus vidas.

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Una revolución en la educación

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on June 22, 2008

 

Por nuestra formación sabemos mucha historia, geografía, anatomía, matemáticas y otras materias pero, ¿hemos sido educados para vivir y para morir? Nadie escapa a estas dos realidades.

La educación que estamos dando a los jóvenes está llena de conocimientos, pero con frecuencia le faltan valores, principios para la vida. Es poco lo que se les instruye en los campos del comportamiento, de la urbanidad, de la trascendencia, de las virtudes humanas…

¡Cómo falta la generosidad! Estamos haciendo de este un mundo de seres egoístas, de familias egoístas. Y finalmente, seremos una multitud de solitarios.

¡Cuánto faltan la bondad, la delicadeza, la compasión, la comprensión y la ternura! Se diría que el machismo acabó con estas virtudes entre los hombres.

¿Y qué decir de la sinceridad, la fidelidad, la tolerancia, la sencillez, la constancia, la honestidad, la honorabilidad y la rectitud?

Hoy se ven poco la elegancia, la cortesía, el respeto, la lealtad…

¿No sería bueno enseñar laboriosidad, puntualidad, aprovechamiento del tiempo,  reciedumbre, espíritu de servicio, generosidad?

Parece que se han olvidado la sobriedad, la templanza y otras virtudes como el autodominio personal. Es que hay una, entre muchas virtudes, que nos hace realmente humanos: la voluntad.

Por eso vale la pena estudiarla. El Diccionario la define así:

 

“Potencia del alma, que mueve a hacer o no hacer una cosa.”

“Acto con que la potencia volitiva admite o rehuye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola.”

“Libre albedrío o libre determinación.”

“Intención, ánimo o resolución de hacer una cosa.”

“Gana o deseo de hacer una cosa.”

“Elección hecha por el propio dictamen o gusto, sin atención a otro respeto o reparo.”

 

A vuelo de pájaro, estas definiciones unen la voluntad a la verdadera libertad. Solo un hombre libre puede decir que no. Los esclavizados por el sexo, la droga, el licor, la comida, el placer, el dinero, la fama, el poder, las diversiones, el “descanso”, etcétera, no pueden decir: “no”. Les falta voluntad.

El hombre libre es capaz de esperar hasta el matrimonio para tener relaciones genitales, y luego será fiel, porque su voluntad es más fuerte que el instinto animal.

Los muchachos formados en la voluntad dirán un “¡no!” valiente y digno a la droga, al licor, al satanismo, a la prostitución… Sus acciones serán guiadas siempre por el análisis concienzudo de la situación y no por lo atractivo que resulte un acto que los pueda dañar en su biología, en su psicología o en su espiritualidad. Serán verdaderos seres humanos, no prisioneros de sus instintos o encadenados por sus bajezas. Es que ser libre no es poder hacer lo que el instinto indique y ceder a la atracción que ejercen las cosas o las circunstancias. Ser libre es ser dueño de sí mismo y, cuando la inteligencia y la voluntad lo indiquen, guiar los actos hacia el bien personal; y si se quiere más libertad, hacia el bien común.

Parece paradójico, pero la historia lo ha probado: son más libres los que más han dado de sí a los demás.

La anterior lista de virtudes podría ser, si nos lo proponemos, las asignaturas en los colegios y en las escuelas, además de las que ya hay, y que les damos tanta importancia. Si les quitamos un poco de tiempo a estas y enriquecemos aquellas, bien se podría prever un gran futuro para la humanidad.

Así como la Revolución Francesa puso de relieve Los Derechos Humanos, dentro de unos años esta propuesta podría ser vista como el inicio de una nueva humanidad: muchas mujeres y hombres dignos de ese nombre y no únicamente “doctores” llenos de pergaminos que se han desarrollado poco como seres humanos.

Sabemos cobrar, sabemos vender, sabemos cómo “ganarnos la vida”… Pero no siempre sabemos amar, convivir, compartir, condolernos… no siempre sabemos vivir.

Y es que nos enseñaron a sobrevivir, no a vivir.

Y si hablamos de la vida, ¿qué decir de la muerte? La vida dura muy poco comparada con lo que viene después de la muerte ¿No se necesita mayor entrenamiento para eso?

 

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