Saber vivir

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¿Pesimismo u optimismo?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on August 23, 2019

 

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Sencillez

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 3, 2017

Esta es una de las virtudes más valoradas: el hombre sencillo, la mujer sencilla, son acogidos en todas partes.

Obviamente, no se habla aquí de esa versión de la sencillez que usan algunos para descalificar a otros, por su poquedad de ánimo o de cultura y presencia; o porque son incautos, fáciles de engañar; no: quien posee la virtud de la sencillez es una persona natural, espontánea, habla sin sutilezas ni artimañas, no tiene doblez ni engaña.

Es sincero; jamás usa perspicacias ni simulaciones ni engaños. Nunca finge ni habla con tapujos. No es hipócrita. Ni siquiera dice verdades a medias ni mentiras “piadosas”.gota-de-agua

Cuando te habla, te mira a los ojos, te mira de frente, no habla de ti a tus espaldas, te dice en la cara lo que siente, nada se calla fuera de lo que la prudencia le dice que es inútil y puede producir males mayores.

Por otra parte, quienes son sencillos acogen lo que les dicen tal y como se los dicen; no están preguntándose: “¿Qué me habrá querido decir con eso?”. Con la misma sencillez con la que hablan, escuchan.

Contestan lo que les preguntan; eso, y nada más.

¡Pero qué escasa es esta hermosa virtud!

 

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Juzgar

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on November 8, 2014

En las discusiones, es muy frecuente que alguno (y a veces hasta todos los que discuten) tenga su posición sesgada, torcida hacia un lado, distinto de la verdad.

Esto suele ocurrir por una de estas 3 razones:

Primero, por prejuicios: tener opiniones anticipadas e inflexibles acerca de algo que se conoce mal. Por eso, prejuzgar consiste en juzgar las cosas sin tener de ellas un conocimiento completo. Este tema ya fue presentado en este blog, cuando se habló sobre la felicidad; se puede leer en:

https://mauriciorubiano.wordpress.com/2014/08/01/opinar-sobre-la-felicidad/

En segundo lugar, las personas suelen tener posiciones inclinadas anticipadamente hacia una postura determinada. Es el caso que quienes, por defender un credo o idea, adecúan todos los argumentos de la discusión con el único fin de demostrar que su posición es la correcta.

Por supuesto, en ambos casos se puede decir que esas personas no son totalmente libres para juzgar ni las situaciones ni las personas, pues para descubrir la verdad —toda la verdad— es necesario no solamente conocer bien el tema, sino estar abierto al diálogo y, sobre todo, a la posibilidad de estar equivocado. A esas personas les queda imposible salir del error.

Pero lo que más quita la libertad para juzgar una circunstancia es la tercera razón: no escuchar a ambas partes, antes de dar el juicio.

Los ejemplos pueden ser múltiples: si viéramos una película americana sobre la época de la Guerra fría y nos dejamos influenciar por ella, concluiremos que la Unión Soviética era la malvada entonces; pero, ¿qué ocurriría si viéramos una película hecha en la URSS?… Lo mismo sucedería si leyéramos un libro que analiza ese momento histórico: habría que averiguar primero de qué lado estaba quien lo escribió…

Es indispensable, pues, tener el equilibrio, la ecuanimidad de escuchar a las partes que están en discusión y sacar una conclusión más cercana a la realidad.

En el caso, por ejemplo, de los consejeros matrimoniales, si solo escuchan a uno de los cónyuges, tendrán un enfoque parcializado de la situación; es necesario que los oigan a ambos, para poder acercarse un poco más a la verdad (que nunca llegarán a abarcar completamente), y tener la capacidad de evaluar mejor la situación conyugal, con lo que podrán emitir un juicio más acertado, que los capacite para realizar un tratamiento más eficaz.

A esto se suma un par de conductas no tan poco comunes como se cree: las malas experiencias y la generalización. Otro ejemplo puede ayudarnos a comprenderlas: el caso de un niño violado por un sacerdote, que con el tiempo desarrolla una gran aversión a todo el clero, a la Iglesia y hasta a su doctrina; si canaliza su dolor leyendo todo documento anticatólico o anticlerical que encuentra, estimulará poco a poco su rencor, hasta que se convierta en odio. Y, si se encuentra con escritos sesgados que solo muestran el lado malo de la Iglesia, alimentará ese aborrecimiento más y más…

Estos son los individuos que más caen en los 2 errores anteriormente descritos: prejuzgar y acomodar la verdad para defender su posición.

Al llegar a este punto, debemos tener en cuenta que estamos hablando de seres humanos heridos (a veces muy gravemente), incapaces de encontrar la diferencia entre el individuo (un sacerdote malvado) y la institución a la que pertenece, tal y como lo hacen muchos con la conocida falacia: «Carlos es colombiano; muchos colombianos son narcotraficantes; en consecuencia, Carlos es narcotraficante».

A estas heridas e incapacidades se suman muchas más, especialmente la agresividad: en vez de exponer su enfoque con serenidad, dejando abierta a los demás la posibilidad de que discrepen de ellos, los tildan de ciegos e ignorantes, cuando no los ofenden más gravemente, evidenciando así su falta de seguridad en sus propios criterios. Olvidan que la verdad se sostiene sola, no necesita ser defendida, solo debe ser presentada para que brille por sí misma.

Esta inmadurez es debida, obviamente, a su historia de traumatismos, sumada a sus continuos desaciertos para eliminar su dolor interior o, al menos, disminuirlo.

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El arte de soterrar

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 18, 2008

 ¡Qué hermoso es encontrar personas sinceras! Sin caer en imprudencias o impertinencias, sin ser duros o agresivos, recordando siempre la caridad y el respeto para con los demás, dicen siempre la verdad, usan siempre la verdad y profesan siempre la verdad.

 

En cambio, cuánto nos molestan los fingimientos, las indirectas, la simulación, los tapujos, el arte de disimular…

 

¿Por qué no decir las cosas directamente, con franqueza? ¿Qué se pretende cuando se intenta hacer que una cosa parezca distinta de lo que es con simulación, engaño o apariencia?

 

¿Qué se gana cuando se dice algo para no significar explícita o claramente una cosa, y darla, sin embargo, a entender?

 

¿Sirve de algo representar cosas, fingiendo o imitando lo que no es?

 

¿Con qué fin se disimula para disfrazar u oscurecer la verdad?

 

¿Para qué encubrir con astucia las verdaderas intenciones? ¿Por qué disfrazar u ocultar cosas, para que parezcan distintas de lo que son?

 

Soterrar significa eso: esconder una cosa de modo que no aparezca. Y eso es lo que algunos acostumbran hacer, cuando no quieren decir lo que piensan directamente y sin tapujos.

 

El «arte» de soterrar, entonces, es propio de los hipócritas: fingen cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tienen o experimentan.

 

También es evidente que ser hipócrita es mentir; entre otras cosas porque no hay peor mentira que una verdad a medias.

 

Pero lo más grave del hipócrita es su cobardía, puesto que no decir las cosas como son, sino amañarlas, hacerlas aparecer distintas de lo que son con engaño o artificio, es cobardía. Los valientes dicen siempre la verdad, aunque la verdad les acarree la muerte.

 

 

 

 

 

 

 

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Falacias*

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on June 23, 2008

1. Definiciones elementales

 

Lógica: Disciplina formal cuyo objeto de estudio es el razonamiento, tanto el correcto como el incorrecto.

 

Dialéctica: Disciplina formal cuyo objeto de estudio es la lógica aplicada a la argumentación. Se asume, por lo general, que la argumentación sucede en contextos dialógicos, es decir, en contextos en los cuales una de las partes adelanta y defiende una tesis ante la otra parte.

 

Argumento: Herramienta formal mediante la cual se llega a —se ‘infiere’— una conclusión a partir de unas premisas. Se dice que un argumento es válido sólo si preserva la verdad, esto es, si, dado el caso de que las premisas sean verdaderas, necesariamente la conclusión también lo será. (Aún siendo válido, si un argumento parte de premisas falsas, puede llevar a conclusiones tanto verdaderas o falsas.) En su sentido propiamente dialéctico, un argumento es usado por alguien que quiere demostrarle —o tratar de convencer— a otro la verdad de una proposición. Desde la perspectiva del conocimiento (‘epistemológica’), un argumento busca explicar algo; sólo si la explicación es adecuada (esto es, si la explicación logra dar cuenta de lo que se investiga) se considera que el argumento es válido. Los argumentos sólo pueden ser válidos/inválidos, concluyentes/inconcluyentes, correctos/incorrectos, etc., pero nunca pueden ser verdaderos/falsos.

 

Premisa/conclusión: La premisa de un argumento es la proposición o afirmación de la cual parte quien pretende demostrar algo; el punto de llegada de un argumento, el cual también es una proposición, se llama la conclusión del mismo.

Tanto premisas como conclusiones pueden ser verdaderas o falsas, pero nunca válidas/inválidas.

 

Mentira: Proposición o afirmación falsa.

 

Falacia: Argumento que parece válido pero que en realidad no lo es. En otras palabras, es un argumento que no logra demostrar correctamente la conclusión, aparentando que sí lo hace. La diferencia entre una falacia y un mero error lógico es que éste es patentemente inválido mientras que aquélla oculta —intencionalmente o no— su invalidez. Así, desde la perspectiva dialéctica, una falacia ejerce sobre quienes deben ser persuadidos una ilusión engañosa de validez y, por lo tanto, de que la conclusión ha quedado demostrada. Desde la perspectiva epistemológica, una falacia es un argumento que parece ofrecer una explicación adecuada de algo aunque en realidad no lo hace. Debido a que la noción de ‘argumento’ es relativa a un contexto particular (en el cual una de las parte busca demostrar una tesis a la otra), ocurre habitualmente que un mismo argumento es falaz en un contexto, pero en otro no.

 

Sofisma: Sinónimo de falacia. Etimológicamente viene de ‘sofista’, dando a entender que los sofismas son los argumentos propios de los sofistas.

 

Argumentador: En teoría dialéctica se llama convencionalmente ‘argumentador’ a la parte que debe persuadir o demostrar algo.

 

Auditorio: En teoría dialéctica se llama convencionalmente ‘auditorio’ a la parte que debe ser persuadida de algo por el argumentador. El ‘auditorio’ puede por lo tanto ser compuesto por una sola persona, si ocurre que la argumentación es sólo entre dos personas: ella y el argumentador.

 

Carga de la prueba: La tiene el argumentador ante su auditorio. Muchas veces se usan argumentos o falacias destinados a desplazar la carga de la prueba entre argumentadores rivales. Los argumentos ‘ad’ (ver abajo) son especialmente útiles en ello.

 

2. Clasificación de las falacias

Aunque las falacias habían sido estudiadas por los llamados ‘sofistas’ desde mucho antes del siglo vi AC, Aristóteles fue el primero que adelantó una clasificación relativamente sistemática de las mismas. Con el paso del tiempo se hizo clara la existencia de una gran cantidad de falacias que no habían sido incluidas en la lista aristotélica original; una de las más célebres adiciones o apéndices a la clasificación de Aristóteles fue la del filósofo inglés John Locke, quien en el siglo XVII aportó una colección de sofismas conocidos luego como los ‘argumentos ad ’. A partir de finales del siglo XIX —gracias a los enormes avances teóricos que llevaron a la matematización sistemática de la lógica (o, según otros, a la logicización de la matemática) por parte de filósofos y lógicos como Cantor, Russell, Zermelo, Frænkel, Gödel, Skolem y Quine— el estudio de las falacias cobró nuevamente relevancia académica. Posteriormente, en 1970, el filósofo australiano C.L. Hamblin publicó su estudio clásico Fallacies, en donde no sólo realizaba una investigación detallada de la historia de las falacias y sus múltiples intentos de clasificación (añadiendo, dicho sea a propósito, más de 35 falacias ‘nuevas’ antes ignoradas), sino que argumentaba convincentemente en contra de la posibilidad de una clasificación exhaustiva; su posición descansa fuertemente sobre la idea de que no es posible formalizar los contextos argumentativos, esto es, la idea de que no es posible —o si lo fuera, no es funcional— una dialéctica formal. A las razones ofrecidas por la obra de Hamblin se le añadieron, desde otra perspectiva y con otras preocupaciones muy disímiles, las de la naciente corriente de la ‘filosofía del lenguaje común’ de Oxford, sugiriendo así la necesidad de crear una disciplina que tratara la argumentación de manera no formal; tal es el origen de la llamada ‘lógica informal’, cuyo principal exponente es ahora el filósofo canadiense D.N. Walton.

La amplitud del catálogo de razonamientos falaces, debida como dijimos al renacimiento contemporáneo del estudio académico y sistemático de la dialéctica, nos obliga a reducir el número de falacias que vamos a estudiar en nuestro curso.

Solamente consideraremos las siguientes:

 

a. Petición de principio. Falacia circular que procede asumiendo como punto de partida aquello que debe ser demostrado.

Explicación. Habíamos visto que, dialécticamente, un argumento es usado por el argumentador para demostrar y persuadir de la verdad de una tesis al auditorio; también vimos que un argumento requiere como punto de partida cierta de información que llamamos ‘premisas’. Se hace así evidente que la condición mínima necesaria para que todo argumento sea válido y funcional es que el auditorio acepte las premisas del argumentador —de lo contrario no hay posibilidad de persuasión.

‘Pongámonos de acuerdo con lo mínimo, y luego sí podemos discutir’, suele decirse. Así pues, el argumentador debe pedirle a su auditorio que le conceda ciertas proposiciones, las premisas de su argumento. La falacia de la petición de principio ocurre cuando el argumentador le pide al auditorio que conceda precisamente aquello que debe ser demostrado. Desde el punto de vista epistemológico, un argumento que busca explicar algo debe partir de cierta información que se asume como verdadera; si el argumento toma como información inicial aquello que debe explicar, entonces simplemente no logra dar explicación alguna de nada. Es usual que en falacias de este tipo ocurra que una de las premisas no tenga manifiestamente el mismo sentido que la conclusión, sino que éste esté velado u ocultado de alguna manera.

 

Ejemplos:

1) El alma es inmortal porque nunca muere.

2) La tierra se mueve porque el cielo está quieto.

3) Dios existe porque la Biblia lo dice, pero la Biblia es la palabra de Dios.

4) Todas las cosas caen porque todas las cosas tienden hacia el centro de la tierra.

5) ‘Puedes confiar en mí porque yo te lo aseguro’.

6) Esta cicla es de Héctor porque todas las ciclas de acá son de Héctor.

7) Voy a faltar mañana porque no voy a venir.

8) ‘La revolución no se argumenta; se hace.’ [Pero ¿no es éste un argumento a favor de la revolución?]

 

b. Causa falsa (‘Después de esto, por lo tanto a causa de esto’). Falacia que asume que una cosa o evento es la causa de otra u otro, partiendo del hecho de que están correlacionadas de alguna forma, por lo general temporalmente.

Ejemplos:

1) Puesto que estadísticamente hay un aumento durante una época del año en el número de cigüeñas y en el número de nacimientos de niños, se concluye que lo primero es la causa de lo segundo (o si se quiere, que las cigüeñas son la causa de los niños).

2) Hoy va a perder mi equipo porque siempre que me pongo esta camiseta mi equipo pierde (ponerme la camisa es la causa de que mi equipo pierda).

3) El Big Ben repica sus campanas porque yo camino delante de él (yo soy la causa del campaneo del Big Ben).

4) Gaviria es el culpable de la actual recesión económica porque ésta empezó después de su mandato.

5) Este año va a hacer buen clima en enero porque hubo buen clima durante el primero de enero.

 

c. Generalización indebida o falacia inductiva. Falacia que ocurre porque toma indebidamente a unos cuantos particulares como representantes de toda una colección.

Ejemplos:

1) Todos los colombianos son unos narcotraficantes (porque la DEA tiene una lista de 500 narcotraficantes colombianos).

2) Los profesores de matemáticas son exigentes (porque Farías, Mantilla y Héctor son exigentes).

3) ‘No coja taxi a las tres de la mañana porque lo atracan’ (porque a mi tía y a un amigo los atracaron a las tres de la mañana).

4) ‘No coja un taxi en la calle’ (porque todos los taxistas son unos hampones, porque este y ese taxista son hampones).

(Nótese cómo los tipos de falacias no son excluyentes entre sí: un mismo argumento puede cometer una petición de principio, una falsa causa y una generalización indebida).

 

c. Particularización indebida. Se concluye indebidamente que un particular pertenece a una colección, y que consecuentemente comparte todas o algunas de las propiedades de los demás miembros de la colección.

Ejemplos:

1) Huertas es un ladrón porque todos los colombianos son ladrones.

2) Lassie tiene pulgas porque todos los perros tienen pulgas.

3) ‘No se suba a ese taxi’ (porque este tipo es un taxista, y todos los taxistas son hampones).

 

d. Falacia de la división. Se infiere indebidamente que las partes tienen todas o algunas de las propiedades del todo.

Explicación. Para distinguir esta falacia de la anterior, recuérdese que el todo no es la suma de las partes, esto es, que el todo no es simplemente la colección de las partes.

Ejemplos:

1) Este tractor es grande, por lo tanto sus partes son grandes.

2) Colombia tiene deuda, por lo tanto todos los colombianos tienen deudas.

3) Los roedores tienen cuatro patas, por lo tanto los roedores están ampliamente distribuidos en la tierra. [Roedores como animalitos particulares vs. roedores como especie.]

4) Dos y tres son pares e impar; cinco es dos y tres; por lo tanto cinco es par e impar.

5) Los indígenas están desapareciendo; José es un indígena; por lo tanto José está desapareciendo.

6) Pedro es un apóstol; los apóstoles son doce personas; por lo tanto Pedro es doce personas.

 

d. Falacia de la composición. Se infiere indebidamente que el todo tiene todas o algunas de las propiedades de sus partes.

Ejemplos:

1) Todos los neoyorquinos pagan sus deudas; por lo tanto la ciudad de Nueva York paga sus deudas.

2) El equipo de básquet del colegio es bueno porque todos sus jugadores son buenos.

3) Nuestro batallón es bravo porque todos nosotros somos soldados bravos.

4) No hay diferencia entre el agua (H2O) y el agua oxigenada (H2O2) porque ambas están compuestas de los mismos elementos.

 

e. Falacia de la anfibolía o falacia de la ambigüedad. Se llega indebidamente a una conclusión porque se han equivocado dos sentidos de una palabra.

Ejemplos:

1) Los gatos son hidráulicos; mi gato se llama Kitty; por lo tanto Kitty es hidráulico.

2) Save soap and waste paper.

3) Yo ya no uso mi computador porque los ratones transmiten la tuberculosis.

4) Las arañas son mamíferos porque los gatos arañan.

5) Jiménez se baña con aceite 3en1 para poder estar en la rosca.

6) Es peligroso asistir a parrandas vallenatas y de carrilera porque siempre hay un músico con una guacharaca.

7) ‘El mago de Oz’ es un cuento pervertido porque uno de sus personajes es un hombre de paja.

 

f. Argumento al hombre. Se ataca personalmente de una u otra forma al oponente en lugar de atacar su tesis. En otras palabras, se argumenta a favor de una tesis no por la tesis misma sino mediante un análisis (usualmente desfavorable) de los motivos y contexto de sus defensores o de sus oponentes.

Ejemplos:

1) La Teoría de la relatividad de Eistein es falsa porque él era un borrachín que le pegaba a su esposa.

2) La filosofía de Spinoza es digna de repulsión porque Spinoza era un hombre despreciable.

3) ‘Usted no puede criticarme por cazar animales aduciendo que éstos son criaturas indefensas e inofensivas cruelmente asesinadas, precisamente porque usted come vacas, las cuales son animales indefensos e inofensivos que son cruelmente asesinados.

4) ‘No hay que creerle, su señoría, ni una palabra al testigo, pues es sabido que suele mentir.’

 

g. Argumento a la humildad o argumento de autoridad. Se apela sin mayor argumento a una autoridad como aval de la tesis que debe ser demostrada.

Ejemplos:

1) Esto es una falacia porque Vaughan lo dice.

2) El ají produce cáncer de colon porque eso dice el periódico.

3) Dios existe porque la Biblia lo dice.

 

h. Argumento ‘al bastón o ‘al garrote’. Se apela a la fuerza o a la coacción para demostrar una tesis; muchas veces la coacción está camuflada por la advertencia de una consecuencia indeseable si no se acepta la tesis.

Ejemplos:

1) Es mejor creer en Dios porque… nunca se sabe.

2) Si el Estado permita la inmigración de venezolanos entonces nos arriesgamos a lo peor.

3) Si no estudias, te tiras el año y entras a un colegio militar.

4) Si no estudias, harás de tu vida una miseria.

 

i. Argumento ‘a la ignorancia’, ‘al desconocimiento’. Se apela al desconocimiento o ignorancia de algo para demostrar una tesis. Este argumento tiene dos versiones:

a. No se sabe que x sea verdadero, por lo tanto es falso.

b. No se sabe que x no sea falso, por lo tanto es verdadero.

Ejemplos:

Versión a:

1) Jamás se ha demostrado el teorema de Fermat, por lo tanto es falso.

2) Hace años que no se sabe nada de Smith; no hay evidencia de que siga con vida; por lo tanto lo declaramos muerto para efectos legales.

Versión b:

 1) No sabemos a ciencia cierta que Uribe no sea paramilitar; por lo tanto asumimos que lo es y no votamos por él.

2) No sabemos a ciencia cierta que no haya extraterrestres; por lo tanto podemos concluir que existen.

3) No sabemos a ciencia cierta que Woody Allen no sea comunista, por lo tanto asumimos que lo es y lo metemos en la lista negra.

4) No sabemos que O.J. Simpson sea culpable —esto es, no sabemos que no sea inocente—, por lo tanto lo declaramos inocente.

5) Jamás se ha demostrado la falsedad del teorema de Fermat, por lo tanto asumimos que es verdadero.

 

j. Argumento ‘al pueblo’. Se apela al consenso, o al sentimiento, las pasiones, los prejuicios, etc., de la gente en una ubicación relativamente local (la casa, el barrio, la ciudad, el país) para demostrar una tesis.

Ejemplos:

1) Debemos votar contra Serpa porque de lo contrario el país se va al carajo.

2) Hay que evacuar la ciudad, porque no queremos que se repita lo de Armero.

3) Es el colmo que acusen a Alfonso Lizarazo y a César Perea de corruptos; todos sabemos que son buenos.

4) Votemos por para presidente del consejo estudiantil por Jiménez, porque él sabrá organizar muy bien las fiestas con cervecita y guarito.

 

k. Argumento ‘al buen juicio’ o Argumento ‘al consenso de la gente’.

Se apela al sentido común universal, a la racionalidad de la humanidad, o al consenso de todo el mundo para defender una tesis.

Ejemplos:

1) Dios existe porque no ha habido cultura que no haya creído en él.

2) Asesinar es un crimen de lesa humanidad.

3) Asesinar es un crimen porque la humanidad entera lo reprueba.

4) Debemos prohibir los nacimientos de niños porque la sobrepoblación acabará con la especie humana.

5) Es verdad lo que Vaughan dice porque es obvio para todos.

6) Es verdad lo que Vaughan dice; si no le creen es porque son imbéciles.

7) Debemos comer carne animal porque eso es lo natural.

8) Siempre habrá pobres y ricos porque eso es esencial a la naturaleza humana.

9) ‘El hombre desea conocer por naturaleza’ (Aristóteles).

10) Nadie duda que O.J. Simpson sea culpable.

 

l. Falacia del hombre de paja. Se comete al representar erradamente —generalmente ridiculizando— la posición del rival, haciéndola menos plausible de lo que en realidad es.

Ejemplos:

1) Ellos quieren hacer de este país un paraíso en la tierra acabando con todo el desarrollo industrial; ellos causarán por tanto que seamos desempleados.

2) Uribe quiere en últimas que este país se vuelva un Vietnam, al rechazar el diálogo con la guerrilla.

3) Vaughan sólo quiere rajarnos haciendo esos exámenes.

 

m. Afirmar el consecuente. Una proposición de tipo causal tiene la forma lógica de una proposición condicional.

Ejemplo: ‘La lluvia es la causa de que el piso esté mojado’ equivale formalmente a: ‘Si llueve, entonces el piso se moja’. La condición de una proposición de este tipo —la parte del ‘Si…’— se llama antecedente; lo condicionado —la parte del ‘entonces…’— se llama consecuente. La falacia en cuestión se comete al invertir el orden lógico de una proposición causal, afirmando el consecuente en lugar del antecedente; esto es, al tomar el efecto por la causa.

Ejemplos:

1) Llovió porque el piso está mojado.

2) El autor de Hamlet es un gran escritor; Nietzsche es un gran escritor; por lo tanto, Nietzsche es el autor de Hamlet.

3) Vaughan está furioso porque el profesor hizo un examen sorpresa.

4) La guerrilla es la causa del descontento de los colombianos.

5) Los motores del avión fallaron cuando éste se estrelló.

6) Estados Unidos tiene la culpa, en últimas, de la ola terrorista iniciada hace un año.

7) ‘Le eché mucho ají a la empanada porque está muy picante.’

8) El huevo es la causa de la gallina.

 

n. Ignorar la refutación; también se la traduce como ‘ignorar la cuestión’ o ‘conclusión irrelevante’). Se comete esta falacia si se adelanta un argumento que no está dirigido hacia la tesis en discusión sino —justa o injustamente— hacia otro punto diferente. Puede decirse que quien la comete se está ‘saliendo por la tangente’.

Ejemplos:

1) Los proyectos estatales de vivienda comunitaria no son una solución al problema de la falta de hogares porque no hay tal falta de hogares.

2) ‘No perdí mi tiempo en la universidad estudiando algo que odiaba porque allá conocí a mi esposa actual.’

3) ‘Debemos condenar a la silla eléctrica a O.J. Simpson porque el asesinato es un crimen horrible.’

4) Mockus es un pésimo alcalde porque se bajó los pantalones en la Universidad Nacional.

5) ‘El diablo pintó el mundo; pero no se le permite deducir los impuestos; ahora su sobrina aparece, en el año 1982; su sobrina tiene un affair con el primer ministro; por tal razón los árboles son verdes’ (P. Grijs).

6) Dios existe porque de lo contrario la vida no tendría sentido.

 

Por Nicolás Vaughan C., sofista

 

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