Saber vivir

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-¿No se reduce el ser humano si fundamenta su felicidad solamente en el dinero y las cosas materiales?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on July 23, 2020

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El dios-dinero

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on April 6, 2019

Hay personas que se venden, y hay quienes los compran.

Con tal de conseguir el dinero que tanto desean,

algunos se someten a lo que el poderoso-señor-don-dinero

les “ordene”, a cualquier humillación o maltrato…

Les falta autoestima y sólo aspiran a cosas materiales.

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¿En qué usas tu dinero?*

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on December 2, 2018

“Gastamos dinero que no tenemos,

en cosas que no necesitamos,

para impresionar gente a la que no le importamos.”

                     Will Smith

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El dinero de los esposos

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on March 21, 2018

 

Antes de que se estableciera el matrimonio como la ceremonia que conocemos, la entrega de una pareja de adultos entre los primeros seres humanos, consistía en un tácito acuerdo de fidelidad absoluta. Así, por ejemplo, en una entrevista, el doctor Terrence Deacon (paleoantropólogo) explica, hablando de las características propias del Homo Sapiens:

“Creo que el problema que se plantea […] es el de encontrar medios para establecer conductas sociales predecibles, concretamente en torno a la sexualidad: conductas socialmente aceptadas en cuanto a la inclusión o a la exclusión de las relaciones sexuales. Unas relaciones así establecidas no son meros apareamientos; en cierto sentido son promesas. Son mensajes acerca de un futuro posible, acerca de lo que debe o no debe suceder […]. Creo que el primer contexto en el que evoluciona la representación simbólica es algo así como un ritual de boda, la determinación pública y social de ciertas obligaciones sexuales y exclusiones reproductivas.” (“Hombre mono”, Rod Caird: entrevista a Terrence Deacon, neurobiólogo de la universidad de Boston, agosto de 1993)

Asimismo, desde sus inicios, ese acuerdo implicaba la entrega mutua, total, sin condiciones e irreversible de sus seres: el uno se da al otro totalmente y para siempre.

Junto con otras, ambas características, según este y otros paleoantropólogos, definen al ser humano y lo diferencian de las otras especies.

El matrimonio de hoy es ese ritual —ya explícito— en que dos seres humanos de distinto sexo se comprometen ante la sociedad toda (y ante un Dios, entre los creyentes) a amarse, entregándose no solo todas sus pertenencias, sino también y principalmente ellos mismos: sus mismos seres, para el enriquecimiento del otro; una donación total que se hace con la única finalidad de construir un nosotros, en el que siguen su camino —ahora juntos— para alcanzar la plenitud de la felicidad en el plano afectivo.

Pero esa entrega total implica que se dé en los 3 planos en los que se mueve el ser humano: el biológico (sus cuerpos), el psicológico (afectos, emociones) y el espiritual (lo hacen para siempre). Pretenden así llegar a la realización personal en el plano afectivo, y a la felicidad personal y de pareja. Y, como consecuencia natural de esa entrega total, se da la procreación (si no hay impedimento de salud), evidencia sublime de ese amor, de esa entrega.

Es en este contexto en donde se entienden mejor esas exclusiones sexuales de por vida que se dan en los seres humanos, desde sus comienzos, y que tanto los distinguen de las demás especies: había una promesa implícita de vivir en adelante el uno para el otro, con todo su ser.

En esta entrega total, con todas las connotaciones descritas, es totalmente incomprensible la conducta tan arraigada hoy entre la parejas: que cada uno maneje su propio dinero, y que cada uno se encargue de determinados gastos del hogar; o  el que haya esposos varones que manejan esos gastos, sin permitir que sus esposas (aquellas que no tienen ingresos) intervengan. Peor aún es el caso de quienes le dan una mesada a sus esposas o que ni siquiera hacen eso: nunca les dan nada. La incongruencia es total: en una relación auténticamente humana se supone que entregan todos sus seres el uno al otro, ¿y se reservan el dinero?

Ese actuar está muy por debajo de la entrega que debería darse ente dos individuos y desdice de su dignidad. Lo humano es que los ingresos sean manejados por ambos.

Lo peor de esta conducta es que los esposos se van acostumbrando a esa idea de no compartirlo todo: comienzan por el dinero y las cosas materiales y terminan aislándose afectivamente cada día más. Y los hijos observan ese comportamiento tan poco humano, con lo que se presagia también en ellos la infelicidad conyugal que aprendieron de sus padres.

 

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La enfermedad del III milenio

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on February 16, 2014

 

¿Tiene la vida algún sentido? ¿Por qué existe la enfermedad? ¿Qué explicación hay para el sufrimiento humano? ¿Por qué nacen algunos en hogares ricos y otros son tan pobres? ¿Dónde se encuentra la felicidad auténtica? ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Existe Dios? ¿Existe la suerte… o el destino? ¿Por qué sufrimos estrés? ¿En qué consiste el amor?…

Por supuesto: hay muchas preguntas más. Pero la más importante es: ¿Puede ser feliz un ser humano sin resolver estas inquietudes?

Y tú, ¿ya contestaste estas y tantas preguntas que nacen durante la adolescencia? ¿O las muchas ocupaciones de la vida —estudios, trabajo, amistades, noviazgo, matrimonio, cónyuge, hijos, etc.—, hicieron que te olvidaras de buscar el sentido de tu existencia?

Tal vez lo que hiciste fue elegir creer en lo que subjetivamente te pareció más factible, sin el menor estudio… Así decidiste en qué dios creer, qué te puede dar más felicidad, qué es lo correcto, con quién casarte, si tener hijos o no, qué estudiar, etc.

Y quizá las circunstancias, sin preguntarte siquiera, dispusieron en qué empresa debías trabajar, cuánto ganar, dónde vivir, con quién…

Efectivamente, ahora que comenzó el tercer milenio, los seres humanos —que llevan cerca de doscientos mil años sobre la tierra— nunca habían vivido más inconscientes:

No solamente ignoran su esencia sino que toman las decisiones más importantes de su vida sin criterios seguros, obviamente porque una cosa lleva a la otra: si ni siquiera sé quién soy, qué soy, ¿cómo voy a saber lo que me hará feliz? Si no conozco mi dignidad, mi valor como ser humano, ¿cómo voy a dimensionar si los actos que realizo me procurarán el verdadero bienestar?

Y lo que es peor: al no tener una norma objetiva para la toma de decisiones, la mayoría de los habitantes de este globo terráqueo usan el primer criterio subjetivo que les viene a la mente:

  • unos se entregan por completo a divertirse y procurarse los mayores placeres, reduciéndose así a una especie de máquinas de autocomplacencia;

  • otros dedican todos su esfuerzos a ganar dinero y poder, esclavizados por el deseo de tener, en el que fundamentan todas sus seguridades, sin pensar siquiera qué harán cuando les llegue a faltar;

  • algunos encaminan sus vidas a sobresalir en el campo profesional, a lucirse en cualquier arte o con la apariencia, pensado así atraer las miradas y la admiración de los demás, demostrando con esto lo vacíos que se sienten por dentro;

  • hay quienes a lo único que aspiran es a no padecer dolores y sufrimientos, convirtiéndose así en seres pusilánimes (incapaces de emprender cualquier ideal), cobardes y apocados, siempre tristes…

Y son todos estos quienes deciden casarse por infinidad de razones distintas al amor auténtico, único criterio que asegura la felicidad conyugal perenne; y también de estos grupos es de donde salen esas personas que eligen la vida religiosa o sacerdotal por capricho, para esconderse, por seguridad económica, comodidad…, por cualquier razón diferente al amor a Dios…

No tienen ideales algunos, fuera de sus mezquinos egoísmos.

Son los que uno les pregunta por qué salen a estudiar o a trabajar, y contestan un par de palabras que denotan su esclavitud, su falta de libertad: “Porque toca”.

Suelen ser mediocres en sus vidas, en sus labores, en sus relaciones… ¡Ni siquiera se les ocurre dejar un legado en este mundo!…

No parecen seres humanos vivos, parecen zombis (muertos que parecen vivos), porque en realidad no están vivos: vivir es tener una razón para hacerlo; sobrevivir es apenas mantenerse vivo. Los animales, por ejemplo, simplemente sobreviven.

Para agravar su desgracia, precisamente porque no perciben el gran valor que tienen como personas humanas, piensan y actúan en contra de su propia naturaleza, de su propia dignidad:

  • usan la sexualidad, no para donarse y enriquecerse mutuamente y abiertos a la procreación como expresión natural del amor verdadero, sino para usarse el uno al otro en un utilitarismo degradante, que hace del otro un simple objeto de placer sexual, no una persona con valores y sentimientos que desea ser respetada y amada, facilitando la promiscuidad vil, cada vez más pare3cida a la conducta animal;

  • con este mismo criterio sobre la vida sexual, inducen a la infidelidad, que cae sobre el otro, con toda su carga de frustración y dolor, y que deja secuelas psicológicas graves en sus hijos, casi imposibles de superar sin ayuda profesional especializada (se llegan a propiciar, como si fueran naturales, orgías sexuales en las que mezclan los cónyuges de dos o más parejas);

  • defienden la idea de que la homosexualidad es simplemente una opción —a pesar de ser antifisiológica y contraria a la anatomía natural—, y hasta exigen el “derecho” de las parejas homosexuales a adoptar hijos, olvidándose del natural derecho del niño a tener un padre y una madre;

  • llegan a defender el homicidio de personas humanas en el vientre materno, sin tener en cuenta los conocimientos científicos —genéticos y embriológicos— que demuestran lo que el sentido común ya sabía: que la vida comienza con la concepción y que, por ser humana, merece el mismo respeto que la de un adulto…

Se podría seguir indefinidamente mostrando qué tan ruin puede llegar a ser el individuo por este camino.

En fin, basados en la falacia de que “todo lo moderno es mejor”, promueven todos esos errores contrarios a su propia esencia, como si fueran aciertos, sin darse cuenta que jamás los llevarán —ni a ellos ni a quienes intentan persuadir— por los caminos de la felicidad, pues tanto cuando se vulnera el derecho a la vida como cuando se viola la entraña misma de su dignidad, aparecen tal corrupción y tal perversión, que la vida se deshumaniza y esclaviza.

En cambio, quienes son coherentes, es decir, quienes saben que sus actos no deben ir en contra de su propia naturaleza, se esfuerzan en conocer esa naturaleza profundamente y ejecutan cada una de sus acciones en concordancia con ella.

Con esta libertad de pensamiento y de acción (ya no se dejan guiar por el error), sin permitir que el acaso o las circunstancias decidan por ellos, eligen acertadamente entre las diferentes opciones y descubren que hay una razón para su existencia en este mundo, que tienen una misión y que cumpliéndola se realizarán como verdaderos seres humanos, dirigiendo sus vidas hacia la auténtica felicidad.

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¿De qué depende la felicidad?

Posted by Mauricio Rubiano Carreño on June 27, 2008

En un estudio llevado a cabo durante 12 años, se hizo esta pregunta a cerca de mil personas. No se utilizó un protocolo, sino que se hizo dentro de una conversación espontánea. Por eso, el margen de error de este estudio está entre el 7% y el 12%.

He aquí los resultados:

 

Respuesta número 1 (41 % de los entrevistados):

–Depende de si a uno le va bien en la vida: hay gente que tiene dinero… fama… y puede gozar de la vida…

 

Respuesta número 2 (29 %):

–Depende de lo que cada uno crea que es la felicidad: algunos piensan, por ejemplo, que ser feliz consiste en casarse, formar un hogar lindo, tener nietos, etc. Otros creen que hay que divertirse, tener aventuras, “pasarla bien”… Y para otros la felicidad está en otras cosas o circunstancias; si cada uno de ellos las logra, será feliz; si no, no.

 

Respuesta número 3 (15 %):

–Depende de la forma como uno asuma la vida. Hay que ser positivos: pensar lo bueno, tener fe en que las cosas van a salir bien, en que uno puede…

 

Respuesta número 4 (5 %):

–La felicidad es la paz: vivir en paz.

 

Respuesta número 5 (3 %):

–La felicidad es una armonía total, y nadie puede estar en armonía en todas las áreas. Por lo tanto conseguir la felicidad es imposible.

 

Respuesta número 6 (2 %):

–Depende de si uno ama.

 

Respuesta número 7 (1 %):

–Si uno busca la felicidad sufre. Es mejor no pensar en eso: la felicidad puede surgir repentinamente. La felicidad no es una meta qué lograr, sino un estado.

 

Respuesta número 8 (4%):

–No sabe / no responde.

 

Las respuestas anteriores muestran que la mayoría de quienes las dieron no han encontrado la verdadera felicidad.

 

El principal error radica en que suelen confundirse los vocablos “felicidad” y “alegría”. El Diccionario de la lengua española define la alegría como “Sentimiento grato y vivo, producido por algún motivo de gozo placentero o a veces sin causa determinada, que se manifiesta por lo común con signos exteriores”, significado que apunta más a momentos pasajeros.

En cambio, felicidad es el “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”.

Para entenderla bien, es necesario, entonces comprender la palabra posesión: “Acto de poseer o tener una cosa con ánimo de conservarla”; es decir, la felicidad se encamina al mantenimiento de ese estado de complacencia en el ánimo.

Pero esos bienes pueden ser variados: materiales (objetos concretos o abstractos, como la salud), psicológicos (afectos, estado del ánimo o de la emotividad, etc.) o espirituales (relación con Dios y Fe).

Entonces la felicidad podría darse en muchos campos: desde la alegría que se produce con la adquisición de un objeto cualquiera, aunque sea muy poco valioso, hasta la que se logra con la utópica consecución de todos los bienes posibles.

 

Con esto también se deduce que la verdadera felicidad es la posesión del bien mayor o más importante de todos, como se pasa a describir:

· En primer lugar, la felicidad no depende del medio ambiente externo del ser: un hombre no está feliz porque no esté lloviendo, no está feliz porque no está enfermo, no está feliz porque no tiene problemas…; su felicidad no depende de esas u otras circunstancias, todas externas.

· En segundo lugar, la felicidad tampoco depende de lograr o no los anhelos de la vida, porque a veces esos anhelos fueron dados por la cultura en la que se creció o por lo que los medios de comunicación impusieron.

Un ejemplo claro de esto es la televisión, que es la que muchas veces está formando a los niños: les dice que la felicidad se consigue con dinero, porque el placer no se logra sin dinero, sin cosas materiales. Les dice subliminalmente que la fama es uno de los valores más importantes de la vida y que quien la consiga será feliz.

Tener, placer, fama, poder… estereotipos que ciegan al hombre en su afán —velado o no— de felicidad.

La felicidad no viene de afuera, proviene de adentro.

· En tercer lugar, la felicidad es inmutable: se puede ser feliz aun ante la ausencia de bienes materiales, en presencia de la enfermedad, etc.

Esto se explica al analizar las vidas de mujeres y hombres con mucha fama, con mucho dinero, con mucho poder o que han vivido en la comodidad y el placer: se descubre en muchos de ellos un alto grado de infelicidad. Hay varios ejemplos de suicidios de aquellos a quienes se les ha dado mucho reconocimiento internacional en las artes, la ciencia, la tecnología, la política, etc.

Y —qué paradoja— a veces se encuentran seres que, viviendo en medio de las tragedias más aterradoras, muestran no solo serenidad sino una capacidad grande de aceptación y de sobreponerse a las adversidades con renovado vigor y esperanza…

Es frecuente encontrar muchos que se ocupan más en los demás que en sí mismos. Precisamente en estos últimos se puede descubrir un constante sentimiento de felicidad, actitud que nunca deja indiferentes a quienes los conocen: atraen con su ejemplo e invitan a seguirlo.

 

Ahora, ¿cómo hacer brotar la semilla de la felicidad?

1. Tener una conciencia clara del destino al cual uno está llamado. Y, por lo tanto, buscar vivir en armonía con el Creador, con el cosmos (incluidos los demás) y consigo mismo (armonía interior).

2. Esto implica vivir muy bien la propia religión: primero, tener la certeza absoluta de que esa es la religión verdadera y, segundo, buscar coherencia entre esa religión y lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

3. Iniciar un diálogo con Dios (no monólogo), para ir descubriendo la razón de ser de la vida personal: de dónde vengo, para dónde voy y qué vine a hacer en esta tierra.

4. Contestada esa trascendental pregunta se hace aún más obligado hacer, decir y pensar en consecuencia: que todos los actos, las palabras y los pensamientos tengan el mismo objetivo.

5. El resultado de vivir estos 4 pasos es una condición estable en la relación personal con Dios, una condición estable en la relación personal con los seres animados e inanimados y una condición interior estable. Así, el estado del ánimo ya no va a depender de las condiciones externas.

6. Si bien es verdad que el que no busca no encuentra, también es verdad que todo el que busca la felicidad propia será siempre infeliz.

Pero el que la trata de dar la felicidad a los demás (aunque sea a uno solo) se encaminará, sin quererlo directamente, por la senda acertada de la dicha total, inmutable e imperecedera: no hay nada que pueda hacer tan feliz a un ser humano como deshacerse de su propio egoísmo para amar, luchar por la felicidad de los demás, ilusionarse a diario con lograr que otros sean felices…

Esa actitud ha sido patente en los santos: Teresa de Calcuta, Francisco de Asís, Pablo… y muchos más. Siempre pensando en los demás antes que en ellos mismos —a ejemplo de Jesús, que murió por todos—, se llenaron indirectamente de lo que ahora llaman “autoestima”: autoestima que nació de saber que podían hacer algo por los demás, autoestima que los hizo tan grandes que hoy hacen la lista más grande de mujeres y hombres felices que hay en el mundo.

7. Todo lo anterior es simplemente un preámbulo —y esto se puede apreciar también en las vidas de los santos— de la única y verdadera felicidad que añora el ser humano: la esperanza de estar algún día en aquel lugar donde estará Dios: todo lo bello, todo lo bondadoso, toda la verdad reunido en un solo ser… Todo el Amor que se nos da para llenarnos de felicidad. Esa no es la pequeña y pobre imagen de felicidad que cada uno tiene: no es una felicidad individual, es la felicidad. Es una felicidad eterna, en un presente continuo, sin ayer y sin mañana, sin antes ni después, un ahora hermoso que no pasa; ¡y es una felicidad que sacia sin saciar!: cuando ya se siente plena, no llena del todo, pues se desea más…

 

 

Quien lo desee puede ser otro de esos, si se lo propone:

· Que ame y a las alegrías pasajeras de la vida habrá unido una felicidad inconmovible.

* Que ame y las que llaman tristezas se convertirán en peldaños para llegar a la perfección, en obstáculos sorteables y necesarios para crecer.

· Que ame y verá que su estado de ánimo permanecerá impasible ante las desgracias más atroces, ante el dolor, ante la muerte…

· Que ame y será verdaderamente feliz.

 

 

 

Tomado del libro:

SABER VIVIR. Bogotá, Colombia. Indo–american press service limitada, 1999.

 

Este libro se puede adquirir en Indo–american press service limitada:

http://www.indoamericanpress.com/colecciones/varios/libros.htm#29

  

 

 

 

 

 

 

 

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